 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Domingo 28 de Noviembre de 2021 | Fecha: | 28 de Noviembre, 2021 04:10:21 (+0100) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Domingo 1º de Adviento
Lecturas del Domingo 28 de Noviembre de 2021
Jeremías 33,14-16: Suscitaré un vástago Salmo 24: A ti, Señor,
levanto mi alma 1 Tesalonicenses 3,12–4,2: El Señor los fortalezca
internamente Lucas 21,25-28.34-36: Se acerca tu liberación
Santoral:
Catalina Labouré, Rufo, Blanca de Castilla
Liturgia de las horas
Lecturas
Jeremías 33, 14-16 Suscitaré a David un vástago legítimo
"Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice
a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo, que
hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la
llamarán así: "Señor-nuestra-justicia"."
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14 A ti, Señor, levanto mi
alma.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine
con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los
humildes. R.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que
guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y
les da a conocer su alianza. R.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2 Que el Señor os fortalezca internamente,
para cuando Jesús vuelva
Herrmanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a
todos, lo mismo que nosotros os amamos.
Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús,
nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis
santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.
En fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos:
habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues
proceded así y seguid adelante.
Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Lucas 21, 25-28. 34-36 Se acerca vuestra liberación
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la
luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán
sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al
mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra
liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y
los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día;
porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo
que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."
Comentarios:
dominicos.org
Pautas para la homilía
Fray Martín Gelabert Ballester Convento de San Vicente Ferrer
(Valencia)
En la introducción a la Eucaristía hemos recordado que la primera
parte del adviento orienta nuestra mirada hacia el Señor glorioso que un
día vendrá a nuestro encuentro, al final de los tiempos. En Navidad
celebraremos que ese que vendrá con gloria es el mismo que vino en la
humildad de nuestra carne. Pero ahora conviene que nos centremos en lo
que toca. Y lo que toca es hablar de la esperanza en la venida del Señor
al final de los tiempos. Para cada uno, el final de nuestro tiempo es
la hora de nuestra muerte, el momento de la salida de este mundo. Pues
bien, tenemos que esperar ese momento con paz y serenidad, porque
precisamente entonces Dios se nos hará más presente que nunca. Dios nos
acogerá con un amor como no hay otro, nos abrazará para no soltarnos
nunca de sus manos.
El evangelio que hemos escuchado pone en boca
de Jesús una serie de signos apocalípticos que describen el final de los
tiempos. Lo importante no son estos signos ni esta literatura, sino el
mensaje que quiere transmitir el evangelista a propósito del final de
los tiempos. Y el mensaje es de esperanza: este mundo es limitado, lo
sabemos, la ciencia nos lo confirma, pero como el final está muy lejos
no pensamos en él. Quizás deberíamos pensar que para cada uno de
nosotros el final no está tan lejos, puede acontecer en cualquier
momento. Pues bien, lo que nos transmite el evangelio es que, sea cual
sea el momento y las modalidades del final, a pesar de las apariencias
no será un momento caótico ni de desconcierto, pues allí estará
esperando el Hijo del hombre con gran poder y gloria. Un poder
salvífico, liberador. La venida del Hijo del hombre no provoca miedo,
transmite esperanza y seguridad, la seguridad de que bajo el señorío de
Cristo reinará la justicia, la paz y el amor.
Y mientras tanto,
¿qué hacemos? Este “mientras tanto” es el momento de nuestra vida
actual, es nuestro presente aquí y ahora. ¿Cómo vivimos ahora? ¿En
consonancia con la esperanza que nos asegura que la meta de nuestra vida
es Cristo, o vivimos como si al final de la vida nada fuera a suceder?
Tened cuidado, dice el evangelio: nada de vicios ni de preocupaciones
por el dinero, no os dejéis arrastrar por lo que nada vale. ¿Cuál debe
ser nuestra preocupación entonces? Lo ha dicho claramente la segunda
lectura: “que el Señor os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos,
para que cuando vuelva acompañado de sus santos, os presentéis
irreprensibles ante Dios, nuestro Padre”. Mientras esperamos la vuelta
del Señor, debemos explotar al máximo el don del amor en una doble
dirección: amor mutuo, o sea, amor fraterno a las hermanas y hermanos de
nuestras comunidades cristianas; y amor a todos: o sea, un amor que
alcanza también a los que no pertenecen a nuestros grupos, porque si no
abrimos nuestros corazones al extraño y al alejado, nuestro amor se
vuelve patológico y autorreferencial.
Escucharemos en el prefacio,
que luego proclamaremos, que el Señor glorioso que vendrá al final de
los tiempos, “viene ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada
acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos
testimonio de la espera dichosa de su reino”. Viene a nuestro encuentro
en cada persona: en el enfermo desvalido, en el emigrante vulnerable, en
el vecino solitario. Para que al encontrarlo demos testimonio de
nuestra esperanza: un reino en el que todos serán felices. Y como ese es
nuestro más ardiente deseo, todos los días rezamos en el Padrenuestro
que venga ese Reino. Además de pedirlo, buscamos anticiparlo ya ahora en
todo lo que decimos y hacemos. La autenticidad de nuestra esperanza se
manifiesta en el amor fraterno.
El adviento es un buen símbolo de
lo que es la vida cristiana. Una vida en esperanza, en fe y en amor. Los
que creemos en Cristo nos pasamos la vida esperando encontrarle y
vivimos amando como él nos amó. Introducción
Fray Martín Gelabert
Ballester Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)
Comenzamos un nuevo año litúrgico. En la
introducción de la Eucaristía convendría dejar claro que, en el
adviento, la Iglesia celebra dos venidas: la escatológica del Cristo
glorioso al final de los tiempos, y la venida en la carne del Hijo de
Dios. Por eso, el adviento tiene dos partes distintas. Y no conviene
hablar de la segunda parte hasta que llegue el momento porque, de lo
contrario, no ayudamos a vivir el acontecimiento que celebramos en la
primera parte.
La primera parte del adviento tiene una dimensión
eminentemente escatológica. No está dedicada a preparar el misterio de
Navidad, sino a celebrar un importante artículo del Credo, el que dice
que el Señor de nuevo vendrá con gloria, al final de los tiempos, para
juzgar a vivos y muertos. La primera parte del adviento no se refiere al
pasado, sino al futuro; no celebra lo ya acontecido, sino lo que
vendrá.
Según lo que esperamos y a quien esperamos, así vivimos.
Quien espera, aún en medio de muchos dolores, la curación de una
enfermedad, vive con más alegría que quien, sin sufrir tanto, sabe que
con su enfermedad tiene los días contados. Quien espera la pronta
liberación, aún en medio de sufrimientos e incomodidades, vive con más
alegría que quien sólo espera la muerte. Nosotros esperamos la “vuelta”
gloriosa del Señor, o sea, esperamos encontrarnos con él al final de
nuestra vida.
En este sentido es importante que hoy se proclame el
prefacio tercero de la liturgia del adviento, ese que dice que “Cristo,
Señor y Juez de la historia, aparecerá un día revestido de poder y de
gloria sobre las nubes del cielo”. Y en ese día glorioso “nacerán los
cielos nuevos y la tierra nueva”.
Comentario Bíblico
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo Convento de Santo Domingo. Torrent
(Valencia)
Primera lectura: (Jeremías 33, 14-16)
Marco: Jeremías
26-35 contiene una serie de "profecías de felicidad". La nueva alianza
es la cumbre espiritual del libro de Jeremías. Jeremías 33,14-26 anuncia
y describe las instituciones del futuro pueblo mesiánico en la misma
forma que Zc 4,1-14; 6,13.
