El mandala, palabra que proviene del sánscrito, significa
centro, circunferencia o círculo mágico. Se compone de MANDA,
que significa esencia, y LA, concreción.
Los
diseños de los mandalas varían, pueden ser muy simples o extremadamente
complejos, pero siempre mantienen similares características: un centro, puntos
cardinales que pueden ser contenidos dentro de un círculo y cierta simetría.
Los
podemos encontrar en moléculas, átomos y células de nuestro cuerpo y en
elementos de la naturaleza: en las telas de araña, en las flores, caracoles, en
los círculos concéntricos que forma el agua cuando tiramos una piedra, en los
erizos, al cortar una fruta, etc.
Incluso
en la arquitectura y en distintos objetos podemos hallar Mandalas: como escudos,
ventanas y cúpulas.
Es
por ser tan habitual que se lo ha encontrado en distintas culturas alrededor del
mundo. Si bien se cree que surgió en la India, debido a que se impuso la palabra
sánscrita que lo denomina y a que son los pueblos de ese país y del Tíbet
quienes más honores le rinden como herramienta sagrada en el camino de la
sabiduría, la presencia del Mandala es constante a lo largo de la historia de la
humanidad en todas las culturas y religiones.
El
motivo del círculo aparece muy temprano en la historia humana. Hay antiquísimos
bajorrelieves en rocas de África, Europa y América del Norte que utilizan el
círculo, la espiral y otros diseños semejantes.
Ningún
símbolo se encuentra tan compartido como este. En efecto, se encuentran Mandalas
de distinto tipo no solo en el hinduismo y en el budismo, sino también entre los
antiguos griegos y romanos, en las cofradías de godos y sajones, en la cultura
celta, entre los aborígenes australianos y también entre africanos y los pueblos
originarios de América.

Monjes
tibetanos diseñando y trabajando en un Mandala de arena que al terminar barrerán
como muestra de la impermanencia de las cosas y en señal de desapego.
El
mandala y el desarrollo psicológico:
Conforme
las habilidades gráficas de un niño se van desarrollando mientras dibuja (desde
el garabato, al dibujo de círculos y luego a dibujos más elaborados y plenos de
sentido), también se va desarrollando el sentido de yo como agente activo en
lugar de un recipiente pasivo de las acciones ajenas.
Dibujar
en círculos es una parte integral del proceso madurativo. Dibujar mandalas puede
incluso ser necesario para el desarrollo de un sentido psicológico del yo.
Desde
el momento del nacimiento el círculo es asociado a un desarrollo físico y
psíquico saludable. Dibujar Mandalas nos retrae a nuestra natural afinidad por
los círculos y nos recuerda algunas de nuestras experiencias más tempranas, ya
que respondemos al círculo desde el mismo momento en que miramos la cara redonda
de nuestros padres.
El
lenguaje es un medio universal de expresión, con él nos podemos contar nuestras
experiencias y pensamientos, incluso sirve para clasificar objetos. A través del
uso del lenguaje damos sentido a nuestras experiencias de una manera muy
elaborada y estructurada. A medida que el niño desarrolla habilidades
lingüísticas emergen usos más complejos del lenguaje, como la metáfora.
Normalmente asociamos la metáfora al lenguaje hablado, no obstante los dibujos
pueden operar a un nivel metafórico y expresar aquellas cosas que no podemos o
no sabemos decir con palabras. Es común ver cuando un niño dibuja a su familia,
que al hermano/a por el que siente cierta rivalidad lo haga pequeño y alejado de
sus padres, mientras él o ella seguramente estará en una posición y tamaño
preponderante.
Cuando,
como adultos, pintamos Mandalas retornamos a esos descubrimientos infantiles.
Cuando crecemos y desarrollamos incluso ideas más complejas sobre quienes somos,
crear Mandalas circulares es un camino atrás hacia nuestro primer sentido de Yo.
El Mandala que creamos funciona como una clase de hogar, un continente donde
creamos y re-creamos nuestro sentido de quien somos.
Dibujar
Mandalas nos ayuda a centrarnos psicológicamente. El círculo es una calmada
prueba en los procesos de crecimiento y cambio a lo largo de toda nuestra vida.
Crear o colorear Mandalas ayuda a orientarnos, a integrar nueva información
sobre nosotros mismos y a reformular nuestra identidad. Esta es la continuación
del proceso que comienza cuando somos niños dibujando círculos y creando
Mandalas.
