El
Extraño celestial
Felix Mendelssohn, el gran compositor, nació en
Alemania en 1809.
Siendo aún joven, su talento le valió una fama mundial. Una tarde,
caminando de incógnito en Friburgo, entró en la catedral, célebre por
poseer un viejo y raro órgano. Humildemente, el joven pidió permiso al
anciano encargado para probar el instrumento, pero el hombre le dijo:
–Ningún extraño puede tocar mi órgano. Sin embargo, el joven músico
insistió tan fervientemente que se le dejara tocar, alabando el
instrumento, que el anciano consintió, pero sólo por unos pocos
minutos.
El músico se sentó y empezó a tocar. En
seguida el antiguo
instrumento respondió a la ejecución del maestro. Parecía dotado de una
nueva vida, cuando de sus cañones prorrumpió una gloriosa música. Era
como si la catedral no pudiese contener toda la melodía. La música
retumbó fuera de las puertas y ventanas. La gente de la ciudad,
extrañada, se detenía para escuchar.
Cuando se acabó la corta ejecución, el
anciano, muy intrigado,
preguntó: –¿Quién es usted? Al oír el nombre del ilustre músico, se
retiró extrañado y exclamó: –Mendelssohn… ¡y yo rehusé permitirle tocar
mi
instrumento!
Es de desear que esta historia nos recuerde
que un Extraño
celestial está a la puerta de nuestro corazón, esperando ser aceptado
para llenarnos de un gozo y un cántico que nunca antes habíamos
conocido. Su nombre es Jesús. ¿Lo ha dejado entrar
usted?. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación”
(2 Corintios 6:2).
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