Las fuerzas
políticas no escapan a la llamada globalización, o mundialización, de tal suerte
que podemos hablar hoy de una derecha global que suele actuar coordinadamente,
mediante redes con conexiones en América Latina, Estados Unidos y Europa. Es una
fuerza política heterogénea, marcada por las peculiaridades de cada país, pero
que comparte proyectos, aliados y adversarios.
Esta derecha global tiene
a su vez dos grandes componentes: la llamada derecha religiosa, por un lado, y
por otro, la derecha de corte neoliberal, de más reciente cuño, y que se han
unido en una alianza no exenta de contradicciones.
En el contexto
latinoamericano, podemos distinguir dos grandes componentes de esta derecha
global. Por un lado, la constituida por grupos de raíces católicas, que cuentan
con el apoyo de sectores empresariales, y de algunos partidos políticos, y cuyo
arraigo deriva, evidentemente de la historia de nuestros países desde la época
colonial, cuando el poder político y religioso estaban
institucionalmente unidos, a tal grado que, a la fecha, los marcos jurídicos de
la mayoría de los países latinoamericanos contempla grandes privilegios para la
Iglesia Católica. A la fecha, la agenda de estos grupos, enfatiza la represión de
la sexualidad, la censura por motivos religiosos, y en términos más generales la
lucha contra el laicismo.
Usualmente, tales grupos han operado en tres
niveles: el de las organizaciones públicas y visibles, como los grupos antiaborto
que en cada país latinoamericano llevan a cabo un activismo opuesto a los
derechos sexuales y reproductivos; el de los grupos internacionales y
coaliciones, originados en diferentes países, y el de las asociaciones secretas,
que suelen actuar violentamente pero que tienen conexiones con grupos y
personajes públicos.
Al lado de esas organizaciones
católicas, que en las ultimas décadas adoptaron predominantemente el membrete de
grupos "provida", ha cobrado una gran fuerza la derecha neoliberal, que
reivindica la absoluta primacía del mercado y que está representada por los
llamados think tanks, conservadores, que defienden proyectos como las
privatizaciones, la eliminación de los derechos laborales, la llamada ideología
de la inseguridad, la criminalización de la pobreza y en política exterior la
primacía militar estadounidense y la libre agresión de Estados Unidos contra
países como Cuba, Venezuela, Irak o Siria.
Asimismo la alianza entre la
derecha religiosa y la de signo neoliberal, está impregnada de un profundo afán
de lucro, de tal suerte que muchas organizaciones buscan, a la vez, hacer
proselitismo o activismo político religioso
y obtener cuantiosas ganancias mediante subsidios o donaciones. Es el caso, por
ejemplo, de la llamada Bolsa del Samaritano, dirigida en Estados Unidos por
Franklin Graham, que a la vez que hace proselitismo, incluso en Irak,
prácticamente en los campos de batalla, obtiene ganancias millonarias año con
año. En algunos países, como es el caso de México, se ha comprobado que los
llamados Centros de Ayuda a la Mujer, que son grupos antiabortistas y
asistenciales, han incurrido en dispendios y fraudes con el dinero proporcionado
por el actual gobierno derechista del país.
Pese a su muy cuestionable
perfil ético, George Bush se ha convertido, por el poder que detenta, en el líder
moral de esa derecha global formada por la alianza entre los dos sectores antes
mencionados que unen sus esfuerzos, abiertamente o mediante significativas
complacencias y omisiones, ya sea para
oponerse al aborto y al laicismo, y en este sentido elogian a los gobernantes
de Estados Unidos y de otros países como funcionarios "provida", o para defender
o tolerar las agresiones militares, de tal suerte que mientras los think tank las
promueven, los grupos que se dicen "defensores de la vida" no suelen protestar
contra ellas, pese a que constituyen una amenaza directa a la vida e integridad
humanas, al grado de que parece no preocuparles hechos como el infame uso del
fósforo blanco en Irak por parte de las fuerzas de ocupación; la ideología de la
inseguridad que busca identificar a todos los ciudadanos con los intereses de los
más ricos, en una defensa feroz de la propiedad, que contempla la pena de muerte,
es uno de los principales proyectos de la derecha neoliberal, que para ello
encuentra apoyo en diferentes países, en personajes de los grupos católicos
tradicionales.
