 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Lunes 06 de Diciembre de 2021 | Fecha: | 6 de Diciembre, 2021 01:06:22 (+0100) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Lunes 2ª semana de Adviento
Lecturas del Lunes 06 de Diciembre de 2021
Is 35,1-10: Verán la gloria del Señor Salmo 84: Nuestro Dios
viene y nos salvará Lc 5,17-26: Levántate y vuelve a tu casa
Santoral:
Nicolás de Bari
Liturgia de las horas
Lecturas
Isaías 35,1-10 Dios viene en persona y os salvará
El
desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene
la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán
la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos
débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de
corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el
desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará."
Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han
brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un
estanque, lo reseco, un manantial. En el cubil donde se tumbaban los
chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán
Vía Sacra: no pasará por ella el impuro y los inexpertos no se
extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias
feroces; sino que caminarán los redimidos y volverán por ella los
rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría
perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.
Salmo responsorial: 84 Nuestro Señor viene y nos salvará.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz / a su
pueblo y sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la
gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la
paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira
desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. /
La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
Lucas 5,17-26 Hoy hemos visto cosas admirables
Un
día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros
de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y
el poder del Señor lo impulsaba a curar.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y
trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando
por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y,
separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro,
delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: "Hombre, tus
pecados están perdonados."
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: "¿Quién es éste
que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?" Pero
Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: "¿Qué pensáis en vuestro
interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o
decir "levántate y anda"? Pues para que veáis que el Hijo del hombre
tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: A
ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa." Él,
levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba
tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor:
"Hoy hemos visto cosas admirables."
Comentarios
dominicos.org D. Félix García O.P.
Decid a los cobardes: “Sed fuertes, no temáis”
Es difícil
encontrar más optimismo que el que destila este hermoso canto de Isaías.
Israel, un pueblo probado por múltiples castigos provocados por sus
traiciones a Dios, recibe esta profecía donde solo se encuentran
bendiciones y alegrías.
Isaías ha sido llamado “El Profeta del
Adviento” y, ciertamente lo es. En este “pequeño” canto que leemos hoy,
todo son buenas noticias y, casi todas, anuncios de cosas que van a
suceder en la vida de Jesús. El amor de Dios se va a desbordar en su
Hijo querido y los anuncios de Isaías van a hacerse presentes en los
milagros de Jesús de Nazaret.
Dios ama a su pueblo y su pueblo
recibirá las bendiciones que otorga la fidelidad a Dios. Un Dios fiel,
aunque sus criaturas no lo sean tanto y constantemente sigan -sigamos-,
alejándonos de Él y de su mensaje.
Podemos pensar que no somos
hebreos y esto no va con nosotros, pero estaríamos engañándonos a
nosotros mismos. Desde Jesús sabemos que Dios puede sacar hijos de
Abraham de las piedras y la Iglesia de la que formamos parte es una
nueva Sión. Nosotros hemos sido hechos hijos de Abraham, somos Pueblo de
Dios y las alegrías anunciadas nos llegan de pleno.
Alegremos el
alma, y nuestras vidas, porque Dios está con nosotros y las profecías de
Isaías se hacen presentes en nosotros, en nuestras vidas y en nuestra
sociedad si nos esforzamos un poco en cumplir nuestra parte en el
trabajo que tenemos asignado. No pidamos a Dios que nos oiga, que nos
escuche y haga lo que nosotros tenemos que hacer, podemos hacer, y
hagámoslo.
Hoy hemos visto cosas admirables
La fe mueve
montañas. Es un dicho popular cargado de verdad. No han pedido a Jesús
la curación del paralítico, pero hacen todo lo que pueden para poner a
aquel ser sufriente delante de Jesús, seguramente convencidos de que
Jesús no dejaría sin curación a aquel pobre ser.
Pero Jesús se
empeña en hacer lo difícil primero: ante aquel auditorio, lleno de
fariseos y doctores de la ley, comienza por anunciar al paralítico que
sus pecados quedan perdonados. Algo que nadie parece pedir es lo primero
que otorga. Después va a curar su parálisis, pero el primer momento va a
ser la reconciliación del ser humano con su creador. Si tenemos en
cuenta que estas situaciones adversas de los hombres son consideradas
castigos por pecados previos del sujeto o de sus padres, no es nada
extraño que Jesús comience la curación del cuerpo con la curación del
alma, aún a riesgo de enfrentarse a fariseos y doctores, a los que
resulta fácil dar la razón. ¿Quién es este que se permite perdonar los
pecados?
Para nosotros, ahora, resulta normal que Jesús perdone
los pecados, pero a la vista de los judíos presentes, aquello era una
pura blasfemia. ¡Algo que solo Dios puede hacer, se atreve a hacerlo
este hijo del carpintero! Es increíble e inaceptable para los puristas
de la ley. Y a continuación Jesús plantea otro problema curando al
paralítico. Me imagino que fariseos y doctores, algunos venidos del
propio templo de Jerusalén, no puedan ver el paralelismo de las dos
acciones. Seguramente encuentran buena la curación, pero ¿qué tiene que
ver con el perdón de los pecados?
