TIERRA HUECA:
MADRE DE TODAS LAS CONSPIRACIONES
(parte 2)
REED, EMERSON, GARDNER
Y OTROS
¡La Tierra es Hueca, Hueca,
Hueca!

Uno de los primeros
evangelistas en retomar las teorías de Symmes fue William
Reed, que en 1906 publicó “El fantasma de los Polos”.
Plagado de referencias científicas, y nutrido de una amplia
bibliografía con especial énfasis en los trabajos
publicados por los exploradores del Ártico, el libro alcanzó
la categoría de culto entre los seguidores de la Tierra Hueca,
y se convirtió en un material de referencia obligatorio para
los demás estudiosos del tema.
Escribiría Reed
“la Tierra es hueca o no es. ¿Qué pruebas hay de que
no sea hueca? Absolutamente nada lógico y pormenorizado. Por
el contrario: todo lleva a creer que es hueca. Si lo es realmente y
si en su interior hay volcanes en actividad, ¿no deberíamos
divisar grandes resplandores reflejados en los témpanos y en
las nubes, así como otros grandes fuegos reflejan la luz? ¿No
tendríamos que ver grandes nubes de humos y de polvo,
análogamente a lo que sucede con otros volcanes en actividad?
Es precisamente eso lo que han testimoniado todos los exploradores:
nubes oscuras y bajas que afloran en el mar o que flanquean los
témpanos”. // “Si la Tierra fuera hueca ¿una vez
que se ha penetrado en la abertura polar no debería hacer más
calor en invierno y más fresco en verano? Son los exploradores
árticos quienes afirman que el viento del norte, en invierno,
hace subir la temperatura, en tanto que al sur se mantiene más
baja. En verano, en cambio, el viento del sur hace subir la
temperatura, que al norte se mantiene más alta. Exactamente,
lo que ocurriría si los vientos procedieran del interior de la
Tierra. Además, si la Tierra es hueca, no puede ser redonda,
ya que la abertura proporcionalmente a su propia extensión, le
restaría parte de su redondez. De cualquier modo, todos
concuerdan en que la Tierra es achatada en los polos. Además
se torna más templada cuando se va hacia el norte o el sur.
¿Se trata de esto? No hay sino una respuesta: que la Tierra es
hueca, más cálida en su interior que en el exterior. El
viento que sopla en verano entibia la atmósfera a medida que
uno se aproxima al norte. Si la Tierra fuera sólida, ni la
ciencia ni la razón podrían proporcionar una
explicación racional del mayor calor existente más al
norte. Todas las teorías conocidas se oponen a tal conclusión.
Cuanto más pronto se adopte la teoría según la
cual la Tierra es hueca, tanto
más pronto se resolverán
las cuestiones más complicadas, el espíritu se
gratificará con ese inmenso placer que representa el triunfo
de la razón”.
Además de este
pensamiento, Reed proponía doce preguntas en el “Fantasma de
los Polos”, que reafirmaban su posición, algunas de las
cuales versaban sobre:
-
Ausencia de sol
durante los largos inviernos árticos.
-
Funcionamiento
anormal de la brújula en el extremo Norte.
-
Superación del
anillo que delimita la abertura polar e ingreso en el interior de la
Tierra.
-
Rocas en los
témpanos, nieve de color, polen y polvo en el extremo Norte.
-
Mar abierto en el
extremo Norte.
-
¿Por qué hace más
calor cerca de los Polos?
-
¿Cuál es la causa de
la coloración de las nieves del Ártico?