La
experiencia en Escuelas muestra que el simple coloreado de una de estas imágenes
tiene un efecto calmante y reequilibrante.
Mandalas
en la terapia:
Carl
Gustave Jung, médico y psiquiatra suizo, introdujo la idea del Mandala en
la psicología moderna. Observó que los dibujos cambiaban como reflejo de su
estado de ánimo y descubrió el rol reequilibrante de estas imágenes soñadas o
creadas espontáneamente por pacientes en vías de curación.
Jung
fue un profundo conocedor del papel que juegan los símbolos en la psique humana,
no pasó por alto la presencia espontánea de diseños circulares con contenidos
arquetípicos en los dibujos que realizaban algunos pacientes que atravesaban
situaciones de caos mental agudo. De ahí, dedujo que, en ciertos casos de grave
desequilibrio, el dibujo de mandalas surge naturalmente como un intento de
recuperar un estado integrado de conciencia, algo que él mismo comprobó durante
sus crisis personales.
Se
trabaja con el Mandala como eje en torno al cual se organizan todos los
contenidos dispersos de la conciencia, tendiendo al logro de la integridad de la
persona. El dibujo de Mandalas es parte de un ordenado patrón natural de
maduración psicológica; esta actividad parece acompañar al proceso mediante el
cual los niños adquieren conciencia de sí mismos.
En
Europa, durante los últimos 20 años, destacados pedagogos, psicólogos y
neurólogos han profundizado sobre el sentido que puede aportar a nuestra
vida diaria el dibujo centrado, en un marco estrictamente pedagógico y
psicológico.
En
las instituciones psiquiátricas se puede utilizar el Mandala permitiendo que se
puedan desarrollar sus capacidades creativas y expresivas. No solo como
herramienta que facilita el centramiento de la persona sino como ordenador en
tanto el borde del Mandala actúa como límite.
Dentro
de la clínica psicológica la utilización del Mandala permite la expresión de
conflictos y necesidades, como así también favorece ampliamente el desarrollo de
aptitudes y el conocimiento interior. Normalmente creamos un patrón dentro de
nuestra vida interior y los Mandalas nos van a revelar esa dinámica y crearán
una matriz en la que se reflejará el carácter o condición de nuestro yo. En el
Mandala encuentran su expresión los motivos del pasado común a todos los seres
humanos y los símbolos de la experiencia individual.
Cuando
creamos Mandalas producimos un símbolo personal que revela quiénes somos en
ese momento. El círculo que dibujamos contiene partes conflictivas de
nuestra naturaleza, no obstante ayuda a liberar la tensión que las acompañaba
dentro de un marco seguro y controlado, como dice Ma. Beatriz Junghans “dibujar
un círculo puede tener cierto parecido a dibujar un límite protector en torno al
espacio físico y psíquico que cada uno de nosotros identifica como uno mismo”.
Se puede alcanzar una sensación de unidad simplemente mediante el acto mismo de
trazar un círculo.
Jung
decía así: “… el hecho de que imágenes de este tipo tengan, bajo ciertas
circunstancias, un considerable efecto terapéutico sobre sus autores está
probado empíricamente y es también fácilmente comprensible, puesto que a menudo
representan un avezado esfuerzo por ver y componer opuestos aparentemente
irreconciliables y, tender un puente por sobre nuestras divisiones aparentemente
sin esperanzas de unión. El mero intento en esta dirección tiene ya un efecto
curativo…”
En
países como Francia e Inglaterra el uso del Mandala se está extendiendo en los
hospitales, centros sociales, residencias de tercera edad; todos aquellos
lugares donde se encuentran personas que buscan un nuevo equilibrio.
Conclusión:
El
Mandala representa al ser humano. Interactuar con ellos ayuda a curar la
fragmentación psíquica y espiritual, a manifestar la creatividad y a
reconectarse con lo esencial. El trabajo con Mandalas ayuda entre otras cosas
a:
-
sanarnos
-
descubrirnos a nosotros mismos
-
crecer en lo personal
-
profundizar en el significado de quiénes somos realmente
-
concentrarnos
-
desarrollar la creatividad
Es
como comenzar un viaje hacia la esencia, abre puertas hasta ahora desconocidas y
hace que brote la sabiduría interior. Integrarlas a la vida brindará un centro y
la sensación de calma en medio de las tormentas.
por
Verónica Sabattini – Artículo publicado en la Revista Genoma, diciembre
2009