¿Dios castiga?
José Miguel Arráiz
La parábola del hijo pródigo, ¿No demuestra que Dios no
castiga?
Otro argumento recurrente en los podcast de Alejandro es la
interpretación que hace de la parábola del hijo pródigo, en la que el
padre se mostró compasivo y no castigó a su hijo luego de que había
dilapidado su herencia, de allí razona que si el padre no le castigó, de la
misma manera Dios que es un padre bueno, tampoco nos castigará.
Pero cuando se dice que Dios puede castigar si así lo determina, no se
niega que como soberano universal tenga derecho a ser clemente.
Tampoco decimos que esté obligado a aplicar una justicia meramente
conmutativa. Si generalizamos a partir de una parábola cuya finalidad
es poner de relieve la misericordia podríamos terminar creyendo junto
con los protestantes que no existe el purgatorio sólo porque Jesucristo
fue clemente con el buen ladrón y le prometió estar con Él ese mismo
día en el paraíso. No hay que olvidar que el mismo Jesús en otros textos
donde el tema principal es la responsabilidad personal de cada persona
les advierte el castigo que recibirán sino actúan en consecuencia:
“Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha
preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos
azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá
pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se
confió mucho, se le pedirá más.” (Lucas 12,47-48).
Conclusiones
Con esto ya finalizamos y considero que he analizado todos los
argumentos que expone Alejandro Bermúdez en su serie de programas
en audio (en total siete). Quiero agradecer especialmente al padre José
María Iraburu, Luis Fernando Pérez director de Infocatólica, y a Néstor
Martínez, quienes me han asesorado en este tema. Agradezco también a
quienes con sus comentarios han contribuido a enriquecerlo y han
ayudado a mejorar notablemente el resultado final, así como a los que
pacientemente han venido leyendo cada una de las entregas. Añadiré un
capítulo más luego de publicarse el libro digital que Alejandro ha
ofrecido, si agrega algún argumento adicional que valga la pena
analizar.
Dios les bendiga.
Observaciones sobre el
libro digital de Alejandro Bermúdez
Aunque más de una vez había dado por finalizado el debate, pues
consideraba que todos los argumentos importantes habían sido
analizados, he querido hacer un último post por varias razones.
En primer lugar, porque no puedo perder la ocasión de compartir otro
libro digital del tema titulado “Dios perdona pero también castiga” (4),
que ha escrito mi amigo y hermano en la fe Adrián “UnCatólico”
Ferreira, quien dirige el sitio Web de apologética UnCatolico.com. Le
ha quedado estupendo, y todo está magníficamente documentado. De
corazón le felicito.
En segundo lugar, porque algunos lectores me han pedido que escriba
una entrega más para analizar el nuevo libro de Alejandro Bermúdez (5).
En un comienzo pensé que no iba a ser necesario, dado que si se iba a
limitar a recopilar lo que había venido exponiendo en sus programas en
audio, no habría realmente nada que agregar, pero luego de examinarlo
cuidadosamente me encuentro que no ha sido así, por lo que me da
oportunidad de ahondar un poco más en el tema, y a la vez comentar
mis impresiones finales, en un debate que estoy seguro de que aunque
ha sido largo, será para bien de muchos católicos.
Impresiones iniciales
Un primer problema que encontré a lo largo de todo el libro de
Alejandro es el recurso continuo a argumentos falaces. Por ejemplo,
identifica a quienes defienden la posición contraria como cercanos al
“tradicionalismo” (ad hominem), desfigura su posición como
“defensores de la imagen de un Dios castigador” (muñeco de paja), y
los acusa de haber señalado a quienes sostienen una posición contraria
a la nuestra como “traidores” a la Iglesia (falsedad). A lo largo del resto del
libro suma muchas otras falacias (falsa autoridad, dialéctica de los
contrarios, etc.). El problema es que gran parte de su audiencia no
podrá detectar el uso de estos recursos falaces, debido a que él no
identifica quien sostiene los argumentos contrarios, ni donde puede
leerlos de primera mano. No me menciona por ejemplo a mí ni a mi
sitio Web, así como tampoco a Infocatólica. Si bien no falta aquel
oyente o lector promedio con suficiente iniciativa para indagarlo por él
mismo, la gran mayoría se queda simplemente con la versión que
Alejandro les da, y no tendrían de entrada razones para dudar, porque
ya sabemos que es él un periodista católico con mucho prestigio y con
un gran poder de difusión dentro de la Iglesia Católica.