Dos
años más tarde (1908) vería la luz “El Dios
humeante o un viaje al interior de la Tierra” de Willis George
Emerson, relato en formato novela. El escritor afirmaba que basaba su
historia en un hecho real, acaecido en 1829, protagonizado por un
pescador noruego, Olaf Jansen, que junto a su padre lograron penetrar
en tierras desconocidas del Polo Norte. Según narra Emerson,
Jansen le legó un manuscrito y mapas de su aventura polar,
poco antes de morir. Allí se afirma que en esa cavidad
intraterrena habitan gigantes vegetarianos con edades de entre 400 a
800 años. En su interior hay un sol brumoso y la relación
agua/tierra es lo contrario a la existente en la superficie como si
se tratase de un negativo de nuestro propio mundo. “Poseen un
altísimo nivel científico. Están en condiciones
de trasmitirse unos a otros el pensamiento, utilizando un cierto tipo
de radiaciones; además, disponen de fuentes de energía
más potente que la electricidad”. Su lenguaje se parece al
sánscrito, y se trasladan de una ciudad a otra en un tren tipo
monoraíl, que funciona con volante antigravitacional. Los
gigantes serían descendientes de las 10 tribus perdidas de
Israel, y vivirían en Jehu. En otras de sus ciudades, Edén,
residiría el rey del mundo, cuya capital es Shamballah.
El libro de Emerson
inspiraría posteriores descripciones del mundo intraterreno, y
marcaría el modelo a seguir. Su fascinante combinación
de tecnología de avanzada con misticismo religioso sería
continuada por varios autores.
En 1913 aparece el
libro
de Marshall B. Gardner(1),
“Viaje al Centro de la Tierra o ¿Los polos han sido
realmente descubiertos?”. Retomando el camino trazado por Reed, el
trabajo de Gardner resumía “veinte años de
investigaciones basadas en los informes de los exploradores árticos
y en las observaciones astronómicas”. Aunque los escritos
presentados se volvían más complejos, con el objeto de
ganar más adeptos a la causa de la Tierra Hueca, la idea
central de Symmes perduraba por más que se la intentara
ridiculizar. Gardner “consideraba a su predecesor como un mero
chiflado” // “y despreciaba los planetas internos de Symmes”.
Sin embargo su inmenso tratado de casi cuatrocientas cincuenta
páginas no escapaba a la visión general vaticinada por
Symmes, que Gardner también reproducía pero en mayor
escala.
Decía: “que la
Tierra es una conchilla vacía cuya corteza externa tiene un
espesor aproximado de 800 millas (1.287 Km) y cuya abertura polar
mide alrededor de 1.400 millas (2.253 Km) de diámetro. Afirma
que los mamuts proceden del interior de la Tierra, donde viven aún,
y que los animales gigantescos hallados en la región polar no
pertenecen a especies extinguidas en la prehistoria sino existentes
todavía: quedaron congelados en el momento de pasar por la
abertura polar. Siempre en apoyo de su teoría de que la Tierra
es hueca y posee un sol central(2),
Gardner destaca que los pájaros y los animales, en invierno,
emigran hacia el norte, para hallar una temperatura más
templada. Agrega asimismo, que a medida que los exploradores se
aventuran hacia el polo norte el clima se torna más cálido,
en particular una vez superado el paralelo de 80º. Los vientos
procedentes del extremo norte tornan el aire más tibio. Por la
misma causa, las aguas del mar, siempre en el extremo norte, en vez
de estar congeladas, se mantienen líquidas. Gardner se ocupa
más adelante del polen rojo hallado en los témpanos y
ventisqueros, como así también de los detritos
vegetales arrastrados por las corrientes tibias procedentes del
norte”.
Los escritos de
Gardner
así como los de Reed, profesaban un acercamiento científico
del tema; no obstante sólo hipotetizan a base de las
observaciones realizadas, y evitan pronunciarse sobre una futura
exploración que comprobara sus teorías. Sin embargo sus
trabajos dejarían una profunda huella y grandes interrogantes,
que alimentarían las ansias por buscar esas tierras más
allá de los Polos. Con el advenimiento del Nazismo, la teoría
de la Tierra Hueca tomaría un nuevo giro, inscribiéndose
en las páginas de Historia como uno de los sucesos más
insólitos registrado durante la Segunda Guerra Mundial.
