El 75% del peso de un adulto es "agua" (un 90% en el caso del cerebro) pero al nacer esa proporción era del 90-95% mientras en la senectud apenas llegará al 60-65%. Lo que implica que a
medida que envejecemos nos "secamos". Por tanto, siendo el agua el caldo imprescindible donde la vida se manifiesta lo razonable sería colegir que en pleno siglo XXI conociéramos ya todos sus secretos. ¿Es así? Pues no; nada más alejado de la realidad.
Obviamente conocemos muchas cosas del agua. Sabemos, por ejemplo, que las moléculas que la componen son dipolares y están constituidas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Y que se trata de una sustancia con propiedades únicas, inusuales y no esperadas en una molécula tan sencilla.
De hecho se trata del solvente universal por excelencia. Es decir, el medio en el que se disuelven casi todas las sustancias teniendo lugar en su seno innumerables reacciones químicas fundamentales para el metabolismo de los seres vivos. Algo que es posible merced a su polaridad y conductividad eléctrica (una vez más la energía como base de la vida). Es por ello muy importante en la estabilización del clima dada la gran cantidad de calor que puede almacenarse en el agua del mar. Además, dependiendo de la temperatura y la presión, puede cambiar fácilmente de estado. De ahí que podamos verla como líquido en el río o el mar, como sólido en un iceberg o como gas en la atmósfera.
Sabemos igualmente que en el organismo el agua intracelular representa un 50% de la masa corporal magra y el agua extracelular un 20%, porcentaje que se reparte entre el líquido intersticial (15%) y el líquido circulante (5%).
Y sabemos igualmente que el agua se puede activar, energetizar, dinamizar, indumizar, oxigenar, ozonizar, mesmerizar, cromatizar, solarizar, sonorizar, ionizar, imantar, polarizar, magnetizar...
Ahora bien, ¿significa todo esto que se dispone actualmente de una imagen definitiva de la estructura del agua? La respuesta es NO.
Ciertamente se han propuesto numerosos modelos de la estructura del agua pero ninguno es satisfactorio porque no explican plenamente todas sus propiedades. De ahí que los trabajos de la bioquímica mexicana
Esther del Río adquieran especial relevancia. Y es que sus estudios sobre la naturaleza del agua, su afirmación sobre la existencia de moléculas de cristal líquido en el agua interna del cuerpo y la relación de la misma con
una red magnética que abarca todo el organismo explicaría la rapidez de las respuestas biológicas a nivel celular aportando además una herramienta práctica para el cuidado de la salud y la lucha contra la vejez. Es más, su propuesta dotaría de base científica a las terapias naturales energéticas.
MOLÉCULAS DE CRISTAL LÍQUIDO
Hablamos de alguien que comenzó hace ya casi 40 años -en 1968- dos proyectos de investigación que han avanzado en paralelo estas últimas décadas. El primero de ellos trataba de encontrar respuesta a cómo en los organismos pueden producirse intercambios de señales en millonésimas de segundo cuando la aparente estructura del agua de la que mayoritariamente están compuestos no debiera posibilitar semejantes velocidades en las respuestas biológicas.
"El hecho -afirma Del Río- de que todo organismo esté formado por protoplasma, sustancia vital que se caracteriza por movimiento y respuesta en millonésimas de segundo, nos hizo pensar que el líquido que lo conforma pudiera tener otra estructura molecular que operara en ese tiempo. El agua -H2 O- es una sustancia de características químicas sui generis debido a la bipolaridad de su molécula y como resultado de ello es el mejor solvente del mundo. Tiene además otras características idóneas para resguardar la vida. Pero en lo que se refiere a su conductividad no es del mismo orden de respuesta que el protoplasma. Así que decidimos iniciar la búsqueda en la estructura molecular del agua del mecanismo que permite que esa respuesta se produzca en millonésimas de segundo".
La doctora Del Río nos contaría luego que desarrolló su modelo a partir de los trabajos sobre la estructura del agua de Linus Pauling quien ya en la década de los 50 del pasado XX, utilizando un aparato de difracción de rayos X, formuló la teoría de que las moléculas de agua podían presentarse unidas formando un
dodeicosaedro de caras hexagonales y pentagonales a las que llamó clatratos.
Un clatrato (del latín clathratus que significa "rodeado o protegido por vallas o verjas") es una sustancia en la que un componente cristaliza en una estructura muy abierta que contiene huecos o túneles en los que pueden estar atrapados los átomos o moléculas pequeñas de un segundo componente.
Pauling apuntó que cada clatrato está formado por 32 caras externas y una pirámide de 4 triángulos equiláteros sobre la base de un cuadrado. En total pues 37 (que guardan las 37 moléculas de agua).
También observó que eran inestables -se forman y se destruyen a la 10-11 s. (10 a la menos 11 segundos) pasando por un intervalo en donde las 32 caras forman 4 octaedros para volverse a agrupar inmediatamente en
clatratos.
"La propuesta de nuestro proyecto -nos diría Esther Del Río- es que el agua de nuestros tejidos es en su mayor parte cristal líquido en forma de clatrato (H2O)37; es decir, un estado intermedio de la materia (mesomórfico), estable y que por ser cristal líquido conserva las propiedades de los líquidos más las propiedades de los cristales ópticos; y lo más importante: es capaz de guardar memoria".
