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Dios Existe
 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Viernes 08 de Enero de 2021 | Fecha: | 8 de Enero, 2021 05:01:50 (+0100) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Después de Epifanía
Lecturas
1Jn 5,5-13: El espíritu, el agua y la sangre Salmo 147: Glorifica
al Señor, Jerusalén Lc 5,12-16: El Señor lo tocó y lo sanó
Santoral:
Severino, Luciano
Liturgia de las horas
Of La Tr Sx Nn Vs Cm
Lecturas del Viernes 08 de Enero de 2021
1Juan 5,5-13 El Espíritu, el agua y la sangre
Queridos
hermanos: ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús
es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre:
Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu
es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son
los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de
acuerdo.
Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene el testimonio
de Dios. Éste es el testimonio de Dios, un testimonio acerca de su
Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene dentro el testimonio. Quien
no cree a Dios le hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio
que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: Dios nos ha
dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo
tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Os he
escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para
que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.
Salmo responsorial: 147 Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha
reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos
dentro de ti. R.
Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina. / Él envía su
mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz. R.
Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; /
con ninguna nación obró así, / ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Lucas 5,12-16 En seguida le dejó la lepra
Una
vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra;
al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: "Señor, si quieres
puedes limpiarme." Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: "Quiero,
queda limpio." Y en seguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no
lo dijera a nadie, y añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste."
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a
que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado
para orar.
Comentarios:
dominicos.org
D. Félix García O.P.
El que tiene al Hijo, tiene la vida
Es nuestra señal de
victoria. La fe en la filiación divina de Cristo, el convencimiento de
que Cristo es la verdad de Dios que se muestra al hombre, mejor aún: a
toda la creación, y nos abre las puertas a la vida.
Con mucha
frecuencia nos asaltan las dudas que nos empujan a olvidar que Cristo es
el origen y el mantenedor de la vida del hombre, sobre todo del
cristiano. A través de Cristo, el Hijo, hemos recibido y estamos
recibiendo cada momento la vida que se prolongará por toda la eternidad.
No solo aquí mientras dure nuestra vida física, sino también cuando lo
físico desaparezca de nuestro horizonte personal y empecemos a caminar
por el Reino de Dios, perfecto, sin cambios, que nos está esperando.
Si
nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad son vivas y fuertes,
podremos cantar con el salmista: Glorifica al Señor, Jerusalén; Alaba a
tu Dios, Sión.
Señor, si quieres puedes limpiarme
San
Lucas nos narra la curación de un leproso. Estamos en presencia de uno
de los males más terribles que podía padecer un ser humano en tiempos de
Jesús y, entre nosotros, hasta hace muy pocos años.
Conviene que
nos fijemos en el enfermo y en Jesús. El primero es un pobre desgraciado
en el que la fe y la confianza en Jesús le hacen salir a su encuentro.
No le pide que le cure, solamente le hace notar que “si quiere puede
limpiarle”. Sabe, su confianza le empuja a saber, que en el Jesús que
pasa hay el suficiente poder para darle la salud. No la exige, se pone
delante de Jesús porque está seguro de que no hace falta expresar su
deseo para que Dios le mire. ¡Sabe que le está mirando! Solamente le
falta añadir, como luego Jesús nos enseñará: “hágase tu voluntad”.
Puede
que sea nuestra actitud ante el misterio de Jesús: nos sentimos
apabullados delante de su poder y dudamos que nos pueda sanar. Nos falta
confianza en nosotros mismos para poder caer rostro a tierra y pedir al
Señor que está a nuestro lado, que en tantas ocasiones se ha hecho el
encontradizo con nosotros, “Señor, te necesito. Si quieres, puedes
curarme” y dejamos pasar e Jesús sin pedir que nos limpie la lepra que
nos invade, que nos ayude a vencer el ansia de consumismo, que nos ayude
a vencer la inercia y la avaricia que nos hace conservar todos los
talentos que hemos recibido, materiales y espirituales, bien guardados.
