Lo que experimentamos es nuestro propio concepto de las cosas. Por eso es que no hay dos personas que vean el mundo de la misma manera, y por eso es que, en muchos casos, gentes distintas ven mundos muy distintos. En otras palabras, fabricamos nuestro propio mundo según la forma en que pensamos, pues en realidad vivimos en el mundo de nuestros propios pensamientos. De ahí que si nuestro modo de pensar es imperfecto, nuestras condiciones también deban ser imperfectas hasta que corrijamos nuestra manera de pensar, y que sea inútil tratar de mejorar las cosas exteriores si dejamos inmutable nuestra mentalidad.
Supongamos que un sordo asiste a un recital de un violinista famoso en el Carnegie Hall y sucede que ese sordo es un hombre muy tonto. Se sienta en medio de la platea, y, por supuesto, no escucha un solo sonido. Como eso le molesta, cambia su entrada por una butaca en el primer palco. Allí naturalmente no le va mejor y creyendo tontamente que la acústica del lugar es defectuosa, se traslada una vez más, hacia el palco superior. Sigue sin escuchar nada, así que de nuevo baja las escaleras y esta vez escoge un asiento justo enfrente de la orquesta, a poca distancia del violinista. Claro en ese puesto no tiene mejor suerte, así que se marcha ofendido del teatro, y declara que, evidentemente el famoso músico es incapaz de tocar, y que el local está mal diseñado para escuchar música.
Nos resulta fácil observar que el problema , en realidad, está dentro de ese hombre y que no puede remediar las cosas cambiándose sencillamente de asiento. Lo único que debe hacer es superar su sordera de algún modo, y entonces podrá disfrutar del concierto. Debe cambiar él mismo.
Esta parábola se aplica literalmente a todos los problemas de la vida. No vemos armonía debido a una falla espiritual en nuestro interior. A medida que ganamos una mayor comprensión espiritual, se nos revela la verdadera Naturaleza del Ser. Pero si nos movemos de un sitio a otro en busca de armonía, o tratamos de lograrla cambiando las cosas exteriores, somos como el tonto que no podía oír al violinista y corría por todo el teatro.
Emet Fox - Dale valor a tu vida
Torrentes de bendiciones como agua de lluvia, Carmen