Sabemos que muchos mitos se repiten en el folclore y los festivales populares, revelando sistemas socioculturales específicos. Nuestra cosmogonía se explica en parte por los mitos y tradiciones que pueblos y naciones replicamos en nuestros días festivos. Sí. Como el de hoy, Sábado de Gloria.
Y mientras México vive ya un alarmante estrés hídrico de cuya gestión todos somos responsables (“Día Mundial del Agua y el estrés hídrico en México”, Jesús Frausto Ortega, MILENIO, Corredor Fronterizo. 16 de abril de 2011), hoy muchos de nosotros amanecimos con ganas de un buen baño de gloria. Ciertamente no somos los únicos que tenemos esas aspiraciones. Todos necesitamos esperanza.
Por ejemplo, de las tradiciones más importantes de los tailandeses es el Festival Songkran, del Sanscrito “comienzo de un nuevo año”. Los tailandeses celebran su año nuevo el 13 de abril empapándose con agua. En su tradición, las divinidades Nagas eran serpientes míticas que traían el agua de lluvia para las cosechas escupiendo el agua del mar hacia la tierra. Hoy, jóvenes y viejos se divierten haciendo llover mojándose unos a otros en su Año Nuevo. También los japoneses, en su folclore nacional, incluyen el Festival del Agua el 20 de julio. Celebran el mítico día en el que el Océano y el río Mogami se unieron.
En la tradición judía, se cuentan impresionantes historias de rainmakers o hacedores de lluvia, como Elías. En ella, el Pessah en la semana de la Pascua celebra al rocío de la mañana. Y el Succot es su Festival del Agua, o más precisamente, de la lluvia, que algunas comunidades judías (en Marruecos) celebran rociándose unos a otros con agua en reminiscencia de lo que se cree es una antigua práctica pagana traída de Babilonia.
La gente de Burma (entre China, Laos y Tailandia) también tiene su Festival del Agua. El Thingyan se celebra en abril y dura cinco días. El primer día, los niños se dedican a salpicar de agua a la gente que va pasando. Los siguientes tres días son los adultos los que se mojan unos a otros. El quinto y último día la gente se dedica a ir a los templos a lavar ritualmente las estatuas de Buda con agua perfumada, como símbolo de respeto. Una tradición similar se vive en Jaipur, la capital de Rajasthan en India.
En Algeria, durante el Festival de los Frijoles (Aïd El Fould), el líder religioso salpica a la multitud que pasa con agua mezclada con la sangre de un toro sacrificado ritualmente, a manera de agua sagrada. En nuestra Latinoamérica, algunas tradiciones precolombinas celebraban a deidades como Tláloc, el hacedor de lluvia, que se perpetuaron sincréticamente en una tradición religiosa católica más reciente. Ya que, si bien ésta establecía que era pecado bañarse en Semana Santa antes del Sábado de Gloria, tirarle agua a todo el que pasaba por la calle en eufórica celebración constituía una democrática (y momentánea) liberación del sistema religioso. Cierto, en nuestro México del siglo XXI es imperioso ahorrar agua. Pero siguiendo una ancestral herencia, estamos invitados a ser hacedores de lluvia. Hoy podemos salpicarnos los unos a los otros de gloria. Si no, ¿cuál es el significado del Sábado de Gloria?
(Tomado de varias fuentes: http://www.institut.veolia.org/en/cahiers/water-symbolism/water-myths/fo...)
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Blanca García
Profesora-investigadora de El Colegio de la Frontera Norte