 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Domingo 05 de Diciembre de 2021 | Fecha: | 5 de Diciembre, 2021 03:29:10 (+0100) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Domingo 2º de Adviento
Lecturas del Domingo 05 de Diciembre de 2021
Baruc 5,1-9: Dios mostrará su esplendor Salmo 125: El Señor ha
estado grande con nosotros y estamos alegres Filipenses 1,4-6.8-11: Que
entre ustedes crezca el amor Lucas 3,1-6: Todos verán la salvación de
Dios
Santoral:
Sabas
Liturgia de las horas
Lecturas
Baruc 5, 1-9 Dios mostrará tu esplendor
Jerusalén,
despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas
perpetuas de la gloria que Dios te da, envuélvete en el manto de la
justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del
Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la
piedad".
Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y
contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del
Santo, gozosos invocando a Dios.
A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con
gloria, como llevados en carroza real.
Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados y a las
colinas encumbradas, ha mandado llenarse a los barrancos hasta allanar
el suelo,
para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios.
Ha mandado al boscaje y a los árboles aromáticos hacer sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con su justicia
y su misericordia.
Salmo responsorial: 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos
llenaba de risas, la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha
estado grande con nosotros, y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que
sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo
sus gavillas. R.
Filipenses 1, 4-6. 8-11 Que lleguéis al día de Cristo limpios e
irreprochables
Hermanos: Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría.
Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer
día hasta hoy.
Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros
una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración
y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados
de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza
de Dios.
Lucas 3, 1-6 Todos verán la salvación de Dios
En
el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato
gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe
virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el
sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan,
hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de
los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad
el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles,
desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios."
Comentarios
dominicos.org
Pautas para la homilía
Fr. Vicente Botella Cubells O.P. Convento de San Vicente Ferrer
(Valencia)
En las lecturas de este segundo domingo de Adviento encontramos la
presencia y el mensaje de dos profetas: Baruc y Juan Bautista. Con ellos
la Palabra de Dios nos invita a mirar hacia el futuro. No obstante, se
trata de un futuro cumplido. Si nos fijamos, lo que dice el primero
(Baruc), lo actualiza, haciéndolo suyo en su contexto, el segundo (Juan
Bautista): “allanad los senderos, rellenad los valles, que los montes se
abajen”. En efecto, lo cierto es que Israel regresó del exilio y Juan
Bautista preparó y despejó los caminos para que se viera “la salvación
de Dios” en Jesucristo. En consecuencia, la secuencia
promesa/cumplimiento que plantea la Palabra es la garantía con la que el
creyente se ha de abrir confiadamente hacia la segunda venida de
Jesucristo. Esta actitud es la que cabe esperar en quienes avanzamos por
el camino de la economía de la salvación en este Adviento 2021.
¿Tenemos esta actitud?
Precisamente, la venida definitiva del
Señor es el tema que plantea la segunda lectura de este domingo. De este
modo se completa el escenario de la vida cristiana que el Adviento
propone. Así se refleja en la conversación epistolar de Pablo con los
cristianos de Filipos. Leemos: “Esta es nuestra confianza: que el que ha
inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el
Día del Cristo Jesús”. La situación de estos cristianos de hace siglos
es parecida a la nuestra. Tras la encarnación y la Pascua salvadora de
Jesucristo avanzamos por la historia aguardando que la promesa de la
Parusía se cumpla. Y, mientras tanto, intentamos ser fieles y luchar por
la causa del Reino y su justicia. Pero las cosas no son fáciles. La
cotidianidad de la vida está cargada de problemas (económicos,
políticos, sanitarios, sociales), de pérdidas de sentido, de fracasos,
de soledades e incomprensiones, que pueden acabar con esa esperanza; es
decir, que pueden dinamitar la confianza en el futuro prometido y, por
tanto, debilitar la fe en el presente. Ante esta situación, ¿qué se
puede hacer?
Conviene fijarse en tres detalles de la Palabra de
Dios de este domingo para encontrar respuesta a las preguntas (¿vivimos
la actitud de la esperanza?, ¿qué se puede hacer frente a la tentación
del desaliento?) que se nos plantean desde el hoy del Adviento 2021.
El
primer detalle nos lo entrega el comienzo del evangelio de Lucas. Se
trata del deseo de ubicar con precisión el momento histórico en el que
la Palabra vino a Juan Bautista para que este comenzara su misión
profética. Llama la atención la minuciosidad con la que el autor sagrado
quiere señalar ese contacto de la Palabra con la realidad. Su deseo,
sin duda, es mostrar que la promesa de Dios no defrauda. Y esto es
verdad, más allá de la exactitud de las fechas que Lucas propone. Este
realismo de la Palabra de Dios, que confirma la Encarnación, es el que
hemos de recibir como lección en este domingo de Adviento. También
nosotros podemos (y debemos) describir y presentar nuestro contexto
vital en relación con hechos, fechas y personajes concretos. Será un
signo claro de inserción en la realidad. En una realidad con la que
también tiene que ver la Palabra de Dios que, desde la primera venida
del Señor, sabemos que posee una clara tendencia encarnatoria. Es decir,
la Palabra de Dios sigue conectando hoy con la historia y continúa
teniendo una intención salvadora; entre otras cosas, porque busca
vocacionar a alguien para que siga haciéndola resonar en el mundo y, por
esta vía, hacer presente, precisamente en nuestra situación, una
invitación realista en pro de una conversión humanizadora y salvífica.
De aquí podemos extraer dos recetas muy prácticas: a) frecuentemos la
Palabra de Dios, meditémosla, dejémosle más espacio en nuestras vidas y
b) seamos conscientes de la realidad en la que nos hallamos, no
intentemos evadirnos de ella; el Dios cristiano que dibuja el Adviento
es “muy realista”.
Y con la conversión tiene que ver el segundo
detalle. Juan Bautista recorría las comarcas predicando la conversión
para acoger la salvación. Esa predicación sigue siendo necesaria en
nuestros días. Por tanto, hemos de volver a convertirnos a la Palabra (a
Jesucristo) e invitar a la conversión a los demás. No hemos de decaer o
dejarnos llevar ante los conflictos y problemas. Esa es nuestra
responsabilidad creyente. Una responsabilidad muy importante porque
significa, ni más ni menos, que, si la cumplimos, proyectaremos a
nuestro alrededor la esperanza de que otro mundo es posible y de que las
cosas pueden ser de otra manera… conforme al plan de Dios.
Y por
último, un tercer detalle. Además del contacto de la Palabra de Dios con
nuestras existencias y con la realidad; además de la conversión
responsable, algo que se puede hacer o intensificar en este tiempo de
Adviento es la oración de los unos por los otros. Orar, sobre todo, por
la perseverancia de la Iglesia en este tiempo de difícil esperanza, tal y
como Pablo recuerda en la carta a los Filipenses: “Y esta es mi
oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en
sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo
limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia por medio de
Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios”.
¡Feliz Adviento para todos!
Introducción
Fr. Vicente Botella Cubells O.P. Convento de San Vicente Ferrer
(Valencia)
El tiempo de Adviento es una introducción
a todo el Año litúrgico y, en él, al conjunto de la vida cristiana
¿Cómo cumple este cometido? Estableciendo el marco temporal en el que
acontece la celebración del misterio de la fe, que es en el que camina
la Iglesia. Este marco es la convergencia en Jesucristo del pasado, del
presente y del futuro; dimensiones que se entrecruzan en la vida
creyente de manera enigmática pero real.