Esa
es, posiblemente, nuestra lepra en los días que corren: las riquezas
grandes, pequeñas, incluso mínimas que poseemos y que tenemos solamente
en depósito, están tan adheridas a nuestra vida que la dominan y
necesitamos que el Señor pase a nuestro lado y podamos reunir el valor
suficiente para pedirle: “sálvame”, tal vez porque nos asuste el
compromiso que vamos a adquirir si la mano del Señor nos toca, nos hace
salir de nosotros mismos, de nuestras miserias, de nuestra avaricia, y
entregar todo cuanto somos y creemos tener a su servicio
ciudadredonda.org Luis Manuel Suarez, cmf Misionero claretiano
En el final de este tiempo de Navidad, en la víspera de la celebración
del Bautismo del Señor, la Palabra de Dios nos recuerda lo esencial de
este tiempo y nos envía a vivir este espíritu de la Encarnación a lo
largo de todo el año.
“ ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de
Dios?
”. En el Adviento hemos esperado y en la Navidad hemos celebrado al
Dios-con-nosotros. En la humildad de una vida humana, la de Jesús, Dios
se nos ha manifestado de manera definitiva. Creer en Él nos hace vencer
toda apariencia, toda tentación, toda falsedad… vencer al “mundo” en
sentido bíblico, como aquello opuesto a Dios y a su Reino.
“Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz”.
Desde Belén, desde Nazaret, donde ha prendido la semilla definitiva de
la Palabra de Dios, esa Buena Noticia se ha ido extendiendo por la
tierra, corriendo veloz… También hoy, más de dos mil años después, ese
Evangelio de Jesús y del Reino quiere llegar hasta los confines del
mundo.
“Señor, si quieres puedes limpiarme”. La fuerza de ese
Evangelio no son las armas ni la violencia. Hoy, como ayer, el Señor
sigue estando a la puerta y llama… esperando nuestra respuesta. Por eso,
sólo un corazón humilde, que reconoce su miseria a la vez que se confía
enteramente a Dios, es capaz de dejar espacio a ese Dios, para que su
fuerza se manifieste en la debilidad. Como hizo María. Como tantos
hombres y mujeres a lo largo de la historia.
Señor Jesús, tú eres el Dios con nosotros.
Contigo vencemos la apariencia y la falsedad.
Tú nos invitas a seguirte,
sin méritos, por pura gracia,
para seguir llevando tu mensaje
a una tierra que necesita tu Palabra, tu Vida, tu Salvación.
Cuenta conmigo, Señor.
evangeliodeldia.org
evangeli.net Rev. D.
Santi
COLLELL i Aguirre
(La Garriga, Barcelona, España)
«Su fama se extendía cada vez más»
Hoy tenemos una gran
responsabilidad en hacer que «su fama» (Lc 5,15) continúe extendiéndose,
sobre todo, a todos aquellos que no le conocen o que, por diversas
razones y circunstancias, se le han alejado.
Pero este contagio no será posible si antes, cada uno de nosotros, no
hemos sido capaces de reconocer nuestras propias “lepras” particulares y
de acercarnos a Cristo habiendo tomado conciencia de que sólo Él nos
puede liberar de manera eficaz de todos nuestros egoísmos, envidias,
orgullos y rencores...
Que la fama de Cristo se extienda a todos los rincones de nuestra
sociedad depende, en gran medida, de los “encuentros particulares” que
hayamos tenido con Él. Cuanto más y más intensamente nos impregnemos de
su Evangelio, de su amor, de su capacidad de escuchar, de acoger, de
perdonar, de aceptar al otro (por diferente que sea), más capaces
seremos de darlo a conocer a nuestro entorno.
El leproso del Evangelio que hoy se lee en la Eucaristía es alguien que
ha hecho un doble ejercicio de humildad. El de reconocer cuál es su mal y
el de aceptar a Jesús como a su Salvador. Cristo es quien nos da la
oportunidad de hacer un cambio radical y profundo en nuestra vida. Ante
todo aquello que nos es impedimento para el amor y que se ha enquistado
en nuestros corazones y en nuestras vidas, Cristo, con su testimonio de
vida y de Vida Nueva, nos propone una alternativa totalmente real y
posible. La alternativa del amor, de la ternura, de la misericordia.
Jesús, ante quien es diferente a Él (el leproso) no huye, no se lo saca
de encima, no lo “factura” a la administración, ni a las instituciones o
a las “ong's”. Cristo acepta el reto del encuentro, y al “enfermo” le
ofrece aquello que necesita, la curación/purificación.
Nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer a los que se acercan a
nuestras vidas aquello que hemos recibido del Señor. Pero antes será
necesario habernos encontrado con Él y renovar nuestro compromiso de
vivir su Evangelio en las pequeñas cosas de cada día.
fraynelson.com
Fray Nelson Medina OP
1. No sólo con agua
1.1 El cuarto evangelio favorece la opinión de que Juan, antes de ser
discípulo de Jesús, fue discípulo de Juan el Bautista (cf. Jn 1,40). Si
este es el caso, entonces Juan, el evangelista, conoció de cerca el
ministerio de Juan, el bautista. Supo bien qué podía esperarse de
aquella agua que se derramaba profusamente sobre los israelitas
arrepentidos gracias al ministerio del gran asceta y profeta del
desierto.
1.2 En el ministerio de Jesús hay más que esa agua. Vino Cristo " no
sólo con agua, sino con agua y con sangre" (1 Jn 5,6). Hay un gran
testimonio que nos mueve a acoger el mensaje y el ministerio de Cristo:
un testimonio triple: agua, Sangre y Espíritu (cf. 1 Jn 5,8).
1.3 ¿Qué añade la Sangre?, podemos preguntarnos, sobre todo si
tenemos en cuenta que también el Bautista rubricó con el martirio su
ministerio admirable. Tengamos en cuenta, para buscar una respuesta, que
toda esta primera carta de Juan ha sido un gran himno al misterio de la
carne de Jesucristo, en cuanto verdad palpable de su presencia entre
nosotros, y en cuanto fuente y medio de toda revelación.
1.4 La sangre es la expresión definitiva de la ofrenda de la propia
carne, porque la carne que entrega su sangre entrega su vida. Cada
sangre revela la verdad de cada carne. La Sangre de Cristo es la
expresión del misterio que trae su carne. En su Sangre entendemos por
qué ha venido en nuestra carne: para dar su vida por nosotros. De este
modo, la Sangre da testimonio.
2. El Puro nos Purifica
2.1 La Ley Mosaica prohibía la leproso tener contacto con sus
congéneres; debía vivir solo, fuera del campamento (Lev 13,46). No podía
acercarse porque podía contagiar su impureza y sus ropas o cosas debían
estar separadas, como él, de toda influencia o trato con los demás. El
papel de los sacerdotes frente a esta espantosa enfermedad era
simplemente el de declarar que sí había lepra o declarar que se había
curado la lepra (Lev 14,2-7).
2.2 La Ley, pues, conocía que el mal puede extenderse; la impureza
puede avanzar. No contemplaba, en cambio, el caso que nos presenta el
evangelio de hoy, como hermosa epifanía del poder de Cristo: hoy estamos
frente a un caso de pureza contagiosa. El amor de Cristo ha causado que
su propia salud se extienda al que estaba infectado y que su pureza se
transmita al que estaba aislado por la impureza de su enfermedad.
1.3 Y en ese espíritu hemos de leer este evangelio como eco de la
solemnidad de la epifanía: hoy hemos visto que la salud de Cristo es más
fuerte que la enfermedad del mundo, así como su luz es más fuerte que
nuestras tinieblas.
Santo, Presbítero
Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Predicador
Martirologio Romano: En
la antigua provincia romana de Nórico, en las riberas del Danubio, san
Severino, presbítero y monje, que llegado a esta región después de la
muerte de Atila, príncipe de los hunos, defendió a los pueblos inermes,
aplacó a los violentos, convirtió a los infieles, fundó monasterios e
impartió instrucción religiosa a los que la necesitaban (c. 482). Durante
el siglo V el imperio romano de Occidente se vio invadido poco a poco
por los visigodos, ostrogodos, vándalos, francos, etc. En la devastación
sólo las autoridades y estructuras cristianas constituyeron un punto
firme para la supervivencia. Éste es el contexto histórico en el que se
presenta la figura y la obra de san Severino, que nació de una noble
familia romana hacia el año 410. Después de una estancia en Oriente,
hacia el 454 se estableció cerca del Danubio, en donde construyó
monasterios para albergar a los habitantes amenazados y para que, al
mismo tiempo, fueran puntos de irradiación del Evangelio entre las
tribus bárbaras. Inclinado tanto a la vida contemplativa y
eremítica como a la actividad misionera, y favorecido con el carisma de
la profecía, san Severino hizo también previsiones sobre el plano humano
temporal. En efecto, comprendió que el movimiento de los jóvenes
pueblos bárbaros era indetenible y que la decadente sociedad romana
recuperaría su vigor gracias a estas nuevas fuerzas. Pero era
necesario que esas mentes fueran iluminadas por las verdades del
Evangelio, y para ello había que entrar en contacto directo con ellas.
