 | Asunto: | [diosexiste] ¿Dios castiga? 6 | Fecha: | 28 de Noviembre, 2021 05:13:38 (+0100) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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¿Dios castiga?
José Miguel Arráiz
El castigo es un mal que Dios pretende
en orden a un bien mayor.
Continúo con el debate entre Alejandro Bermúdez y mi persona, sobre
el tema de si Dios castiga o no. Esta es la primera parte de un análisis
de los dos siguientes programas de Alejandro en este tema, publicados
igualmente en el portal de noticias católico ACIPrensa, así como en su
canal de Youtube ACITV, donde responde a los argumentos que he
esgrimido hasta ahora para demostrar que es un error teológico afirmar
que Dios no castiga con penas temporales.
Pero antes de continuar quiero puntualizar algunas cosas:
Primero: Lamento que todavía la audiencia de Alejandro siga sin
poder tener acceso de primera mano a mis argumentos, ya que él los
comenta pero no menciona el sitio en donde están publicados. Es un
deber de justicia permitir a la audiencia escuchar a la parte contraria, de
manera que pueda juzgar objetivamente los argumentos de ambos.
Como todavía le quedan varios capítulos que publicar pienso que está a
tiempo de darles esa oportunidad.
Segundo: A los lectores que me han escrito reflejando cierta
preocupación respecto a que este debate de alguna manera puede
escandalizar, dar la impresión de que los católicos estamos desunidos,
causar división, etc. etc. les aclaro: la apologética es la rama de la
teología que explica y defiende las verdades de la fe. Mala apologética
haría si por un equivocado respeto humano, y unos excesivos
escrúpulos yo colocara en primer lugar el guardar las apariencias, y no
buscara combatir el error encuéntrese donde se encuentre (se combate
el error no la persona). Ya lo dijo bien claro el Papa Francisco:
“Confrontándonos, discutiendo y rezando se resuelven los problemas
en la Iglesia”
Tercero: Quiero agradecer a los lectores que han contribuido con sus
conocimientos comentando y aportando. Algunos han sido tan valiosos
que los he rescatado y me he servido de ellos en esta nueva entrega. Mil
gracias.
Argumentos de Alejandro Bermúdez
En esta ocasión no voy a detenerme a comentar los argumentos
periféricos de Alejandro, donde repite insistentemente que en mis
artículos me limito solo a citar de manera abundantísima la Biblia, los
padres de la Iglesia, los Papas y el Magisterio, como si yo fuera una
biblioteca ambulante de citas que no razona ni aplica la “razón
teológica”. Ya para responder a ese argumento puede consultar el
capítulo anterior, y juzgar por usted mismo y de primera mano si es
cierto que cito de manera incorrecta o fuera de contexto. Me dedicaré
por lo tanto, a los dos argumentos principales por los cuales Alejandro
sostiene que Dios no castiga.
Objeción 1:
Dios es amor, por lo tanto, Dios no castiga
Para sustentar su punto Alejandro pide leer el Catecismo de la Iglesia
Católica a partir del número 212 hasta el 217 donde se describe cómo
es Dios, y allí se dice que Dios es rico de amor y fidelidad,
benevolente, bondadoso, misericordioso, etc. y nos dice que si usamos
la razón teológica eso de alguna manera demuestra que Dios no castiga.
Si hemos de resumir su argumento gráficamente quedaría así:
Pido disculpas si parece que simplifico demasiado el argumento de
Alejandro, pero la verdad es que básicamente es ese, y realmente no
hacía falta mandar a leer el Catecismo para demostrar que Dios es
misericordioso, como si alguien lo negara.
Ahora bien, a estas alturas del debate no debiera existir ninguna
dificultad para entender que si hemos dicho que Dios es amor,
también hemos dicho que porque ama es que castiga, que es
precisamente lo que dice la Biblia: “el Señor castiga a los que ama, y en los
cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus
hijos.” (Hebreos 12,6). Para fundamentar esto además de la Biblia he
venido citando padres de la Iglesia, el Magisterio y los Papas que dicen
expresamente que el castigo es un acto de amor. Por lo tanto, no me
detendré a repetir lo que ya he dicho en entregas anteriores, pero si
aprovecharé de dejar algunas interrogantes en el aire.
Si de verdad el hecho de que Dios es amor implica de alguna manera
que Dios no castiga, ¿Por qué ningún santo, padre de la Iglesia,
Papa en 2000 años ha llegado a esta conclusión? ¿Es que acaso nadie
ha hecho uso de la “razón teológica” al punto de que no haya quedado
expresado que Dios no castiga en ni un solo texto magisterial? ¿Por qué
en cambio si es posible encontrar de manera abundantísima la
afirmación contraria, al punto que el reproche de Alejandro es que yo
cito en demasía?