El Adviento, por tanto,
no es solo un tiempo de preparación para la Navidad. Este es solo un
aspecto. El Adviento prepara a la Iglesia y a los creyentes para que
sepan vivir la fe en las condiciones históricas en las que se
encuentran; es decir, que aprendan a vivir en el presente la actualidad y
vigencia del ayer y que, simultáneamente, detecten la presencia del
futuro definitivo en lo que acontece hoy.
En el horizonte del
Adviento, la memoria se hace profecía y la profecía toma como fundamento
la memoria. Estamos en la dinámica del binomio “promesa/cumplimiento”.
Lo que sucedió ayer, y se ha cumplido, es la garantía de lo que
sucederá. El que, tras ser anunciado, se hizo presente en la historia y
en la carne (Jesucristo), es el mismo que, tal y como dijo, volverá
rodeado de gloria. En esta lógica, la primera venida del Señor
(Navidad), recordada y actualizada, es el raíz de la esperanza de su
regreso definitivo (Parusía).
Ante esta situación
histórico-salvífica planteada por el Adviento, las actitudes cristianas
que se han de practicar responsablemente (y que ya no hay que dejar de
lado a lo largo de todo el Año litúrgico) son dos: la conversión y la
esperanza. Ambas muestran el dinamismo abierto y confiado de la vida
creyente, que no cesará nunca mientras estemos en este mundo. Comentario
Bíblico
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo Convento de Santo Domingo. Torrent
(Valencia)
Primera lectura: (Baruc 5,1-9)
Marco: El contexto es
un conjunto (4,5-5,9) que puede describirse como "quejas y esperanzas de
Jerusalén" en el que la ciudad, personificada, apostrofa a los
desterrados y el profeta los anima con la evocación de las esperanzas
mesiánicas. Nos introduce en las comunidades de la dispersión y nos
muestra cómo se conservaba en ellas la vida religiosa por medio de
relaciones con Jerusalén: la oración, el culto de la Ley y los sueños
mesiánicos. El sabio-poeta responde anunciando a Jerusalén la
restauración mesiánica. Reflexiones
1ª) ¡Quítate tu ropa de duelo, se acabó la esclavitud!
Jerusalén,
despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas
de la gloria que Dios te da. Bajo imágenes, frecuentes entre los
profetas y tomadas del ritual que se observaba tanto en los lutos como
en las fiestas y las bodas, el sabio-poeta invita a los dispersos a
avivar su esperanza, porque el Señor tiene planes de liberación. Dios
está a punto de actuar con los exiliados en Babilonia y con ello será
glorificado su nombre. Aunque al pueblo se le antojaba que Dios guardaba
silencio ya para siempre, no es así en realidad. Dios guarda silencio
para educar a su pueblo, pero en su fidelidad no puede abandonarle para
siempre. Dejaría de ser Dios. La historia de los hombres, nuestra propia
historia, pasa por etapas en las que también a nosotros nos parece que
Dios calla, que se aleja, que se desentiende de nuestros problemas e
incluso tragedias. Surgen entonces los interrogantes: ¿dónde está
Dios?... ¿dónde está el Dios Padre y providente?... Incluso sentimos la
tentación de dudar de su justicia. Pero es necesario estar atentos,
porque con toda seguridad Dios habla y lo hace con exquisita pedagogía.
El resultado final lo resume así el sabio-poeta: Paz en la justicia,
Gloria en la piedad.
2ª) ¡Vuelven cantando, trayendo sus gavillas!
Ponte
en pie, Jerusalén..., contempla a tus hijos gozosos como llevados en
carroza real. El exilio fue una etapa temporal, un paréntesis en la
historia de Israel, una pedagogía de Dios para con su pueblo al que ama
como una madre a sus hijos. Recordaba el Segundo Isaías: Sión decía: "Me
ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado". ¿Acaso olvida una mujer a
su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré. Fíjate en mis manos: te llevo tatuada en mis
palmas; tengo siempre presentes tus murallas (Is 49,14-16). Los
proyectos de Dios para con su pueblo son de paz y no de aflicción.
Ciertamente nuestra historia humana está jalonada por el sufrimiento,
contrariedades, preguntas acuciantes. Pero no menos cierto es que Dios
está ahí para cumplir su palabra. Y más con nosotros que somos sus
hijos, adoptivos, pero hijos. La esperanza engendra siempre en el
corazón del hombre la alegría (Rm 12,12) y la seguridad firme (Rm 5,5).
Dios nos hizo para la felicidad y nos quiere felices.
Segunda lectura: (Filipenses 1,4-6.8-11)
Marco:
Motivación general de esta carta: desahogos del apóstol desde la
prisión. Se trata de una acción de gracias y a la vez una entrañable
súplica porque han sido colaboradores suyos en la obra del Evangelio.
Una manifestación de confianza ya que Dios tiene poder para llevar a
plena madurez y realización lo que gratuitamente ha comenzado.
Reflexiones
1ª) ¡Pablo vive movido por una gran confianza!
Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros una
empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. La
llamada de Dios tanto a la fe como a cualquier vocación específica es,
de suyo, irrevocable, firme, para siempre. Dios se compromete en serio
con el hombre. No juega con nosotros porque nos tiene un infinito
respeto. Quiere que su llamada sea definitiva. Y tiene poder para
llevarla adelante. La grandeza y el drama del hombre ha sido siempre su
libertad. Grandeza porque es la cualidad más profundamente humana. Dios,
al hacernos a su imagen y semejanza, nos capacitó para asumir
decisiones libres. Pero se ha convertido en un drama desconcertante. En
momentos de tribulación, como aquellos a los que se refiere Pablo, es
necesario volver la mirada al comportamiento de Dios sin dudar de su
amor y fidelidad. Dios tiene poder para llevar adelante su obra. He ahí
la raíz más segura de nuestra esperanza.
2ª) ¡Desbordante humanidad de Pablo!
Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero, en Cristo
Jesús. La historia de la fundación de la comunidad de Filipos es
aleccionadora (Hechos 16,11-40). Lucas se entretiene ampliamente en el
acontecimiento haciendo una excepción a su habitual sobriedad al narrar
el origen de las comunidades. Pablo sufrió duramente y siempre llevará
aquella comunidad en la intimidad de su corazón de misionero. Quiero
entretenerme un instante en la figura de Pablo, porque es una referencia
para los ministros del Evangelio. Tanto el relato de la fundación como
la carta entera expresan dos sentimientos: la capacidad de sufrimiento
del apóstol y la ternura delicada que alberga en su corazón. Es
importante atisbar por estas ventanas la riqueza humana de Pablo. Es
necesario que los hombres nos vean ministros suyos, cierto (1Cor 4,1ss),
pero también sensiblemente humanos. Pablo nació en Tarso (Cilicia),
población situada en una espléndida y fértil llanura arropada por las
imponentes cumbres del Taurus. Este contraste geográfico del lugar que
le vio nacer marcó la humanidad de Pablo: tierno y recio a la vez.