Reflexiones
1ª) ¡La nueva alianza en el interior del hombre!
Vienen días, oráculo del Señor, en que yo sellaré con el pueblo de
Israel y con el pueblo de Judá una alianza nueva... Pondré mi ley en su
interior; la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Recoge tres puntos fundamentales para la esperanza del pue-blo
de Dios: la iniciativa divina del perdón de los pecados; la
responsabilidad y la retribución personal; la interiorización de la
religión ya que la Ley deja de ser un mero código exterior para
convertirse en una inspiración que alcanza al "corazón" del hombre, bajo
la acción del Espíritu Santo. Jeremías invita a la interioridad porque
en el interior del hombre se realiza su personalidad y madura la fe y la
esperanza que conducen a un compromiso coherente en la existencia
cotidiana para humanizarla. Hoy como ayer es necesario insistir con la
palabra y el testimonio en el valor de la interioridad del hombre donde
se encuentra a sí mismo y se puede encontrar con Dios. Hoy estamos
envueltos en mucho ruido, exteriorización y dispersión. El hombre
moderno tiene miedo al silencio y a la soledad interior. 2ª) ¡La
inquebrantable fidelidad de Dios es la garantía de la esperanza!
Mirad
que vienen días en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel
y a la casa de Judá. En momentos graves para el futuro de Israel, como
fue el asedio de Jerusalén y cuyas consecuencias fueron decisivas para
los habitantes de Judá, el profeta invita a reavivar la esperanza. Las
circunstancias que provocaron el exilio de Babilonia fueron graves
porque el pueblo (vasallo) había quebrantado la alianza con su Dios
(soberano*). La destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia
supuso un duro golpe para el pueblo de Dios. Pero Dios, fiel a sus
promesas y a su alianza, no se alejó sino que siguió presente, aunque
oculto en medio de su pueblo. Porque es Dios y no un hombre, santo en
medio de su pueblo y fiel a sí mismo. Es propio del ser de Dios la
fidelidad por encima de las resistencias y contradicciones de los
hombres. Dios no se desdice de sus promesas: Los dones y la llamada de
Dios son irrevocables (Rm 11,29). Hoy necesita la Iglesia y el mundo
escuchar palabras como éstas. Dios está ahí, comprometido con la
historia del hombre, con la historia de su pueblo. Y la historia se
realiza paso paso, en lo cotidiano, en lo rutinario de cada día y no
sólo en los grandes acontecimientos. Precisamente por eso garantiza
realmente la esperanza. 3ª) ¡Los tiempos de salvación son tiempos de
justicia y derecho!
Suscitaré
a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. Y
le llamarán así: "Señor-nuestra-justicia". El cumplimiento de la
promesa hecha a David estará en co-herencia con los deberes principales
exigidos al rey, es decir, velar y asegurar los derechos de los más
débiles de la sociedad: el huérfano, el forastero y la viuda. El rey
ideal, sucesor y heredero de David, realizará este proyecto de un modo
perfecto. Somos herederos de David, la Iglesia entera, por tanto hay que
poner manos a la obra para hacer posible y eficaz en el mundo los
proyectos del Dios de justicia y de paz. Los creyentes, inmersos en el
mundo con la esperanza anclada en la bondad y poder de Dios, deben
asumir este compromiso como signo visible de la autenticidad de una vida
creyente. Y esta tarea debemos realizarla mientras avivamos cada día
nuestra esperanza. Sólo aparecerá auténtica nuestra esperan-za cuando
tomemos con seriedad la justicia y la paz. Dios es la raíz, el agente y
el modelo de toda paz y justicia. Dios se interesa por la felicidad del
hombre.
Segunda lectura: (1 Tesalonicenses 3,12-4,2)
Marco:El
marco general de esta carta está dominado por la intensa esperanza en
la segunda venida del Señor. El fragmento que se proclama ahora se
enmarca en unas exhortaciones relacionadas con la parusía del Señor. A
los hermanos de Tesalónica les preocupaba el destino de los que morían
que era para ellos un problema vital.
Reflexiones
1ª) ¡Mientras esperamos la Vuelta del Señor debemos explotar al máximo el don
del amor!
Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos y
que así os fortalezca internamente. Mientras vamos de camino, alentados
por la esperanza, no vamos solos sino que caminamos en comunidad, en
pueblo. La herencia que esperamos es la propia de los hijos de Dios.
Esta espera debe estrechar nuestros lazos fraternos durante el camino
que debemos realizar en comunión, con alegría y seguridad. Compartir en
un amor fraterno que supera todas las diferencias, pero aceptándolas,
garantiza la realización del camino. La esperanza será colmada al final.
Es necesario testimoniar en nuestra vida diaria la autenticidad de la
esperanza en una experiencia de amor fraterno hasta el don de la propia
vida.
2ª) ¡Hay que seguir adelante!
Habéis aprendido
de nosotros cómo proceder para agradar a Dios: pues proceded así y
seguid adelante. Es necesario tener la mirada fija en la meta y seguir
adelante. El camino es arduo, duro y no pocas veces desilusionante. Pero
tenemos la seguridad de la presencia de Dios que acompaña el camino de
los suyos cuando permanecen en marcha. El camino de la esperanza se
encarna y cristaliza en la visión nueva de lo cotidiano, de lo
incomprensible, de lo desconcertante. Y a todos nos asalta la tentación
del desaliento, del “no hay nada que hacer”, del “todo está perdido”.
Para Dios nada está perdido, todo tiene respuesta y sentido; el túnel
oscuro de nuestra dolorosa experiencia se abre a un extenso valle
luminoso. Escribía Pablo desde la cárcel a sus estimados filipenses: No
pretendo decir que haya alcanzado la meta o conseguido la perfección,
pero me esfuerzo a ver si la conquisto, por cuanto yo mismo he sido
conquistado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no me hago ilusiones de
haber alcanzado la meta; pero, eso sí, olvidando lo que he dejado atrás,
me lanzo de lleno a la consecución de lo que está por delante y corro
hacia la meta, hacia el premio al que Dios me llama desde lo alto por
medio de Cristo Jesús... En todo caso permanezcamos firmes en lo que
hemos alcanzado.
Evangelio: (Lucas 21,25-28)
Marco:
El contexto es el discurso escatológico en la versión lucana. Sabemos
que el género apocalíptico tiene sus propias claves de interpretación de
la historia. Se hace presente en momentos difíciles; es una
interpretación de la historia desde la fe; intenta ser consolador en las
tragedias humanas; esta consolación es para el presente, aunque abierto
al futuro. La característica de Lucas es que interpreta en clave
histórico-salvífica la tensión apocalíptica.
Reflexiones
1ª) ¡Es necesario asumir la tragedia de la humanidad!
Los
hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene
encima al mundo. En los primeros pasos de la Iglesia pascual el clima de
expectación escatológica era muy intenso. Durante bastante tiempo
predominó en la experiencia de fe y sacramental de la Iglesia. La
seguridad de que Jesús volvería glorioso daba sentido a su existencia.
Esta tensión escatológica no se perdería, pero recibiría
interpretaciones complementarias para la vida de los discípulos. La
liturgia de la Palabra y la sacramental de este primer domingo nos
invita a dirigir la mirada a la vuelta gloriosa del Señor (es el sentido
original del Adviento). Esta mirada no nos exime de asumir la tragedia
del mundo. Un verdadero creyente ha de estar inmerso en el mundo
«compartiendo los sufrimientos y carencias, las alegrías y las
esperanzas de todos los hombres.» Sólo desde esta solidaridad humana
puede transmitir al mundo una palabra evangélica creíble, razonable,
aceptable y con sentido. El verdadero sentido de la encarnación exige
esta actitud doble: encarnación en nuestro mundo con un mensaje que abre
caminos de plenitud humana en él, sin perder la esperanza en la plena
realización final. Teleología* es la palabra clave: enraizados en el
mundo y, a la vez, lanzados hacia la eternidad. Los hombres necesitan el
testimonio vivo de los creyentes.