Aclaraciones
Es aquí que es importante aclarar en primer lugar que no somos
tradicionalistas, o por lo menos no lo somos quienes hemos tenido
mayor protagonismo en este debate. No lo soy yo (los tradicionalistas
que me leen y conocen pueden dar testimonio de ello), como tampoco
es tradicionalista nuestro director en Infocatólica Luis Fernando Pérez,
ni nuestro editor el sacerdote y doctor en teología José María Iraburu.
Mucho menos aquellos otros sacerdotes y teólogos que han participado
puntualmente en el debate para expresar su acuerdo con nuestros
argumentos, entre ellos Mons. Miguel Antonio Barriola, miembro por
dos quinquenios de la Pontificia Comisión Bíblica y prelado de honor
del Papa, o Fray Nelson Medina reconocido predicador internacional
(No menciono aquí a todos los sacerdotes que por vía privada me han
dicho que están de acuerdo con lo aquí expuesto, sino sólo a quienes lo
han hecho públicamente).
Pero si realmente los que sostienen nuestra posición son
“tradicionalistas” Alejandro debe explicar si considera también
tradicionalista el Bendicional de la liturgia romana, producto de la
reforma litúrgica que incluye entre sus oraciones:
“Oremos. Escucha, Señor, nuestras súplicas y, ya que somos
castigados por nuestros pecados, y padecemos la desgracia de las
calamidades naturales, líbranos de estos males, para gloria de tu
Nombre, y preserva a nuestros términos de toda adversidad, para
que lo que nazca en ellos sirva a tu majestad y remedie nuestras
necesidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén”
O si también pueden etiquetarse como “tradicionalistas” los Papas que
han sostenido una y otra vez que Dios puede castigar y que de hecho lo
hace, entre ellos Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y antes de
ser Papa, el Cardenal Jorge Bergoglio.
Tampoco hemos sostenido que los que defienden la posición contraria
son “traidores a la Iglesia”. Citamos sí a Benedicto XVI quien dio un
diagnóstico muy lúcido respecto a donde se ha originado este error que
él califica como un “estrechamiento del concepto de amor”. Me
permito citarlo nuevamente para subrayar en negrita algunos puntos
importantes:
“Me comentó algo muy interesante el arzobispo de Dublín. Dijo que
el derecho penal eclesial funcionó hasta los últimos años de la
década de 1950, que si bien no había sido perfecto -mucho hay en
ello para criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados de la
década de 1960 dejó simplemente de aplicarse. Imperaba la
conciencia de que la Iglesia no debía ser más Iglesia del derecho,
sino Iglesia del amor, que no debía castigar. Así, se perdió la
conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor.
En ese entonces se dio también entre gente muy buena una
peculiar ofuscación del pensamiento. Hoy tenemos que aprender
de nuevo que el amor al pecador y al damnificado está en su recto
equilibrio mediante un castigo al pecador aplicado de forma
posible y adecuada. En tal sentido ha habido en el pasado una
transformación de la conciencia a través de la cual se ha
producido un oscurecimiento del derecho y de la necesidad de
castigo, en última instancia también un estrechamiento del concepto
de amor, que no es, precisamente, sólo simpatía y amabilidad, sino
que se encuentra en la verdad, y de la verdad forma parte también
el tener que castigar a aquel que ha pecado contra el verdadero
amor” (6).
Obsérvese que si hemos citado a Benedicto XVI es precisamente
porque compartimos su opinión respecto a que este error se ha
producido entre quienes él identifica como “gente muy buena”. No hace
falta aclarar que no es lo mismo ser “gente muy buena” a ser gente
“traidora” e “ignorante”. Desde el principio he venido diciendo que no
considero a Alejandro ni a quienes sostienen su posición ni como “traidores”, ni
como “herejes”, sino como personas que se han
equivocado en un punto importante en la doctrina católica, y un punto
que sí, llevado a sus últimas consecuencias, conduce a la herejía.
Dios “castigador” versus Dios “todo amor”
En su defensa de la imagen del Dios “todo amor” que no castiga,
Alejandro nos endosa la defensa de un Dios “castigador”. Así, como él
defiende que Dios no castiga “nunca”, nos pretende endosar que
decimos que Dios castiga “siempre”. Pero eso no es lo que sostenemos.
No decimos que Dios aplique una justicia meramente conmutativa (lo
aclaramos en nuestra segunda entrega) sino que su justicia es
distributiva, por tanto remunerativa y vindicativa. Esto es simple y
llanamente la doctrina católica que puede encontrar en cualquier tratado
de teología que enseña “que Dios es un juez justo, que premia el bien y
castiga el mal”
(7).
