En esos atardeceres de julio, ella estaba en el balc
nsada, algún pájaro. El cielo, en el crepúsculo, cambi
aba. La madre trabajaba dentro, con la labor muy cerca de
sus ojos sin brillo, mientras llegaba la noche. Ella, so
la, aferrada al hierro, sentía una especie de aleteo sua
ve. La calle quedaba vacía, y ya era noche cerrada cuand
o veía salir a su padre.
Abajo, junto al um
bral, muy cerca de ella pero sin verla, el padre miraba c
omo si hubiera de decidir adónde ir. Ella desde el balc
uina donde se perdía.
Una noche, ella fue tras é
l.
El texto precedente es un fragmento de uno de l
os que denomino escritos de interpretación. Nada se advi
erte en él que lo diferencie de un fragmento literario:
su particularidad reside en las condiciones bajo las cual
es fue producido. Los escritos de interpretación son red
actados para un destinatario específico, que ha consulta
do con tal propósito y a quien, a fin de obtener el mate
rial necesario para la redacción del escrito, se le ha e
fectuado una entrevista.
El tema de la entrevista
fue elegido por el consultante; el autor, si le fue nece
sario, formuló preguntas, siempre en la perspectiva de l
a ulterior redacción de su escrito.
Consideremos
el fragmento de escrito presentado como ejemplo. El texto
dice que aquellos atardeceres eran "de julio". ¿Por qu
o quizá como nombre propio) se destacó entre los signif
icantes enunciados por el consultante en la entrevista. A
simismo, el escrito reitera la palabra "hierro", que tamb
ién tuvo un lugar particular en ese discurso. Vemos que
una función de la entrevista es permitir que el autor re
gistre en ella significantes privilegiados: éstos estar
to al que sostenía su sentido en la entrevista.
Además, en el fragmento transcripto se presentan tres pe
rsonajes: la madre, que sostiene la función del trabajo
y cuyos ojos, por algún motivo, no brillan; el padre, qu
e se hace presente al retirarse (es cierto que la posici
lo le permite verlo cuando no está) y que, a punto de al
ejarse de la casa familiar, vacila. No se trata de un hec
ho puntual, sino de una escena que se repetía "en esos a
tardeceres". El relato se desarrolla desde el punto de vi
sta de la hija, y hay un punto de ruptura: ella, una noch
e, soltando el hierro que parecía sostenerla, irá tras
el padre. Ciertamente, el texto transcripto no es más qu
e un fragmento: ese punto de ruptura pone en marcha una p
eripecia que eventualmente conducirá a un desenlace.
La elección de estos personajes y la particularidad
de las relaciones entre ellos no es, desde luego, arbitr
aria. Se liga con una hipótesis sobre la constelación s
ubjetiva a la que respondió el discurso del consultante
en la entrevista. El fragmento también permite vislumbra
r “aquella noche en que la hija "fue tras él"“ un pu
nto de emergencia del deseo, de cuyas vicisitudes deberí
a dar cuenta la continuación del fragmento.
El e
scrito no debe ni puede ser una alegoría o parábola que
intente vehiculizar una significación supuestamente ver
dadera. No debe serlo, porque en tal caso su valor se red
uciría al de una suerte de adoctrinamiento, más o menos
bienintencionado. Pero tampoco puede serlo si el autor h
a preservado el criterio “técnico y ético“ de resca
tar los significantes que se revelaron en la entrevista.
Así, el escrito de interpretación no puede tene
r un sentido unívoco: la misma equivocidad que, en el di
scurso del consultante, permitió proponer un texto laten
te, prohíbe plasmar un sentido definitivo. Los significa
ntes que el autor ha rescatado recuperan para el texto el
"ombligo del sueño" al que se refirió Freud, esa apert
ura a lo desconocido (La interpretación de los sueños,
cap. VII, "Psicología de los procesos oníricos"). Los p
ersonajes e historias provistos por el autor ofrecen un e
ngarce, un sostén simbólico a esos significantes.
Entonces, estos escritos son "de interpretación" en d
os perspectivas. Por una parte, el autor ha efectuado una
interpretación que lo condujo a reformular el sentido d
el discurso del consultante en la entrevista. Pero, en su
definición más fuerte, la interpretación correrá por
cuenta del consultante en tanto lector. El hará su lect
ura del texto, imprevisible de antemano.
Al prese
ntarlos como práctica novedosa, debo destacar que, en su
naturaleza y sus efectos, están lejos de ser novedad: n
o son ni más ni menos que textos literarios. Cerca del f
inal de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, el
narrador, al referirse al libro que proyecta escribir, a
dvierte: "Sería inexacto referirse a aquellos que lo lee
rían como 'mis lectores'. Porque, desde mi punto de vist
a, no serían mis lectores, sino lectores de sí mismos.
Mi libro sería como uno de esos cristales de aumento que
el óptico de Combray ofrecía al comprador; mi libro, g
racias al cual yo les proveería el medio de leer en sí
mismos. De este modo, yo no demandaría de ellos que me a
labaran o me denigraran, sino sólo que me dijeran si est
á bien así, si las palabras que ellos leen en sí mismo
s son efectivamente las que yo he escrito (por lo demás,
las divergencias posibles a este respecto no deberían s
iempre provenir de que yo me hubiese equivocado, sino, al
gunas veces, de que los ojos del lector no serían aquell
os a los que mi libro convendría para leer en sí mismo)
" (Le temps retrouvé, Editions Gallimard, 1954, p. 424.
Traducción: P. L.).
En la formulación de Proust
, el texto literario es un medio para que el lector efect
úe una operación llamada "leer en sí mismo": las palab
ras son del lector, aunque él mismo no lo supiera; hizo
falta el texto literario para que él pudiera leerlas en
sí. El escrito habrá estado bien en la medida en que la
s palabras, los significantes del lector, resulten coinci
dir con los que el autor ha presentado. Por eso el escrit
or, sin perjuicio de estar más allá de la alabanza o la
denigración (esto es, de estar advertido sobre los fen
), se encuentra sujeto a una responsabilidad: ofrecer, de
ntro de sus posibilidades, los significantes que mejor le
permitan al lector "leer en sí mismo".
Marcel P
roust, como otros, supo escribir las pequeñas palabras d
e la condición humana, y el sujeto que encuentre su reco
rrido por La búsqueda... puede acceder a la experiencia
de haber leído las palabras de sí mismo y aun de vislum
brar que esas palabras son de todos y de nadie. Lo novedo
so de los escritos de interpretación consiste en haber d
iseñado un dispositivo específico, que se pone en acci
nstancia de su vida, el efecto de "leer en sí mismo". Es
te dispositivo, basado en la entrevista previa con el con
sultante, es deudor de la teoría psicoanalítica.
<
p>Por lo demás, los escritos de interpretación no se pl
antean como psicoterapia ni como cura de ningún tipo. No
se proponen resolver síntomas. Cierto que esto no los e
xime de una finalidad concreta de servicio: ofrecer a la
persona que consulta la posibilidad de considerar desde o
tra perspectiva un aspecto de su vida, de su historia, un
determinado problema o situación. Pero este efecto es d
e la misma naturaleza que el que puede suscitar cualquier
texto literario cuando el lector encuentra en él, es de
cir, en sí mismo, palabras que lo han constituido como s
ujeto.
* Psicólogo.www.escritosdeinterpretacion.blogspot.com
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