Evangelio: (Lucas 3,1-6)
Marco:
Es el comienzo del relato del ministerio de Jesús (los relatos de la
Infancia son un amplio prólogo). Esto explica la introducción sincrónica
solemne. El ministerio de Juan el Bautista es preparación para el
ministerio de Jesús. Para interpretar bien esta parte del relato lucano
hay que recordar el esquema global de la historia de la salvación,
porque nos encontramos precisamente en la línea divisoria de dos etapas
histórico-salvíficas: el tiempo de Israel y el tiempo de Jesús. En el
pensamiento de Lucas, Juan el Bautista no es el precursor de Jesús, sino
el último profeta del Antiguo Testamento (Lc 16,16). Con Jesús comienza
algo totalmente nuevo. Por esto, este fragmento nos invita a dirigir la
mirada hacia un nuevo comienzo con el ministerio de Jesús.
Reflexiones 1ª) ¡Es necesario contar con la historia!
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio
Pilato gobernador de Judea... La lectura evangélica de este domingo nos
invita a valorar la historia. La esperanza escatológica* del creyente en
la Vuelta gloriosa de su Señor exige una mirada a la historia donde se
desarrolló su primera venida. La revelación amorosa de Dios para la
salvación de los hombres se realizó en la historia en la etapa
preparatoria y en su plena realización: Jesús de Nazaret. Tanto la
proclamación como la adhesión del creyente comienza su itinerario por el
encuentro con el Jesús que vivió entre nosotros. Este encuentro forma
parte imprescindible del mensaje cristiano auténtico. La humanidad de
Jesús es el lugar de encuentro con la Palabra eterna de Dios y a la vez
con todos los hombres (porque es el hombre ejemplar, porque es el alfa y
la omega, porque lo que hicisteis con uno de los más pequeños conmigo
lo hicisteis). Por eso Lucas tiene especial cuidado en situar el
ministerio de Jesús en un espacio geográfico y en un momento histórico.
También el mensaje de Jesús hoy debe poner especial cuidado en invitar a
las gentes al encuentro con Él, que refleja el rostro verdadero del
Padre y el sentido auténtico de la existencia humana. Jesús mismo nos
declaró en la Última Cena que Él es el camino, la verdad y la vida. Es
camino en cuanto hombre que nos conduce al Padre y, por tanto, a la
salvación definitiva.
2ª) ¡Una oferta universal de salvación!
Y todos verán la salvación de Dios. Sólo Lucas recoge esta última
expresión. Una salvación universal, sin fronteras étnicas, geográficas,
religiosas, económicas o sociales. En ese camino de esperanza desde la
Palabra y la historia, hay que contar con el desierto y con la apertura
universal de la salvación. El plan que se propuso especialmente Lucas en
su evangelio fue mostrar que Jesús es, con sus gestos y sus palabras,
el Salvador universal. En un momento de la historia, en el que estamos
tentados por toda clase de segregaciones, es necesario reavivar esta
llamada universal. En nuestro entorno también sentimos esa tentación
frente a los hermanos de otros países que buscan en el nuestro una mejor
calidad de vida; frente a quienes nos estorban por cualquier causa
social, cultural, económica e incluso familiar. Es necesario traducir la
universalidad en todas nuestra relaciones cotidianas para testimoniar
ante el mundo que nuestro Padre celestial no tiene acepción de personas.
evangeliodominical.org/ Sodalitium Christianae Vitae
El
eco de la predicación del Bautista llega hasta nosotros en este segundo
Domingo de Adviento. El Precursor, que recibió de Dios la misión de
preparar al pueblo elegido para la venida del Salvador prometido, nos
renueva también hoy el llamado a la conversión, a disponer los corazones
para salir al encuentro del Señor que viene.
Para acoger al Señor es necesario
enderezar las sendas torcidas y allanar los caminos. La buena obra de
nuestra reconciliación, iniciada por Dios en cada uno de nosotros, no
debe detenerse ni descuidarse ningún día. Debe avanzar y progresar hasta
que alcancemos la plena madurez de Cristo, de tal modo que cada cual
pueda repetir con el Apóstol: «vivo yo, más no yo, sino que es Cristo
quien vive en mí» (Gál 2, 20).
La necesaria preparación consiste en
“abajar los montes y colinas”, es decir, quitar todo obstáculo del
camino que conduce a la santidad, despojarnos de todo lo que retarda o
impide la llegada del Señor a nuestros corazones. Por otro lado,
consiste asimismo en “rellenar los valles y abismos”, es decir, en
revestirnos de las virtudes que apresuran la llegada del Señor a nuestra
casa.
¿De qué debemos despojarnos y de qué
debemos revestirnos? Debo despojarme de la impaciencia con que suelo
tratar a algunas personas y revestirme de paciencia y de un trato más
afable; debo despojarme del egoísmo y apego a los bienes materiales para
revestirme de actitudes de generosidad y desprendimiento; debo
despojarme de la búsqueda desordenada de mi propia satisfacción sensual
para revestirme de actitudes que custodien la pureza y castidad; debo
despojarme de la insensibilidad frente a las necesidades del prójimo y
revestirme de la solidaridad concreta; debo despojarme de los chismes,
de la difamación, de palabras desedificantes o groseras para revestirme
de un silencio reverente y de palabras que busquen siempre la
edificación del prójimo; debo despojarme de resentimientos y rencores
para revestirme de sentimientos de perdón y misericordia con quien me ha
ofendido.
Si de verdad quieres que el Señor venga a
ti y permanezca en tu casa, limpia tu corazón de todo aquello que es
obstáculo para que Él venga y permanezca en ti, revístete de Cristo
mismo cada día, de su justicia, de su caridad, de su paciencia, de todas
las virtudes que ves brillar en Él.
Monasterio Visitación de Santa María - Pasto Padre Sebastian
Garcia
Gritar en el desierto. ¿Qué sentido puede llegar a tener este pasaje
del
evangelio que proclamamos hoy en nuestra liturgia? ¿De qué sirve
gritar? ¿Y más aún en el desierto? Necesitamos meternos de lleno en la
mentalidad de la época de Jesús para poder entender que el desierto es
el lugar alejado, solo, inhóspito a la comodidad humana, en el que Dios
ha hablado a sus amigos a través de los siglos. En el desierto no
pareciera haber nada. Sin embargo está cargado de todo. Las grandes
epifanías ocurrieron en el desierto según la Biblia.
En este segundo
domingo de Adviento una de las propuestas del evangelio será la de ir
nosotros también al desierto para poder escuchar. ¿A quién? A nosotros
mismos, a la Casa Común, a los hermanos y fundamentalmente a Dios.
Porque a Dios siempre se lo ha escuchado en el desierto. Claro que esto
no implica sacar un pasaje en avión para ir al Sahara o meternos en el
desierto de la Patagonia. Es algo mucho más profundo. Es en medio de
nuestra abultada, repleta, veloz y feroz agenda, tomarnos un tiempo a
solas para estar con Dios.
Ya no se trata de un lugar geográfico sino de
un espacio existencial: abrir la mente, el alma, el espíritu y el
corazón, serenarnos, calmarnos de la rutina de vértigo y vorágine y
hacer silencio. No solo callarnos la boca y dejar de hablar. No. Se
trata de algo más profundo. Se trata de ir al desierto. Un lugar
inhóspito para nuestra zona de confort y donde no somos nosotros los que
manejamos la cosa sino que es otro quien la lleva adelante; un espacio
en el que no somos especialistas; un clima al que no nos podemos
acostumbrar; una zona que porque pareciera estar plagada de nada, está
llena de todo. Y allí gritar y escuchar el grito. O la palabra. O el
susurro de Dios. Ir a un lugar en el que no juguemos de local a qué Dios
nos sorprenda. Y dejarnos sorprender por Dios.