Inclusive la propia Enciclopedia Católica, que es una de las Webs
pertenecientes al Grupo ACI, del cual Alejandro es director, le
contradice de manera diáfana cuando sostiene exactamente lo contrario
a lo que él afirma:
“El segundo efecto del pecado está en transmitir el dolor del
sufrimiento padecido. (reatus paenae). El pecado (reatus culpae) es
la causa de esta obligación (reatus paenae). El sufrimiento puede
estar inflingido en esta vida a través del medio de castigos
medicinales, calamidades, enfermedades, males temporales, los
cuales tienen a alejarnos del pecado, o pueden ser inflingidos en la
vida por venir por la justicia de Dios como castigo vindicativo;. Los
castigos en la vida futura son proporcionados al pecado cometido y
es obligación padecer este castigo por pecados no arrepentidos, que
es lo que significa la “reatus poenae” de los teólogos.”
(1)
Sí, en su propia Web, su propia Enciclopedia Católica no dice nada
distinto por ejemplo al Concilio Dogmático de Trento citado en
capítulos anteriores, donde se afirma que Dios enviaba castigos
temporales. Pretender que los autores de la Enciclopedia Católica,
junto con los padres de Trento no utilizaban la “razón” teológica, es
mucho pedir
Objeción 2:
El castigo es malo, Dios es bueno, Dios no quiere
lo malo
Respecto a esto, Alejandro se sumerge en el misterio del mal, y como el
hecho de que Dios castiga tiene que entenderse a la luz de este misterio.
Así, parte del principio de que Dios no es autor, ni agente ni la causa
directa del mal, y como tal esa en su opinión contradice el hecho de
que Dios castigue.
Si hemos de resumir nuevamente de manera gráfica este argumento
sería así:
Pero este tampoco es un tema que no haya sido extensamente estudiado
por la teología y la filosofía, y no han llegado ni de cerca a las
conclusiones que llega Alejandro. Pero antes de abordar el tema
debemos hacer dos distinciones cuando hablamos del mal. Podemos
hablar del mal físico, como por ejemplo, el dolor, la enfermedad, la
muerte, y el mal moral que es el pecado, que es esencialmente una
negación de Dios.
En lo que respecta al mal moral, hay que decir que como es una
negación de Dios, ese sí no lo puede querer Dios ni per se ni per
accidens, esto es: ni como fin ni como medio. Pero en lo que respecta al
mal físico, este si bien no lo pretende Dios per se, es decir, por afecto al
mal o en cuanto fin, si lo puede pretender per accidens, es decir, los
permite como medios para conseguir un fin superior de orden físico
(como la conservación de una vida superior) o de orden moral (como
castigo o purificación moral).
Por lo tanto, aunque Dios no puede ser causa directa del mal (el mal no
tiene causa directa sino indirecta, ya que es la ausencia de bien (2)
), si
puede pretender el mal físico como un medio para lograr un fin
superior. Una explicación completa de esto la da el Cardenal Zeferino
Gonzales en su obra Filosofía Elemental (3).
Para ejemplificarlo, utilicemos nuevamente el castigo de Zacarías.
Había recordado que cuando el ángel Gabriel se aparece a Zacarías para
anunciarle que su anciana esposa quedaría en cinta de Juan el Bautista,
él duda de sus palabras y Dios le castiga dejándole mudo hasta el
nacimiento de su hijo (Lucas 1,19-20). Analicemos ahora este
acontecimiento desde otra perspectiva: Zacarías ha cometido una falta y
es castigado con un mal físico. Alguien dirá de forma acertada: eso es
un mal para Zacarías, y es cierto, pero ¿quiere decir que Dios al ordenar
que le sea quitada su voz hizo algo “malo”? No, Dios le ha hecho
finalmente un bien, ya que al privarle de su voz logrará un acto de
justicia vindicativa que le ayudará a expiar su falta, y a la vez un acto
de justicia correctiva, ya que este mal físico será un medio para que él
obtenga un bien mayor, al moverlo al arrepentimiento sobre su pecado
y hacerlo crecer espiritualmente. Alguien podrá objetar que eso implica
creer que Dios actuó mal, a lo que hay que responder que Dios como
soberano universal no actúa mal cuando dispone de los dones que él
mismo ha dado gratuitamente y que no tiene obligación de mantener.