Jesús está realizando lo que ha
venido a hacer: Acercar al Dios lejano y terrible de fariseos, doctores
y, seguramente muchos de los asistentes, y puede que de nosotros mismos,
hasta hacerle amable, amoroso y extraordinariamente compasivo. El Dios
del Antiguo Testamento va dejando asomar su rostro verdadero a través de
la persona, las actitudes y acciones de Jesús. Dejará de ser el dios
castigador, pera ser el verdadero Dios, fuente de amor y compasión. Y
esto sí es admirable y esto es lo que llega a nosotros, aunque, a veces,
nos cueste creerlo.
evangelizacion.org.mx/liturgia/ P. Ernesto María Caro Evangelización activa
El tiempo de Adviento es un tiempo en que debemos de retomar fuerzas
para el camino, pues aunque ya disfrutamos de la vida del Reino, nos
hacemos conscientes que ésta aún no ha llegado a la realización
definitiva, pero puede ser también tiempo para levantarnos de nuestra
parálisis espiritual, o incluso de ser, como en el pasaje que acabamos
de leer, el "instrumento" por el cual otros hermanos "paralizados"
espiritualmente puedan reiniciar su camino y su crecimiento espiritual.
La manera ordinaria en que se sale de esta parálisis es a través del
sacramento de la Reconciliación. Es en este sacramento en donde se
fortalecen nuestras rodillas vacilantes y desde donde podemos reiniciar
nuestro crecimiento en la gracia y el amor de Dios.
Aprovecha, pues, este tiempo de Adviento, no sólo para participar tú
mismo de este sacramento de amor, sino para invitar, sobre todo a los
miembros de tu familia, a participar del sacramento y así celebrar con
gozo la fiesta de la Navidad.
Monasterio Visitación de Santa María - Pasto Padre Héctor Lordi sacerdote de
la Orden de San Benito
Jesús es el médico de toda enfermedad. Jesús es el que
salva, el que
cura, y el que perdona. Jesús recibió con amabilidad al paralítico, lo
curó y le perdonó sus pecados. Esto produjo escándalo en algunos de los
presentes. Le dio más de lo que pedía. No sólo lo curó de la parálisis,
sino que le dio la salud interior. Sanó su parálisis y le perdonó sus
pecados. Lo que Jesús ofrece es la liberación integral de la persona. Da
la salud del cuerpo y del alma.
También hoy hay muchas parálisis.
Muchos sienten miedo, están trabados o se encuentran desorientados. El
mensaje de hoy es para todos para no estar paralizados en el camino de
la vida. Jesús nos perdona, nos levanta y nos invita a caminar. Nos
quiere curar y ayudar a salir de nuestra situación, sea cual sea, para
que pasemos a una existencia mejor.
Aunque hayamos vuelto a caer, ya que
somos débiles, no nos desanimemos. Jesús no nos condena sino que nos
levanta y nos quiere sanar de nuestra parálisis. El sacramento de la
Reconciliación, que lamentablemente lo aprovechamos poco, es el que
Cristo nos regala para que, por medio del ministerio de su Iglesia, se
nos conceda el perdón de Dios y la vida renovada. La reconciliación es
liberación, transformación y renovación de nuestra vida. Nos da una
mayor calidad de vida humana y espiritual. Dios nos ofrece liberación y
nos llena de paz.
El evangelio de hoy nos invita también a ayudar a los
demás a que se encuentren con Jesús. Son muchos los que están buscando
la sanación, que viven en la ignorancia, en la duda o en la soledad, y
están paralíticos espiritualmente hablando. Muchos ya no esperan nada, o
porque en su autosuficiencia creen tenerlo todo, o porque están
desengañados en esta vida.
¿Ayudamos a llevar al enfermo ante Jesús? Si
nos ven dispuestos a ayudar, dejando nuestra comodidad y dando nuestro
tiempo, facilitaremos el encuentro de muchos con Cristo. No seremos
nosotros los que curemos, pero podemos acercar a nuestros hermanos a
Jesús, el Médico por antonomasia, que es el único que sana. Mi abuela,
que era una mujer de campo, decía que una mano lava la otra y las dos se
lavan la cara. Ayudémonos unos a otros. En Jesús todos somos hermanos.
ciudadredonda.org Misioneros claretianos
El Adviento es un tiempo cronológico tan corto (cuatro semanas) que
puede pasar tan rápido que casi ni te das cuenta y de repente ya estás
en Navidad (los reclamos comerciales de nuestras ciudades con sus luces y
sonidos ya comenzaron su “adviento”). Ya ha pasado una semana y no sé
si has podido tener algún tiempo de calidad para reflexionar y orar con
esta breve pero intensa preparación para el Nacimiento de nuestro Señor,
es decir, para dejar que nazca un poco más en ti. Si pasó esta primera
semana sin pena ni gloria, hoy comenzamos una segunda, una nueva
oportunidad para sincronizar nuestro reloj con el tiempo de la Esperanza
que se nos propone vivir a todos los cristianos.
Es la esperanza de la que profeta Isaías nos invita a vivir durante esta
semana con la meditación de los capítulos 35, 40 y 48 en las primeras
lecturas. En concreto, el capítulo 35 que la liturgia nos propone hoy es
una riada de buenos augurios, buenas noticias para el pueblo que espera
y mantiene su fe en el Señor. Todo florece bellamente de gozo y
alegría, porque todo está llamado a restaurarse, por ello el versículo 4
nos recuerda: Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el
desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.