¡Cuánta falta nos hace
todo esto! Especialmente a nosotros que vivimos metidos en una cultura
del divertimento y la diversión que nos llevan justamente a la división y
al la no unificación. El mal espíritu busca dispersarnos para no pensar
en las grandes cosas de la vida, las preguntas existenciales, quién
soy, de dónde vengo y a dónde voy… El Adviento es ese lindo tiempo para
animarse a ir al desierto. Descalzarse y hacer un buen rato de
silencio. Y escucharnos. Y escuchar a Dios. Y escuchar el clamor de
tantos hermanos. Y escuchar el latir de la Casa Común. Hacé la prueba.
Tomate un día de desierto. Apagá la tele, la radio, Spotify. No
respondas por un rato los mensajes de Whatsapp. No subas fotos que no
valen la pena a Instagram ni comentes historias. Los perfiles de
Facebook y Twitter pueden esperar.
Hoy es un tiempo de desierto,
especial para vos. Así gritamos en el desierto. Así preparamos los
caminos del Señor. Así vivimos un Adviento que valga la pena de ser
vivido. Feliz domingo de desierto de la mano de aquel que en el
desierto se dejó tentar y venció.
ciudadredonda.org Enrique Martínez de la Lama-Noriega
Misionero claretiano
SI SUPIERA PREPARAR LOS CAMINOS
¡Si yo supiera preparar el camino al Señor...pues ya habría
llegado! Estaría mucho más presente entre nosotros y en mí mismo. Si yo
supiera, y si supiéramos juntos. Poco puede hacer un solo «ingeniero» de
caminos. Pero en lo que a mí me toca, tantas veces lo he intentado...
que a veces no sé si merece la pena volver a proponérmelo.
Cuando me quedo en silencio, a solas conmigo, siento que añoro al Señor, y
encuentro en mi interior ánimos y desánimos:
- Ánimos, porque son evidente las ganas que tengo de encontrarme con el Señor.
- Desánimos, porque no acabo nunca de conseguirlo, por más que lo intento cada
nuevo Adviento.
¿Tan difícil es preparar el camino al Señor?
Anoche, al tomar el Evangelio de este domingo, volví a leer muy despacio: Una
voz grita en el desierto... «Desierto». Pues sí, cuántas veces siento mi
corazón como un inmenso desierto, sin vida, sin caminos!
Preparadle el camino al Señor. «Preparar».
Sí, creo que estoy dispuesto, porque mi corazón se siente tocado y se
acelera como si quisiera ponerse inmediatamente a la tarea.
Allanad sus senderos... «Allanar».
Cierto, mis senderos no son llanos, lo sé. Abundan los altibajos. Cuesta
avanzar bien por ellos. Cuando no presto suficiente atención y
cuidado... me voy dando tropezones. ¡Y cuánto estorbo en mis senderos!
Algunos por culpa mía. Pero a veces me los pusieron otros... Seguramente
si pusiera un poco más de atención y cuidado, no tropezaría tanto, ni
me enredaría, ni me desviaría... ¿Es posible allanar los senderos,
Señor? ¿Lo intento de nuevo? Si me ayudas tú, Señor...
Después de un rato de silencio me encontré de nuevo leyendo: que los
valles se levanten y los montes se abajen... Me detuve un poco asombrado: ¡Que
los valles se levanten...! ¿Se puede levantar un valle? Si se levanta, deja de
ser valle? ¿Tiene algo de malo ser valle? Que el monte y las colinas se
abajen... Pero si el monte se abaja, ¿no deja de ser monte?
¿Por qué el Bautista gritaba estas cosas tan raras y difíciles?
Ciertamente lo que Juan pretende de nosotros implica una dura y gran
transformación,
no se trata de un simple cambio, un retoque, un apaño... Abajar un
monte y elevar un valle son auténticas «obras de ingeniería».
Es cierto que en mi vida hay montes y valles. ¿Cuál será ese
valle, ese monte que hay que transformar? Desde los terrenos bajos y
hundidos no se ve apenas. Hay escaso horizonte. Debe ser que hay «cosas»
que me ciegan, me limitan, me acostumbran, proyectos demasiado cortos y
cómodos, para ir tirando...Ideas, prejuicios, costumbres, miedos,
cansancios... Cuántas cosas me impiden ver con claridad lo que tú
quieres, Señor, y me acabo quedando «a ras de suelo». Otras, en cambio,
me da por subirme a lo alto de mi monte, sin poner los pies en la
tierra, aislado, lejos de todo y de todos, a mi aire, «a lo mío», como
en una nube...
Muéstrame, Señor, mis montes y colinas, quédate cerca y ayúdame a mirarlos como
tú los ves: esperando una transformación.
Continué con mi lectura orante: Que los caminos torcidos se enderecen.
Los «caminos». Tienen siempre algo de reto y de misterio. ¿Adónde
acabarán llevándote? ¡Existen tantos caminos! A veces creo que sé el
camino, que lo conozco. Pero no siempre estoy seguro de estar caminando
bien. Como repetía un gran amigo claretiano «corres mucho, pero fuera de
camino».
(Creo que la frase es de San Agustín). No todos los caminos te llevan a
donde debes ir. Y algunos te alejan muchísimo. O no tienen salida, o
te agotan tanto, que pierdes las ganas de seguir.
Recuerdo, Señor, que nos dijiste que «mis caminos no son vuestros
caminos».
Los tuyos siempre llegan, porque vas al frente, porque los has
recorrido primero. Pero para enderezar caminos, tengo que darme cuenta
de que no voy bien orientado ¡Con lo que me gusta tener razón y
aparentar que lo tengo todo muy claro...! Pues me falta no poca humildad
para aprender de otros, preguntar, dejar que me acompañen...
Cuando ya estaba terminando, leo todavía que el Bautista sigue
diciendo: que lo escabroso se iguale... Lo escabroso
es incómodo, estremece, asusta, dificulta... Puede que haya en mí algo
escabroso, desagradable, algo que aleje, que moleste... Y puede que no
me dé cuenta, aunque otros lo vean muy claro. Yo no lo sé, y ¡no sé si
quiero saberlo! Pero conviene saberlo, aunque duela. Porque a nadie le
gusta que le rechacen, resultar incómodo, que otros te vean confundido y
tú no te enteres... Siempre resulta más fácil ver lo escabroso en los
demás que en uno mismo. Que lo escabroso se iguale: Ser más
agradable, amable, suave, coherente, crear puentes, quitar estorbos,
acoger, escuchar, atender... Lo que me aleja de los demás... me aleja
también de Ti.
¡El Evangelio de hoy se me hace tan difícil!
Pero me llenan de esperanza las últimas palabras: «Todos verán la salvación de
Dios». Y lo que nos ha dicho San Pablo: «el que ha inaugurado entre vosotros
una empresa buena la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús».
Tú eres el Camino. Ayúdame a corregir mis caminos torcidos y
retorcidos. Ya que si tú eres mi Camino no tengo que preparar nada,
sino caminar cada día contigo. Sólo buscarte a ti, escuchar tu voz y
seguir tus pasos...
