 | Asunto: | (cav) Sanacion USUI | Fecha: | Jueves, 31 de Marzo, 2011 18:32:39 (-0300) | Autor: | Nelson Guizzo <guizzo.nelson @.....com>
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A
través de las diferentes épocas ha habido historias sobre este mágico don que
fue llamado "curación". Se habló de él en diferentes tiempos y
lugares (en tierras tan antiguas como Egipto, Tíbet y China) y en el pasado de
otros países.
Algunos dijeron que era un mito insubstancial, y otros declararon
lo contrario. Muchas historias crecieron alrededor de las actividades de los
grandes Maestros que vinieron a la Tierra, los Avatares, ya que fue dicho que
cada uno de ellos había traído este don de la curación cuando vinieron a
compartir su mensaje de Verdad con los Niños de la Tierra; sin embargo, aquella
magia no fue conocida ni practicada nunca más, y hubo muy pocos, si hubo
alguno, que pudiera decir realmente que tal cosa alguna vez, existió.
Hubo
muchas leyendas acerca de los milagros de curación obrados por estos grandes
Maestros, pero tales historias fueron fácilmente descartadas al no haber
demostración cabal de ellas en cientos de años- si en verdad estos hechos
ocurrieron alguna vez. Aquellos que insistieron en la "prueba" no
encontraron ninguna, por lo tanto los que creyeron en la posibilidad de hechos
semejantes mantuvieron esta creencia por sí mismos, sabiendo que no había
manera de probar lo que creían.
En
este mundo de escepticismo del siglo XIX nació en Japón un bebé de nombre Mikao
Usui, un niño destinado a convertirse en un erudito y filósofo así como también
en un profundo curador. Educado por misioneros, se convirtió en cristiano y
ascendió a una posición de eminencia como director de una escuela cristiana
para niños en Kyoto.
En su doble papel de Ministro y Director trabajó entre sus
estudiantes hasta que una mañana fue consultado amablemente durante el servicio
parroquial por varios estudiantes avanzados, quienes le preguntaron si creía en
la Biblia, si creía literalmente. Cuando el Dr. Usui les respondió que sí, los
estudiantes desearon que les demostrara su creencia ejecutando un milagro, como
aquellos que había obrado Jesús. Como el Dr. Usui fue incapaz de realizar esto,
sus estudiantes declararon que su fe era ciega e insuficiente para reforzar la
de ellos mismos, ya que necesitaban algo más que una fe ciega para poder creer.
El
Dr. Usui se sintió golpeado por la enormidad de este cuestionamiento y les
pidió a los jóvenes que no perdieran su fe. Declaró su intención de renunciar
inmediatamente a su posición y viajar a un país cristiano occidental donde
pudiera aprender cómo realizar estos milagros de Jesús, y retornar a Kyoto para
dar una prueba literal de sus creencias.
Su
destino fue Norteamérica donde se inscribió en una universidad de Chicago para
estudiar más profundamente las escrituras cristianas. Su interés se centró en
los milagros curativos, y cuando se evidenció que no podría aprender de sus
estudios cómo curó Jesús, comenzó a explorar en las sagradas escrituras de
otras grandes religiones del mundo. Finalmente se concentró en las escrituras
budistas, habiendo aprendido que Buda y sus primeros discípulos habían
practicado la curación. Intuitivamente sintió que la respuesta que buscaba la
encontraría en esta tradición.
Luego
de siete años en América, el Dr. Usui regresó a Kyoto donde podría estudiar más
a fondo los Sutras budistas. Allí visitó muchos templos y monasterios, hablando
con los monjes sobre la curación. Estaban de acuerdo en que Buda había curado:
sin embargo, esta práctica se había dejado de usar en el budismo, dedicándose
los monjes a la salud espiritual y dejando a los doctores la curación física.
En
el transcurso de su búsqueda el Dr. Usui encontró un abate zen, quien lo invitó
a permanecer en su monasterio mientras proseguía sus estudios. El Dr. Usui
aceptó la invitación y durante muchos años convivió con estos monjes. Primero
estudió las escrituras en japonés, y no encontrando lo que buscaba, pensó que
se había perdido mucho en las traducciones. Como el budismo había llegado a
Japón desde China, entonces aprendió chino y leyó los sutras en esta lengua.
Sabía que estaba cerca, pero aun así no encontraba lo que deseaba.
Otra vez,
puso en duda la traducción, y decidió aprender sánscrito porque el budismo
había salido originalmente de India. Se convirtió en un maestro de sánscrito, y
fue en esta lengua donde finalmente encontró lo que estaba buscando. ¡Los
secretos de la curación eran suyos! Había encontrado los símbolos; sin embargo,
no sabía qué hacer con ellos ni cómo utilizarlos.