RADARES APUNTANDO A LA
NADA
Cuando los nazis negaron la redondez
de la Tierra
¿Qué lleva
a un país como Alemania, a interesarse por la teoría de
la Tierra Hueca en medio de los avatares de la Segunda Guerra
Mundial? ¿Una escapada ante tanto horror? ¿O para
satisfacer una ciencia propia, que buscaba diferenciarse del
materialismo racionalist
a imperante en esos días al que
despreciaban? Tal vez los sabios alemanes estaban en posesión
de secretos ignorados por la gran masa restante, en especial la de
sus enemigos, y es por eso que pudieron convencer a los grandes
Jerarcas de su partido que financiaran la expedición a la Isla
Báltica de Rugen, que como sabemos culminó en fracaso.
Es probable que
mucha de
la literatura bibliográfica antes mencionada sobre la Tierra
Hueca influenciara en gran medida a los inquietos alemanes que se
lanzaron a la aventura. Pero nuestro estudio revela otros escritos,
fuentes no menos importantes y que fueron utilizados como modelos
para dar validez a su loca teoría.
La elección nazi
recayó en un escritor de origen norteamericano, Cyrus Read
Teed, un descarriado alquimista que seducido por la doctrina de la
Tierra Hueca, retomaría una vez más la cruzada iniciada
por Symmes.
Cyrus Read Teed
nació
en 1839 en el estado de Nueva York. Durante su juventud fue
integrante de los cuerpos médicos del ejército
norteamericano. Teed era un espíritu de gran erudición,
especializado en el estudio de la literatura alquimista. Un día
de 1869 mientras trabaja en su laboratorio manipulando electricidad
sufrió un shock y se desmayó. Durante ese período
de inconsciencia fue preso de una visión divina, “un ángel
con aspecto de bella mujer”, diría, le reveló “una
nueva conciencia espiritual”. Según Teed él era un
Mesías “reencarnado, y su misión consistía en
reunir a los 144 mil creyentes que con él esperarían
confiados el Juicio Final”. Cyrus se convirtió en Koresh, su
equivalente en hebreo y de inmediato fundó el Movimiento de
Unidad de Koreshan(3).
Sus intereses científicos también sufrieron una
mutación, ya que muy pronto pasó a proclamar que “la
auténtica cosmogonía consiste en el hecho de que La
Tierra es una esfera vacía dentro de la cual está
contenido el universo(4)
”.
Su nuevo discurso dio paso a (1905) “Cosmogonía Celular o la
Tierra una esfera cóncava”, una extensa obra donde se leía
que para Teed “los seres humanos viven por dentro del planeta, no
en el exterior. La gravedad ahí no existe, y los humanos son
contenidos en el lugar debido a la fuerza centrífuga. El sol
es un aparato a pilas gigantesco, y las estrellas meras refracciones
de su luz”. Regularmente Teed editaba La Espada de Fuego, una
especie de boletín que se distribuía entre sus
partidarios. Su movimiento llegó a contar con 4.000 miembros.
Koresh predicaba la Reencarnación y anunció que
volvería de la muerte. Una vez que se produjo su fallecimiento
en 1908 sus seguidores no lo enterraron, sino que dejaron que su
cuerpo reposara en una tina de baño, pensando que no se
descompondría. “Después de varios días,
funcionarios locales de salud forzaron a sus acólitos a darle
sepultura”.
Aunque Koresh no
pudo
cumplir su promesa de resucitar en vida, sus ideas sobrevivirían
a la corrupción de la carne, y harían mella en la
belicosa Alemania de la Segunda Guerra.
Veamos.
Cuenta la historia
que
“al terminar la guerra de 1914, un joven aviador alemán,
prisionero en Francia, Peter Bender, descubre unos viejos ejemplares
del periódico de Teed, ‘La Espada de Fuego’, así
como unos folletos de propaganda de la Tierra Hueca. Atraído
por este culto e inspirado a su vez, concreta y desarrolla esta
doctrina. De vuelta en Alemania, funda un movimiento, el Hohl Welt
Lehre.”
Además de Teed,
Bender recurre al enciclopédico trabajo de Marshall Gardner.