Pues manos a la obra. Entre los dos, Señor, que yo solo no puedo. Y de nuevo
este Advineto ¡estoy dispuesto a intentarlo!
oracionyliturgia.archimadrid.org/ Archidiócesis de Madrid
Con Juan Bautista como protagonista, el segundo domingo
de Adviento nos enseña hoy que, si bien la rutina es necesaria para la
vida del hombre, parte de esta rutina ha de ser siempre una tarea de
profundización. No conocemos suficientemente nuestra fe y a nuestro Dios
mientras pasamos por esta vida: una rutina que desee siempre entrar en
el misterio no puede faltarnos, evitando el riesgo de la
superficialidad.
La Liturgia de la
Palabra expone esta situación hoy con gran claridad: Es Juan Bautista el
que aparece en medio de los hombres, en medio de las cosas de la vida
de los hombres. Es este personaje, entre raro y misterioso, el que llama
a pasar de la superficialidad a la revelación de Dios: sí, es Juan
Bautista, pero en realidad es Dios el que guía a su pueblo, es Dios el
que le instruye. Así nos lo advertía también la profecía en la primera
lectura. Dios ha comenzado una obra buena, pero esa obra la va a
completar en Cristo Jesús: Los profetas son signo, tanto de la obra
buena que ha comenzado, como de que esta obra no ha llegado a su término
mientras el que no aparezca en medio de los hombres sea el mismo Hijo
de Dios.
Por eso, la superficialidad
no es buena compañera de viaje, y creer que yo hago mi vida, que yo
construyo solo y bien a la vez, que yo decido sin más, es superficial:
Dios se pone en medio de nuestra vida para guiarla mejor. Así sucede en
la historia, así sucede con el Bautista. Uno siempre tiene la tentación
de mirar a Juan y pensar en su aspecto pobre, fuera de lo común, dejado…
y sin embargo, Juan va vestido de gala, porque la realidad profunda, la
que no se ve a simple vista, es que es Dios el que guía por medio de
Juan.
La experiencia del hombre ha de
ser la de reconocerse guiado por el Señor. Guiados entre llantos y
entre cantares. La pobre apariencia de Juan manifiesta la realidad de un
Dios que quiere comunicarse, pero que lo hace por medio de la realidad
creada para provocar en el hombre el asentimiento de la fe, la libre
respuesta alejada de toda esclavitud superficial. Esa pobre apariencia
reclama una constante conversión, en la que no cabe acostumbrarse,
porque sólo así se puede pasar de mi idea de Dios a la verdad, de mis
ideas para Dios a la realidad de Dios sobre mí. Así sucede en la
historia de los profetas, así sucedió con Juan, así se puede dar el paso
a creer en Jesús también en mi propia vida.
Por
eso, la celebración de la Iglesia continua esta misma dinámica: la
pobre apariencia del Bautista era profética también en este sentido: sí,
la liturgia se desarrolla por la acción de hombres, de personas que se
equivocan, que no dan lo mejor de sí, emplean objetos a veces extraños,
expresiones incomprensibles, lugares incómodos… pero, realmente, Dios se
pone en medio de nosotros. La superficialidad no tiene sentido si
queremos realmente celebrar en la Iglesia: la gente me parece que me
molesta, no me gusta la predicación, la misa me parece larga, ese pan no
parece pan… pero, realmente, Dios se hace presente. Los cristianos
aprendemos, entonces, en la celebración sacramental, a huir de toda
superficialidad, para que así, cuando salgamos a la vida, a las cosas de
la rutina, podamos descubrir en ellas que «hay uno en medio de vosotros
al que no conocéis». Y creamos. O aprendamos a creer más.
En
contraste con esto, cuando el Señor vuelva nada será así: no habrá
ninguna duda para nadie. Cristo volverá no solamente a nuestros ojos,
sino a la totalidad de lo que somos, y entonces sabremos que Él es. La
totalidad de nuestra persona será invadida por la totalidad de la suya,
si hemos aprendido a creer para adorarle, si no hemos aprendido para
rechazarle. En su pedagogía, Juan nos dice: aprended a huir de la
superficialidad, creed en el que viene, en todo momento, en toda
circunstancia.
evangeliodeldia.org San Cirilo de Alejandría (380-444) Obispo y doctor de la
Iglesia
evangeli.net
Rev. D.
Antoni
CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Preparad el
camino del Señor, enderezad sus sendas»
Hoy, por boca de Juan el Bautista,
el Evangelio nos urge a prepararle el camino al Señor Jesús. Pero,
¿nosotros hemos de abrirle una ruta a Dios? ¿No soy yo, más bien, quien
necesita ser auxiliado por Dios? Ciertamente no podemos hacer nada sin
Él, pero a la vez Él nos quiere necesitar: «Enderezad sus sendas» (Lc
3,4). ¿Cómo es eso? Porque el amor no se puede imponer; en todo caso, se
puede proponer: «Él que te creó sin ti, no te salvará sin ti» (San
Agustín).
Jesús está a punto de llegar a la tierra, y lo encontraremos hecho un
niño pequeño, "indefenso", reclinado sobre un pesebre: tan pequeño que
no podrá escalar los muros de soberbia de mi corazón, ni emerger por
encima de las olas de mi sensualidad…
En palabras de Benedicto XVI, «la fe cristiana nos ofrece precisamente
el consuelo de que Dios es tan grande que puede hacerse pequeño». Pero,
insisto, tan pequeño que, si no nos empequeñecemos también nosotros, no
lo veremos ni siquiera pasar, o, incluso, podríamos llegar a tenerle
miedo (como Herodes). Así, pues, hemos de enderezar nuestros corazones
para que podamos «discernir lo mejor, a fin de que seamos puros y sin
falta hasta el día de Cristo» (Flp 1,10).
«Enderezad sus sendas!». No es nueva esta petición. Ya hace muchos
siglos —en tiempos del profeta Baruc— que Yavéh-Dios lo pedía a Israel.
Lo podemos notar en la primera lectura de hoy: «Dios mandó allanar toda
alta montaña y las rocas eternas, y rellenar todo valle hasta nivelar la
tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios» (Bar
5,7). Del mismo modo que el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, si
apartamos los obstáculos (colinas de soberbia, valles de tibieza…),
nosotros cantaremos con lágrimas en los ojos: «El Señor ha hecho con
nosotros cosas grandes: estamos llenos de alegría» (Sal 125,3).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
-
«Nada alegra tanto a Dios como la conversión y salvación del hombre» (San
Gregorio Nacianceno)
-
«El evangelista destaca la figura de Juan el Bautista, que fue el
precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordenadas
espacio-temporales de su predicación. El evangelista quiere mostrar que
el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia real;
que Jesús de Nazaret es un personaje» (Benedicto XVI)
-
«‘Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan’ (Jn
1,6). Juan fue ‘lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre’
(Lc 1,15.41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de
concebir del Espíritu Santo. La “visitación” de María a Isabel se
convirtió así en “visita de Dios a su pueblo”» (Catecismo de la Iglesia
Católica, nº 717)
fraynelson.com Fray Nelson Medina OP
1. Jerusalén se alegra por el retorno de sus hijos
1.1 Cada una de las lecturas de hoy trae una enseñanza espiritual de
vida muy grande. Bendigamos a Dios y avancemos con ánimo atento, humilde
y orante en el banquete que la Iglesia nos ofrece. La tónica, como en
todo el Adviento, es de esperanza; mirada al futuro, certeza de un bien
que ha de llegar y para el cual conviene estar preparados y purificados.