Tanto grupos derechistas católicos como think tanks
neoconservadores, reciben apoyo financiero de instituciones como la NED,
Fundación Nacional para la Democracia y el IRI, Instituto Republicano
Internacional. En las listas de organizaciones apoyadas con cientos de miles de
dólares por esas instituciones se cuentan lo mismo varios de los grupos que han
estado tratando de derrocar al gobierno de Hugo Chávez, en Venezuela, como
organizaciones católicas derechistas de países latinoamericanos que participan
también en el activismo internacional contra los gobiernos opositores a las
políticas de Bush.
El anticastrismo es otro de los tópicos que comparten
las derechas católica y neoliberal, y que se manifiesta no sólo en foros
diplomáticos y reuniones internacionales, sino en una larga serie de atentados
terroristas contra Cuba, cuyos
promotores han sido protegidos por el gobierno de Estados Unidos.
Esta
es una de las nuevas formas del terrorismo que se ha puesto en práctica en
nuestros días, es decir, la aplicación selectiva de la violencia mediante
definiciones ad hoc, que condenan su uso únicamente por parte de los adversarios
de Estados Unidos pero admiten los casos de genocidios y torturas perpetradas por
este país y sus aliados.
Asimismo, con el pretexto de la seguridad
nacional y de la lucha contra el terrorismo, en algunos países se ha perseguido a
quienes denuncian hechos ilegales o engaños en las estrategias militares de los
Estados Unidos.
La
tecnología de las redes electrónicas anula las distancias físicas y facilita
enormemente el activismo y la organización política, hechos que también han sido
aprovechados por el nuevo terrorismo de la derecha, de tal suerte que grupos
violentos, que tenían una presencia puramente local, o aparentemente era así,
como la Legión Blanca, en Ecuador, han saltado a la palestra internacional, con
sus comunicados de amenazas de muerte, ahora ya no sólo contra activistas
ecuatorianos, sino contra periodistas y dirigentes internacionales, como los
reunidos en noviembre pasado en Bruselas, en la reunión Eje para la Paz,
organizada por la Red Voltaire, una organización virtual de periodismo
independiente.
Asimismo, en el terreno de la lucha contra el aborto, las
organizaciones derechistas nacionales pueden coordinar fácilmente sus acciones y
lo han hecho así, para fomentar
episodios como son los allanamientos de clínicas acusadas de ofrecer abortos, y
han unido sus fuerzas para oponerse a proyectos como el de la legalización del
matrimonio homosexual en España, por el gobierno de Zapatero.
Si en
virtud de la globalización vemos reiteradas en diferentes países, de muy lejanas
latitudes, sellos y prácticas comerciales, podemos constatar también la
omnipresencia de consignas y estrategias propagandísticas que buscan apuntalar
los triunfos electorales de los partidos derechistas a la vez que denostar
cotidianamente a los políticos y partidos de izquierda con epítetos como el de
"populista" que en la jerga de la derecha ha sustituído a los viejos motes de
"comunista", "guevarista" o "castrocomunista". Se trata de una propaganda que,
como la publicidad comercial, busca anular por la mera repetición, la capacidad
de juicio de los
oyentes.
La ideología de la inseguridad que es una de las principales
banderas de la derecha neoliberal, y ha tenido como uno de sus principales
adalides al exalcalde neoyorquino Rudolf Giuliani, pretende anular las garantías
individuales y castigar la falta de recursos, e incluso la disidencia.
En
suma, la lucha político religiosa de grupos de la derecha católica, que se
presenta como una "defensa de la vida", implica un apoyo abierto o tácito a las
políticas militaristas promovidas por Estados Unidos, a la vez que se inscribe en
una alianza de fuerzas derechistas que amenaza no sólo el laicismo y los derechos
sexuales y reproductivos, sino las libertades más básicas, de expresión, acción y
asociación, y las posibilidades de bienestar social y
laboral.
Por ello, cada avance electoral que en cualquier país de
América Latina logran los partidos derechistas mediante su mercadotecnia y su
poder económico, representa una nueva amenaza para los ideales liberales y
progresistas y para el bienestar de nuestros pueblos.