Sin querer
aceptar ésta como una respuesta final, decidió retirarse a una montanña
considerada sagrada por los monjes en las afueras de Kyoto, para ayunar y
meditar durante tres semanas con la expectativa de que le sería mostrado el
significado de lo que había hallado. Discutió su Iniciativa con el abate, y le
pidió que si no regresaba al día veintiuno enviara unos monjes a recoger sus
huesos. Su intención era no regresar sin una respuesta.
El Dr. Usui
caminó hasta esta montaña, unos diez kilómetros fuera de la ciudad, y encontró
un lugar tranquilo cerca de una corriente de agua donde se sentó a meditar,
permitiéndose únicamente beber agua durante su prolongado ayuno. Para llevar
cuenta de los días depositó a su lado veintiún piedrecitas, las que fue
descartando hasta quedar una sola.
De este modo, en la mañana del
último día se sentó en la oscuridad que precede al amanecer, mirando hacia el
firmamento donde vio una luz distante en el cielo negro. Mientras observaba, la
luz comenzó a ser más brillante y a acercarse rápidamente. A gran velocidad,
cada vez más cerca, más cerca y se dio cuenta de que si continuaba sentado allí
la luz lo golpearía. Su primer impulso fue apartarse, luego pensó en todos esos
años en los que había estado investigando; entonces se sentó inmóvil, dispuesto
a permitirse esta experiencia. La luz lo golpeó en la frente y perdió la
conciencia.
Cuando volvió
en sí el sol estaba alto, brillando en todo su esplendor, y supo que habían
pasado varias horas; sin embargo, tenía un recuerdo completo de lo que había
pasado durante ese período de tiempo.
Cuando la luz lo golpeó, reconoció
colores bellísimos, todos los matices del arco iris: seguidamente apareció una
intensa luz blanca, después de la cual grandes burbujas transparentes
aparecieron ante sus ojos. Cada una de ellas contenía uno de Ios símbolos que
él había encontrado en las escrituras sánscritas. A medida que cada burbuja
entraba en su campo visual se le daba la instrucción para utilizar el símbolo
correspondiente.
Tan pronto como fijaba la información en la memoria, la
burbuja se desplazaba y otra la reemplazaba con un símbolo diferente. De este
modo se entregó al Dr. Usui la enseñanza completa sobre los significados de los
símbolos. Ahora poseía los secretos que tanto había buscado, supo que ésta era
la Energía Vital Universal que él
llamó "Reiki", y de esta forma
nació el Sistema Usui de Curación Natural.
Lleno de
energía y ansioso de regresar a Kyoto, el Dr. Usui salió de su larga meditación
y bajó de la montaña: al caminar rápidamente se lastimó el talón por lo que
inmediatamente puso en práctica lo que había aprendido. Mientras se tomaba el
pie sintió una curación instantánea y recibió la primera comprobación de que
las visiones que había tenido eran verdaderas.
Mientras
seguía bajando de la montaña se dio cuenta de que estaba muy hambriento, así
que al pasar por una taberna al costado del camino, se sentó a la mesa cubierta
con un mantel rojo (señal de que el local estaba abierto). Un hombre viejo
llegó de la cocina a retirar su pedido, al ver al Dr. Usui con la barba crecida
y sus ropas llenas de polvo, dedujo que había estado en una larga meditación
arriba en la montaña, y por esto no quería brindar a su cliente el menú común:
deseaba, en cambio, cocinarle una papilla de arroz, sabiendo que después de un
prolongado ayuno el estómago necesita recibir un alimento ligero antes del
alimento sólido, el Dr. Usui no deseaba esperar, así que insistió en comer lo
que había disponible, unos vegetales en vinagre y arroz, los que no le causaron
ninguna molestia. La nieta del
anciano le llevó la comida, tenía la cara hinchada cubierta con un pañuelo a
causa de un flemón. Al ver esto, el Dr. Usui le pidió permiso para tocarle la
mejilla: el dolor cesó inmediatamente y la inflamación disminuyó. Ante este
hecho la muchacha y su abuelo estuvieron de acuerdo en que este monje era de lo
más extraño: esta nueva comprobación de la verdad de la enseñanza recibida
colmó de regocijo al Dr. Usui, quien siguió su camino a Kyoto.
Los monjes lo
recibieron con alegría, contentos de su regreso, sano y salvo luego de veintiún
días. Al preguntar por la salud del director del monasterio, le informaron que
el abate se encontraba en sus aposentos porque estaba sufriendo un ataque de
artritis.
