 | Asunto: | (cav) Estudio de los Mitos | Fecha: | Miercoles, 19 de Enero, 2011 03:31:06 (-0300) | Autor: | RainmakerCav <nelson22 @.....com>
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Estimados, les mando el prefacio de un libro, y el vinculo a parte del mismo.
saludos Nelson
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Este libro es un compendio de las obras del mismo autor acerca de las religiones, las sectas, las sociedades secretas, los mitos y los dioses de la humanidad. No pretende ser más que una síntesis, y por ello no precisa la previa exposición de una filosofía determinada.
No obstante, es posible que el mundo del que trata —creencias y dioses— no sea familiar al lector, bien porque éste sólo conoce una religión, la suya, o bien porque, en el fondo, no conoce ninguna. Por ignorancia o por parcialidad, el lector se planteará ya desde ahora una serie de preguntas a las que voy a esforzarme por responder.
Por raro que parezca, la primera de estas interrogantes no es: «¿Qué es el mito?» Bien porque todo el mundo lo sabe, bien porque todos creen saberlo. Pero todas las demás interrogantes derivan precisamente de ésta.
El mito es lo irreal para algunos, que cobijan bajo este vocablo, a la vez y sin distinción, las cosas que ellos no han podido ver (el unicornio), lo que les parece imposible (la resurrección de Cristo) y aquello que sus maestros racionalistas les presentan como ilusiones (las apariciones de Fátima) o imposturas (las danzas de lluvia).
A éstos les parece incomprensible que en la era atómica-y de las naves espaciales, haya hombres que todavía puedan creer en la Virgen, en el amor, en el dios-serpiente o en cualquier otra de las divinidades de tiempos pasados. Pero no piensan que también ellos se inclinan ante mitos, como el del Reflejo (la observación) o el de la Jerarquía (la opinión autorizada), hasta el punto de que son incapaces de abrirse a otras creencias.
Otros que se dirán mejor informados o más lúcidos, sabrán estudiar honestamente todos los mitos —a excepción de aquel por el cual están condicionados, al que atribuyen un carácter sagrado, y por ello no pueden considerarlo en el mismo plano que a los demás—. Estos se maravillan de que alguna vez haya habido hombres, pueblos y civilizaciones que honrasen a divinidades (la Barca, el Toro o el Sol) cuyo carácter sagrado ya no perciben. Estos eruditos se esfuerzan por «explicarlos» en función de sus propios mitos, familiares por lo general, en lo que se refiere a la etnología contemporánea, o del más allá, cómodos de relacionar con las tradiciones cristianas.
«Pero ¿a quién se le ocurre ser persa?» Esta es, pues, la interrogante ante la cual se debaten unos y otros.
De todos modos, parece que ambos establecen una diferencia previa entre lo que ellos creen —o no creen—, llámese religión o razón [ciencia], y las creencias de los demás, a las cuales llaman entonces mitos, ilusiones o delirios, errores o herejías.
Esta parcialidad es inadmisible para cualquier espíritu objetivo. Es necesario superar aquel punto en el cual sólo se juzgan las creencias en función de las propias, alcanzar una aprehensión «científica» de los mitos, o sea, una visión independiente --en lo posible— de la posición, de los prejuicios, de los intereses y las necesidades del observador.
La exposición que sigue no tiene más objeto que crear las condiciones de pensamiento que hacen posible tal visión. Por perturbador que sea —tanto para el racionalista como para el espíritu imbuido de un prejuicio religioso—, lo considero indispensable para la comprensión global de un universo en el cual nuestra especie ha tratado de vivir, aunque para la mayoría siga siendo casi por completo desconocido.
1) Toda religión constituida y toda razón se fundan en una dirección determinada del tiempo; del pasado hacia el porvenir o de la causa hacia el efecto. La explicación, obsesión del racional, recurre siempre a lo que fue (la physis de los helenistas, el hecho de nuestros racionalistas científicos) para prever, dirigir y planificar lo que será.
El dogma, obsesión del religioso, procede igualmente de una revelación, de un origen, para establecer lo que debe ser.
«Lo que fue» y «lo que será», en esta visión del tiempo, ofrecen aspectos bien definidos, exactamente antinómicos. El pasado no puede ser modificado, pero la cantidad de tiempo incluida en él crece sin cesar. Cada nuevo segundo vivido se suma al que fue, de manera que el pasado puede ser definido como una categoría del tiempo inmodificable en su textura, en su cualidad, pero en permanente expansión cuantitativa. No puede cambiarse lo que fue: sólo se puede incrementar.
Por el contrario, lo que será es modificado sin cesar, por la voluntad del hombre o el instinto del animal, por los imponderables, «los grados de libertad ocultos en lo real», el azar o la elección. Pero no puede incrementarse lo que será en toda la cantidad de tiempo que el futuro contiene, porque ésta depende íntimamente de la cantidad de tiempo vivido.
De los diferentes datos mostrados por un hecho, como por ejemplo la edad de un paciente, su herencia, su ambiente, sus enfermedades, etc., en teoría, un buen médico debería estar en condiciones de predecir el tiempo que le queda de vida. En realidad, esto es posible ya en el caso de una enfermedad cuya evolución se conoce bien: la leucemia, el cáncer, la angina de pecho, ciertas malformaciones, etcétera. Si no lo consigue siempre es porque le faltan determinados datos, relacionados con su pasado o con sus antepasados.
Pero cuando no se trata del futuro de un ser humano, sino del porvenir de una máquina o de una estrella, el físico o el astrofísico afirman que, de la energía gastada por la máquina o por la estrella, podrían deducir el tiempo al cabo del cual la máquina estará fuera de uso (o de las posibilidades de amortizar el costo), o la estrella desaparecerá, de lo cual se derivan todas las teorías de la astronomía moderna.
Estos adelantos se fundamentan en el hecho de que el pasado no puede modificarse, y, en consecuencia, en que las leyes que se deriven del mismo serán siempre válidas e inmutables. Por otro lado, se basan también en que es imposible incrementar el futuro con cantidad alguna de tiempo, de modo que los «imponderables» no cambiarán cuantitati---vamente su curso.
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