Con un gesto valiente que le ganó la admiración de los rudos guerreros,
llegó hasta Comagén, ya en mano de los enemigos; su concreta caridad
para con los necesitados le conquistó definitivamente el corazón
sencillo de los bárbaros, comenzando por el de los jefes. Gibuldo, rey
de los alamanos, le tenía suma reverencia y afecto, como dice su
biógrafo Eugipo, y lo escuchaba con respeto, dócil como un hijo;
Flaciteo, rey de los rugos, lo consultaba en las empresas peligrosas
como a un oráculo celestial. No faltaron signos del cielo que
confirmaban sus palabras. Un día la nuera de Flaciteo, contra el parecer
de Severino, lo había convencido de que no les diera la libertad a los
prisioneros; Severino la amonestó enérgicamente y misma noche el sobrino
de Flaciteo cayó prisionero de otra tribu bárbara y obtuvo la libertad
sólo por intervención de Severino. Respetado y amado por la gente
humilde como por los reyes y guerreros, vivió muy pobremente, sin sacar
ninguna ventaja material para sí mismo: vestía la misma túnica tanto en
invierno como en verano, dormía pocas horas acostado en el suelo y con
cilicios, y se dice que en cuaresma sólo comía una vez por semana. Murió el 8
de enero del año 482. Sus veneradas reliquias reposan en Frattamaggiore (Nápoles)
junto al mártir Sosso.
Liturgia de las horas
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA
Ayer, en leve centella, te vio Moisés sobre el monte; hoy no basta el
horizonte para contener tu estrella.
Los magos preguntan; y ella de un Dios
infante responde que en duras pajas se acuesta y más
se nos manifiesta cuanto más hondo se esconde. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Señor, no me castigues con cólera.
Salmo 37 I - ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera; tus flechas se
me han clavado, tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne a causa de
tu furor, no tienen descanso mis huesos a
causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso
superior a mis fuerzas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, no me castigues con cólera.
Ant 2. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
Salmo 37 II
Mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy
encorvado y encogido, todo el día camino sombrío; tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne; estoy agotado,
deshecho del todo; rujo con más fuerza que un león. Señor mío, todas mis
ansias están en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos; siento palpitar mi
corazón, me abandonan las
fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos. Mis amigos y compañeros se
alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia; me tienden lazos los que
atentan contra mí, los que desean mi daño me
amenazan de muerte, todo el día murmuran traiciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
Ant 3. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
Salmo 37 III
Pero yo, como un sordo, no oigo; como un mudo, no abro la boca; soy como
uno que no oye y no puede replicar. En ti, Señor, espero, y tú me escucharás,
Señor, Dios mío; esto pido:
que no se alegren por mi causa, que, cuando resbale mi pie, no canten
triunfo. Porque yo estoy a punto de caer, y mi pena no se aparta de mí: yo
confieso mi culpa, me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales
son poderosos, son muchos los que me aborrecen sin razón, los que me pagan
males por bienes, los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones,
Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa
a socorrerme, Señor mío, mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
V. Glorifica al Señor, Jerusalén.
R. Él envía su mensaje a la tierra.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 62, 1-12
CERCANÍA DE LA REDENCIÓN
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no
descansaré, hasta que despunte la aurora de su justicia y su salvación
llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes,
tu gloria; te pondrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del
Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la
palma de tu Dios.
Ya no te llamarán
«Abandonada»; ni a tu tierra, «Devastada»; a ti te llamarán «Mi
favorita», y a tu tierra, «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como
un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios
contigo.
Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado
centinelas: ni de día ni de noche callarán. ¡Vosotros, los que os
encargáis de que el Señor no se olvide, no os concedáis reposo! No le
deis tampoco a él descanso, hasta que restablezca a
Jerusalén, hasta que haga de ella la gloria de toda la tierra.