Es una lectura muy bonita para hacer una buena meditación con esta
pregunta: Señor, ¿cuáles son las debilidades que me vencen, que no me
dejan alzar la mirada para verte y ver mi realidad más allá, con
esperanza? Porque necesitamos parar de vez en cuando, subir a la colina y
mirar nuestro caminar con perspectiva; con realismo, pero con
esperanza, pues un camino en el que el Señor me acompaña, y yo me dejo
acompañar por Él, nunca puede terminar mal.
Esto es lo que nos recuerda la secuencia del Evangelio de hoy. El poder
que Jesús tiene le impulsa a curar. Para eso lo usa; Jesús es el
sanador por excelencia. Todo aquel que confía en Él y se pone enfrente
es curado. Jesús hace realidad las profecías de Isaías. Tú y yo también
estamos llamados en este tiempo a ponernos delante del Señor para ser
curados de nuestras parálisis. Confía en Él. Jesús sabe dónde están
nuestras heridas y sabe curarlas. Déjate perdonar en la oración, déjate
mirar por el médico de Nazaret. Ora metiéndote en la escena; no eres un
espectador, tú eres ese paralítico que necesita ser curado. Deja que te
toque.
oracionyliturgia.archimadrid.org/ Archidiócesis de Madrid
Vivir de la
gracia del perdón
“¿Qué es más fácil? ¿decir tus pecados quedan perdonados, o decir
levántate y anda”? El Señor quiere hacerles ver que hay más poder en el
perdón que trae él, que hacer que un paralítico vuelva andar. También a
nosotros nos puede pasar como esos hombres, podemos estar acostumbrados
al perdón de Dios y ya no nos asombra un Dios que perdona, cuando es
mucho más asombroso el perdón de los pecados que la curación inmediata
de un paralítico. Debemos volver nuestra mirada sobre lo que acontece en
el sacramento de la reconciliación y recuperar el asombro por el
milagro que Dios obra en nosotros al recibir este sacramento, Porque
hemos perdido de vista que se trata de un encuentro real con Cristo. El
cardenal
Mauro Piacenza, les decía a los penitenciarios de las Basílicas Papales
de Roma: “la confesión no hace ruido pero sí milagros” (Carta a los
penitenciarios de las basílicas papales, 3 de diciembre de 2017). En
este tiempo de preparación para la Navidad hemos de volver con renovada
confianza en la gracia, al “trono de la gracia para que alcancemos
misericordia” (Hb 5,16) y revivir con esperanza el perdón de Dios y la
renovación que supone.
Es importante que en este tiempo de Adviento repasemos los actos del
penitente. Nos será de gran ayuda releer y meditar los números del
Catecismo de la Iglesia Católica del 1450 al 1460 para mejorar en lo que
hemos de poner de nuestra parte. Sin embargo, no debemos perder de
vista que lo determinante en la confesión no es tanto lo que nosotros
hacemos, cuanto lo que hace Dios en el sacramento. No es que Dios
“cierre los ojos”, se haga el “despistado”, o cubra con un manto
nuestros pecados para no verlos – eso lo decía Lutero, que desconoce el
poder de la gracia de Dios -. El perdón de Dios es como un acto creador,
pero al revés: es hacer que donde ya hay algo, un mal, deje de existir,
de tal forma que el pecado perdonado sólo existe en nuestra memoria o
en los hábitos que haya dejado en nosotros, pero no tiene una existencia
real. Esto sólo puede hacerlo Dios. Una madre no se conforma con no ver
los defectos de su hijo, querría – y lo haría si pudiera –
transformarle, sanarle. Si fuera un drogadicto, no se conformaría con
cerrar los ojos ante la “enfermedad” de su hijo. La misericordia y el
poder de Dios sí pueden curar. En la confesión, no se limita a cerrar
los ojos, su gracia nos cura. La gracia renueva al hombre desde dentro, y
le convierte – de pecador y rebelde – en siervo bueno y fiel (cf. Mt
25, 21)
Dejemos que el Señor nos perdone nuestros pecados. No es algo tan
sencillo inicialmente porque nuestra autosuficiencia, nuestra soberbia
nos impiden dejar, sencillamente, en sus manos nuestro pecado para que
El lo destruya. “Una tradición muy antigua narra la aparición del Señor a
San Jerónimo. Jesús le dijo: Jerónimo, ¿qué me vas a dar?; a lo que el
Santo respondió: Te daré mis escritos. Y Cristo replicó que no era
suficiente. ¿Qué te entregaré entonces? ¿mi vida de mortificación y de
penitencia? La respuesta fue: tampoco me basta. ¿Qué me queda por dar?,
preguntó Jerónimo. Y Cristo le contestó: Puedes darme tus pecados,
Jerónimo” (Cfr. F. J. SHEEN, Desde la Cruz, p. 16).