1.2 La primera lectura, de Baruc, es un cántico de anuncio de gozo
para Jerusalén. En su poesía proclama que el destierro no es eterno, que
la última palabra no está en poder de los malvados, y sobre todo: que
lo que viene es mejor que lo que hubo.
1.3 En este sentido hay algo que podemos aprender. Muchas veces
caemos en lo que ya san Agustín denunciaba, esa ideología de que todo
tiempo pasado fue mejor. Anclados en lo que una vez fue, llegamos a un
punto en que parece que desconfiáramos de que Dios, que lo hizo, lo
puede volver a hacer. La lectura de Baruc nos lanza hacia delante: los
cautivos se fueron como prisioneros, ¡pero volverán como príncipes!
1.4 Otro aspecto bello e interesante de esta lectura es cómo todo
obedece a Dios: la creación visible se pliega ante los elegidos de Dios,
de modo tal que la sombra, el perfume y el camino mismo son hechura de
Aquel que todo lo hace según su designio. Con otras palabras: el triunfo
de la redención es manifestación de la soberanía de Dios sobre su
creación.
2. Amar Mejor, Conocer Más
2.1 Cuando hablamos mucho de esperanza existe siempre el riesgo de
considerar esta palabra sólo en su sentido pasivo. Esperar, en este
sentido reducido, es sencillamente aguardar, resistir, aguantar.
2.2 En la Biblia, la esperanza tiene en general un contenido más rico
y dinámico. La esperanza está movida por el amor, y el amor es activo,
de modo que activamente nos prepara para el encuentro con el Amado.
2.3 Así entendemos mejor la cariñosa invitación que Pablo hace a los
fieles de Filipos, con quienes sin duda tenía una cercanía particular:
"esta es mi oración por ustedes: que su amor siga creciendo más y más y
se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual; así
podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al
día de la venida de Cristo." Crecer en el amor y crecer en el
conocimiento.
2.4 El amor, acto propio de la voluntad, y el conocimiento, acto
propio de la inteligencia, han de mantenerse en movimiento hacia
Jesucristo. Es como decir: todo nuestro ser. Los cristianos nunca
obramos "porque sí", ni por simple costumbre, por la presión de la
mayoría o por la sugestión de la propaganda. Nuestro dinamismo vital, la
dirección íntima de nuestras decisiones chicas y grandes lleva el sello
de un encuentro, personal y comunitario a la vez, con el Rey de la
Historia.
3. "Vino la Palabra del Señor"
3.1 El evangelio de hoy, por su parte, nos aproxima al borde del gran
momento. La figura humilde y señera de Juan aparece en el horizonte. Se
le nombra junto a hombres que la historia universal considera grandes:
el emperador, el procurador romano, los tetrarcas y pontífices. Sin
embargo, toda la grandeza de Juan no viene de su relación con estos
poderosos de la tierra, sino con algo nuevo, algo que viene de los
cielos: la salvación de Dios.
3.2 Lo otro que llama nuestra atención es que todos aquellos grandes
personajes, que se conocían entre sí, tenían su sede y gobierno en
espléndidos palacios y buscaban las grandes ciudades; se rodeaban de
fuerza y hacían alianzas de dinero, parentesco y ejércitos numerosos y
feroces. Todo esta lógica resulta tan impactante como ridícula cuando
vemos que "vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de
Zacarías." Es bueno entonces que ya desde el Adviento sepamos que el que
ha de venir tiene su propio estilo y no se paga mucho de las
apariencias que suelen desvelarnos.
Santoral Sabas Santo, Abad
Por: P. Ángel Amo |
Fuente: Catholic.net
Abad
Martirologio Romano: Cerca
de Jerusalén, san Sabas, abad, que, nacido en Capadocia, se retiró al
desierto de Judea, donde fundó un nuevo estilo de vida eremítica en
siete monasterios que se llamaron «lauras», reuniendo a los solitarios
bajo un superior. Vivió durante muchos años en la Gran Laura, que
posteriormente llevó su nombre, brillando con el ejemplo de santidad y
luchando esforzadamente por la fe de Calcedonia († 532 ).
Breve Biografía
Sabas
es el fundador de la llamada Grande Laura al lado del valle de Cedrón, a
las puertas de Jerusalén. Había nacido en Mutalasca, cerca de Cesarea
de Capadocia, en el 439, y después de pasar algún tiempo en el
monasterio de su pueblo, en el 457 se trasladó al de Jerusalén fundado
por Pasarión, pero éste no satisfizo sus aspiraciones. Y al contrario de
muchos monjes que abandonaban su convento para correr a las grandes
ciudades a llevar una vida poco edificante, Sabas, deseoso de soledad,
durante una permanencia en Alejandría pidió y obtuvo el permiso para
retirarse a una gruta, con el compromiso de regresar todos los sábados y
domingos a hacer vida común en el monasterio.
Cinco
años después, de regreso en Jerusalén, fijó su domicilio en el valle de
Cedrón en una gruta solitaria, a donde entraba por una pequeña escalera
hecha con lazos. Por lo visto, esa escalera reveló su escondite a otros
monjes deseosos como él de soledad, y en poco tiempo, como en un gran
panal, esas grutas inhóspitas en la pared rocosa se poblaron de
solitarios pero no ociosos habitantes.
Así
nació la Grande Laura, esto es, uno de los más originales monasterios
de la antigüedad cristiana. Sabas, con mucha paciencia y al mismo tiempo
con indiscutible autoridad, gobernó ese creciente ejército de ermitaños
organizándolos según las reglas de vida eremítica ya establecidas un
siglo antes por San Pacomio. Para que la guía del santo abad tuviera un
punto de referencia en la autoridad del obispo, el patriarca de
Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 491.
Sabas,
a pesar de su predilección por el total aislamiento del mundo, no
rehuyó sus compromisos sacerdotales. Fundó otros monasterios, entre
ellos uno en Emaús, y tomó parte activa en la lucha contra la herejía de
los monofisitas, llegando al punto de movilizar a todos sus monjes en
una expedición para oponerse a la toma de posesión de un obispo hereje,
enviado a Jerusalén por el emperador Anastasio.
Ante
el emperador de Constantinopla, San Sabas puso en escena una
representación de mímicas para demostrar con la evidencia de las
imágenes coreográficas la triste condición del pueblo palestino agobiado
por pesados impuestos y uno en particular, que perjudicaba a los
comerciantes, pero sobre todo al pueblo.
Cuando
murió, el 5 de diciembre del 532, toda la región quiso honrarlo con
espléndidos funerales. En Roma, en el siglo VII, por obra de los monjes
griegos surgieron sobre el monte Aventino un monasterio y una basílica
dedicados a su memoria, del que toma el nombre el barrio.
Fue uno de los santos más influyentes y significativos del anacoretismo en
Oriente.
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Liturgia de las horas OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: VERBO QUE DEL CIELO BAJAS
Verbo que del cielo bajas, Luz del Padre que, naciendo, socorres al mundo
mísero con el correr de los tiempos:
Ilumina el corazón, quema de amor nuestro
pecho, y borren tus enseñanzas tantos
deslices y yerros,
para que, cuando regreses como juez de nuestros
hechos, castigues el mal oculto y corones a los buenos.
Que la maldad no nos
lance por nuestras culpas al fuego, mas felices moradores nos
veamos en tu reino.
A Dios Padre y a su Hijo gloria y honor tributemos, y
al Espíritu Paráclito, por los siglos sempiternos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a
todos los pueblos. Aleluya.