Y he aquí que Alejandro cae siempre
en lo que hemos identificado como la
falacia de la dialéctica de los
contrarios en la que presenta de
manera excluyentes conceptos que
son perfectamente complementarios.
El mejor ejemplo lo dio él mismo
cuando el día de ayer publicó a
través de las redes sociales un
“meme” bastante simpático en el
cual se aprecia al Rey Leónidas de
Esparta gritando furioso “¡Dios
castiga!”, luego reflexiona en el
hecho de que Dios es “todo amor”,
para al final retractarse y decir que
“Dios no castiga”. Más allá del toque
humorístico que seguro se traducirá
en muchos “me gusta” en su página
de Facebook, resume muy bien el
error de fondo en su “razonamiento
teológico”, que ignora lo que ya
había dicho el Papa Juan Pablo II respecto a que “el amor paterno de Dios no
excluye el castigo, aunque
éste se ha de entender dentro de una justicia misericordiosa que
restablece el orden violado en función del bien mismo del hombre”
(8).
Tan seguro que la misericordia y la justicia divina no están reñidas, que
el propio Juan Pablo II llegó a titular una de sus catequesis como “Dios
castiga Y salva”
(9). No es pues que Dios salve “O” castigue, sino que el
mismo Dios que “salva” también “castiga”, tal como dice la Biblia
“Porque el Señor al que ama, le castiga; y a cualquiera que recibe por
hijo suyo, le azota y le prueba con adversidades.” (Hebreos 12,5) (Y
me disculpan que cite la palabra de Dios, ya que se ha visto que el
hacerlo nos expone a que lo califiquen a uno de “protestante”, lo que
faltaba)
Hay una audiencia del Papa Juan Pablo I muy interesante, porque
precisamente nos habla de que hay verdades de fe agradables y otras
que nos resultan molestas, pero que no debemos sesgar la doctrina
cristiana ni hacer criba quedándonos sólo con lo que no nos resulten
duras. Y a este respecto precisamente dice que el sostener que Dios
castiga es una de esas verdades impopulares, pero ciertamente una
verdad de fe:
“Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de
seminarios: Con los futuros sacerdotes sed un padre, sed una
madre. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos
dificultad. Dios debe castigarme si me obstino; me sigue, me
suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no!; y así casi le obligo yo
mismo a castigarme. Esto no gusta, pero es verdad de Fe.”(10).
También hay que decir que este error había aparecido en otros tiempos
en la historia de la Iglesia (11). Y es que ya en la Iglesia primitiva, San
Ireneo, uno de los más grandes padres de la Iglesia de todos los
tiempos, discípulo de San Policarpo quien a su vez fue discípulo directo del
apóstol San Juan lo había denunciado en su célebre manual contra
todas las herejías:
“Otro error consistió en arrancar al Padre el juicio y el castigo,
pensando que ese poder es impropio de Dios. Por eso imaginaron
haber encontrado a un Dios “bueno y sin ira”, así como a otro Dios
“cuyo oficio es juzgar” y “otro para salvar”. Esos pobres no se
dieron cuenta de que a uno y a otro lo privan de la sabiduría y de la
justicia. Pues, si el juez no fuera al mismo tiempo bueno, ¿cómo
daría a premio a quienes lo merecen y reprenderá a quienes lo
necesitan? Un juez de este tipo no sería ni sabio ni justo. Y si fuese
un Dios bueno y únicamente bueno, pero sin juicio para juzgar
quiénes merecen esa bondad, un tal Dios no sería ni justo ni
bueno, pues su bondad sería impotente; ni podría ser salvador
universal si carece de discernimiento.
Marción por su parte, al partir a Dios en dos, a los cuales llamó al
primero “bueno” y al segundo “justo”, acabó matando a Dios
desde las dos partes. Porque si el Dios “justo” no es a la vez
“bueno”, tampoco puede ser Dios aquel a quien le falta la bondad;
y por otra parte, si es “bueno” pero no “justo”, del mismo modo
sufriría que le arrebataran el ser Dios.” (12).
Observen que no deja de ser impresionante la similitud entre el error de
Alejandro Bermúdez y del que entonces condenaba San Ireneo, y no es
casualidad que en sus programas en audio, él recurra al mismo
razonamiento que en aquella época utilizaba Marción, al alegar que el
Dios del Antiguo Testamento sí era un Dios “castigador”, mientras el
del Nuevo un Dios “misericordioso” que no castiga nunca. San Ireneo y
muchos otros padres combatieron este error enseñando que tanto en el
Antiguo Testamento como en el Nuevo Dios es justo y también
misericordioso.
