La India secreta Paul Brunton
Los que han bebido las amargas aguas del infortunio, los que han vivido a través de sombrÃos años en medio de lágrimas, estarán algo más dispuestos a escuchar la verdad proclamada por la vida siempre silenciosamente. Si no pueden percibir nada más, comprenderán por lo menos, la trágica transitoriedad de las sonrisas de la fortuna.
Los que se niegan a dejarse engañar por sus horas más felices, no sufrirán tanto en las desdichadas. No hay vida que no se componga de la urdimbre del placer y la trama del sufrimiento. En consecuencia, ningún hombre puede permitirse el orgullo y los aires pontificiales. El que asà lo haga, vive peligrosamente.
El destino de todas las cosas se mueve en ciclos y sólo el observador sin reflexi del hombre, a la marea creciente de la prosperidad, seguirá la bajante de las privaciones; la salud puede ser un visitante veleidoso y a menudo el amor llega para irse otra vez. Pero cuando muere la noche de la prolongada agonÃa, brilla la aurora de una sabidurÃa nuevamente encontrada.
La última lección de estas cosas es que el eterno refugio del hombre, por muy poco que se note o se busque, debe volver a su primitivo ser: su consuelo; de lo contrario, la desesperanza y el sufrimiento conspirarán periódicamente para inducirle volver a él. Ning grandes tutores de nuestra especie.
Un hombre se sentirá seguro, protegido, confiado, cuando descubra que le envuelven las radiantes alas de la sublimidad. Mientras persista en cerrar los ojos a la luz, sus mejores invenciones se convertirán en sus peores impedimentos, y todo lo que le aproxime a la estructura material de las cosas se convertirá en otro nudo que habrá de desatar más tarde. Pues está inseparablemente unido a su antiguo pasado, se encuentra siempre en la presencia de su divinidad interior, de la que no puede desprenderse. Por ello no debe ignorar ese hecho, sino entregarse, con sus preocupaciones terrenales y sus secretas cargas, al bello cuidado de su mejor yo, que no lo abandonará. Que lo haga si desea vivir con magnánima paz y morir con imperturbable dignidad.
El que ha visto una vez su propio yo, nunca odiará a otro. El odio desaparecerá del mundo cuando el hombre aprenda a ver el rostro de su prójimo.
del libro: â Ed. Kier - 1996 - Bs.As. Argentina - ISBN: 950-17-0040-2- Cap. XVII - Tablas de Verdades olvidadas.
Marta |