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| Asunto: | Re: (cav) El Simbolismo del Mandala | Fecha: | Lunes, 3 de Septiembre, 2007 13:57:47 (-0500) | Autor: | CARLOS OCAMPO <carlos2220 @.....com>
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En respuesta a: | Mensaje 1681 (escrito por Ruth Yadira Vidaurre M) |
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Muy Bueno. No conocía nada sobre este tema. Es muy
interesante. Muchas gracias Ruth Yadira.
CAOV
----- Original Message -----
Sent: Monday, September 03, 2007 4:56
AM
Subject: (cav) El Simbolismo del Mandala
Respondiendo a la pregunta
del amigo Carlos ... envío un aporte sobre los Mandalas ...
Abrazo grande a
todos
El Simbolismo del Mandala
Definición del mandala En sánscrito, mandala
significa círculo, en especial círculo mágico, pero en sentido más amplio
representa medios auxiliares de concentración y de meditación construidos a
partir de círculos y de formas derivadas del círculo, como flores o ruedas,
en el ámbito indo-budista y también en el Tibet lamaísta. Tales estructuras
son generalmente dibujadas y pintadas, pero también se emplean
arquitectónicamente como planos en la construcción de templos. En sentido
propio son reproducciones espirituales del orden del mundo, a menudo
combinadas con elementos derivados del cuadrado. La dirección hacia un
centro tiende hacia la concentración y la meditación. En el centro del
mandala, según la doctrina y el grado de iniciación, se encuentran diversos
símbolos.
Como ayudas para la meditación, estas imágenes de mandalas
se designan con el nombre sánscrito de yantras. Se emplean en técnicas de
visualización en las que, después de contemplar largamente un mandala y
memorizar sus intrincadas figuras, se cierran los ojos y se trata de
representarlo internamente con todos sus detalles. Cada cierto tiempo se
abren los ojos y se compara con el original. Una vez que el practicante
adquiere mayor pericia, se complica la técnica haciendo desaparecer en la
imagen mental cada uno de sus componentes, en un orden riguroso hasta quedar
en un absoluto blanco. Después se empieza a poblar ese espacio mental - en
el mismo orden de la desaparición - hasta reconstruir el mandala en su
totalidad.
No debe pensarse que la representación plástica del
mandala sea propia sólo de los budistas. Ellos solamente han elaborado con
mayor precisión una intuición antiquísima de origen asirio-babilónico. Es
ante todo un cosmograma, una proyección geométrica del universo entero en su
esquema esencial, en su proceso de emanación y reabsorción (los días y
noches de Brahma). El mismo principio regula la construcción de los templos,
cada templo es un mandala. El ingreso al templo no es solamente a un lugar
consagrado, sino que es la entrada al mysterium magnus. Quien cumpla el rito
de circunvalación según las reglas prescritas, recorre el mecanismo secreto
del mundo, hasta transfigurarse junto al sanctum sanctorum, ya que al
alcanzar el centro místico del edificio sagrado se identifica con la unidad
primordial.
El mandala es el paradigma de la evolución y la
involución cósmica en su retorno al centro del universo; pero simboliza
también el refluir de la experiencia de la psiquis en busca de la unidad de
consciencia para descubrir el principio ideal de las cosas. No es solamente
un cosmograma sino también un psicograma, el esquema de la desintegración
del uno en lo múltiple y la reintegración de lo múltiple en el uno, en la
consciencia absoluta, entera y luminosa, que tendría que brillar en lo
profundo de nuestro ser. El hombre tiene en el centro de sí mismo el
principio recóndito de su propia vida, la esencia misteriosa, el punto
luminoso de consciencia del que irradian las facultades psíquicas. Él tiene
la vaga intuición de esa luz que podría brillar dentro de sí, expandiéndose
y propagándose hacia planos espirituales.