Tiempo después el
renovado e inspirado piloto enuncia: “la Tierra es una esfera de
la misma dimensión que en la geografía ortodoxa, pero
es hueca y la vida se halla adherida a la superficie interna por
efectos de ciertas radiaciones solares. Más allá, se
extiende la roca hasta el infinito. La capa de aire, en el interior,
tiene un grosor de sesenta kilómetros; después se
enrarece hasta el vacío absoluto del centro, donde se
encuentran tres cuerpos: el Sol, la Luna y el Universo fantasma. Este
Universo fantasma es una bola de gas azulado, en el cual brillan unos
granos de luz que los astrónomos llaman estrellas. Cuando esta
masa azul pasa por delante del Sol, cae la noche sobre una parte de
la concavidad terrestre, y la sombra de aquella masa sobre la Luna
produce los eclipses. Creemos en un Universo exterior, situado encima
de nosotros, porque los rayos luminosos no se propagan en línea
recta: son curvos, a excepción de los infrarrojos”.
Los nazis abrazaron
los
trabajos de Peter Bender, a los que siguieron escritos de Johannes
Lang, Karl Neupert y Fritz Braun. Durante los años ‘30 la
teoría de la Tierra Hueca fue tema que apasionó a
cierta cúpula del partido nacionalsocialista y que con el
ascenso al poder pasó a engrosar una de las tesis que
desafiaban la lógica reinante, y como una manera de
contradecir a Einstein, a quien despreciaban por su condición
de judío y quien debió emigrar a EE.UU.
Tanto entusiasmo generó
la idea de Bender, que tres años antes de finalizar el
conflicto con los aliados, Alemania envió una expedición
a la Isla de Rutgen (pormenores citados al comienzo de nuestro
informe). Heinz Fisher, uno de los científicos que participó
del fallido experimento y que luego trabajaría con los
americanos, relató que “los nazis me hacían
realizar un trabajo de locos, lo que entorpecía
considerablemente mis investigaciones”. Un astrónomo del
observatorio de Monte Palomar, Gerard S. Kuiper escribía en
“Popular Astronomy” que “en ciertos medios importantes de la
Marina y de la Aviación alemanas, creían en la teoría
de la Tierra cóncava. Pensaban que les resultaría
particularmente útil para señalar la posición de
la flota inglesa, y que la curvatura cóncava de la Tierra,
permitiría observaciones a gran distancia por medio de los
rayos infrarrojos, menos curvados que los rayos visibles”.
Con la operación
fracasada en Rutgen, el entusiasmo inicial demostrado hacia la causa
de la Tierra Hueca se abandonó, siendo reemplazado por un
creciente malhumor que creció hasta convertirse en venganza.
“La autoridad de Bender, a los ojos de los dignatarios nazis,
decreció a pesar de la protección de Göring que
sentía afecto por el antiguo héroe de la aviación”.
// “Bender fue arrojado a un campo de concentración, donde
murió. La Tierra cóncava tuvo así a su mártir”.
Hans Hörbiger
(1860-1931)(5) fue otro de los impulsores de la Tierra Hueca. “Algunos
de sus
seguidores formaban parte de grupos de aficionados a los cohetes que
lanzaban sus ingenios en las afueras de las grandes ciudades. Sus
ideas habían calado tan hondo que a finales de ese año
la Sociedad para Vuelos Espaciales —en Berlín— decidió
comprobar una de sus insólitas teorías: la de la Tierra
hueca. Según esta hipótesis la superficie de la Tierra
se encuentra en el perímetro interior de una esfera hueca, el
Sol está situado en el centro de la cavidad y la tierra se
extiende infinitamente por debajo de nuestros pies en todas
direcciones. Sería algo así como imaginarse el mundo al
revés.