Que nuestra Madre, auxilio de los cristianos nos alcance la gracia de
no estorbar la acción del Espíritu Santo en nuestras almas y nos
dejemos sanar y perdonar siempre.
evangeliodeldia.org San Pedro Crisólogo (c. 406-450) Obispo de Ravenna,
doctor de la Iglesia
evangeli.net
Rev. D.
Joan Carles
MONTSERRAT i Pulido (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)
«Hombre, tus pecados te quedan perdonados»
Hoy, el Señor enseña y cura a la
vez. Hoy vemos al Señor que enseñaba a los que se consideraban muy
sabios en aquellos tiempos: los fariseos y los maestros de la ley. A
veces, nosotros podemos pensar que por el siglo en que vivimos o por los
estudios que hemos hecho, poco nos queda para aprender. Esta lógica no
sobrenatural nos lleva frecuentemente a querer hacer que los caminos de
Dios sean los nuestros y no al revés.
En la actitud de quienes quieren la curación de su amigo vemos los
esfuerzos humanos para conseguir lo que realmente desean. Lo que querían
era algo muy bueno: que el enfermo pudiera andar. Pero no es suficiente
con esto. Nuestro Señor quiere hacer con nosotros una sanación
completa. Y por eso comienza con lo que Él ha venido a realizar en este
mundo, lo que su santo nombre significa: Salvar al hombre de sus
pecados.
—La fuente más profunda de mis males son siempre mis pecados: «Hombre,
tus pecados te quedan perdonados» (Lc 5,20). Muy frecuentemente, nuestra
oración o nuestro interés es puramente material, pero el Señor sabe lo
que nos conviene más. Como en aquellos tiempos, los consultorios de los
médicos están llenos de enfermos. Pero, como aquellos hombres, tenemos
el riesgo de no ir con tanta diligencia al lugar donde realmente nos
restablecemos plenamente: al encuentro con el Señor en el sacramento de
la Penitencia.
Punto fundamental en todo tiempo para el creyente es el encuentro
sincero con Jesucristo misericordioso. Él, rico en misericordia, nos
recuerda especialmente hoy que en este Adviento no podemos descuidar el
necesario perdón que Él da a manos llenas. Y, si es preciso, echemos los
impedimentos —el tejado— que nos impiden verle. —Yo también necesito
retirar las tejas de mis prejuicios, de mis comodidades, de mis
ocupaciones, de las desconfianzas, que son un obstáculo para “mirar de
tejas arriba”.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
-
«¡Qué grande es el Señor, que por los méritos de unos perdona a otros» (San
Ambrosio)
-
«Sigamos siempre adelante, buscando al Señor, buscando nuevos
caminos. Y si fuese necesario abrir un agujero en el techo, que nuestra
imaginación creativa de la caridad nos conduzca a esto: a encontrar y
abrir caminos de encuentro, sendas de fraternidad, sendas de paz»
(Francisco)
-
«Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (el
leproso; Jairo: la cananea: el buen ladrón: o en silencio (los
portadores del paralítico: la hemorroísa que toca su vestido). Jesús
siempre responde a la plegaria que le suplica con fe» (Catecismo de la
Iglesia Católica, nº 2.616)
fraynelson.com
Fray Nelson Medina OP
1. Dios en persona viene a salvar
1.1 He aquí que Dios en persona viene y rescata a su pueblo. La
noticia no puede ser mayor en su contenido y en su carga de esperanza.
Vamos a ver la gloria de Dios, vamos a presenciar su formidable poder y a
ver en acción su justicia.
1.2 Para los judíos este texto significaba algo muy concreto: el
tiempo del destierro acabará, y las tierras áridas del camino que nos
llevó a Babilonia ahora tendrán que presenciar la hermosa caravana de
los rescatados. La "gloria de Dios" no era otra cosa que ese noble
espectáculo en que brillaba con la elocuencia de los hechos quién era y
es el Dios verdadero.
1.3 De allí podemos tomar enseñanza nosotros. Nosotros somos la
gloria de Dios; nosotros somos la expresión visible de su poder;
nosotros somos la señal de su compasión y de la hondura de su ciencia.
Nuestra existencia redimida es un canto al que nos redimió, y por donde
vayan nuestros pasos resonará el ritmo del corazón que nos amó hasta el
extremo.
2. Cristo hace visible a Dios
2.1 La expresión conmovida y conmovedora de la multitud en el
evangelio de hoy hace eco maravilloso de lo anunciado por el profeta.
"Hoy hemos visto cosas extraordinarias" (Lc 5,26). La salud del
paralítico engendra este grito de admiración. El paralítico sanado es
"gloria" de Dios, y el lugar donde esa sanación ha sucedido, esto es, la
palabra y el corazón de Cristo, son la fuente reveladora de esa gloria.
2.2 El profeta decía: Dios en persona viene a salvarnos, y eso es lo
que experimenta el paralítico. Cristo, pues, es el Dios que viene, y así
de hecho le llama el Apocalipsis. Mientras que la bestia que allí se
describe es la que "era y ya no es" (Ap 17,8.11), Cristo es "el que era,
que es y que ha de venir" (Ap 1,4.8: 4,8). Es el que estuvo, está y
estará.