2ª) ¡Levantad la cabeza!
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca
vuestra liberación. Lucas tiene su propia visión de la escatología, es
decir, la interpreta en sentido histórico-salvífico: el Señor volverá,
pero dirige ya la historia hacia su meta segura y firme; el Señor
volverá gloriosamente, pero más tarde. En el entretanto, es decir, en
este momento y en cada momento de la historia, es necesario poner en
acción el don de la esperanza, acompañada por la "paciencia-aguante"
para mantenerla firme. La primera invitación que nos hace el Señor es
estar atentos a no caer en la trampa de los fantasiosos milenarismos. Es
en el duro quehacer de cada día, iluminado por la Palabra de Dios y
fortalecido con la oración y los sacramentos, donde se curte y se
realiza la verdadera esperanza del creyente. La meta es el final de un
camino y hay que recorrerlo con la Iglesia en medio del mundo y
acompañados por el Maestro Jesús.
3ª) ¡Estad siempre despiertos!
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que
está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre. Nos había
advertido ya el Maestro: nadie puede servir a dos señores. Es cierto que
el creyente, como hombre o mujer que es, comparte la existencia humana,
en todos sus avatares, con los demás hombres y mujeres. Es cierto
también que el creyente vive inmerso en el mundo y es sinceramente
humano. Pero ha recibido la gracia de la fe y de la esperanza que le
permiten interpretar esa misma historia humana en clave diferente, es
decir, desde el amor gratuito de Dios. Y esta gratuidad le exige una
seria vigilancia para no perder el camino. Por eso la esperanza, además
de empujar a la solidaridad, lleva consigo una seria exigencia.
evangeliodominical.org/ Sodalitium Christianae Vitae
¿Estoy
preparado si hoy sobreviniese aquel día grande y terrible que anuncia
el Señor al fin de los tiempos, aquel día en que Él vendrá glorioso
entre las nubes? El fin del mundo, meditábamos hace dos Domingos, es muy
probable que sea para mí la hora de mi muerte. ¿Soy consciente de que
detrás de mi muerte está Cristo? ¿Cómo me presentaré ante Él? ¿Cómo
estar preparado para ese momento crucial en el que se define mi
eternidad?
El Señor mismo nos da una clave
fundamental en el Evangelio del Domingo: «Tengan cuidado: que sus
corazones no se entorpezcan por la vida libertina, por las borracheras y
las preocupaciones de la vida» (Lc 21, 34). Conviene revisarnos:
¿Se ha entorpecido mi corazón por el
“libertinaje”? ¿Es mi regla hacer “lo que me da la gana”, dejándome
llevar adonde mis pasiones o impulsos me lleven? ¿Tomo mi libertad como
un «pretexto para la carne» (Gál 5, 13), despreciando la virtud de la
castidad que todo cristiano está llamado a vivir? ¿Hago de mi libertad
«un pretexto para la maldad» (1 Pe 2, 16)? ¿Digo “soy libre de hacer lo
que quiero” para justificar cualquier vicio o conducta que va contra
cualquiera de los mandamientos divinos?
¿Se ha entorpecido mi corazón por la
“embriaguez”? El beber alcohol en exceso es un camino fácil para olvidar
las penas, evadir la realidad dolorosa que no queremos afrontar.
¿Cuántas veces asumo una actitud de evasión frente al Señor que toca a
la puerta de mi corazón? ¿Cuántas veces sencillamente “no quiero”
encontrarme con el Señor y huyo de su Presencia, huyo de la oración
profunda, porque sé que el verdadero encuentro con Cristo exige cambios o
renuncias que no estoy dispuesto a asumir, que demanda despojarme de
ciertas “riquezas” o “seguridades” que no quiero soltar? ¿Busco pasarla
bien con alegrías y gozos superficiales y pasajeros, o con vicios y
compensaciones que al pasar su efecto no hacen sino evidenciarme más aún
el vacío en el que vivo?
¿Se ha vuelto pesado mi corazón por las
preocupaciones de la vida cotidiana? ¿Cuánto me dejo absorber por las
preocupaciones diarias que terminan ahogando la Palabra y su eficacia en
mí? El Señor advierte claramente sobre el efecto de esas preocupaciones
de la vida cotidiana sobre su Palabra sembrada en mi corazón: «El que
fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los
preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la
Palabra, y queda sin fruto» (Mt 13, 22; ver Mc 4, 19). ¡Cuántas cosas
nos preocupan, acaso muy lícitamente, preocupaciones que sin duda debo
atender! Pero el corazón se hace pesado cuando nos dejamos agobiar o
absorber por estas preocupaciones de tal modo que perdemos de vista el
horizonte de eternidad y dejamos de lado lo más importante: buscar el
Reino de Dios y su justicia (ver Mt 6, 33-34).
El Adviento es un tiempo que nos invita a
aligerar nuestros corazones de todo aquello que ha hecho pesada nuestra
marcha hacia el encuentro definitivo con el Señor. Él viene y yo
finalmente me encontraré con Él. Vivir de cara al Señor que viene no
significa de ningún modo desentenderse de las realidades de este mundo,
sino darles su justo valor y peso, así como trabajar por instaurarlo
todo en Cristo, para construir una Civilización del Amor en la que todos
los seres humanos caminen hacia el encuentro definitivo con su Señor.
Monasterio Visitación de Santa María - Pasto P. Luis Zazano
sacerdote
Iniciamos el adviento, te propongo tres cosas a trabajar para este tiempo:
1) Signos de Dios en tu vida: el evangelio nos habla de signos, saber
que alrededor tuyo hay signos que Dios te presenta para que recuerdes
que Él está contigo y que vos debes ir hacia Él por un camino que Él
mismo te traza. Por eso debes ser atento a los signos que Dios te pone
en tu vida. Te doy una ayuda, primer signo: tenes vida.
2) Mortificación: el adviento es un tiempo para mortificarse, es decir,
tiempo para reemplantearte algunas actitudes y vicios que se te metieron
en este año. Depurar, sacar de tu persona cosas que no te ayudan para
vivir una vida en paz y con Dios. Despegate de esos vicios que se te
pegaron en este año y se coherente con tu vida. Aprendé a renunciar a
cosas que no son malas pero que tampoco te ayudan. Por ejemplo: durante
el tiempo de adviento no usaré el celular en el almuerzo y en la cena.
3) Visión esperanzadora: en este tiempo que vamos terminando el año
muchos ya empiezan con el sistema del desinfle, no hay ganas de hacer
nada, empezamos a pensar en las vacaciones, no tolero las cosas, y entre
eso de “si no se cambio en el año, menos ahora” entonces entra esa
actitud de o “quiero ganar al tiempo” entonces quiero hacer todo ya; o
“ya está perdido el año” y me tiro al abandono, cierro persiana hasta el
año entrante y me convierto en ente (estoy pero no esto). Recordá que
debemos ser personas de esperanza y que viven la vida y el día como si
fuera el único, el último y el primer día de mi vida. Buen domingo y a
iniciar el adviento con una sonrisa y diciendo si a la vida.
ciudadredonda.org Enrique Martínez de la Lama-Noriega
Misionero claretiano
Desempolvar la esperanza
Al escuchar toda esta serie de catástrofes anunciadas por
Jesús (aunque esté utilizando un lenguaje simbólico propio del género
literario llamado apocalíptico), uno cae en la cuenta de que
precisamente en estos días que vivimos abundan situaciones y avisos de
un tono similar al que usa Jesús.
