 | Asunto: | [difusioncav] Guerrero de la Luz | Fecha: | Miercoles, 26 de Octubre, 2005 19:54:26 (-0300) | Autor: | Nelson Guizzo <nelson22 @.....com>
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---------- Forwarded message ---------- From: War
rior of The Light <autor@paulocoelho.com.br> Date: 26-o
ct-2005 4:06
Subject: Guerrero de la Luz To: Leito
r <leitor@p
aulocoelho.com.br>
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Edición nº 106
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En este número - De la importacia de mirar - Prohib
ido prohibir
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De la importacia de mirar |
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Al principio Lex Maars
era tan sólo una persona insistente. Durante cinco años
envió religiosamente a mi oficina de Barcelona una invita
ción a una conferencia en La Haya, Holanda. &nb
sp; Durante cinco años mi oficina le res
pondió invariablemente que la agenda estaba completa. En
realidad, la agenda no está siempre completa. Sin embargo
, un escritor no tiene por qué saber hablar bien en públi
co y, además, todo lo que tengo que decir está en mis lib
ros y mis columnas, por lo que siempre procuro evitar las
conferencias.
Lex se
enteró de que yo iba a grabar un programa para un canal d
e televisión en Holanda. Cuando bajé para ir a la grabaci
ón, él me estaba esperando en la recepción del hotel. Se
presentó y me pidió que le dejara acompañarme, diciendo:
-No es que sea una per
sona incapaz de aceptar un no por respuesta. Pero se me o
curre que quizá he estado actuando de forma equivocada. <
br> Hay que luchar por los s
ueños, pero también hay que saber que cuando algunos cami
nos se muestran imposibles, es mejor guardar fuerzas para
intentar otras vías. Podía simplemente decir no (he dich
o y oído varias veces esta palabra), pero decidí probar c
on algo más diplomático: poner condiciones imposibles de
cumplir.
Dije que darí
a la conferencia gratis, pero que la entrada para el públ
ico no podía costar más de dos euros, y que en la sala no
podría haber más de 200 personas.
Lex aceptó.  
;-Va a gastar más de lo que va a ganar –le advertí-. Segú
n mis cuentas, sólo el billete de avión y el hotel cuesta
n el triple de lo que recibirá si consigue llenar la sala
. Aparte de eso, están los costes de promoción, el alquil
er del local...
Lex me
interrumpió, diciendo que nada de eso tenía importancia:
estaba actuando de acuerdo con las exigencias de su prof
esión. -Organizo evento
s porque necesito seguir creyendo que el ser humano está
en la búsqueda de un mundo mejor. Tengo que que hacer mi
aportación para que eso sea posible.
&nb
sp; ¿Cuál era su profesión? &n
bsp; -Vendo iglesias. &n
bsp; Y continuó, para mi espanto: &n
bsp; -Trabajo para el Vaticano, que me ha enca
rgado seleccionar compradores, ya que en Holanda hay más
iglesias que fieles. Y como ya hemos tenido pésimas exper
iencias, viendo cómo lugares sagrados se convertían en sa
las de fiestas, edificios de apartamentos, tiendas de mod
a, e incluso en sex-shops, se ha cambiado el sistema de v
enta. El proyecto debe ser aprobado por la comunidad, y e
l comprador tiene que decir qué piensa hacer con el inmue
ble: por lo general sólo aceptamos las propuestas que inc
luyen un centro cultural, una institución benéfica, o un
museo.
"Y se preguntar
á, ¿qué tiene eso que ver con su conferencia y con las ot
ras que estoy intentando organizar? Pues que la gente ha
dejado de encontrarse. Y cuando no se encuentra, no puede
crecer. Mirándome fija
mente, concluyó:
-Encu
entros. Ése fue precisamente mi error con usted. En lugar
de enviarle correo electrónico, debería haberme mostrado
desde el primer momento como un ser de carne y hueso. Cu
ando en una ocasión, no recibí respuesta de cierto políti
co, fui a llamar a su puerta. Él me dijo: si desea usted
algo de mí, antes tiene que enseñarme sus ojos. Desde ent
onces, no he dejado de hacerlo y sólo he cosechado buenos
resultados. Podemos tener todos los medios de comunicaci
ón del mundo, pero nada, absolutamente nada, podrá sustit
uir a la mirada del ser humano.
&n
bsp; Por supuesto, acabé aceptando la propuesta. P.D. Sabiendo que mi mujer
, artista plástica, siempre quiso crear un centro cultura
l, cuando fui a La Haya para la conferencia, pedí ver alg
unas de las iglesias en venta. Pregunté el precio de una
que llegaba a albergar todos los domingos a 500 parroquia
nos: costaba ¡un euro!, aunque los gastos de mantenimient
o podían alcanzar niveles prohibitivos.