Otro problema con este argumento de Alejandro es que también se
contradice con lo que él mismo ha venido defendiendo, ya que él había
reconocido que en el Antiguo Testamento Dios si castigaba, y citó un
sin número de ejemplos. Pero si bajo la forma de pensar de Alejandro en donde el
castigo es malo, ¿quiere decir entonces que en el Antiguo
Testamento Dios era causa directa del mal? Alejandro seguramente
alegará que Dios había elegido revelarse así dado que el pueblo no
podía ni tenía la capacidad de comprender a Dios, pero eso no explica
de manera satisfactoria como este hecho puede justificar que Dios actúe
en contra de lo que es su naturaleza.
1 Enciclopedia Católica – Pecado
2 Santo Tomás, Suma Teológica - Parte Ia - Cuestión 49
3 Así lo explica la obra del cardenal Zeferino González, en su obra Filosofía
Elemental:
1ª Por más que Dios no intente el mal físico per se o como fin, en atención a
que no se
deleita en el mal de sus criaturas como mal, y lejos de aborrecer, ama todo lo
que creó, es
indudable que puede elegirlo o quererlo, como medio proporcionado para realizar
algún
fin bueno. La razón es que, en este caso, la volición del mal físico por parte
de Dios, tiene
por término y como fin el bien que presupone la existencia del mal físico como
medio, o
hablando con más propiedad, como condición hipotética de la existencia del bien
intentado por Dios; y digo hipotética, porque la existencia y realización de
determinados
bienes, como resultante de tales o cuales males físicos, se halla en relación
con el grado de
perfección relativa que Dios quiso comunicar a este mundo, y que pudiera ser
superior en
otro de los posibles.
2ª Por lo que hace al mal moral, Dios no lo intenta o quiere, ni como medio, ni
como fin;
porque, además de repugnar a la santidad infinita de Dios, el mal moral envuelve
la
subversión del orden necesario que toda criatura, y más que todas, la criatura
inteligente y
libre, dice a Dios como último fin de la creación. Empero esto no impide que
Dios
permita su existencia; porque esta permisión no envuelve una aprobación del
mismo, y por
otra parte, ninguna obligación tiene Dios de impedir su existencia. Más todavía:
dada la
existencia de seres inteligentes y libres, puede decirse conveniente y como
natural la
permisión del mal moral por parte de Dios. Porque la verdad es que a Dios, como
gobernador supremo y universal del mundo, le corresponde permitir que cada ser
obre en
conformidad a las condiciones propias de su naturaleza. La voluntad humana es de
su
naturaleza defectible, flexible en orden al bien y al mal, y libre y responsable
en sus actos.
Luego a Dios, como previsor universal del mundo y especial del hombre, sólo le
corresponde dar a éste los medios y auxilios necesarios para obrar el bien
moral, pero no el
matar ni anular su libertad, imponiéndole la necesidad física de obrar bien.
Esto sin contar que la realización del mal moral sirve también: a) para
manifestar que el
hombre, cuando obra el bien, lo hace libremente, y es acreedor al premio: b)
para revelar la
paciencia y longanimidad del mismo Dios: c) para manifestar su misericordia
perdonando
y su justicia castigando.
3ª Infiérase de lo dicho hasta aquí: 1º que ni la existencia del mal físico, ni
la del mal moral,
envuelven repugnancia o contradicción absoluta con la providencia y la bondad de
Dios:
2º que hasta podemos señalar razones plausibles, y fines racionales y justos
para su
existencia: 3º que Dios, absolutamente hablando, pudiera impedir la existencia
del mal
físico y moral, bien sea con la producción de otro [357] mundo, bien sea con la
diferente
disposición de este: 4º que aunque podemos señalar algunos fines probables de la
permisión del mal moral, ignoramos la causa final de esta permisión por parte de
Dios, en
atención a que no sabemos con certeza cuál sea el fin principal y los motivos
divinos de
esta permisión, debiendo, por lo tanto, decir con la Escritura: ¿Quis cognovit
sensum
Domini, aut quis consiliarius ejus fuit? Con mayor razón es aplicable esta
reflexión a
nuestra ignorancia con respecto a los fines particulares, a que se subordina la
existencia del
mal físico y moral en el ser A o B.
Que la volición del mal físico, en el sentido expuesto, no se opone a la bondad
divina, se
prueba además porque, en la hipótesis contraria, Dios no podría querer y
realizar ciertos
bienes y perfecciones de un orden superior. A poco que se reflexione, se
reconocerá, sin
duda, que la ausencia absoluta y completa del mal físico llevaría consigo la
ausencia de la
paciencia, la fortaleza, la magnanimidad, la constancia, y para decirlo de una
vez, de los
rasgos más bellos y sublimes de la virtud en todas sus múltiples
manifestaciones. Más
todavía: la ausencia de todo mal físico llevaría consigo la muerte [356] o la
atonía absoluta
de la sociedad humana, con sus artes, ciencias e industria, que vienen a ser la
lucha
perseverante de la humanidad contra el mal físico.
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