+ Con motivo de la reciente Cumbre del Clima, y ya mucho
antes, se nos viene avisando de las terribles consecuencias que tiene el
cambio climático para la economía, para la salud, para la
naturaleza, y en otros muchos aspectos (sequías, falta de agua potable,
inundaciones...) aunque no parece que haya mucha intención por parte de
los poderosos (y acaso tampoco en «los de a pie») de tomar las medidas
adecuadas para evitar un desastre.
+ Estamos asistiendo a un gran cambio en el mundo laboral
con el teletrabajo, con la mecanización de muchas tareas que sustituyen
a los trabajadores, con la consiguiente reducción de puestos de
trabajo, la dificultad para que los jóvenes se incorporen al mismo, o
que los no tan jóvenes se adapten a las nuevas realidades profesionales,
la desaparición de tantas empresas de toda la vida...
+ Estamos padeciendo una grave pandemia que no
terminamos de controlar, que ha alterado muchas de nuestras costumbres,
que se ha llevado a mucha gente por delante, que ha agrandado la brecha
entre ricos y pobres (en poblaciones y entre países), la escasez de
medicamentos, otras situaciones graves que se han descuidado «a cambio»
como el hambre en el mundo y otras muchas enfermedades...
+ Nos hablan de que no están garantizadas las pensiones de ciertas
franjas de edad. Tenemos un IPC disparado, escasez de recursos (chips,
alimentos, productos varios...) y una crisis económica de la que aún no
conocemos sus auténticas dimensiones...
+ Y el miedo, la angustia, la depresión, el estrés, los problemas de
salud mental, los radicalismos políticos y los populismos, las xenofobias,
etc están a la orden del día...
No hace falta seguir. Pero así es como nos encuentra este
Adviento, que nos entra de la mano de San Lucas. Y son importantes y
necesarias las palabras de Jesús: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos,
alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».
Los discípulos de Jesús no somos catastrofistas. Menos aún
«negacionistas» de estas realidades. Ni indiferentes ni conformistas
ante ellas. En este tiempo nuevo de Adviento el Señor Jesús nos invita a
recuperar la esperanza, a desempolvar la esperanza, a ofrecer al
mundo motivos para la esperanza, que tiene como punto de partida el ser
muy conscientes de la realidad y estar atentos a ella. Y mirarlo todo
con la confianza y la valentía y la fortaleza que nos vienen de la fe.
¿Cómo? Aprovecho algunas ideas de James Keller, fundador de los
Cristóforos....
§ La
esperanza empieza por encontrar el bien que hay en los demás (tantas
personas buenas), en lugar de hurgar y revolver en lo negativo. Así nos
lo indica san Pablo (Rm 8, 28): «Sabemos, además, que Dios dispone todas las
cosas para el bien de los que lo aman».
§ Como nos dicen los profetas: «hay brotes»
en el viejo tronco. Hay novedades, la vida siempre lucha por salir
adelante. Atentos, pues, a esos brotes en nuestra vida, en nosotros, en
la Iglesia y en nuestro mundo. Es una buena actividad para el Adviento:
ir tomando nota de esos «brotes» y orar con ellos.
§ La esperanza abre puertas
allí donde la desesperación las cierra. Invita a levantar la cabeza y
mirar más arriba, más lejos, más adentro. Y mejor si miramos con otros.
La esperanza nos descubre lo que puede hacerse, porque siempre se puede hacer
algo,
en lugar de lamentarse o protestar por lo que no depende de nosotros.
Quejarse, buscar culpables, echar balones fuera, sentirse derrotados...
no está en el diccionario de la esperanza.
§ La esperanza recibe su potencia de la profunda confianza en
el Dios de la Pascua y en la fundamental bondad humana que Dios sembró en cada
uno.
La esperanza enciende una vela en la oscuridad. La Luz de Dios irrumpió
en medio de la noche de Navidad, y convirtió la noche del Viernes Santo
en mañana luminosa.
§ La esperanza considera los grandes y pequeños problemas de
la vida como oportunidades, como retos,
como invitaciones al cambio. La esperanza se propone a veces grandes
ideales y metas, pero también pequeños cambios y objetivos. Qué pequeña
era la niña María, qué poca cosa era José. Y qué minúsculo el Niño. Pero
lo cambiaron tanto todo...
§ La esperanza no se rinde por
las repetidas dificultades y derrotas, empuja hacia delante cuando la
tentación sería abandonar y pasar de todo. Y se alegra con las pequeñas
victorias, sabiendo que aún queda camino por delante. La esperanza sabe
que a veces toca perder pero se fundamenta en la certeza divina de la
victoria final. Todo está en las manos de Dios. El mundo, la Iglesia y también
yo.
Y como todo está en sus manos, se trata de renovar,
refrescar, buscar, abrazar, poner como centro, como referencia, como cimiento
de nuestra vida al Señor. Porque la esperanza sabe que, pase lo que pase, el
Señor va con nosotros (Emmanuel).
No hace que desaparezcan las dificultades, pero sí que ayuda a que no
nos derroten ni destruyan. Jesús fue capaz de atravesar el camino de la
cruz, del fracaso, del rechazo, de la oscuridad... de la mano de la
esperanza. Porque su esperanza se llamaba «Abba, Padre Dios».
Algunas pistas más concretas:
§ Podemos comenzar por cuidar nuestra relación personal con
Dios.
El Adviento es una llamada a tomarnos en serio, a cuidar, a renovar, a
fortalecer nuestra oración personal, porque es el Señor la fuente de
nuestra esperanza. Una oración que nos ayude a encontrarle ya presente,
porque vino y se quedó para siempre, «hasta el fin del mundo».
Guardarnos tiempos para estar con él. Solos, y en comunidad creyente.
Qué acertados los apóstoles que, cuando les faltó el Señor y todo eran
miedos y dudas... permanecieron juntos en oración. La oración y la
liturgia bien vividas nos acercan al otro, nos hacen más hermanos... Nos
lo ha recordado San Pablo: «Que el Señor os colme y os haga rebosar de
amor mutuo y de amor a todos».
§ Además tengamos en cuenta la advertencia del Evangelio:
Tened cuidado, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas,
borracheras y las inquietudes de la vida.
Tened cuidado de todo lo que nos «embote», anestesie, distraiga o evada
de la realidad cotidiana: pueden ser las compras sin medida ni
discernimiento, pueden ser las nuevas tecnologías, las redes sociales,
pueden ser las evasiones de todo tipo (evadirse significa huir): cada
cual ponga nombre a las suyas. Y por lo tanto, al revés: prestar
atención a las personas. Dice el Papa Francisco: «Demasiadas
personas cruzan nuestras existencias mientras están desesperadas (y
enumera unos cuantos grupos de éstas). Son rostros e historias que nos
interpelan: no podemos permanecer indiferentes, están crucificados y
esperan la resurrección. Que la fantasía del Espíritu nos ayude a no
dejar nada por hacer para que sus legítimas esperanzas se hagan realidad».
§ Y en este tiempo sinodal,
la esperanza que está siempre en movimiento, pasa también por las
comunidades cristianas, hijas de la resurrección, que salen, anuncian,
comparten, soportan y luchan por construir el Reino de Dios. Necesitamos
mirar con esperanza a nuestra Iglesia, a nuestras parroquias y
comunidades cristianas: necesitamos una conversión profunda que nos haga
más misioneros, más en comunión, más implicados, más participativos,
más valientes, más corresponsables, más renovadores e innovadores. ¿Qué
aporto yo y qué aportamos como comunidad a la necesaria transformación
que nos piden los signos de los tiempos?