Tan pronto como se higienizó y cambió, el Dr. Usui fue a rendirle
informe sobre su experiencia; el abate se alegró mucho al oír que la búsqueda
de tantos años había sido recompensada y que habían sido revelados los secretos
de la curación, y le pidió una demostración que alivió su dolor inmediatamente.
Los dos
hombres discutieron sobre lo que se podría hacer con este conocimiento tan
grande, y el Dr. Usui decidió ir a los barrios bajos de Kyoto donde podría
ofrecer la curación a los mendigos. Luego enviaría a los más jóvenes al
monasterio para que los monjes les enseñen oficios con los que podrían ganarse
la vida.
En aquellos
días era muy peligroso para un extraño entrar en los suburbios, porque los mendigos
se agrupaban en bandas lideradas por un cabecilla y no daban la bienvenida a
extraños entre ellos. El Dr. Usui buscó al jefe de los mendigos y le pidió
permiso para poder vivir allí y curar a la gente, necesitando solamente de un
lugar donde poder dormir y realizar su trabajo, junto con tres tazas de arroz
por día.
Aceptaron su pedido, así que se mudó a su zona y comenzó su tarea de
curación entre estos pobres, una labor que le demandó todo su tiempo durante
muchos años.
De pronto
comenzó a reconocer algunos rostros mientras caminaba por el vecindario, luego de averiguar supo que éstos eran algunos de
los Jóvenes que él había enviado al monasterio para aprender. Habían regresado
a los suburbios porque para ellos ganarse la vida era más duro que salir todos
los días a pedir.
Al escuchar ésto, el Dr. Usui
sintió que había fracasado, por lo que dejó los suburbios inmediatamente. Al
meditar sobre lo ocurrido, recordó las primeras discusiones con los monjes, en
las que ellos hablaban de su profundo interés por la curación espiritual de sus
seguidores. Se dio cuenta de que aunque él había tenido mucho éxito en equilibrar el cuerpo físico de los
mendigos, no se había interesado por su salud espiritual. En este momento
añadió a Reiki sus Cinco Preceptos
Espirituales:
Ø
Sólo por hoy no te preocupes.
Ø
Sólo por hoy no te enfades.
Ø
Honra a tus maestros, padres, vecinos,
amigos.
Ø
Agradece por todos los seres vivientes.
Ø
Gánate el pan honestamente.
El Dr. Usui se
dio cuenta también de que al dar Reiki tan libremente, los mendigos no habían
desarrollado una apreciación para la energía; no sentían gratitud por el don
maravilloso que habían recibido a través de él. Decidió que nunca más daría
Reiki a nadie que no lo apreciara.
Comenzó a
viajar a lo largo de Japón de ciudad en ciudad, enseñando Reiki a otros. Fue un
maestro inteligente y sabio, al llegar a una ciudad donde no conocía a nadie
caminaba en el mercado durante el día llevando una lámpara encendida. La gente
se reía y se burlaba de un hombre tan tonto que llevaba una lámpara encendida
mientras el sol brillaba, de esta forma llamaba su atención y los invitaba a
encontrarse con él por la tarde, si realmente querían aprender sobre la luz...
Así reunía a la gente para escuchar la historia de Reiki, después de lo cual
muchos deseaban saber cómo realizar esta curación.
Llegó a tener
una gran cantidad de estudiantes que lo seguían y a mediados de 1920 conoció a
un hombre que se convertiría en su discípulo más dedicado: el Dr. Chujiro
Hayashi, un oficial naval de reserva de cuarenta y siete años. Con la
transición del Dr. Usui, el Dr. Hayashl se convirtió en el Gran Maestro de
Reiki, llevando adelante esta tradición de enseñanza y curación desde su
clínica de Tokio.
El Dr. Hayashi
provenía de una familia ilustre de Atami, cuando decidió abrir una clínica,
eligió a Tokio para su sede lo que le permitió ofrecer Reiki a un mayor grupo
de personas, y educó y atrajo la afluencia de un segmento muy alto de la
sociedad Japonesa, la nobleza. En una generación, Reiki saltó de los suburbios
de Kyoto a los palacios de Tokio.
Adquirió una
propiedad lo suficientemente amplia como para albergar tanto la clínica como el
hogar para su familia, con un hermoso jardín, dividiendo el terreno para
brindar privacidad. La Sra. Hayashi también trabajaba en la clínica, recibiendo
a los pacientes y asistiendo al Dr. Hayashi mientras supervisaba esta
floreciente actividad, en la que
dieciséis practicantes daban tratamientos de Reiki diariamente.
Fue a esta clínica, en el
otoño de 1935 adonde una mujer llamada Hawayo Takata llegó buscando alivio a
sus múltiples malestares, y nadie reconoció en ella a la futura Gran Maestra de
Reiki.
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