E
n los últimos años se ha abierto la canilla del mindful
ness: se derrama por todos lados, como terapia o entrenam
iento para alcanzar mayores niveles de bienestar pero tam
bién en muchas ocasiones, para aliviar sintomatología v
ariada.
En tal sentido, la aplicación de esta va
liosísima técnica (que puede transformarse en un modo d
e vivir, en una actitud vital) se ha vuelto en algunos ca
sos indiscriminada, poco asertiva, o al menos desaconseja
ble.
¿Por qué esto? Porque su uso terapéutico
ha introducido la esperanza de solucionar todo a través
del mindfulness, desde dolores crónicos hasta ansiedad y
rasgos de impulsividad, por ejemplo. Su filosofía budis
ta de raíz, la sabiduría de sus fundamentos y
el prof
undo bienestar que pregona nos hace anhelar esos niveles
de paz y equilibrio emocional. Así, quienes la enseñan,
en muchos casos se abrazan a esta consigna de hacer de
a vida.
Bienestar vs. alivio sintomático en la t
erapia
Uno de los problemas del mindfulness es que,
a partir de algunos resultados promisorios con pacientes
con dolor crónico y ansiedad, por ejemplo, se lo ha inte
ntado aplicar masivamente (en algunos casos) en todos los
pacientes que padecen estas condiciones y
muchas otras
más. Aclaremos esto: el mindfulness nunca pretendió se
r una aplicación terapéutica en principio. El mindfulne
ss no tiene objetivos. Es una práctica que, bien entendi
da, supone el experimentar, sobre la base de las enseñan
zas originarias del Buda,
la profundidad de cada moment
o con una cualidad atencional especial: intencionalmente
y sin juzgar. Toda la práctica conlleva la exploración
consciente, con lo que llamamos nuestra mente de principi
ante, de las experiencias internas y externas.
No
quedan dudas de que la práctica regular de mindfulness
conduce a cambios (que aún no conocemos científicamente
muy bien) en la cognición, en la emoción y en la maner
a en que experimentamos el mundo (incluidos los vínculos
sociales). Es, sin dudas, un
método casi contra-cultu
ral que nos inmuniza de la multitarea, la distracción y
la reacción automática, pero esto no necesariamente pue
de ser proyectado a la atención de patologías que inclu
yan estas características con un criterio meramente util
itario/eficaz.
Ocurre que, por ejemplo, muchos pr
ofesionales hacen una asociación directa: si el mindfuln
ess brinda atención penetrativa, equilibrio emocional, p
aciencia y auto observación amorosa, todo esto es aplica
ble a la persona ansiosa. Entonces, ¡cómo no habría
de servir! Pero esta simplificación de los efectos de la
práctica es errónea. Ese impacto no se da necesariamen
te en todas las personas ni siempre. Necesitamos especifi
car en qué situaciones, mediante qué prácticas y luego
de cuánto tiempo de entrenamiento,
accedemos a estos
beneficios. Si no, estamos confundiendo.
Mindfuln
ess para todos y todas
Hay estudios en pacientes con
trastornos craneales o infartos cerebrales, pacientes on
cológicos, pacientes con estrés postraumático...hoy se
ha multiplicado la aplicación del mindfulness vigorosam
ente en la ciencia. Lo que tenemos claro por ahora es que
las
personas que hacen un entrenamiento continuo, a tr
avés de un protocolo claro y reproducible, mejoran la pe
rcepción de su propio estado de salud, la actitud y la a
dherencia a las terapias que realizan (a veces esto es de
signado científicamente como "niveles
de calidad
de vida") y, en muchos casos, disminuyen niveles de
estrés y ansiedad. Pero de aquí en más, todo está por
demostrarse.
La aplicación indiscriminada del m
indfulness dentro de una pseudo actitud científica y una
omnipotencia balsámica para todos los problemas de salu
d, es algo que los profesionales debemos cuidar con celo
para no transformar a este entrenamiento, tan valioso
y
transformador, en un conjunto de buenos deseos y expresi
ón mediática. De nosotros los profesionales depende.
CLARIN