«Discernir» o valorar es palabra importante. Estar atentos es palabra
importante. Buscar la serenidad entre tantas inquietudes es palabra
importante.
Conclusión: desempolvar y regar la ESPERANZA.
Cuidar, mejorar, tomarnos más en serio la ORACIÓN personal y comunitaria
y las relaciones personales y eclesiales (AMOR MUTUO). Y TENER CUIDADO
con lo que pueda embotarnos, asustarnos, evadirnos. Tarea de Adviento y
de cada día de nuestra vida.
oracionyliturgia.archimadrid.org/ Archidiócesis de Madrid
Que viene y no es de broma.
El adviento no es un juego. La venida de Jesús no es una broma. Nos
va la vida en ello. Porque este mundo no tiene solución si Dios no viene
a salvarlo. Ya lo hizo hace dos mil años, lo sigue haciendo en el
presente y esta obra de la salvación que Dios ha comenzado, él mismo la
llevará a término. Esa es nuestra esperanza.
Hoy como tantas otras veces me ha regalado Dios la posibilidad de
acompañar a una familia que estaba velando a un ser querido fallecido. Y
pensaba… ¿Qué sería de nosotros sin nuestro salvador, Jesucristo? Ante
un acontecimiento así… ¿Qué nos cabría esperar? Esta navidad, en medio
del dolor por el recuerdo de otros años, esta familia entenderá la
hondura del misterio que se celebra mejor que nunca. Este niño que va a
nacer humilde y pobre en Belén de Judá, es el rey poderoso que vendrá al
final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos y entregarle todo al
Padre. Es el que murió y resucitó y es también el que cada día viene al
altar para que lo recibamos con fe y comamos el pan de vida eterna y
bebamos el cáliz de eterna salvación.
Por eso el adviento es tan urgente, porque la Iglesia entera puede
convertirse para todo el mundo, en un signo elocuente de que algo puede
cambiar, porque Dios se ha implicado absolutamente con nosotros. No
hablamos de una “salvación a distancia”, algo así como una “tele
salvación”. No. Dios viene a habitar en medio de nosotros como uno más.
“Y así, pasando por uno de tantos, se sometió incluso a la muerte…”
Dios viene a nosotros para plantar su tienda en nuestro campamento.
No viene de visita. Viene para quedarse. A nosotros nos toca recibirle.
Porque “vino a los suyos y no lo recibieron”. Él viene como cordero que
quita el pecado del mundo, a cargar con nuestros pecados y delitos. El
inocente por los culpables, para llevarnos a Dios.
Por eso la liturgia del primer domingo nos despierta del letargo
generalizado en que vivimos y nos advierte del peligro de que este
adviento del Señor del año 2021 pase desapercibido en nuestras familias y
comunidades. Son tantas las distracciones que nos asaltan y tantos los
planes que se nos proponen en estos días, que es muy fácil que nos
apartemos de lo único importante.
Se nos advierte en concreto del peligro del vicio, las borracheras y
los afanes de la vida; cosas, todas ellas, muy de este tiempo
prenavideño. Nosotros no podemos dejarnos arrastrar como los demás y
apartar la mirada de Cristo, que viene a nuestra vida. Quizá sea un buen
momento para quedarnos cara a cara con él y preguntarle qué es lo que
le podemos llevar al portal, de ofrenda, el día de su nacimiento. Seguro
que nos sorprende y nos marca un camino que casi seguro que no tiene
nada que ver con nuestros retos diarios del calendario de adviento que
tenemos pegado con imanes a la puerta de la nevera.
Porque es cuestión de vida o muerte y no está el horno…
¡Ven pronto, Señor! ¡ven salvador!
evangeliodeldia.org
San Antonio de Padua (1195-1231)
Franciscano, doctor de la Iglesia
evangeli.net
Rev. D.
Antoni
CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Estad en vela (...) orando en todo tiempo para que (...) podáis estar en pie
delante del Hijo del hombre»
Hoy, justo al comenzar un nuevo
año litúrgico, hacemos el propósito de renovar nuestra ilusión y nuestra
lucha personal con vista a la santidad, propia y de todos. Nos invita a
ello la propia Iglesia, recordándonos en el Evangelio de hoy la
necesidad de estar siempre preparados, siempre “enamorados” del Señor:
«Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el
libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida» (Lc
21,34).
Pero notemos un detalle que es importante entre enamorados: esta actitud
de alerta —de preparación— no puede ser intermitente, sino que ha de
ser permanente. Por esto, nos dice el Señor: «Estad en vela, pues,
orando en todo tiempo» (Lc 21,36). ¡En todo tiempo!: ésta es la justa
medida del amor. La fidelidad no se hace a base de un “ahora sí, ahora
no”. Es, por tanto, muy conveniente que nuestro ritmo de piedad y de
formación espiritual sea un ritmo habitual (día a día y semana a
semana). Ojalá que cada jornada de nuestra vida la vivamos con
mentalidad de estrenarnos; ojalá que cada mañana —al despertarnos—
logremos decir: —Hoy vuelvo a nacer (¡gracias, Dios mío!); hoy vuelvo a
recibir el Bautismo; hoy vuelvo a hacer la Primera Comunión; hoy me
vuelvo a casar... Para perseverar con aire alegre hay que
“re-estrenarse” y renovarse.
En esta vida no tenemos ciudad permanente. Llegará el día en que incluso
«las fuerzas de los cielos serán sacudidas» (Lc 21,26). ¡Buen motivo
para permanecer en estado de alerta! Pero, en este Adviento, la Iglesia
añade un motivo muy bonito para nuestra gozosa preparación: ciertamente,
un día los hombres «verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran
poder y gloria» (Lc 21,27), pero ahora Dios llega a la tierra con
mansedumbre y discreción; en forma de recién nacido, hasta el punto que
«Cristo se vio envuelto en pañales dentro de un pesebre» (San Cirilo de
Jerusalén). Sólo un espíritu atento descubre en este Niño la magnitud
del amor de Dios y su salvación (cf. Sal 84,8).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
-
«Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también
una segunda. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento;
esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino» (San Cirilo
de Jerusalén)
-
«El Adviento es el tiempo para preparar nuestros corazones a
recibir al Salvador, es decir el único Justo y el único Juez que puede
dar a cada uno la suerte que merece. La salvación que se espera de Dios
tiene también el sabor del amor» (Francisco)
-
«La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan
inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios,
figuras y símbolos de la “Primera Alianza” (Hb 9,15), todo lo hace
converger hacia Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 522)
fraynelson.com Fray Nelson Medina OP
1. "Vienen Días...", el Ejercicio de la Esperanza
1.1 Con la celebración de hoy iniciamos el tiempo litúrgico del
Adviento. Las lecturas de este domingo, así como todas las de este
tiempo, son una enseñanza profunda, coherente y bella sobre la esperanza
en su sentido más alto y más vigoroso. Hemos de prepararnos entonces
para descubrir la riqueza que se anuncia en eso que parece tan sencillo a
veces y tan difícil otras veces: esperar.
1.2 La primera lectura nos da una clave: "vienen días." Hay adviento
allí donde hay una mirada al futuro. Cuando nos quedamos mirando sólo al
tiempo pasado llegamos a volvernos incapaces de dar un rumbo a nuestra
vida, como también sucede al manejar un auto: no es posible conducir
hacia delante mirando sólo el espejo retrovisor. Y la vida, queramos o
no, sigue, va hacia delante. El adviento es mirada hacia lo que viene.