2.3 No debemos, sin embargo, leer esa expresión como una fórmula
metafísica o como una circunlocución poética. "El que estuvo, el que
está, el que vendrá" es una descripción no tanto del ser sino del obrar
revelador de Cristo. No es una alusión sencillamente a su eternidad
sino una alabanza de su actuar que nos revela la gloria de Dios, como
sucedió con el paralítico.
3. En la Eucaristía
3.1 ¿Cómo es Cristo en la Eucaristía? Una visión verdadera pero
demasiado escueta sólo afirma que "él está". Y eso es cierto, desde
luego, pero no es todo. En la Eucaristía él es también el Dios que
estuvo y el Dios que vendrá. No comulgamos solamente con la "presencia"
de Cristo, sino también con su "ausencia", pues él no tiene sólo
"presente" sino también "pasado", porque estuvo; y futuro, porque
vendrá.
3.2 La "ausencia" de Cristo en la Eucaristía es tan importante como
su presencia, porque él, en cuanto ausente se sitúa más allá de lo que
pueden atrapar nuestros pensamientos o pueden pretender nuestros deseos.
Frente a toda manipulación, Cristo es el que saluda nuestro día desde
la majestad de su Día.
Santoral
Nicolás de Mira
Santo, Memoria litúrgica Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Obispo
Martirologio Romano: San Nicolás, obispo de Mira, en Licia (Turquía),
famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia.
(† s.IV)
También conocido como: San Nicolás de Bari
Breve Biografía
De
San Nicolás, obispo de Mira (Licia) en el siglo IV, tenemos muchas
noticias, pero es difícil distinguir las pocas auténticas del gran
número de leyendas tejidas alrededor de este popularísimo santo, cuya
imagen presentan todos los años los comerciantes vestido de "Papá Noel"
(Nikolaus en Alemania y Santa Claus en los países anglosajones), un
rubicundo anciano de barba larga y blanca, y con un costal lleno de
regalos a la espalda.
Su culto se difundió en Europa cuando sus presuntas reliquias fueron
llevadas de Mira por 62 soldados bareses y colocadas con grande honor en
la catedral de Bari, para evitar que fueran profanadas por los turcos.
Era el 9 de mayo de 1087. Las reliquias habían sido precedidas por la
fama de gran taumaturgo y por coloridas leyendas. En la Leyenda áurea se
lee: "Nicolás nació de ricas y santas personas. Cuando lo bañaron el
primer día, se paró solito en la tina...". Era un niño de excelente
salud y ya inclinado a la ascética, pues, como añade la Leyenda, el
miércoles y el viernes rechazaba la leche materna. Ya más grandecito
"rehusaba las diversiones y las vanidades y frecuentaba la iglesia".
Elevado a la dignidad episcopal por sobrenatural inspiración de los
obispos reunidos en concilio, el santo pastor se dedicó a su grey,
distinguiéndose sobre todo por su gran caridad. "Un vecino suyo,
encontrándose en grandísima pobreza, ordenó exponer al pecado a sus tres
hijas vírgenes para sacar de ese vil mercado el sustento para él y para
sus hijas...”. Para evitar ese despiadado lenocinio, San Nicolás,
pasando en la noche por frente de la casa de ese pobre, tres veces echó
una bolsa de monedas de oro, y las tres hijas con la dote consiguieron
un buen marido. Su patrocinio sobre muchachos y muchachas parece que se
debe a otro hecho legendario: el obispo habría inclusive resucitado a
tres niños, asesinados por un carnicero para hacer salchichas.
Se narra también que, invocado por algunos marineros durante una furiosa
tempestad en el mar, él se les apareció y la tempestad cesó
inmediatamente. En efecto, parece que con los marineros tenían cuenta
abierta: durante una carestía había obtenido de una nave llena de trigo
una buena porción para sus fieles; después, cuando los dueños
controlaron el contenido de la nave, encontraron que todo el trigo
estaba completo. Tras su muerte se convirtió en el primer santo, no
mártir, en gozar de una especial devoción en el Oriente y Occidente.
Multitud de relatos milagrosos aparecieron sobre él, desfigurando, a
veces, su inminente carácter práctico y sencillo.
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Liturgia de las horas
Oficio de Lecturas
V. Señor, abre mis labios. R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
INVITATORIO
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Salmo 23 ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la
fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede subir al
monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de manos
inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo
en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de
salvación.
— Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios
de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria? — El Señor,
héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
—
¿Quién es ese Rey de la gloria? — El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey
de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
HIMNO
Mirad las estrellas fulgentes brillar, sus luces anuncian que Dios ahí está, la
noche en silencio, la noche en su paz, murmura esperanzas cumpliéndose ya. Los
ángeles santos, que vienen y van, preparan caminos por donde vendrá el Hijo del
Padre, el Verbo eternal, al mundo del hombre en carne mortal. Abrid vuestras
puertas, ciudades de paz, que el Rey de la gloria ya pronto vendrá; abrid
corazones, hermanos, cantad que vuestra esperanza cumplida será. Los justos
sabían que el hambre de Dios vendría a colmarla el Dios del Amor, su Vida es su
vida, su Amor es su amor serían un día su gracia y su don. Ven pronto, Mesías,
ven pronto, Señor, los hombres hermanos esperan tu voz, tu luz, tu mirada, tu
vida, tu amor. Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.