Salmo 103 I - HIMNO AL DIOS CREADOR
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de
belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como
una tienda, construyes tu morada
sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del
viento; los vientos te sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará
jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre
las montañas;
pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se
precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los
valles: cada cual al puesto asignado. Trazaste una frontera que no
traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los
ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben
las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos
habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos
los pueblos. Aleluya.
Ant 2. Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No
temas, Sión, tu salvación está cerca.
Salmo 103 II
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción
fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al
hombre.
Él saca pan de los campos, y vino que le alegra
el corazón; y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da
fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él
plantó: allí anidan los
pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases, el sol
conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la
noche y rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en
sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el
atardecer.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No
temas, Sión, tu salvación está cerca.
Ant 3. Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está
para venir y no tardará.
Salmo 103 III
¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría!; la
tierra está llena de tus creaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él
bullen, sin
número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a
su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu
mano, y se sacian de bienes;
escondes tu rostro, y se espantan; les
retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los
creas, y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para
siempre, goce el Señor con sus obras. Cuando él mira la tierra, ella
tiembla; cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva, tocaré
para mi Dios mientras exista: que le
sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los
pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma mía, al
Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está
para venir y no tardará.
V. Levantaos, alzad la cabeza.
R. Se acerca vuestra liberación.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 22, 8b-23
CONTRA LA SOBERBIA DE JERUSALÉN Y DE SOBNA, MAYORDOMO DE PALACIO
Aquel día, inspeccionasteis el arsenal en la Casa del bosque, y
descubristeis cuántas brechas tenía la ciudad de David; recogisteis el
agua del aljibe de abajo, hicisteis recuento de las casas de Jerusalén y
demolisteis algunas de ellas para reforzar la muralla; entre los
dos muros hicisteis un depósito para el agua del aljibe viejo. Pero no
volvisteis los ojos al Autor de todo esto, ni mirasteis al que desde
antiguo lo formó.
El
Señor de los ejércitos os invitaba aquel día al llanto y al luto, a
raparos y a ceñiros de saco; mas lo que hubo fue alegría y fiesta,
matanza de vacas y degüello de corderos, comer carne y beber vino,
según aquello de «a comer y a beber, que mañana moriremos».
Entonces el Señor de los ejércitos me reveló esto al oído:
«Juro que no se
expiará este pecado hasta que
muráis —lo ha dicho el Señor de los ejércitos—.»
Así dice el Señor de los
ejércitos:
«Anda,
ve a ese mayordomo de palacio, a Sobna, que se labra en lo alto un
sepulcro y
excava en la piedra una morada: "¿Qué es tuyo aquí, o a quién
tienes aquí para que te labres aquí un sepulcro? Mira: el Señor te
aferrará con fuerza y te arrojará con violencia, te
hará dar vueltas y vueltas como un arco sobre la llanura dilatada.
Allí morirás, allí pasarán tus carrozas de gala, oh tú, vergüenza de la
casa de tu Señor.
Te echaré de tu
puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo,
a Eliacín, hijo de Helcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda,
le daré tus poderes: será
él un padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de
Judá. Pondré en su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra
nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá.
Lo hincaré como un clavo en sitio firme, y dará un trono glorioso a
la casa de su padre."»
RESPONSORIO Ap 3, 7. 8
R. Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: *
«He abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar.»
V. Has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre.
R. He abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar.
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de Eusebio de Cesarea, obispo, sobre el profeta Isaías
(Cap. 40: PG 24, 366-367)
UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO
Una voz clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor,
enderezad las sendas para nuestro Dios.» El profeta afirma claramente
que no es en Jerusalén, sino en el desierto, donde se cumplirá esta
profecía, es decir, la manifestación de la gloria del Señor y el
anuncio de la salvación de Dios a todos los hombres.
Estas cosas
se cumplieron en la historia y a la letra cuando Juan Bautista predicó
la venida salvadora de Dios en el desierto del Jordán, donde se
reveló la salvación de Dios. Porque Cristo se manifestó y su gloria se
hizo patente a todos cuando, en su bautismo, se abrieron los cielos y el
Espíritu Santo, descendiendo en forma de paloma, permaneció sobre
él y se oyó la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: Éste es mi
Hijo muy amado, escuchadlo.
Estas cosas se dijeron porque Dios
iba a venir a un desierto que había estado siempre cerrado e
inaccesible: todas las naciones estaban privadas del conocimiento de
Dios, y los justos y los profetas evitaban el trato con ellas. Por eso
aquella voz manda preparar un
camino a la Palabra de Dios y enderezar las sendas, para que
cuando llegue nuestro Dios pueda avanzar sin obstáculos. Preparad el
camino del Señor: este camino es la proclamación de la Buena Noticia que
trae a todos un
nuevo consuelo, que desea ardientemente hacer llegar a todos los
hombres el conocimiento de la salvación de Dios.
Súbete a un
monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de
Jerusalén. Estas
palabras que acabamos de citar están cuidadosamente ordenadas y
hacen una oportuna mención de los evangelistas: después de haber hablado
de la voz que clama en el desierto, anuncian la llegada de Dios a los
hombres. A la
profecía sobre Juan Bautista sigue muy lógicamente la mención de
los evangelistas.
¿Cuál es esta Sión sino la que antes fue
llamada Jerusalén? Pues también aquélla era un
monte, como dice la Escritura: El monte Sión donde pusiste tu
morada, y el Apóstol: Os habéis acercado al monte de Sión. ¿No aludirá
acaso al coro de los apóstoles, elegidos de entre aquel
primer pueblo de la circuncisión?
Es esta Sión y Jerusalén
la que ha recibido la salvación de Dios y que ha sido edificada sobre el
monte de Dios, es decir, sobre el Verbo unigénito. Y es a ésta
a quien Dios manda subir al monte alto y anunciar la palabra de la
salvación. ¿Quién es el que lleva la Buena Noticia sino el coro de los
que proclaman el Evangelio? ¿Qué significa llevar la Buena Noticia?
Predicar a todos los hombres, y en primer lugar a las ciudades de
Judá, la venida de Cristo a la tierra.
RESPONSORIO Cf. Mt 11, 11. 9
R. Ha venido el Precursor del Señor, acerca del cual el mismo Señor da
este testimonio: * «Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que
Juan
Bautista.»
V. Es éste un profeta, y más que un profeta, es aquel de quien dice el
Salvador:
R.
Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti,
Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te
adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el
Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de
los profetas te enaltece, y el ejército
glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos
los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre,
infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo
Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la
gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar
al hombre, tomaste la
condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y
glorioso, en el reino del Padre.
Tú
vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y
defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y
guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por
siempre
jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de
nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre
nosotros, como lo
esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Dios misericordioso, que en nuestra alegre marcha
hacia el encuentro de tu Hijo no tropecemos en impedimentos terrenos,
sino que, guiados por la sabiduría celestial, merezcamos participar de
la gloria de aquel que vive y
reina contigo.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el
Señor es un Dios grande, soberano de todos
los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las
cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que
modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo
al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su
pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el
corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros
padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella
generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que
no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Himno: VEN, SEÑOR, NO TARDES
Ven, Señor, no tardes, Ven, que te esperamos; Ven, Señor, no tardes, ven pronto, Señor.
El mundo muere de frío, el alma perdió el calor, los
hombres no son hermanos porque han
matado al Amor.