1.3 Pero no esperamos cualquier clase de día. Los días no vienen por
sí solos. Hay Alguien que nos envía los días que vienen, hay Alguien que
le da color y calor a la Historia. Tal es el núcleo de la fe judía y de
la fe cristiana en cuanto ancladas en un mundo real y humano: hay
Alguien que anuncia los días, pues hemos escuchado: "Vienen días, dice
el Señor."
1.4 Podemos decir más: Aquel que con su palabra que anuncia un futuro
es Aquel que con su palabra selló con su promesa nuestro pasado. La
Historia, pues, tiene una cadencia, una dirección que va de la promesa
al cumplimiento. La promesa está en el pasado; el cumplimiento está en
el futuro. ¿Y en el presente? El presente se posa en la cuerda tensa que
va de la promesa al cumplimiento, y cuando se ha posado en esa línea de
fuerza y de vida se llama ESPERANZA.
1.5 ¿Y qué anuncia Dios para ese tiempo nuevo? Con ser tan breve el
texto de la primera lectura, hay por lo menos cuatro cosas que
encontramos ahí. Dios anuncia el restablecimiento de la Casa de David,
la práctica de la justicia en la tierra, la paz para Jerusalén y la
llegada de la salvación. Estas cuatro claves, que conforman como un
"programa", nos orientan también sobre lo que será el tiempo del
Adviento, desde estos anuncios más generales hasta la concreción en
Cristo de toda nuestra esperanza y nuestra alegría.
2. Aprender a Esperar
2.1 La segunda lectura está tomada de uno de los primeros documentos
del Nuevo Testamento, tal vez el primero de todos en ser redactado. Y
este dato es importante, porque sabemos bien que aquella primera
generación de cristianos vivió de un modo singularmente intenso la
esperanza. Aguardaban ellos el pronto, casi inmediato retorno de Cristo.
Tal es el clima en el que surge esta Primera Carta a los
Tesalonicenses.
2.2 En ese sentido, la segunda lectura de este domingo nos ofrece un
perfil interior del alma cristiana en actitud de genuina esperanza.
Entresaquemos algunos rasgos que servirán para nuestra propia
preparación espiritual en este adviento.
2.3 Pablo insiste en primer lugar en el amor mutuo. Y esto es
interesante, porque de entrada quita la idea de una esperanza
individualista, que sólo puede ser hija de una falsa idea de la
salvación como un acto que sucede en solitario, aislado de la comunidad:
"Dios y yo en una botella." Toda esperanza genuina brota del deseo de
un bien que nos llega de la Comunidad y apunta a un bien que se anhela
para la Comunidad. Lo demás, no viene del Espíritu de Jesús.
2.4 La segunda enseñanza del apóstol es la sobriedad. La conciencia
del retorno del Señor es una invitación a tomar en serio toda su
palabra, todo su legado, toda la fuerza de su luz. Es hacer conciencia
de la gracia que ha bendecido nuestro pasado y la gloria que él anuncia
para nuestro futuro.
3. Oración y Vigilancia
3.1 El evangelio, por su parte, nos trae el llamado apremiante de
Cristo, en el contexto de la conmoción universal que habrá de preceder a
su retorno glorioso.
3.2 De ahí aprendemos varias cosas. Primero, que el adviento es algo
más que la preparación para recordar la Navidad. De hecho, el tiempo
litúrgico del adviento tiene dos fases bien diferenciadas, como hemos
comentado en otras ocasiones: la primera, que empieza este domingo, en
realidad mira al retorno de Cristo, es decir a su llegada definitiva; la
segunda, que empieza en la semana anterior a la Navidad, sí se centra
en las circunstancias propias del nacimiento de Nuestro Señor, como una
"prenda" que afianza nuestra esperanza en el cumplimiento definitivo de
las promesas.
3.3 Aprendemos también en este evangelio que, así como hay una
historia marcada por la esperanza, que es la de los genuinos creyentes,
hay también "historias", en un plural de disolución y confusión, que van
selladas por la distracción y la dispersión. Cristo es claro: "el
exceso de comida, las borracheras y las preocupaciones de la vida"
pueden atontarnos, dispersarnos, distraernos hasta un punto en que ya no
reconocemos ni la presencia de sus bendiciones ni la promesa de su
salvación. Para quienes llegan a este estado, el retorno de Cristo será
como una "trampa."
3.4 De ahí los dos grandes consejos que protegen el don de la
esperanza: orar y vigilar. Si recordamos, fueron también las dos
recomendaciones de Cristo en el Huerto de Getsemaní. Aquella ocasión nos
decía: "vigilad y orad" (Mc 14,38); hoy nos dice: "estén atentos, pues,
y oren en todo tiempo" (Lc 21,36). Hay algo profundo aquí: el adviento
de la Iglesia, aunque marcado con una alegría inmensa, tiene también su
aspecto de "Getsemaní." Mientras aguardamos al Señor, de algún modo
hemos de recorrer el camino que él anduvo y participar de su pasión para
acoger con pleno corazón su pascua.
Santoral Catalina Labouré Santa, Religiosa
Por: Redacción
| Fuente: Arquidiócesis de Madrid
Religiosa
Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera
para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.
Martirologio Romano:
En París, Francia, santa Catalina Labouré, virgen de las Hijas de la
Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por su
sencillez, caridad y paciencia († 1876)
Fecha de beatificación: 28 de mayo de 1933 por el Papa Pío Pío XI Fecha
de canonización: 27 de julio de 1947 por el lPapa Pío XII
Nora:
Antes del Concilio Vaticano II se la recordaba el 28 de noviembre, el
actual Martirologio Romano la recuerda el día de su partida a la casa
del Padre: 31 de diciembre.
Breve Biografía
Sus
padres tuvieron diecisiete hijos de los que vivieron nueve. Catalina
era la séptima. Nació en Fain-les-Moutiers (Francia), el 2 de Enero del
1806. Huérfana de madre desde los nueve años, pasó la niñez entre las
aves y los animales de la granja porque tuvo que hacerse cargo de las
faenas de la casa junto con su hermana pequeña Tonina. Dos amas de casa,
en una familia numerosa, que tenían doce y nueve años.
Ella nota el tirón de la vocación a la vida religiosa. Pero —los santos
casi siempre lo tuvieron difícil— tiene que vencer engorrosas y
complicadas dificultades familiares para poder realizarla. Incluso tuvo
que trabajar como criada y camarera en los negocios de dos hermanos
mayores suyos durante algunas temporadas. Lo que pasa es que, cuando
Dios llama y uno persevera, las dificultades se superan.
Ingresó en las Hijas de la Caridad que fundó San Vicente de Paul.
El amor a Dios le lleva a cumplir fielmente las ocupaciones habituales.
Se desenvuelve en la vida sencilla y escondida de una religiosa que
tiene por vocación atender a los que están limitados: asilos,
hospitales, manicomios, hospicios etc., en donde hay enfermos,
sufrimiento, camas, cocina, ropas ... rezos y ¡mucho amor a Dios!
Hubiera empleado su vida, como tantas religiosas santas, sin que su
nombre hubiera pasado a las líneas de la historia, de no habérsele
aparecido la Virgen Santísima en el mes de Julio del 1830 y luego varias
veces más. Aún se puede ver, en la rue du Bac, de París, el sillón de
respaldo y brazos muy bajos, tapizado de velludillo rojo en donde estuvo
sentada Nuestra Señora en la primera aparición. Aparte de otras cosas
personales, le pide la Virgen que se grabe una medalla con su imagen en
la que aparezcan unos haces de gracia que se derraman desde sus manos
para bien de los hombres. Luego, esa medalla ha de difundirse por el
mundo. Es el comienzo de la Medalla Milagrosa.