Salmo 30, 2-17. 20-25 SÚPLICA CONFIADA DE UN AFLIGIDO
I
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme
a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi
refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu
nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi
amparo. En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás; tú
aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor, tu
misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción, velas por
mi vida en peligro; no me has entregado en manos del enemigo, has puesto mis pies
en un camino ancho.
Ant. Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.
Ant. 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
II
Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta
y mis entrañas. Mi vida se gasta en el dolor; mis años, en los gemidos; mi
vigor decae con las penas, mis huesos se consumen. Soy la burla de todos mis
enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos: me ven por la
calle y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a
un cacharro inútil. Oigo las burlas de la gente, y todo me da miedo; se
conjuran contra mí y traman quitarme la vida. Pero yo confío en ti, Señor, te
digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano está mi destino: líbrame de los enemigos que
me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu
misericordia.
Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Ant. 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
III
¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a
ti se acogen a la vista de todos! En el asilo de tu presencia los escondes de
las conjuras humanas; los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas
pendencieras. Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada. Yo decía en mi ansiedad: «Me has arrojado de tu
vista»; pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba. Amad al
Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con
creces. Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.
Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
VERSÍCULO
V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad. R. Porque tú eres mi Dios y
Salvador.
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Isaías 34, 1-17 JUICIO DEL SEÑOR SOBRE EDOM
Acercaos, naciones, a oír, atended, pueblos; oiga la tierra y cuanto
hay en ella, el orbe y cuanto en él brota, que ira tiene el Señor contra
todas las naciones, y cólera contra todas sus mesnadas. Las ha
anatematizado, las ha entregado a la matanza. Sus heridos yacen tirados,
de sus cadáveres sube el hedor, y sus montes chorrean sangre; se esfuma
todo el ejército de los cielos. Se enrollan como un libro los cielos, y
todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa, como
una hoja mustia de higuera. Porque se ha emborrachado en los cielos mi
espada; ya desciende sobre Edom y sobre el pueblo de mi anatema para
hacer justicia. La espada del Señor está llena de sangre, engrasada
de sebo, de sangre de carneros y machos cabríos, de sebo de riñones de
carneros, porque tiene el Señor un sacrificio en Bosrá, y gran matanza
en Edom. En vez de búfalos caerán pueblos, y en vez de toros un pueblo
de valientes. Se emborrachará su tierra con sangre, y su polvo será
engrasado de sebo. Porque es día de venganza para el Señor, año de
desquite del defensor de Sión. Se convertirán sus torrentes en pez,
su polvo en azufre, y se hará su tierra pez ardiente. Ni de noche ni de
día se apagará, por siempre subirá el humo de ella. De generación en
generación quedará arruinada, y nunca jamás habrá quien pase por ella. La
heredarán el pelícano y el erizo, el ibis y el cuervo residirán en
ella. Tenderá el Señor sobre ella la plomada del caos y el nivel del
vacío. Los sátiros habitarán en ella, ya no habrá en ella nobles que
proclamen la realeza, y todos sus príncipes serán aniquilados. En sus
alcázares crecerán espinos, ortigas y cardos en sus fortalezas; será
morada de chacales y dominio de avestruces. Los gatos salvajes se
juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará
Lilit y en él encontrará descanso. Allí anidará la víbora, pondrá,
incubará y hará salir del huevo. También allí se juntarán los buitres. Buscad
el libro del Señor y leed; no faltará ninguno de ellos, ninguno de
ellos echará en falta a otro. Pues su misma boca lo ha ordenado y su
mismo espíritu los junta. Es él mismo el que los echa a suertes, con su
mano les reparte el país a cordel; lo poseerán por siempre y morarán en
él de generación en generación.
RESPONSORIO 1 Pe 4, 17-18; Jb 4, 18
V. Ha llegado el tiempo en que comienza
el juicio por la casa de Dios; y, si empieza así por nosotros, ¿qué fin
tendrán los que rechazan el mensaje de Dios? R. Y, si el justo a duras penas
se salva, ¿qué será del impío y del pecador? V. Dios no encuentra fieles ni a
sus criados. R. Y, si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y
del pecador?
Año II:
Del libro del profeta Isaías 24, 1-18 MANIFESTACIÓN DEL SEÑOR EN SU GRAN
DÍA
He aquí que el Señor estraga la tierra, la despuebla, trastorna su
superficie y dispersa a los habitantes de ella: al pueblo como al
sacerdote; al siervo como al señor; a la criada como a su señora; al que
compra como al que vende; al que presta como al prestatario; al
acreedor como a su deudor. Devastada será la tierra y del todo saqueada,
porque así ha hablado el Señor. En duelo se marchitó la tierra, se
amustia, se marchita el orbe, el cielo con la tierra se marchita. La
tierra ha sido profanada bajo sus habitantes, pues traspasaron las
leyes, violaron el precepto, rompieron la alianza eterna. Por eso una
maldición ha devorado la tierra, y tienen la culpa los que habitan en
ella. Por eso han sido consumidos los habitantes de la tierra, y quedan
pocos del linaje humano. El mosto estaba triste, la viña mustia: se
trocaron en suspiros todas las alegrías del corazón. Cesó el alborozo de
los tímpanos, se suspendió el estrépito de los alegres, cesó el
alborozo del arpa. No beben vino cantando: amarga el licor a sus
bebedores. Ha quedado la villa vacía, ha sido cerrada toda casa, y no
se puede entrar. Se lamentan en las calles por el vino. Desapareció
toda alegría, emigró el alborozo de la tierra. Ha quedado en la ciudad
soledad, y de desolación está herida la puerta. Porque en medio de la
tierra, en mitad de los pueblos, pasa como en el vareo del olivo, como
en los rebuscos cuando acaba la vendimia. Ellos levantan su voz y
lanzan hurras; la majestad del Señor aclaman desde el mar. Por eso, en
Oriente glorificad al Señor, en las islas del mar el nombre del Señor,
Dios de Israel. Desde el confín de la tierra cánticos hemos oído:
«¡Gloria al Justo!». Y digo: «¡Basta ya, basta ya! ¡Ay de mí, y de
estos malvados que hacen maldad, los malvados que han consumado la
maldad!» ¡Pánico, hoya y trampa contra ti, morador de la tierra!
