No puedo enojarme con mis ancestros por
portación de apellido. Un apellido que, en la vieja guía telefónica de
la ciudad de Buenos Aires, ocupa 169 y media columnas. Sólo,
experimentar alguna desazón cercana a la sensación de ridículo cuando
al resumir en pocas palabras algunas reflexiones se me ocurre,
incipiente devoción al ego con el que deambulamos por la vida, ponerlas
así, como si uno tuviera un apellido un poco más exótico. Llamarse
Paxton, Davis, Horqueta de la Cuesta da otro lustre. "Leyes de Paxton",
"Leyes de Davis" —pronúnciese
Deivis, of course— o "Leyes de Horqueta de la Cuesta", suena
chic. Pero Fernández...
Y estas tienen algo de todo ello. Así como algunas proposiciones
que ni para leyes de Fernández, dan. Tímidamente, las he denominado
"axiomas".
Axioma de la Eternidad Ficticia
Vivimos en una sociedad que privilegia un
cierto —no sé si erróneo— concepto de logro: el de la comodidad y la
popularidad, formas parciales y subjetivas de la trascendencia. El
poseer dinero nos permite (creemos) vivir sin problemas; viajar,
trascender los límites de quienes nos rodean y por eso, sobresalir. El
sobresalir a nivel social es la popularidad, la fama, y a la
combinación de ambas la llamamos “éxito”. El éxito nos permite ser
tenidos en cuenta, es decir, estar en la mente de los demás. Cuanto más
estamos en sus mentes, más se nos recuerda. Cuanto más se nos recuerda,
se hablará o se escribirá sobre nosotros en las próximas generaciones.
Así permaneceremos. Y al permanecer, prolongamos nuestra existencia más
allá de nuestra vida física. Creemos que por un tiempo (muchos años o
pocos siglos) seguiremos existiendo, lo que es como comprar una porción
de eternidad.
Axioma del Límite
Auto-impuesto
Cuando alguien dice ser consciente de sus límites, nos está hablando de
que sabe, y acepta, hasta dónde puede llegar. Pero miren un mapa
cualquiera: el límite indica sólo donde termina algo, y donde comienza
otra cosa. Del límite para aquí, es el terreno de lo conocido, por eso,
de lo limitado. Del límite para allá, está lo desconocido, es decir, lo
ilimitado.
Por eso hay que ser consciente de los
límites de uno, sí, pero no para resignarse hasta donde podemos llegar,
sino para comprender desde dónde debemos comenzar.
Axioma de la Bondad Limitada
Dios nos da la bondad como un bien; y todo bien personal debe ser
cuidadosamente administrado. Si Dios nos hubiera dado una suma de
dinero para ayudar a los pobres, a la mayor cantidad posible de pobres
y de la mejor manera a que hubiera lugar, ¿acaso no sería una falta de
respeto a Él salir a la calle y dárselo todo al primero que pase? Uno
estudiaría con cuidado cada situación, decidiendo darle, por ejemplo, a
éste cien pesos; a aquél otro, muy necesitado, diez mil y tal vez a un
tercero, nada, pues puede ocurrir que nada necesite. Así que con la
bondad debemos proceder igual; no se trata de, ante la injusticia del
mundo, no ser buenos. No. Se trata de saber con quién debemos serlo. Si
somos compulsivamente buenos, seremos como el tonto que sale a la calle
a regalar todo el dinero al primero que pase; pronto nos agotarán toda
la bondad que teníamos para dar. Así que hay que saber administrarla;
tener en claro quién es acreedor a nuestra bondad y quién no, y de los
primeros, en qué medida.
Axioma de la Bondad Hipócrita
Algunas personas son buenas sólo porque no tienen el coraje de ser
malas.
Si uno es bueno, es decir, actúa bien porque no conoció otra forma
de ser en la vida, o peor, por temor a la censura de los demás, o al
enojo o falta de cariño de ellos, o a la represión social o legal,
entonces esa bondad no es producto de una elección y por lo tanto tiene
poco mérito espiritual. Ya que, en pleno uso del libre albedrío, sólo
cuando me da lo mismo optar entre el bien y el mal, pero elijo al
primero, estoy demostrando una libre voluntad de acción, sin los
condicionamientos anteriores, y por lo tanto esa elección es entonces
valiosa.
Axioma de la
Excusitis
La enfermedad
más grave de la especie humana no es la Viruela, ni el Sida, ni el
Cáncer. Es la "excusitis", la tendencia inconsciente y cultural a
buscar siempre culpables de nuestras desgracias en los otros: el
gobierno, mamá o papá, mi suegra o los vecinos. Es no reconocer que el
peor enemigo que tenemos es una sombra astuta que se oculta dentro de
nosotros mismos.
Axioma del Dedo
La "normalidad" es una cuestión de
estadísticas, no de cordura. Por eso, no tengas miedo de tener metas
elevadas. Siempre habrá algún idiota que cuando señales a la Luna, se
te quedará mirando el dedo.
Como escribí alguna vez: Ténganme paciencia.
Quién sabe; tal vez mis escritos sean parte del Karma de ustedes.