LA ELOCUENCIA DEL OCÉANO
Era un buscador espiritual, pero había perdido la confianza en la enseñanza y en si mismo. Durante años había aspirado a fundirse con "la Mente Única", pero se había debilitado su motivación y su fe.
Había dejado de meditar y se había entregado a una vida hueca, sin sentido, extraviado en toda suerte de trivialidades. Se había colocado, con el paso de los últimos tiempos, de espalda a sí mismo y a la realidad. Pero no era feliz. Era la suya, espiritualmente, una vida de penumbra ¿Podría alguna vez recuperar el anhelo por la libertad interior?
En el colmo de la tristeza, cierto atardecer se sentó en la playa, observó el mar de un color azul oscuro, las olas batiendo sin cesar y engendrando una capa de espuma.
- Estoy tan triste, tan desolado, tan perdido – se quejó en voz alta.
Y su sorpresa fue mayúscula cuando el océano replicó:
- También yo estoy muy triste, mi azul oscuro es de luto, porque me siento como muerto al haberme desgajado de "la Mente" única. Mi furia y mi hervor es la rabia que siento por esa separación. Ella es mi Muy Amada y de luto estaré y no dejaré de protestar con mi oleaje, a veces incluso furioso, hasta que vuelva a unirme a ella.
El hombre se quedó atónito. Las lagrimas purificadoras, de las que emergen del mismo centro del alma, comenzaron a deslizarse por sus mejillas al reconocer su propio diálogo interior.
De nuevo sintió el afán de completar su evolución y caminar hacia lo intemporal. Hizo con la cabeza una inclinación en señal de agradecimiento y respeto al Océano y se perdió en la desnuda y hermosa extensión de la playa.
No hay mayor pérdida que perderte a ti mismo, ni recuperación más fecunda y maravilla que volverte a ganar.