El Señor
lo ha jurado por su diestra y por su brazo poderoso:
«Ya
no entregaré tu trigo para que se lo coman tus enemigos; ya no se
beberán tu vino los extranjeros, tu vino por el que tú trabajaste.
Los que lo cosechen lo comerán y alabarán al Señor; los que lo
vendimien lo beberán en mis atrios sagrados.»
Pasad, pasad
por las puertas, despejad el camino para el pueblo; allanad,
allanad la calzada, limpiadla de piedras; izad una bandera para las
naciones. El Señor hace oír esto hasta los confines de la tierra:
«Decid
a la ciudad de
Sión: Mira a tu Salvador que llega, el premio de su victoria lo
acompaña, su recompensa lo precede. Los llamarán "Pueblo santo",
"Redimidos del Señor"; y a ti te llamarán "Buscada", "Ciudad no
abandonada".»
RESPONSORIO Is 62, 2-3
R. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes, tu gloria; * y te
pondrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor.
V. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma
de tu Dios.
R. Y te pondrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón en la santa Teofanía, atribuido a san Hipólito, presbítero
(Núms. 2. 6-8. 10: PG 10, 854. 858-859. 862)
EL AGUA Y EL ESPÍRITU
Jesús acude a Juan y es bautizado por él. ¡Cosa admirable! El
río infinito que alegra la ciudad de Dios es lavado con un poco de agua.
La fuente inconmensurable e inextinguible, origen de vida para todos
los
hombres, es sumergida en unas aguas exiguas y pasajeras.
Aquel
que está presente siempre y en todo lugar, incomprensible para los
ángeles e inaccesible a toda mirada humana, llega al bautismo por
voluntad propia. Se le
abrieron los cielos y se oyó una voz que venía del cielo que
decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias.»
El amado
engendra amor, y la luz inmaterial una luz inaccesible.
Éste es el que es tenido por hijo de José, y es mi Unigénito según la
esencia divina.
Éste
es mi Hijo amado: el que pasa hambre y alimenta a muchedumbres
innumerables, el que se fatiga y rehace las
fuerzas de los fatigados, el que no tiene dónde reclinar su cabeza
y lo gobierna todo con su mano, el que sufre y remedia todos los
sufrimientos, el que es abofeteado y da la libertad al mundo, el que es
traspasado en su costado y
arregla el costado de Adán.
Mas prestadme mucha atención, porque quiero
recurrir a la fuente de la vida y contemplar la fuente de la que brota el
remedio.
El
Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Verbo
e Hijo inmortal, el cual vino a los hombres para purificarlos por
el agua y el Espíritu: y, queriendo hacerlos renacer a la incorrupción
del alma y del cuerpo, inspiró en nosotros un hálito de vida y nos
revistió de una armadura incorruptible.
Por tanto, si el
hombre ha sido hecho inmortal será también divinizado, y, si es
divinizado por el baño de regeneración del agua y del Espíritu Santo,
tenemos por seguro que, después de la resurrección de entre los
muertos, será coheredero de Cristo.
Por esto proclamo a la manera
de un heraldo: Acudid, pueblos todos, al bautismo que nos da la
inmortalidad. En
él se halla el agua unida al Espíritu, el agua que riega el
paraíso, que da fertilidad a la tierra, crecimiento a las plantas,
fecundidad a los seres vivientes; en resumen, el agua por la cual el
hombre es regenerado y
alcanza nueva vida, el agua con la cual Cristo fue bautizado,
sobre la cual descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.
El
que se sumerge con fe en este baño de regeneración renuncia al diablo y
se
adhiere a Cristo, niega al enemigo del género humano y profesa su
fe en la divinidad de Cristo, se despoja de su condición de siervo y se
reviste de la de hijo adoptivo, sale del bautismo resplandeciente como
el sol, emitiendo
rayos de justicia, y, lo que es más importante, vuelve de allí
convertido en hijo de Dios y coheredero de Cristo.
A él sea la gloria y el
poder, junto con su Espíritu santísimo, bueno y dador de vida,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO Jn 1, 32. 34. 33
R. Vi al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma y posarse sobre
él; * y, después que lo he visto, testifico que es el Hijo de Dios.