Después pasó su vida
desempeñando trabajos
escondidos y sin brillo propios de cualquier religiosa. Nadie supo hasta
la muerte de esta monjita bretona — no muy letrada— el hecho de las
apariciones que ella quiso guardar con el pudor propio de quien conoce
la grandeza, las finuras y la personal delicadeza del amor. Sólo tuvo
conocimiento puntual el P. Aladel, su confesor.
Muere el 31 de Diciembre del 1876
Liturgia de las horas OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: DE LUZ NUEVA SE VISTE LA TIERRA
De luz nueva se viste la tierra, porque el Sol que del cielo ha venido, en la entraña feliz de la Virgen, de su carne se ha revestido.
El amor hizo
nuevas las cosas, el Espíritu ha descendido y la sombra
del que todo puede en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama
su fruto y de bodas se anuncia alegría; el Señor que en los cielos habita se hizo
carne en la Virgen María.
Gloria a Dios,
el Señor poderoso, a su Hijo y Espíritu Santo, que amoroso nos ha
bendecido y a su reino nos ha destinado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a
todos los pueblos. Aleluya.
Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la
senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su
gozo es la ley del Señor, y medita su ley
día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto
a su tiempo y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No
así los impíos, no así; serán
paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, ni
los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de
los justos, pero el camino de los impíos acaba
mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos
los pueblos. Aleluya.
Ant 2. Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No
temas, Sión, tu salvación está cerca.
Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se
alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su
Mesías: «rompamos
sus coyundas, sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe, el
Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: «yo
mismo he establecido a mi Rey en
Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha
dicho: «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia
las naciones, en
posesión los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad
los que regís la tierra: servid al
Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y
vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se
refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No
temas, Sión, tu salvación está cerca.
Ant 3. Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está
para venir y no tardará.
Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos
dicen de mí: «ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi
gloria, tú
mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde
su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No
temeré al pueblo innumerable que
acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste
a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados.
De ti,
Señor, viene la
salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está
para venir y no tardará.
V. Levantaos, alzad la cabeza.
R. Se acerca vuestra liberación.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro del profeta Isaías 1, 1-18
REPRENSIÓN AL PUEBLO
Visión de Isaías, hijo de Amos, acerca de Judá y de Jerusalén, en tiempos
de Ozías, Yotán, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá.
Oíd
cielos, escucha tierra, que habla el
Señor: «Hijos he criado y elevado, y ellos se han rebelado contra
mí. Conoce el buey a su amo, y el asno el pesebre del dueño; Israel no
conoce, mi pueblo no recapacita.»
¡Ay, gente pecadora,
pueblo cargado de culpas, raza de malvados, hijos degenerados! Han
abandonado al Señor, despreciado al Santo de Israel.
¿Dónde
seguiros hiriendo, si acumuláis delitos? La cabeza es una llaga, el
corazón está agotado, de la planta del pie a la cabeza no hay en
él parte sana: llagas, cardenales, heridas recientes, no exprimidas ni
vendadas ni aliviadas con ungüento.
Vuestra tierra devastada,
vuestras
ciudades incendiadas, vuestros campos, ante vosotros, los devoran
extranjeros. Desolación como en la catástrofe de Sodoma. Y Sión la
capital ha quedado como cabaña de viñedo, como choza de melonar, como
ciudad sitiada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
un resto, seríamos como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra.
Oíd la palabra del
Señor, príncipes de Sodoma, escucha la
enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra:
«¿Qué me
importa el número de vuestros sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto
de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de
toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de
vuestras manos cuando pisáis mis atrios para venir a presentaros ante
mí? No me traigáis más dones vacíos, más incienso
execrable. Novilunios, sábados, asambleas no los aguanto. Vuestras
solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no
soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque
multipliquéis
las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de
sangre.
Lavaos, purifícaos, apartad de mi vista vuestras malas
acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad lo que es
justo, haced
justicia al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda.
Entonces,
venid, y litigaremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como
la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como
escarlata, quedarán blancos como lana.»
RESPONSORIO Is 1, 16. 18. 17
R. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones; *
aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve.
V. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad lo que es justo.
R. Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la
nieve.
SEGUNDA LECTURA
De las catequesis de San Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 15, 1-3: PG 33, 870-874)
LAS DOS VENIDAS DE CRISTO
Os anunciamos la venida de Cristo, y no sólo una, sino también
una segunda que será sin duda mucho más gloriosa que la primera. La
primera se realizó en el sufrimiento, la segunda traerá consigo la
corona del reino.
Porque en nuestro Señor Jesucristo casi
todo presenta una doble dimensión. Doble fue su nacimiento: uno, de
Dios, antes de todos los siglos; otro, de la Virgen, en la plenitud de
los tiempos. Doble su
venida: una en la oscuridad y calladamente, como lluvia sobre el
césped; la segunda, en el esplendor de su gloria, que se realizará en el
futuro.
En la primera venida fue envuelto en pañales y recostado
en un
pesebre; en la segunda aparecerá vestido de luz. En la primera
sufrió la cruz, pasando por encima de su ignominia; en la segunda vendrá
lleno de poder y de gloria, rodeado de todos los ángeles.
Por lo
tanto,
no nos detengamos sólo en la primera venida, sino esperemos
ansiosamente la segunda. Y así como en la primera dijimos: Bendito el
que viene en nombre del Señor, en la segunda repetiremos lo mismo
cuando, junto con los
ángeles, salgamos a su encuentro y lo aclamemos adorándolo y
diciendo de nuevo: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Vendrá
el Salvador no para ser nuevamente juzgado, sino para convocar a juicio
a
quienes lo juzgaron a él. El que la primera vez se calló mientras
era juzgado dirá entonces a los malvados que durante la crucifixión lo
insultaron: Esto hicisteis y callé.
En aquel tiempo vino para
cumplir un designio de amor, enseñando y persuadiendo a los
hombres con dulzura; pero al final de los tiempos —lo quieran o no—
necesariamente tendrán que someterse a su reinado.
De estas dos venidas habla
el profeta
Malaquías: Pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros
buscáis. Esto lo dice de su primera venida.
Y
de la otra dice: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: he
aquí que
viene —dice el Señor de los ejércitos—. ¿Quién podrá resistir el
día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será como un
fuego de fundidor, como lejía
de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.
Pablo,
en su carta a Tito, nos habla también de las dos venidas con estas
palabras: Dios ha hecho aparecer a la vista de todos los hombres la
gracia que nos
trae la salud; y nos enseña a vivir con sensatez, justicia y
religiosidad en esta vida, desechando la impiedad y las ambiciones del
mundo, y aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria
del gran Dios y Salvador
nuestro, Jesucristo. Mira cómo nos muestra la primera venida, por
la cual da gracias, y la segunda, que esperamos.
Por eso la fe
que hemos recibido por tradición nos enseña a creer en aquel que subió a
los
cielos y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá
con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Vendrá,
por tanto, nuestro Señor Jesucristo desde el cielo,
vendrá glorioso en el último día. Y entonces será la consumación
de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será
totalmente renovado.
RESPONSORIO Cf. Sal 48, 3; 79, 2; 23, 7. 9
R. He aquí que veo venir a lo lejos el poder de Dios y una niebla que
cubre toda la tierra. * Id a su encuentro y preguntadle: * «Dinos si
tú eres el que esperamos, * el que ha de reinar en el pueblo de
Israel.»
V. Plebeyos y nobles, ricos y pobres,
R.
Id a su encuentro y preguntadle:
V. Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño:
R. Dinos si tú eres el que esperamos.
V. ¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a
entrar el Rey de la gloria.