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Prohibido prohibir |
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&n
bsp; En cuanto hubo terminado la conferencia e
n La Haya, se acercó un grupo de lectores. Querían que vi
sitase la ciudad donde viven, ya que allí, según ellos, e
staba teniendo lugar una experiencia única en Europa.
Estoy vacunado contra tod
o tipo de "experiencias únicas," pero al mismo tiempo, me
encanta conversar con desconocidos. Así que quedamos par
a el día siguiente, pues mi vuelo a París no salía hasta
bien entrada la tarde.
 
;Los lectores, dos muchachas y cuatro muchachos, que se c
omprometieron a dejarme en el aeropuerto en cuanto hubies
e visto aquello "único en Europa", me condujeron hasta la
ciudad de Drachten. Salimos del coche, ellos se tomaron
una cerveza, y yo un café. Me miraban sorprendidos, pero
yo no entendía qué era lo que estaba pasando. Al cabo de
un rato, uno de ellos preguntó:
&n
bsp; - ¿No ha observado nada especial? &nb
sp; Una ciudad pequeña, bonita, con gent
e caminando por la calle, en un otoño que todavía parecía
verano. Aparte de eso, igual a todas las otras ciudades
de este mundo que conozco. Pagaron la cuenta, cruzamos la
calle para ir a otro bar, pidieron que mirase de nuevo,
y yo seguí viendo una Drachten muy agradable, e igual al
resto de Europa.
- Ust
ed me ha decepcionado –dijo una de las muchachas-. Pensab
a que usted creía en las señales. &
nbsp; - Claro que creo en ellas. &nb
sp; - ¿Y ha visto alguna señal aquí?  
; - No. &nbs
p; - ¡Pues de eso se trata! Drachten es una ciudad s
in ningún tipo de señal.
&nb
sp;Su novio continuó: -
¡De tráfico! De repent
e, me di cuenta de que tenían toda la razón: no había la
famosa placa de "Stop", las rayas del paso de peatones, l
as señales de cruce y de "ceda el paso." ¡No había un sol
o aparato de aquéllos que llamamos semáforos, con sus luc
es rojas, amarillas y verdes! Y, para mi sorpresa, ni siq
uiera existía la división entre acera y calzada. Y no es
que hubiera poco movimiento: camiones, coches, bicicletas
(omnipresentes en Holanda), peatones, todos parecían est
ar perfectamente organizados en medio de un lugar donde n
o había nada para poner orden en el tráfico. En ningún mo
mento oí un insulto, frenazos repentinos, o bocinas ensor
decedoras.
Camino del
aeropuerto, me contaron un poco más sobre la experiencia,
que, debo admitirlo, es realmente singular. La idea naci
ó de un ingeniero, Hans Mondermann. Este hombre trabajaba
para el gobierno holandés en la década de los 70, cuando
empezó a pensar que la única manera de reducir el crecie
nte número de accidentes, era dar al conductor la total r
esponsabilidad de lo que hacía.
&n
bsp; Su primera decisión consistió en reducir la lon
gitud de las calles que pasaban por los pueblecitos, usar
ladrillos rojos en lugar de asfalto, quitar la línea cen
tral que separa los dos sentidos, destruir los bordillos,
y llenar las alamedas con fuentes y paisajes relajantes,
de modo que las personas atrapadas en atascos pudiesen d
istraerse mientras esperaban. Inmediatamente después vino
la decisión más radical: quitar las señales de tráfico,
y acabar con el límite de velocidad.
&nb
sp; Al entrar en la ciudad, los 6.000 conducto
res que pasaban por allí diariamente se asustaban: ¿dónde
puedo girar? ¿Quién tiene prioridad en esta vía? Y de es
te modo, empezaban a prestar el doble de atención a lo qu
e sucedía a su alrededor? Dos semanas más tarde, la veloc
idad media estaba por debajo de los 30 km. por hora permi
tidos en localidades como Drachten. Mondermann apostaba f
uerte:
"Si un peatón v
a a cruzar la calle, por supuesto que los coches se deten
drán: nuestros abuelos ya nos enseñaron las reglas de cor
tesía". De momento, el
tiempo le da la razón. Llegué al aeropuerto pensando que
Mondermann no sólo realizó un experimento sobre el tráfic
o, sino algo mucho más profundo. A fin de cuentas, suya e
s la frase:
"Si tratas
a una persona como a un idiota, se comportará conforme a
l reglamento, y nada más. Pero si le das responsabilidad,
sabrá usarla". |
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