Envuelto en noche sombría, gime el mundo de pavor; va
en busca de una esperanza, buscando tu fe, Señor.
Al mundo le falta vida y le
falta corazón; le falta cielo en la tierra, si
no lo riega tu amor.
Rompa el cielo su silencio, baje el rocío a la
flor, ven, Señor, no tardes tanto, ven, Señor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Tenemos en Sión una ciudad
fuerte: el Salvador ha puesto en ella murallas y baluartes; abrid las
puertas que con nosotros está Dios. Aleluya.
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del
Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me
escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme
el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis
adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es
refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre
del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los
rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo
como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban
y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi
salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los
justos: «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la
diestra del Señor es poderosa.»
No
he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me
castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del
triunfo, y entraré
para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores
entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra
alegría y nuestro gozo. Señor,
danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en
nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos
ilumina.
Ordenad una
procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te
doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Tenemos en Sión una ciudad
fuerte: el Salvador ha puesto en ella murallas y baluartes; abrid las
puertas que con nosotros está Dios. Aleluya.
Ant 2. Sedientos todos, acudid por agua; buscad al Señor mientras se
le encuentra. Aleluya.
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza
por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso: a él gloria y alabanza por
los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa
gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el
trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que
sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y
alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti
honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Sedientos todos, acudid por agua; buscad al Señor mientras se le
encuentra. Aleluya.
Ant 3. Mirad: el Señor vendrá con poder para iluminar los ojos de sus
siervos. Aleluya.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo
tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo
con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con
platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe
al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Mirad: el Señor vendrá con poder para iluminar los ojos de sus
siervos. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 13, 11b-12
Ya es hora que despertéis del sueño, pues la salud está
ahora más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche va pasando, el día
está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las
tinieblas y vistámonos de las armas de la luz.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que has de venir al mundo.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Mira, yo envío a mi Mensajero para que prepare mi camino delante de
ti.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a
su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por
boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la
misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa
alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para
concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le
sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros
días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el
perdón de sus
pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará
el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra
de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino
de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant.
Mira, yo envío a mi Mensajero para que prepare mi camino delante de
ti.
PRECES
Roguemos, hermanos, al Señor Jesús, juez de vivos y muertos, y
digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Señor Jesucristo, tú que viniste a salvar a los
pecadores, líbranos de
caer en la tentación.
Tú que vendrás con gloria para juzgar a tu
pueblo, muestra en nosotros tu poder salvador.
Ayúdanos a cumplir con
fortaleza de espíritu los preceptos de tu ley,
para que podamos esperar tu venida sin temor.
Tú que eres bendito
por los siglos, concédenos, por tu misericordia, que llevando ya desde ahora una
vida sobria y religiosa esperemos con gozo tu gloriosa
aparición.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Porque Jesucristo mismo nos lo enseñó, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Dios misericordioso, que en nuestra alegre marcha
hacia el encuentro de tu Hijo no tropecemos en impedimentos terrenos,
sino que, guiados por la sabiduría celestial, merezcamos participar de
la gloria de aquel que vive y
reina contigo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
R. Amén.
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: ÉSTE ES EL TIEMPO EN QUE LLEGAS
Éste es el tiempo en que llegas, Esposo, tan de repente, que invitas a
los que velan y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro doncellas con ramos verdes y lámparas que guardaron copioso
y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias las puertas de tu banquete! ¡Y cómo lloran a oscuras los ojos que no han de verte!
Mira que estamos
alerta, Esposo, por si vinieres, y
está el corazón velando mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a
tu mesa, Amor que a la noche vienes, antes que la noche acabe y que la puerta se
cierre. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo.
Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus
enemigos estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu
cetro: somete
en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu
nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes
de la aurora.»
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino
beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo.
Aleluya.
Ant 2. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de
esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.
Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria; por
tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su
Dios»?
Nuestro Dios
está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata
y oro, hechura de manos humanas:
tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no
ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no
huelen;
tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; no tiene voz
su garganta: que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos.
Israel
confía en el Señor: él es su
auxilio y su escudo. La casa de Aarón confía en el Señor: él es su auxilio
y su escudo. Los fieles del Señor confían en el Señor: él es su auxilio y su
escudo.
Que el
Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga, bendiga a la casa de Israel, bendiga a la casa de Aarón; bendiga a los fieles del Señor, pequeños y
grandes.
Que el Señor os acreciente, a
vosotros y a vuestros hijos; benditos seáis del Señor, que hizo el cielo y
la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, ni
los que bajan al silencio. Nosotros, sí, bendeciremos al Señor ahora y por
siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo,
pues llegará y no tardará. Aleluya.
Ant 3. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él
vendrá y nos salvará.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el
oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya
sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios (R.
Aleluya) porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. (R. Aleluya) Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios,
dueño de todo. (R. Aleluya) Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya. Llegó la boda del cordero. (R.
Aleluya) Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey: él vendrá
y nos salvará.
LECTURA BREVE Flp 4, 4-5
Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo: Estad
alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Dichosa tú, María, que has creído; porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con
su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de su misericordia —como lo
había prometido a nuestros padres— en favor de Abraham y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Dichosa tú, María, que has creído; porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá. Aleluya.
PRECES
Hermanos, oremos a Cristo, el Señor que viene a salvar a todos los
hombres, y digámosle confiadamente:
Ven, Señor Jesús.
Señor Jesucristo, que por
el misterio de la encarnación
manifestaste al mundo la gloria de tu divinidad, vivifica al mundo con
tu venida.
Tú que participaste de nuestra debilidad, concédenos tu
misericordia.
Tú que en tu primera venida viniste
humildemente para salvar al mundo de sus pecados, absuélvenos de todas
las culpas, cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad.
Tú que lo gobiernas
todo con tu poder, ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar
la herencia eterna.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, alegra con la visión de
tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Con el deseo de que la luz de Cristo
ilumine a todos los hombres,
digamos al Padre:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Dios misericordioso, que en nuestra alegre marcha
hacia el encuentro de tu Hijo no tropecemos en impedimentos terrenos,
sino que, guiados por la sabiduría celestial, merezcamos participar de
la gloria de aquel que vive y
reina contigo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha
concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a
vosotros, hermanos, que intercedáis por mí
ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO ACABAMOS EL DÍA
Cuando acabamos el día te suplicamos, Señor, nos hagas de centinela y
otorgues tu protección.
Que te sintamos: contigo sueñe nuestro corazón para
cantar tus loores de nuevo al
salir el sol.
Danos vida saludable, alienta nuestro calor, tu claridad
ilumine la oscuridad que llegó.
Dánoslo, Padre piadoso, por Jesucristo, el
Señor, que reina con el Espíritu Santo
vivificador. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del
Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.»
Él
te
librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus
plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás
el espanto nocturno, ni la flecha que vuela
de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que
devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te
alcanzará.
Tan sólo abre tus
ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu
refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga
llegará hasta tu tienda, porque a
sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos;
te
llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre
áspides y víboras, pisotearás
leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque
conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo
defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi
salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y
no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque
el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y
reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos
luz para alumbrar a las naciones y gloria
de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACION
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado
en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor
alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para
cantar
nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa
muerte.
R. Amén.
ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve
puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la
más bella; salve,
agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
Of La Tr Sx Nn Vs Cm
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