R. El que ha de reinar en el pueblo de Israel.
V. He aquí que veo venir a lo lejos el poder de Dios y una niebla que
cubre toda la tierra. * Id a su encuentro y preguntadle: * «Dinos si
tú eres el que esperamos, * el que ha de reinar en el pueblo de
Israel.»
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti,
Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te
adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el
Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de
los profetas te enaltece, y el ejército
glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos
los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre,
infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo
Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la
gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar
al hombre, tomaste la
condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y
glorioso, en el reino del Padre.
Tú
vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y
defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y
guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por
siempre
jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de
nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre
nosotros, como lo
esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la
venida de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que,
colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino celestial. Por
nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el
Señor es un Dios grande, soberano de todos
los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las
cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que
modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo
al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su
pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el
corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros
padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella
generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que
no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno: UNA CLARA VOZ RESUENA.
Una clara voz resuena que las tinieblas repudia, el sueño pesado
ahuyéntase, Cristo en el cielo fulgura.
Despierte el alma adormida y sus
torpezas sacuda, que para borrar los males un astro nuevo
relumbra.
De arriba llega el Cordero que ha de lavar nuestras culpas; con lágrimas imploremos el perdón que nos depura,
porque en su nueva venida que aterroriza y conturba, no tenga que castigarnos, mas
con piedad nos acuda.
Al Padre eterno la gloria, loor al Hijo en la
altura, y al Espíritu Paráclito por siempre alabanza suma. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Aquel día los montes destilarán dulzura y las colinas manarán
leche y miel. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de
ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario viendo
tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis
labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de
manjares exquisitos, y mis
labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando
medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con
júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me
sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Aquel día los montes destilarán dulzura y las colinas manarán
leche y miel. Aleluya.
Ant 2. Los montes y las colinas
aclamarán en presencia del Señor y los árboles del bosque aplaudirán,
porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por
los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio,
bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna,
bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid
al Señor; vientos
todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y
heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y
hielos, bendecid al
Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al
Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al
Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid
al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid
al Señor; mares y ríos,
bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo,
bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos
por los siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y
espíritus justos, bendecid al
Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías,
Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el
Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No
se dice Gloria al Padre.
Ant. Los montes y las colinas
aclamarán en presencia del Señor y los árboles del bosque aplaudirán,
porque viene el Señor y reinará eternamente. Aleluya.
Ant 3. Vendrá el gran profeta y renovará Jerusalén. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea
de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su
Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con
tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la
victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en
filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de
dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos y aplicar el
castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con
esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para
todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Vendrá el gran profeta y renovará Jerusalén. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 13, 11b-12
Ya es hora que despertéis del sueño, pues la salud está
ahora más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche va pasando, el día
está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las
tinieblas y vistámonos de las armas de la luz.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que has de venir al mundo.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
El Espíritu Santo descenderá sobre ti, María; no temas, concebirás en
tu seno al Hijo de Dios. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a
su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por
boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la
misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa
alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para
concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le
sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros
días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el
perdón de sus
pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará
el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra
de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino
de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant.
El Espíritu Santo descenderá sobre ti, María; no temas, concebirás en
tu seno al Hijo de Dios. Aleluya.
PRECES
Oremos a Dios Padre, que nos concede la gracia de esperar la
revelación de nuestro Señor Jesucristo, y digámosle confiados:
Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
Santifica, Señor, todo
nuestro ser, alma y cuerpo, y guárdanos libres de culpa hasta el día
de la venida de tu Hijo.
Haz que durante este día caminemos en santidad y
llevemos una vida justa y religiosa.
Haz que nos
revistamos de nuestro Señor Jesucristo y que nos llenemos del Espíritu
Santo.
Concédenos, Señor, que vivamos siempre preparados para el día de la
manifestación gloriosa de tu Hijo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Como nos enseñó el Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la
venida de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que,
colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino celestial. Por
nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
R. Amén.
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: JESUCRISTO, PALABRA DEL PADRE.
Jesucristo, Palabra del Padre, luz eterna de todo creyente: ven, Señor,
porque ya se hace tarde, ven y escucha la súplica ardiente.
Cuando el mundo
dormía en tinieblas, en tu amor, tú quisiste
ayudarlo y trajiste, viniendo a la tierra, esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas, sólo anhela tu pronto regreso; si el
silencio madura la espera, el amor no soporta el silencio.
Con
María, la Iglesia te aguarda con anhelos de esposa y de Madre y reúne a
sus hijos, los fieles, para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu
gloria, que podamos salir a tu encuentro y a tu
lado vivamos por siempre, dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén.
Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus
enemigos estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu
cetro: somete
en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu
nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes
de la aurora.»
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino
beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Hija de Sión, alégrate; salta de gozo, hija de Jerusalén. Aleluya.
Ant 2. Vendrá nuestro rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan
anunció la venida.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo
balbuciente, Judá fue su santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos,
huyó, el Jordán se echó atrás; los
montes saltaron como carneros; las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa,
mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas,
que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la
tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el
pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Vendrá nuestro rey, Cristo, el Señor: el cordero de quien Juan
anunció la venida.
Ant 3. Llego enseguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada
uno según sus propias obras.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el
oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya
sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios (R.
Aleluya) porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. (R. Aleluya) Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios,
dueño de todo. (R. Aleluya) Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Llegó la boda del cordero. (R.
Aleluya) Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Llego enseguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno
según sus propias obras.
LECTURA BREVE Flp 4, 4-5
Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo: Estad
alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
seno y darás a luz un hijo. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con
su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de su misericordia —como lo
había prometido a nuestros padres— en favor de Abraham y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
seno y darás a luz un hijo. Aleluya.
PRECES
Oremos a Jesucristo, nuestro redentor, que es camino, verdad y vida de
los hombres, y digámosle:
Ven, Señor, y quédate con nosotros.
Jesús, Hijo del
Altísimo, anunciado por el ángel
Gabriel a María Virgen, ven a reinar para siempre sobre tu pueblo.
Santo de Dios, ante cuya venida el precursor saltó de gozo en el seno de
Isabel, ven y alegra al mundo con la gracia de la salvación.
Jesús,
Salvador, cuyo nombre el ángel reveló a José, ven a salvar al pueblo de
sus pecados.
Luz del mundo, a quien esperaban Simeón y todos los justos, ven a
consolar a tu pueblo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Sol naciente, de quien Zacarías profetizó que nos visitaría de lo alto,
ven a iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Pidamos
ahora con grande confianza la
venida del reino de Dios, con las palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la
venida de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que,
colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino celestial. Por
nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha
concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a
vosotros, hermanos, que intercedáis por mí
ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra
melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco
fue el amor en nuestro empeño de darle
vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran
amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora
en justa, e ilumina la senda de la vida y de la
muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre,
cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la
esperanza de esperar cada noche tu gran día.
Amén.
SALMODIA
Ant 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del
Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.»
Él
te
librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus
plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás
el espanto nocturno, ni la flecha que vuela
de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que
devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te
alcanzará.
Tan sólo abre tus
ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu
refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga
llegará hasta tu tienda, porque a
sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos;
te
llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre
áspides y víboras, pisotearás
leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque
conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo
defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi
salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y
no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque
el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y
reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos
luz para alumbrar a las naciones y gloria
de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACION
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado
en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor
alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para
cantar
nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa
muerte.
R. Amén.
ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza
nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti
suspiramos , gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de
tu vientre.
¡Oh
clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Of La Tr Sx Nn
Vs
Cm
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