Sucederá que el que escape del pánico, caerá en la hoya, y el que suba
de la hoya, será preso en la trampa.
RESPONSORIO Is 24, 14. 15; Sal 95, 1
V. Levantarán la voz vitoreando: R. «Glorificad el nombre del Señor.» V.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. R. Glorificad
el nombre del Señor.
SEGUNDA LECTURA
Del tratado de san Juan de la Cruz, presbítero, Subida al monte Carmelo (Libro 2, cap. 22, Núms. 3-4) DIOS NOS HA HABLADO EN CRISTO
La principal causa por la cual en la ley antigua eran lícitas las
preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes
quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque entonces no
estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y así, era
menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras,
ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora
en otras muchas maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía
y hablaba y obraba y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas
tocantes a ella o enderezadas a ella. Pero ya que está fundada la fe en
Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para
qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda
como entonces. Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo —que es una
Palabra suya, que no tiene otra—, todo nos lo habló junto y de una vez
en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. Y éste es el sentido de
aquella autoridad, con que san Pablo quiere inducir a los hebreos a que
se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de
Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que
antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos
modos y maneras, ahora a la postre, en estos días, nos lo ha hablado en
el Hijo todo de una vez. En lo cual da a entender el Apóstol, que
Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que
hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo,
dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese
preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una
necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en
Cristo, sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios
de esta manera: «Si te tengo ya hablado todas las cosas en mi Palabra,
que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar o responder
que sea más que eso, pon los ojos sólo en él; porque en él te lo tengo
puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides
y deseas. Porque desde el día que bajé con mi espíritu sobre él en el
monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me he complacido; a
él oíd, ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y
respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que
revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era
prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas
encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar
todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los
evangelistas y apóstoles.»
RESPONSORIO Mi 4, 2; Jn 4, 25
V. Irán pueblos numerosos diciendo: «Vamos a subir al monte del Señor. R.
Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas.» V. Viene el Mesías,
el Cristo, cuando venga, nos hará saber todas las cosas. R. Él nos enseñará sus
caminos y caminaremos por sus sendas.
ORACIÓN
Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos
los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio de la
Encarnación de tu Hijo. Él que vive y reina contigo.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios.
Laudes
V. Señor, abre mis labios. R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
INVITATORIO
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Salmo 23 ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la
fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede subir al
monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de manos
inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo
en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de
salvación.
— Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios
de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria? — El Señor,
héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
—
¿Quién es ese Rey de la gloria? — El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey
de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
HIMNO
De luz nueva se viste la tierra, porque el Sol que del cielo ha venido en el
seno feliz de la Virgen de su carne se ha revestido. El amor hizo nuevas
cosas, el Espíritu ha descendido y la sombra del que es poderoso en la Virgen su luz ha
encendido. Ya la tierra reclama su fruto y de bodas se anuncia alegría, el
Señor que en los cielos moraba se hizo carne en la Virgen María. Gloria a Dios,
el Señor poderoso, a su Hijo y Espíritu Santo, que en su gracia y su amor nos
bendijo y a su reino nos ha destinado. Amén.
Ant. 1. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de mi Dios?
Salmo 41 DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día. mientras todo el día me repiten: "¿Dónde
está tu Dios?" Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo
marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y
alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué
te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios
mío". Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el
Monte Menor. Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y
tus olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche
cantaré la alabanza del Dios de mi vida. Diré a Dios: "Roca mía, ¿por qué me
olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?" Se me rompen
los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: "¿Dónde está
tu Dios?" ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios
que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío".
Ant. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de mi Dios?
Ant. 2. Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Cántico Sir 36, 1-7. 13-16 SÚPLICA EN FAVOR DE LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones, amenaza
con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder. Como les mostraste
tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para
que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti. Renueva los
prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo. Reúne a
todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente. Ten compasión
del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten
compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sión de
tu majestad, y al templo, de tu gloria.