Se eligió la
ciudad de Magdeburgo para realizar la experiencia. Se lanzarían
los dos cohetes que en ese momento tenían disponibles con la
esperanza de que alguno de ellos ascendiera verticalmente hasta
llegar a las antípodas de nuestro planeta. Increíble
pero cierto. El primer cohete se elevó tímidamente por
encima del cobertor de hierro que parapetaba toda la estructura de
lanzamiento, y poco más hizo que detenerse y caer al suelo. La
segunda tentativa fue más prometedora; el cohete se elevó
con mayor brío alcanzando unos metros hasta que se desvió
y comenzó a volar vertiginosamente en horizontal sobre los
atónitos testigos, que vieron cómo caía en un
labradío cercano. El disparatado experimento había
concluido y la errónea teoría de Horbiger quedaba sin
demostración”.
En la redacción de
este Capítulo no podemos dejar de mencionar, que dentro de la
cúpula nazi funcionaba “La Sociedad de estudios para la
antigua historia del espíritu (Deutsche Ahnenerbe)” mejor
conocida como la “Herencia de los Ancestros”, que también
se interesó por el tema de la Tierra Hueca. Una de sus
ramificaciones más famosa fue “Sol Negro”, que tuvo como
objetivos “buscar las entradas al mundo subterráneo y poner
en marcha proyectos secretos en cuanto a tecnología de
avanzada”. Pero de este tema invitamos al lector a remitirse a
nuestros anteriores trabajos que consignamos en la bibliografía
final.
Antes de concluir,
se
hace necesario hablar de dos autores literarios que también
tuvieron una influencia capital en el desarrollo de la teoría
nazi sobre la Tierra Hueca. Hablamos de Bulwer Lytton.
Edward Bulwer Lytton
(1803-1873), fue uno de los escritores ingleses más
reconocidos en la época victorina, que alcanzó fama con
(1834) “Los Últimos Días de Pompeya”. Fue
integrante de dos famosas escuelas esotéricas, Rosacruces y
Golden Dawn, que fueron de gran influencia en su literatura
posterior. Uno de esos legados sería (1870) “La Raza
Futura"(6) o mejor conocida como “Vril: el poder de la raza venidera”.
El libro cuenta la
historia de un norteamericano, de nombre anónimo “que en un
año no especificado de principios del siglo XIX llega a
Inglaterra y es conducido a una excursión por unas minas; allí
se entera de una leyenda según la cual uno de los túneles
conduce a un misterioso mundo subterráneo”. // “El
protagonista descubre la existencia de una civilización
desconocida, la Vril-Ya, en el subsuelo profundo de La Tierra. Esta
civilización está mecanizada y altamente desarrollada
tecnológicamente. La sociedad es comunal, aunque desigual. Lo
inquietante es que el elemento que crea el equilibrio de esa sociedad
es un arma como un revólver llamada Vril. Para Lytton el Vril
“puede ser utilizado para ampliar la conciencia de la mente y
permitir la transferencia de pensamiento de una persona a otra por
medio del trance o visión. Dice que este líquido que en
todo penetra, es el mayor poder sobre todas las formas de la materia,
ya sea ésta animada o inanimada. Puede destruir con la
velocidad del rayo y se la puede disciplinar; aplicado de modo
diferente es capaz de vigorizar o recuperar la vida, curar y
conservar. Al narrador le dicen que la fuerza puede utilizarse para
cortar el diamante así como dirigirla para destruir al
enemigo. Le enseñan una vara que regula el Vril y aprende que
el fuego alojado en el hueco de la vara dirigida por un niño
podría echar abajo la fortaleza más poderosa y abrirse
un camino ardiente desde la vanguardia a la retaguardia en un campo
de batalla.
Otros usos del Vril
son
como fuente de propulsión para sus ingenios volantes,
vehículos de tierra, mar y aire comunes en los reinos
subterráneos”. Los Vril-Ya son una comuna vegetariana, de
gran longevidad y cuyo propósito final es invadir la raza de
la superficie.
Nuevamente
encontramos en
la Raza Futura elementos comunes e influencias similares. El narrador
anónimo es de origen norteamericano, los Vril–Ya son
vegetarianos y longevos, cuestiones todas que remiten al legado de
Symmes. Quizás el gran mérito de Lytton fue la
introducción del Vril, catalizador de origen eléctrico
desconocido en nuestro mundo. Para entender este concepto hay que
investigar las afiliaciones espirituales ya mencionadas del autor,
tan en boga por esos días.
