Consagración al Inmaculado Corazón de María
Oh María, Madre de Dios, os pido con humildad de corazón, que veas nuestro
interior y nuestra angustia hoy.
Tus hijos, tus pequeñitos claman despacito, como verdaderos
niños, que a través de Cristo, Tu Hijo Divino, a través del Buen Dios,
Nuestro Padre Creador, y a través del Supremo artífice de verdad, el
Espíritu Santo, quienes como verdadero consuelo, en todo momento, nos
han regalado como Supremo obsequio vuestro Corazón Inmaculado,
consagremos, por vuestra Divina intercesión, a Tu Preciosísimo Corazón
Inmaculado, nuestro trabajo, nuestro hogar, nuestro corazón, nuestra
querida y necesitada Argentina, que está hoy especialmente insidiada, y
todo lo que el Buen Dios nos regaló, como manifestación de Su Amor, con
ello todo lo dispuesto y creado por Dios, símbolo de total perfección.
Te pedimos tus hijitos, nos regales el don de la Fe, una
esperanza sin par, verdadera humildad y la perfecta caridad, inspirada
en el seno mismo de la Santísima Trinidad, para ser liberados
definitivamente de la iniquidad, mediante el triunfo definitivo de tu
Inmaculado Corazón, fuente de toda redención.
Te pedimos además que nos enseñes a amar, y a vivir en la verdad, para
alcanzar la Patria Celestial.
Amén.
Consagración a la Virgen del Carmen
Virgen
del Carmen, oh Madre mía, me consagro a Ti, y confío en tus manos mi
existencia entera. Acepta mi pasado con todo lo que ha sido. Acepta mi
presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será. Con
esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que
he recibido de tu Hijo Sacratísimo y de tu Esposo Santísimo.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad y mi corazón. Pongo en tus
manos mi libertad, mis ansias y mis temores, mis esperanzas y mis
deseos, mis tristezas y mis alegrías. Cuida de mi vida y todas mis
acciones para que sea más fiel al Señor Trino y Uno, y con tu ayuda
alcance la salvación. Te confío, Oh gran Señora, mi cuerpo y mis
sentidos, para que sean puros siempre y me ayuden en el ejercicio de las
virtudes. Te confío mi alma, para Tú la preserves de las tentaciones
del mundo, de la carne, y de Satanás. Hazme participar de una santidad
similar a la tuya; vuélveme conforme a Jesucristo, ideal de mi vida. Te
confío mi entusiasmo y el ardor de mi devoción para que me ayudes a no
envejecer en la Fe. Te confío mi capacidad y ganas de amar como has
amado Tú, y como Jesús quiere que se ame. Te confío mis incertidumbres y
mis angustias, para que en tu Corazón encuentre seguridad, sostén y luz
en cada instante de mi vida.
Con esta consagración me empeño en seguir tu vida de humildad,
mansedumbre, y pureza. Acepto las renuncias y los sacrificios que esta
elección conlleva y te prometo con la gracia de Dios y con tu ayuda ser
fiel al empeño tomado. Oh, Madre de todos los hombres, Soberana de mi
vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que pertenece para que
camine siempre en el Evangelio bajo tu guía, oh Estrella del Mar. Oh
Reina del Cielo y de la Tierra, Madre Santísima del Redentor, soy todo
(a) tuyo (a), oh Virgen del Carmen, y a Ti quiero unirme ahora y siempre
para adorar a Jesucristo, junto a los Angeles y a los Santos, ahora y
por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración a la Reina del Cielo
(Imprimatur concedido por el Papa San Pío X el 8 de junio de 1908)
Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Angeles, a Ti que has
recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás,
pedimos humildemente que envíes legiones celestiales para que, bajo Tus
órdenes, persigan a los demonios, los combatan por todas partes,
repriman su audacia y los precipiten en los abismos.
¿Quién como Dios?
!Oh buena y tierna Madre, siempre serás nuestro amor y nuestra esperanza!
!Oh Divina Madre, envía a los Santos Angeles para defenderme, y aleja de mí al
cruel enemigo!
Santos Angeles y Arcángeles defendédnos y guardadnos.
Amén.
MAGNIFICAT, el canto de María (Lucas 1, 46-55)
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi Espíritu se estremece de
gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de tu
servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡Su Nombre es Santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre
aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de Su Brazo, dispersó a los
soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los
humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las
manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de
Abraham y de su descendencia para siempre.
Amén.
Oración a la Virgen Niña
Pequeña y dulce María, princesa mía, sin pecado concebida, estrella de mis días
y desde niña la más perfecta profecía.
Ilumina esta vida mía, a veces enceguecida, sin ansias ni dicha y totalmente
empobrecida.
Hazme, pequeña María, luz en estos días y resplandor en la oscuridad del alma
mía.
Hazme niño, pequeñito y dulcísimo para que el Buen Dios escriba lo
que ha querido de ésta vida, para Su gloria y como verdad que ilumina.
Amén
Jaculatoria
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos. (se
repite 3 veces)
Oración de entrega
María yo te doy mi corazón, a cambio te pido tu Inmaculado Corazón. (se repite
3 veces)
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu.
Sobre el ara del
altar en que te inmolas por mi amor,
deposito todo mi ser;
mi cuerpo que
respetaré como templo en que tú habitas;
mi alma que cultivaré como jardín en
que te recreas;
mis sentidos, que guardaré como puertas de tentación;
mis
potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia;
mis pensamientos, que
apartaré de las ilusiones del mundo;
mis deseos, que pondré en la felicidad del
Paraíso;
mis virtudes que florecerán a la sombra de tu protección;
mis
pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos;
y hasta mis pecados,
que detestaré mientras haya odio en mi pecho,
y que lloraré sin cesar mientras
haya lágrimas en mis ojos.
Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo,
así como tú, ¡oh
Corazón divino! has querido ser siempre todo mío.
Tuyo todo, tuyo siempre;
no más culpas, no más tibieza.
Yo te serviré por los que te ofenden;
pensaré en ti por los que te olvidan;
te amaré por los que te odian;
y rogaré y gemiré,
y me sacrificaré por los
que te blasfeman sin conocerte.
Tú, que penetras los corazones,
y sabes la sinceridad de mi deseo,
comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente,
dame el triunfo del
valor en las batallas de la tierra,
y cíñeme la oliva de la paz en las mansiones
de la gloria.
Amén.