SIMBOLISMO DEL AGUA
Nuestro planeta es 75%
agua. De manera que bien pudimos llamarlo “El Agua” en vez de “La Tierra”...
Nosotros mismos somos 75 % agua. Pero, a nivel simbólico, ¿qué significa el agua
en nuestras vidas?
El elemento agua ha sido considerado como eterno, cambia de estado pero
siempre está presente y es, en sí mismo, el origen de la vida. Ya sabemos que la
ciencia ha demostrado que las primeras formas de vida se originaron en el agua.
La tierra, la madre dadora de vida, sería estéril sin agua.
La
Astrología considera el elemento agua como el elemento que representa nuestras
emociones, nuestro mundo inconsciente y subconsciente. Sentimientos y emociones
que predominan en los signos de agua: Cáncer, Escorpio y Piscis. Ellos son
los más sensibles al mundo emocional, la familia y la pareja, a las relaciones en
general, así como a las corrientes del psiquismo y la intuición. De modo que el
agua también hace referencia a lo más profundo del subcosnciente. Aguas
profundas, emociones profundas,
memorias ancestrales, son parte de un todo cargados de contenido emocional,
arquetípico.
En el Tarot, el elemento agua se analiza a través
del símbolo de la Copa o Cáliz. Dentro de este sistema simbólico el agua, las
emociones, se puede manifestar en los diferentes arcanos como un río que corre
mansa y apaciblemente avanzando sinuoso y generoso, prodigando vida y belleza
(sentimientos nobles, renovadores, elevados). Pueden ser aguas profundas, quietas
pero llenas de misterio, donde se esconden secretos insospechados bajo la
aparente quietud de la superficie (sentimientos guardados que son inconfesables,
quizá negaciones o memorias cargadas de dolor, miedo, resentimiento, deseos de
venganza, remordimiento o culpa). O esas aguas
profundas y luminosas, cuya transparencia nos permite ver el fondo pletórico de
vida (son un espejo donde el otro si mira y encuentra el amor en sus más nobles
expresiones, alegría compartida, amor vivificante, lo perdurable y más positivo
de nuestro nivel emocional). También hay aguas desbordadas, como las del río que
arrastra todo a su paso, o el océano que -con su furia- destruye, mata y sólo
deja desolación (el descontrol de los sentimientos destructivos y
autodestructivos como la ira, el odio, los celos, la sed de venganza). Quizá
veamos aguas que corren mansamente en un cauce y de pronto se aceleran y caen
bruscamente en cascada, precipitándose irremediablemente (cambios bruscos,
pérdida de control, desbordamiento emocional, fuerza que arrastra, pánico o
explosión)
Psicológicamente, al igual que con la tierra, en
nuestro inconsciente están las memorias atávicas que nos ligan al agua, juntas
son la base material de nuestra sobrevivencia, pero en especial el agua nos
remite simbólicamente al útero acuoso, acogedor y seguro, pero también al
nacimiento imposible de realizarse sin el agua. Así pues, el agua es útero y es
madre. De allí que la simbología onírica conecta la imagen y cualidad del agua
soñada con la connotación y cualidad del vínculo con la madre y con el nivel de
nuestro mundo afectivo. Sólo como ejemplo: aguas limpias y apacibles,
sentimientos claros y armoniosos; agua sucia, sentimiento de culpa o pecado;
aguas amenazantes (como altas olas) miedo, madre que asfixia o somete; etc.
Energéticamente es bueno hacer contacto con el agua cada vez que nos
sentimos saturados psíquica o emocionalmente, deprimidos, estresados, preocupados
o cansados.
1. Un buen baño con agua tibia. Si es posible un baño de inmersión
con unas gotas de aceites de lavanda y rosa.
2. Respirar profunda y
pausadamente sentados frente al mar, una fuente, lluvia o suave cascada. El agua
en movimiento produce un efecto hipnótico y llega a nuestras emociones,
prácticamente “removiendo” memorias estancadas y rompiendo bloqueos. ¿No has
tenido la experiencia de ponerte triste o melancólico en contacto con el agua,
o vibra en ti una dicha, regocijo y sensación de plenitud? Tal vez no llegas a
saber qué es, pero el agua está “limpiando” nuestras emociones
enquistadas, dormidas y reprimidas. Ya sea sumergidos en ella o frente a ella,
escuchando su sonido o inspirado su aroma (especialmente sucede con olor del mar)
el agua nos equilibra.
3. Es un ejercicio extraordinario, darse baños de
agua caliente y fría de manera alterna. Esto activa la circulación y elimina el
estrés.
Es altamente estimado el baño en aguas termales. En la ciudad
podemos hacer los baños de inmersión agregando sales y si disponemos de sauna o
yacussy ¡mejor! Utilizados con prudencia limpian los poros, nos deslastran de
cargas emocionales e induce la liberación de tensiones excesivas, tanto a
nivel psicológico, como físico.
4. Relajados, con los ojos cerrados, visualizar un
paisaje natural en el cual un lago profundo y claro nos da paz. O un dulce
manantial nos arrulla. En sus aguas hay vida y belleza. Podemos visualizar que
nos acercamos a la orilla y lavamos nuestras manos y cara, quizá introducimos los
pies en el agua cristalina y con una respiración profunda inspiramos la belleza
de paisaje. Debemos hacerlo despacio y confiados en que estamos cada vez más
seguros, porque sobre la tierra tenemos una base sólida para existir y el agua
nos garantiza que cuanto necesitemos es proveído. Oh! la fuerza ilimitada de la
naturaleza!
En la vida cotidiana, como fluye el agua, fluyen nuestras
emociones:
1. Expresar nuestras emociones: tanto el amor como el miedo o la
ira expresados armónicamente, con sinceridad y sin dañar a nadie son una fuente
de comunicación
y acercamiento. Es motivo de alegría y felicidad el compartir un “te quiero”.
Es más conveniente decir “tengo miedo de...” que represarlo, reprimirlo. Es mejor
reconocer “estoy enojado por esto” que decir, “no me pasa nada” y guardarse la
ira que se aloja en nuestras células. Tarde o temprano, como represa que cede,
haremos explosión o quizá implosión, a través de una enfermedad física.
2.
Practicar el desapego. Reconocer que nada es estático ni eterno. Dejar fluir
también es dejar partir.
3. ¿No notas cómo te equilibras cuando tomas
agua? Tomar agua haciendo consciencia de lo que haces, estando conciente de que
ingieres vida!
4. No pretender que todos sienten igual que nosotros, ni
esperar que todos comprendan cómo sentimos. Cada uno tiene sus propias
vivencias y sienta de manera diferente. Aquí la razón influye poco... o nada.
5. Practicar el mandamiento del amor. “Ama a tu prójimo como a ti
mismo” nos indica que tenemos que saber amarnos para poder amar a los demás: no
hacer a nadie lo que no nos gusta que nos hagan, ponernos en el lugar del otro,
sentir en el otro la presencia de Dios, amar la vida, la naturaleza y a las
personas...tal cual son.
Un abrazo afectuoso, de agua de manantial,
©2006 - Marinela
Ramírez
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