En la Alemania de
Hitler
la Raza Futura originó la creación de “una sociedad
oculta”, que se conoció como la Logia Luminosa o Vril. Según
relatara Willy Ley “brillante científico de los fenómenos
espaciales, que se encontraba en Berlín en aquel tiempo y que
huyó de Alemania en 1933” // “los miembros de la Logia
creían tener el conocimiento secreto de la fuerza Vril, y
esperaban que ella les permitiera convertirse en los iguales de la
raza escondida en el interior de la Tierra. Habían
desarrollado métodos de concentración y un sistema
total de gimnasia interna con la que podrían ser
transformados”. Según Ley, el poder Vril sería
similar a la “energía inherente de nuestros cuerpos, de la
que sólo utilizamos una diminuta proporción en nuestra
vida diaria”.
Para los sabios
hindúes
en cambio, la energía Vril(7) es la Kundalini, identificada como una
serpiente enroscada que duerme
en el hombre. “Es la fuerza microcósmica de energía
universal; o dicho más simplemente, el gran almacén de
energía estática y psíquica potencial que existe
en forma latente en todo el ser. Es la manifestación más
poderosa de fuerza creativa que hay en el cuerpo humano”. La
Kundalini “puede ser muy útil si se la emplea bien, pero
extremadamente peligrosa, si se la despierta sin los debidos cuidados
y atenciones”.
Según “los
documentos nazis capturados tras la caída del Tercer Reich
indican que Hitler y sus partidarios lanzaron varias expediciones en
búsqueda de una entrada al mundo interior. Geógrafos y
científicos alemanes recibieron la orden de encontrar un túnel
que condujera a los Vril-Ya (como se denominó entonces a ese
pueblo oculto). Se revisaron los planes de minas alemanas, suizas e
italianas para ubicar posibles pozos, e incluso Hitler ordenó
a un coronel de inclinaciones intelectuales que investigara la vida
de Lord Bulwer Lytton, con la esperanza de conocer dónde y
cuándo el autor había visitado el mundo de los
Vril-Ya”.
Referencias:
(1) En el momento de la publicación de su libro,
Gardner
trabajaba como empleado en una compañía corsetera de Illinois y se
costeó su propia impresión.
(2) “La
más elevada temperatura existente en la zona del
orificio polar y la aurora boreal se explican, según Gardner, por la
fuente de calor constituida por ese sol; Reed, en cambio atribuía dicho
fenómenos a las erupciones volcánicas. Un sol central fuente de calor y
de luz, torna posible la existencia de vida humana en el interior de la
Tierra. También Reed creía en esta vida, pese a que no lograba explicar
un sol central como fuente de aquella luz, sin la cual la vida sería
imposible. Gardner se remite también a los datos de la observación
astronómica para demostrar que no sólo la Tierra sino también todos los
demás planetas son huecos en el interior y poseen un sol central.
Gardner vincula estas características con la formación originaria de
los planetas”.
(3) El Movimiento de Unidad Koreshan tuvo una
gran cantidad de
seguidores. En 1874 estableció en Estero, Florida (EE.UU.), la colonia
Nueva Jerusalén. La comuna contaba con panadería propia, imprenta, y
trabajaban en la construcción de viviendas para la región. Además de la
creencia en la Tierra Hueca, eran partidarios de la reencarnación,
inmortalidad, celibato y comunismo. Su gran auge fue entre los años
1903 hasta 1908.
(4) Según Teed una de sus fuentes para esta
nueva concepción eran
los pasajes del profeta Isaías, capítulo cuarenta versículo doce, donde
se aludía a una nueva cosmogonía celular “la Tierra es la superficie de
una esfera rocosa infinita”.
(5) Se creía un nuevo Copérnico, y fue el
creador de una teoría
denominada Hielo Eterno o Cósmico (Wel Welteislehre) una especie
de nueva cosmogonía glaciar, que intentaba explicar el funcionamiento
del Universo, en contradicción con las tesis oficiales.