Cuando el pintor de la
India o del Tíbet dibuja un mandala, no obedece a un arbitrio de la
fantasía: sigue una tradición precisa que le enseña a representar de una
manera especial el drama mismo de su alma. No pinta las imágenes de un
ícono, sino que vuelca los fantasmas de su yo profundo y así los conoce, y
de ese modo se libera,
El mandala en psicoterapia En sus
Memorias, Jung cuenta que durante la Primera Guerra Mundial, siendo
comandante de un campamento de prisioneros en Suiza, empezó a dibujar cada
mañana un mandala que - según él - reflejaba su estado de ánimo interno. Era
como una radiografía de su psiquis. En ella iba observando cambios sutiles
en su crecimiento personal. Era como si fuera armonizándose en torno a un
núcleo, un punto central, un centro magnético que lo iba conduciendo hacia
una paulatina integración. En aquel punto central estaban condensadas todas
sus posibilidades, esperando desplegarse para llegar a un desarrollo pleno y
armonioso, tal como un director de orquesta da vida a lo escrito en un
lenguaje cifrado.
Al principio, comprendía muy poco lo que esto
significaba, pero gradualmente fue dándose cuenta que estaba teniendo una
experiencia extraordinariamente significante: aquellos dibujos eran informes
diarios sobre el trabajo interno que ese punto central estaba efectuando en
él. Comprendió que la meta del desarrollo del individuo es su Ser, que su
evolución no es lineal sino en espiral, en una circunvalación ascendente que
se va acercando cada vez más al centro y cúspide de esa
espiral.
Continuó investigando y dibujando mandalas, sobre todo
cuando en su práctica como psiquiatra empezó a ver que sus pacientes hacían
dibujos espontáneos que iban evolucionando a medida que avanzaban en lo que
él llamó «proceso de individuación». Esos dibujos iban siendo cada vez más
definidos y más armónicos durante este período. Algunos aparecían en los
sueños de los pacientes y ellos los dibujaban para hacer más explícito el
relato de su sueño.
Como fenómeno psicológico aparecen
espontáneamente en los sueños en ciertos estados de conflicto, también en
algunos casos de esquizofrenia. Con frecuencia contienen una cuaternidad o
un múltiplo de cuatro, como una cruz, un cuadrado, un octagono. Por lo
general aparecen en casos de disociación o desorientación psíquica cuando la
persona se siente atrapada entre impulsos divergentes de igual potencia, que
le producen una sensación de desgarramiento interior. Algunos son
conscientes de ello y dicen: «Necesito centrarme». También sucede en los
comienzos de un estado esquizofrénico, cuando el paciente empieza a sentir
que su visión del mundo se está haciendo confusa debido a la invasión de
contenidos del inconsciente que no es capaz de procesar. Entonces pueden
aparecer mandalas como instancia salvadora (¿acaso los salvavidas no son
circulares?). Es posible observar cómo la imagen reguladora de un círculo
se impone - compensando el desorden y la confusión de la psiquis - al
mostrar un punto central alrededor del cual se organiza la dispersa y
contradictoria multiplicidad de elementos, aparentemente irreconciliables.
Por tratarse de una figura arquetípica, trae consigo un impulso de
autosanación ancestral que no se origina en una reflexión
consciente.
Mientras que los mandalas rituales siempre muestran un
estilo definido y un número limitado de motivos típicos en su diseño, los
mandalas individuales presentan una riqueza ilimitada de símbolos o
alusiones simbólicas. Su fundamento es la representación de una
contradicción entre el Ser y el ego, siendo el primero la totalidad de
nuestra psiquis - incluyendo el inconsciente - y el segundo, sólo un punto
de referencia de nuestra consciencia. A menudo aparecen en series, mostrando
una secuencia de estados desordenados, caóticos, llenos de conflictos y
angustia. Estas imágenes pintadas con gran devoción, a veces por manos tan
inexpertas como las de un niño, son yantras a la manera hindú, instrumentos
de concentración, meditación y visión introspectiva, que permiten realizar
la experiencia interna de un refugio seguro, de reconciliación y de
totalidad.
La voluntad consciente no puede alcanzar tal unidad
simbólica, pues la consciencia sólo es parte de algo. Su opositor es el
inconsciente colectivo, el que no entiende ningún lenguaje de la
consciencia. Por lo tanto, se tiene necesidad de símbolos mágicamente
efectivos que contengan aquellos analogismos primitivos que hablan a lo
inconsciente. Sólo mediante el símbolo puede ser alcanzado y expresado el
inconsciente. Por ese motivo - según Jung - jamás podrá el proceso de
individuación abstenerse de símbolos. El símbolo es, por un lado, la
expresión primitiva de lo inconsciente y, por otro, una idea que corresponde
al más alto grado de intuición que pueda ser dado a la
consciencia.
Saelas
Jarrel
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