V. El que me envió a bautizar con
agua me dijo: «Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y posarse
sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.»
R.
Y, después que lo he visto, testifico que es el Hijo de Dios.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo tomara nuestra misma
carne mortal para manifestarse a los hombres, haz que al contemplarte
exteriormente igual a nosotros, nos vayamos transformando interiormente a
imagen de él. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el
Señor es un Dios grande, soberano de todos
los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres
de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron
sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo
al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su
pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el
corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres
me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante
cuarenta años aquella
generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no
reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Himno: ESTRELLA NUNCA VISTA SE APARECE
Estrella nunca vista se aparece a los remotos magos orientales, y, al
juzgar de los fuegos celestiales, otra lumbre mayor los esclarece.
Nacido sacro
Rey se les ofrece, con nuevas maravillas y señales, para que
reverentes y leales la obediencia le den como merece.
Parten llevados de
la luz y el fuego, del fuego de su amor; luz que los guía con claridad ardiente y
soberana.
Subió al trono de Dios el pío
ruego, y, llenos de firmísima alegría, vieron la luz de Dios por nube
humana.
Gloria y loores por la eternidad tribútense a la Santa Trinidad. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi
culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra
ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás
razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me
concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la
nieve. Hazme oír el gozo
y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado
tu vista, borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo
espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu
generoso: enseñaré
a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la
sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me
abrirás los labios, y
mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen; si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu
quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú
no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las
murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y
holocaustos, sobre tu altar se
inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant 2. En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19
¡Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra! En medio de los
años, realízala; en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto acuérdate de
la misericordia.
El
Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el
cielo, la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano
destella velando su poder.
Sales a salvar a
tu pueblo, a salvar a tu ungido; pisas el mar con tus caballos, revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas, al
oírlo se estremecieron mis labios; me entró un
escalofrío por los huesos, vacilaban mis piernas al andar. Tranquilo
espero el día de la angustia que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la
higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque
el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban
las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.
El
Señor soberano es mi fuerza, él me da piernas de gacela y me hace caminar
por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Ant 3. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado
los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto
paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él
envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve
como lana, esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas y
con el frío congela las aguas; envía una orden, y
se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus
decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer
sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE Is 4, 2-3
Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del
país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel. A los que
queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los
llamarán santos: serán inscritos para vivir en Jerusalén.
RESPONSORIO BREVE
V. Se postrarán ante él todos los reyes.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.
V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Tres son los regalos que ofrecieron los magos al Señor, al Hijo de Dios,
al gran Rey: oro, incienso y mirra. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a
su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por
boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la
misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y
el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que,
libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad
y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a
ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de
sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de
lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para
guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Tres son los regalos que ofrecieron los magos al Señor, al Hijo de Dios,
al gran Rey: oro, incienso y mirra. Aleluya.
PRECES
Celebremos la misericordia de Cristo, que ha venido al mundo
para que la creación se viera liberada de la esclavitud de la corrupción
y pudiera entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios; seguros,
pues, de este amor
que Dios nos tiene, digamos:
Por tu nacimiento, líbranos, Señor, de
todo mal.
Tú, Señor, que existiendo desde siempre has querido asumir una vida
nueva al hacerte hombre, renuévanos a
nosotros por el misterio de tu nacimiento.
Tú que, sin dejar de ser
Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que nuestra vida
alcance su plenitud por la participación en tu vida divina.
Tú
que al venir al mundo has querido ser luz de los paganos y maestro de
todos los hombres, haz que tu palabra sea antorcha para nuestros pasos.
Palabra
de Dios, que te hiciste carne en el seno de María Virgen y viniste al
mundo, dígnate habitar siempre por la fe en nuestros corazones.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con el deseo de que la luz de Cristo
ilumine a todos los hombres y que su amor se extienda por toda la
tierra, pidamos al Padre que su reino venga a nosotros:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo tomara nuestra misma
carne mortal para manifestarse a los hombres, haz que al contemplarte
exteriormente igual a nosotros, nos vayamos transformando interiormente a
imagen de él. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: REYES QUE VENÍS POR ELLAS
Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya, porque donde el sol
está no tienen luz las estrellas.