En pocas palabras, los cristales líquidos mantienen todas las propiedades de movimiento de los líquidos, las propiedades ópticas de los cristales sólidos, sirven como unidades de almacenamiento de memoria y responden a diferentes longitudes de onda vibratoria.
Todo lo cual les permite codificar y recodificar información en millonésimas de segundo. De hecho las propiedades de los cristales líquidos han sido la base de los inventos más importantes del siglo XX y parte del XXI. Gracias a sus propiedades el desarrollo de la informática actual nos ha llevado a los ordenadores, los láser, las pantallas de plasma, los móviles, los satélites artificiales, las naves espaciales, los telescopios, los microscopios electrónicos y toda la informática capaz de registrar, guardar, ordenar datos, codificar programas, etc.
"Por eso mismo -señala Esther Del Río- al incorporar este concepto confirmamos que somos el mejor ordenador del mundo y que toda célula se comunica a través de una pantalla de cristal liquido capturando y mandando hologramas que pueden ser codificados
" (el subrayado es nuestro) .
Las moléculas de cristal líquido capaces de reaccionar a pequeñas modificaciones de energía codificando y transmitiendo longitudes de onda -trabajando como una unidad de memoria o microchips- serían así el vehículo ideal para transmitir a velocidades inimaginables la información electromagnética. Energía que ha sido identificada por las culturas ancestrales con diversos nombres -
Chi (en la cultura china), Ki (en la cultura japonesa) y Kundalini y Prana (en la hindú)- y que investigadores como el profesor F. A Popp -de la Universidad de Kaiserslautern (Alemania)- sostienen llega a través de biofotones.
"Los biofotones -explica Popp- posibilitan una herramienta poderosa para comprender la salud y la enfermedad desde el punto de vista de la comunicación interior y exterior celular dentro del sistema vivo bajo investigación, una fuente de información saludable electromagnética".
Pues bien, esta luz, estas ondas lumínicas, tendrían en el cristal líquido -tal y como ha sido definido por la doctora Del Río- el material ideal para constituir "canales biofotónicos" entre las distintas partes del cuerpo.
La luz correría pues por nuestras "venas electromagnéticas" llevando su información de una parte a otra del organismo.
Esta explicación de la bioquímica mexicana respaldaría por cierto los postulados del científico soviético Peter P. Gariaev -del Institute Control of Sciences Russian de la Academia de las Ciencias
de Moscú- que considera el ADN un bioordenador capaz de recoger y transmitir información de su entorno a través de ondas a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de comportamiento de las células.
"La propuesta del agua como cristal liquido dentro de los tejidos en su estructura de (H2O) 37 -señala en sus escritos Del Río- es la única que satisface la transmisión de la información -tanto eléctrica como electromagnética, interna o externa- de todo organismo vivo.
Esta posibilidad quedó confirmada cuando en la segunda investigación descubrimos una red ferroso-férrica conformada por macromoléculas de hierro ferroso-férricas en sus formas cristalinas romboides y tetraédricas que trabaja intermitentemente produciendo energía electromagnética por diferencia de potencial.
Tanto los cristales líquidos como la red ferroso-férrica conforman un sistema de información en donde cada macromolécula de hierro funciona como un microcampo magnético rodeado de agua cristal líquido (H2O)37 y otros elementos alcalinotérreos y metaloides".
EL CUERPO FÉRRICO
Las macromoléculas de hierro serían descubiertas en 1974 por el grupo de investigación de la Dra. Del Río y su descubrimiento presentado en 1984 durante el congreso de la
Academia de Medicina y Homeopatía celebrado ese año en México. Y en 1986 dio a conocer su trabajo aunque sólo a nivel nacional.
Posteriormente, en 1989, J. L. Kirschvink encontraría magnetitas en el cerebro de los animales responsabilizándolas de su orientación hacia los ejes magnéticos de la Tierra, descubrimiento que complementaría tres años después al descubrir magnetitas en el cerebro humano con morfología de cristales.
Bueno, pues esas partículas magnéticas -según los trabajos mexicanos- pueden tener forma esférica o piramidal y su distribución no es uniforme. Son mayores que una célula, se encuentran intermitentemente, reaccionan oxidándose y reduciéndose, y cuando una se oxida y otra se reduce se forman diferencias de potencial y, por ende, una corriente electromagnética de tal manera que todo nuestro cuerpo esta nutrido de corrientes electromagnéticas que, a su vez, forman dentro del organismo una barrera de protección contra cualquier desequilibrio bioquímico.
También han averiguado que en el centro del cuerpo son más densas y hacia el exterior se presentan de forma más aisladas. Y que sus emisiones electromagnéticas pueden ser en línea o helicoidales.
"Cabe destacar que estas macromoléculas de hierro oxidadas y reducidas
-afirma Del Río- se encuentran más densas en el centro del cuerpo conformando un eje que corre enfrente de la columna vertebral donde se destaca la presencia de esferas compuestas de macromoléculas reducidas y oxidadas con una velocidad de intermitencia más fuerte por el rebote de las energías producidas las cuales tienen movimientos helicoidales hacia arriba y debajo de este eje. Estas esferas magnéticas nos recuerdan a los chacras o centros de energía que fueron expresados en un principio en libros muy antiguos y después retomados por los vedas".