Entienda pues Alejandro, que no es que defendemos la imagen de un
Dios “castigador”, lo que rechazamos es la imagen que presenta de un
Dios que no castiga “nunca”. El hecho de que usted defienda la
imagen de un Dios “sólo amor” no quiere decir que nosotros
defendamos la imagen de un Dios “sólo justicia”
Reconocimientos importantes
Pero más allá de todo esto están algunos reconocimientos importantes
que hace el propio Alejandro en su nuevo E-book que es oportuno
comentar. Veamos todo lo que ahora reconoce, pero antes negaba.
Escribe Alejandro Bermúdez:
“La idea de que Dios “castiga” ¿Está presente en las Sagradas
Escrituras, incluyendo en Nuevo Testamento? Sí, sin duda.
¿Pero resuelve esto el tema de la pregunta sobre si Dios
verdaderamente castiga o no? La respuesta es NO. La respuesta
afirmativa sólo podría provenir de una interpretación
completamente protestante de las Escrituras, es decir prescindiendo
de la alegoría, la metáfora y de las herramientas exegéticas
fundamentales.”
Reconocimiento importante porque hemos de recordar que en sus
primeros podcast había sostenido enfáticamente que la noción de que
Dios pueda castigar se reducía sólo al Antiguo Testamento y afirmó
que en todo el Nuevo Testamento no aparecía dicha noción en
absolutamente ninguna parte13. Como vemos ahora no es así y ya
admite que también en el Nuevo Testamento se afirma que Dios
castiga ¿Qué es de manera puramente metafórica o alegórica? Que lo
decida el lector, pero dudo que así lo haya entendido Zacarías cuando
perdió la voz por nueve meses por haber dudado del mensajero divino
(Lucas 1,19-20), o Herodes cuando enfermó por blasfemar (Hechos
12,21-23), tampoco Ananías y Safira (Hechos 5,1-10) cuando murieron
por burlarse del Espíritu Santo, mucho menos los cristianos que
enfermaban al profanar la Sagrada Eucaristía (1 Corintios 11,29-30). A
este respecto sugiero humildemente a Alejandro estudiar que realmente
puede considerarse alegórico o metafórico en la Sagrada Escritura,
porque es evidente que el que no lo sabe es él.
Continúa Alejandro:
“Que Dios castiga ¿Es algo afirmado por concilios, papas, santos
y hasta la misma Virgen María en las apariciones “aprobadas”
por la Iglesia? La respuesta es sí. Los partidarios de la visión de un
Dios castigador han acumulado un largo elenco de citas, con la
convicción –disparatada, por lo demás, desde el punto de vista
apologético- de que a más citas acumuladas, más sólido es su
argumento.”
Otro importante reconocimiento, ya que en su serie previa de
programas, Alejandro se había limitado a reconocer que los Concilios,
los Papas y santos, e incluso la propia virgen María y nuestro Señor en
sus revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia habían hablado de
alguna “relación” entre Dios y el castigo. Ahora aunque no admite
nuestro punto de vista, por lo menos reconoce lo que hemos venido
diciendo, que no es un lejano vinculo que en el magisterio se establece
entre Dios y el castigo, sino que explícitamente se afirma que DIOS
SI CASTIGA, repito, afirmación que él mismo reconoce se encuentra
de manera abundantísima en Concilios Ecuménicos, Magisterio de los
Papas, Santos e inclusive revelaciones privadas.
Sin embargo en la siguiente admisión si se queda muy corto cuando
reconoce:
“Es verdad que la afirmación contraria “Dios no castiga”, como
cita textual, es escasa en el cuerpo doctrinal de la Iglesia. En una
“guerra de citas”, la posición teológica correcta no va a ganar.”