Mirando sus luces bellas, no sigáis la vuestra
ya, porque donde el sol está no
tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está quien luz a los
cielos da: Dios es el puerto más cierto, y si habéis hallado puerto no busquéis
estrellas ya.
No
busquéis la estrella ahora: que su luz ha oscurecido este Sol recién
nacido en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas, el Niño os alumbra
ya, porque donde el sol está no
tienen luz las estrellas.
Aunque eclipsarse pretende, no reparéis en su
llanto, porque nunca llueve tanto como cuando el sol se enciende.
Aquellas
lágrimas bellas la estrella oscurecen ya, porque
donde el sol está no tienen luz las estrellas. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
Salmo 114 - ACCIÓN DE GRACIAS
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído
hacia mí el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los
lazos del abismo, caí
en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi
vida.»
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a
los sencillos: estando
yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue
bueno contigo: arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies
de la caída.
Caminaré
en presencia del Señor en el país de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
Ant 2. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio
me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu
pie, tu guardián no
duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a
su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te
guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y
salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Ant 3. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y
verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y
glorificará tu nombre? Porque
tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu
acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE Ef 2, 3b-5
Eramos por nuestro natural hijos de cólera, como los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con
Cristo -por pura gracia habéis sido salvados-.
RESPONSORIO BREVE
V. Será la bendición de todos los pueblos.
R. Será la bendición de todos los pueblos.
V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
R. Todos los pueblos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Será la bendición de todos los pueblos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Oh Cristo, luz de luz, tú te manifestaste a los magos y ellos te
presentaron sus dones. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con
su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de su misericordia —como lo
había prometido a nuestros padres— en favor de Abraham y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Oh Cristo, luz de luz, tú te manifestaste a los magos y ellos te
presentaron sus dones. Aleluya.
PRECES
Unidos a los cristianos del mundo entero, oremos y glorifiquemos al
Señor, diciendo:
Escucha, Padre santo, la oración de tus hijos.
Manifiéstate,
Señor, a los hombres que te buscan, como a Dios
escondido, en las diversas religiones, ideologías o en los vestigios que
de ti encuentran en la creación; haz que todos ellos lleguen al conocimiento de
Cristo y sean iluminados por su Evangelio.
Contempla con amor a
los que te adoran como a su único Dios verdadero y te esperan como al
juez universal del último día; que siempre vean en ti a su amigo y protector.
Acuérdate de todos aquellos a quienes constantemente
das la vida, la luz y todos los bienes; que nunca, Señor, se vean
alejados de ti.
Manda a tus ángeles para que velen sobre los que están de viaje y líbralos de la muerte imprevista y repentina.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que manifestaste tu verdad en esta vida a nuestros hermanos
difuntos, concédeles llegar a tu reino a contemplar tu inefable belleza.
Como
Jesucristo, también nosotros somos hijos
de Dios; por eso con él nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo tomara nuestra misma
carne mortal para manifestarse a los hombres, haz que al contemplarte
exteriormente igual a nosotros, nos vayamos transformando interiormente a
imagen de él. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha
concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a
vosotros, hermanos, que intercedáis por mí
ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO ACABAMOS EL DÍA
Cuando acabamos el día te suplicamos, Señor, nos hagas de centinela y
otorgues tu protección.
Que te sintamos: contigo sueñe nuestro corazón para
cantar tus loores de nuevo al
salir el sol.
Danos vida saludable, alienta nuestro calor, tu claridad
ilumine la oscuridad que llegó.
Dánoslo, Padre piadoso, por Jesucristo, el
Señor, que reina con el Espíritu Santo
vivificador. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu
presencia.
Salmo 87 - ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está
colmada de desdichas, y mi
vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que
yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas
memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo
de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima
todas tus olas.
Has alejado de mí a mis
conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo
las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas
por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia
en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se
conocen tus maravillas en la tiniebla o tu
justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana
irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu
rostro?
Desde
niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido:
me rodean como las
aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste
de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu
presencia.
LECTURA BREVE Jr 14, 9
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre
nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos
luz para alumbrar a las naciones y gloria
de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACION
OREMOS,
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a
imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al
levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva.
Por Cristo nuestro
Señor.
Amén.
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa
muerte.
R. Amén.
ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las
oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo
peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Of La Tr Sx Nn Vs Cm
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