Y digo que se queda corto, porque no es cierto que la afirmación
contraria “Dios no castiga” es “escasa” en el cuerpo doctrinal de la
Iglesia. No, no es que es escasa, sino que NO EXISTE incluido el
Magisterio ordinario y extraordinario. Invito a que el lector revise todas
y cada unas de las aportaciones de Alejandro, comenzando desde sus
podcast en audio hasta su último E-book digital, para ver que no ha
podido citar ninguna fuente magisterial, tratado de teología, etc. que
afirme que Dios no castiga nunca. Y tan es así que si ese fuera el caso,
no hubiese tenido que completar su libro digital con solamente:
1) Dos artículos que no son magisterio de dos teólogos en el cual ellos
mismos reconocen que no discuten el hecho de que Dios castigue, sino
si Dios pudo castigar con una catástrofe natural a inocentes junto con
los culpables
2) Una única cita del Cardenal Ratzinger antes de ser Papa en una
entrevista a la prensa luego de los ataques terroristas del 11 de
Septiembre, y en la que no niega que Dios castiga, sino que explica de
manera muy general y no teológica que los pecados nos atraen penas
ontológicas, esto es, consecuencias de nuestras propias acciones.
Teniendo todo esto en cuenta, no es sensato que Alejandro pretenda
sostener que su posición es “teológicamente más segura y cierta que la
contraria”, pretendiendo que creamos de buena fe algo que no sólo está
ausente sino contradicho explícitamente por el Magisterio ordinario y
extraordinario de la Iglesia. Intentar justificar esto en base a una
supuesta “razón teológica” que se reduce a un razonamiento que puede
ser resumido en un simple “meme” con Leonidas gritando que “Dios no
castiga porque es todo amor”. En pocas palabras, pide que creamos
que aunque la Biblia (palabra de Dios), el Magisterio, los Papas, los
Santos y hasta la Virgen y Jesús en sus revelaciones privadas
enseñan una cosa, debemos entender exactamente lo contrario, esto
es, que Dios no castiga nunca, y todo esto, sólo porque “Dios es todo
amor”. ¿De verdad alguien cree que esto es un “razonamiento
teológico” serio y coherente?
Conclusiones
Ya con esto considero que he analizado todas las objeciones
importantes (14). Ahora sí creo que doy por finalizado este debate (aunque
no prometo nada). Los lectores tienen en sus manos suficientes
herramientas para juzgar los argumentos a favor y en contra y sacar sus
propias conclusiones. Ya saben que arriba he colocado los enlaces a los
tres libros digitales, tanto de Alejandro Bermúdez, como el mio y el de
Adrián Ferreira, de manera que tengan acceso a toda la información.
Sólo tiene que hacer clic sobre las imágenes.
Les recuerdo por último que como católicos debemos permanecer
firmes a la enseñanza del Magisterio para que “no seamos ya niños,
llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina” (Efesios
4,14). De verdad espero que hayan aprendido mucho en este
debate, yo estoy seguro de que por lo menos yo lo he hecho.
Dios les bendiga.
4 He publicado una copia digital en la dirección:
http://www.apologeticacatolica.org/Descargas/Dios_Castiga2.pdf
5 El nuevo E-book de Alejandro Bermúdez “Dios no castiga” ha sido publicado en
ACIPrensa
6 Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010, p. 16-17
7 Juan Pablo II, Salvífici Doloris 10
8 Juan Pablo II, Audiencia del Miércoles, 29 de Setiembre 1999
9 Juan Pablo II, Audiencia general del Miércoles 25 de Julio del 2001
10 Juan Pablo I, Audiencia 13 de Septiembre de 1978
11 El jesuita Benedicto Stattler, semi-racionalista, incurrió en el mismo error
que Alejandro
Bermúdez, razón por la cual varias de sus obras fueron incluidas en el Índice de
libros
prohibidos por la Iglesia: “Plusieurs publications de Stattler furent mises à
l'Index. On y a
relevé un certain nombre d'erreurs (par exemple la négation de la justice
vindicative de
Dieu…” DTC, XIV, Col. 1851
12 San Ireneo de Lyon, Contra todas las herejías, Libro III, 25, 2-3
13 Había dicho Alejandro Bermúdez textualmente: “En el Nuevo Testamento están
los 27 libros
que incluyen los cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles, las cartas de
San Pablo, la carta a los
hebreos, la carta de Santiago, Primera de Juan, Segunda de Juan, la carta de
Judas, el Apocalipsis. En
ninguno de ellos se habla del castigo fuera de la pena final.”
14 No volveré aquí sobre la afirmación de Alejandro Bermúdez respecto a que la
Salvífici
Dolores la hemos citado fuera de contexto, porque esto ya fue aclarado en el
capítulo
anterior. En el texto se ve meridianamente claro que lo que sostiene el Papa es
que no
todo sufrimiento es castigo, pero que el sufrimiento cuando está unido a la
culpa tiene
carácter de castigo, y también explícitamente afirma que Dios es justo, premia
el bien y
castiga el mal.