Ant. Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Ant. 3. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Salmo 18 A ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus
manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin
que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza
su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Allí le ha puesto su tienda
al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer
su camino. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Ant. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
LECTURA BREVE Is 2, 3
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él
nos instruirá en sus caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de
Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor. R. Sobre ti, Jerusalén,
amanecerá el Señor. V. Su gloria aparecerá sobre ti. R. Amanecerá el Señor. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Sobre
ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Dice el Señor: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Aleluya.
BENEDICTUS Lc, 68-79 EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su
pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas. Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos
odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su
santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con
santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo
alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar
nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant. Dice el Señor: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Aleluya.
PRECES
Oremos, hermanos, a Cristo, el redentor, que viene a librar del poder de la
muerte a los que se convierten a él, y digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Que al
anunciar tu venida, Señor, — nuestro corazón se siente libre de toda vanidad.
Que la Iglesia, que tú fundaste, — glorifique, Señor, tu nombre por todo el
mundo.
Que tu ley, Señor, sea luz para nuestros ojos — y sirva de protección a
los pueblos que confiesan tu nombre.
Tú que por la Iglesia nos anuncias el gozo
de tu venida, — concédenos también el deseo de recibirte.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en
la tentación, y líbranos del mal.
ORACIÓN
Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos
los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio de la
Encarnación de tu Hijo. Él que vive y reina contigo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna. R. Amén.
Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio. R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Jesucristo, Palabra del Padre, luz eterna de todo creyente: ven y escucha la
súplica ardiente, ven, Señor, porque ya se hace tarde. Cuando el mundo dormía
en tinieblas, en tu amor tú quisiste ayudarlo y trajiste, viniendo a la tierra, esa vida que puede salvarlo. Ya madura la historia en promesas, sólo anhela
tu pronto regreso; si el silencio madura la espera, el amor no soporta el
silencio. Con María, la Iglesia te aguarda con anhelos de esposa y de Madre, y
reúne a sus hijos en vela, para juntos poder esperarte. Cuando vengas, Señor,
en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro y a tu lado vivamos por siempre, dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Ant. 1. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la
gracia.
Salmo 44 LAS NUPCIAS DEL REY I
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es
ágil pluma de escribano. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se
derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente. Cíñete al flanco la espada,
valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la
justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los
pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey. Tu trono, oh Dios,
permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia
y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de
júbilo entre todos tus compañeros. A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas. Hijas de reyes salen a tu
encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Ant. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.
Ant. 2. Llega el Esposo, salid a recibirlo.
II
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor. La
ciudad de Tiro viene con regalos, los pueblos más ricos buscan tu favor. Ya
entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey,
con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y
algazara, van entrando en el palacio real. "A cambio de tus padres tendrás
hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra". Quiero hacer memorable tu
nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos
de los siglos.
Ant. Llega el Esposo, salid a recibirlo.
Ant. 3. Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas
en Cristo.
Cántico Ef 1, 3-10 EL DIOS SALVADOR
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la
persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos
eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
santos eirreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de
Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su
gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en
alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el
perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un
derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste
es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento
culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Ant. Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en
Cristo.
LECTURA BREVE Flp 3, 20b-21
Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará
nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con
esa energía que posee para sometérselo todo.
RESPONSORIO BREVE
V. Despierta tu poder y ven a salvarnos, R. Señor Dios de los
ejércitos. V. Que brille tu rostro y nos salve. R. Señor Dios de los ejércitos. V.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Despierta tu poder y ven a
salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mira, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de
nuestra cautividad.
MAGNIFICAT Lc 1, 46-55 ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por
mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant. Mira, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de
nuestra cautividad.
PRECES
Supliquemos, hermanos, a Cristo, juez de vivos y muertos, y digámosle
confiados:
Ven, Señor Jesús.
Haz, Señor, que tu justicia, que pregonan los
cielos, también la reconozca el mundo, — para que tu gloria habite en nuestra
tierra.
Tú que por nosotros quisiste ser débil en tu humanidad, — fortalece a
los hombres con la fuerza de tu divinidad.
Ven, Señor, y con la luz de tu
palabra — ilumina a los que viven sumergidos en las tinieblas de la ignorancia.
Tú que con tu humillación borraste nuestros pecados, — por tu glorificación
llévanos a la felicidad eterna.
Tú que vendrás a juzgar al mundo con gloria y
majestad, — lleva a nuestros hermanos difuntos al reino de los cielos.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en
la tentación, y líbranos del mal.
ORACIÓN
Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos
los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio de la
Encarnación de tu Hijo. Él que vive y reina contigo.^
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna. R. Amén.
Completas
V. Dios mío, ven en mi auxilio. R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido,
agradezcamos sus dones y reconozcamos humildemente nuestros pecados.
Todos examinan en silencio su conciencia. Terminado el examen se añade una de
las siguientes fórmulas penitenciales:
I Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a
vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
II
V. Señor, ten misericordia de nosotros. R. Porque hemos pecado contra
ti. V. Muéstranos, Señor, tu misericordia. R. Y danos tu salvación.
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna. R. Amén.
HIMNO
De la vida en la arena me llevas de la mano al puerto más cercano, al agua más
serena. El corazón se llena, Señor, de tu ternura; y es la noche más pura y la
ruta más bella porque tú estás en ella, sea clara u oscura. La noche
misteriosa acerca a lo escondido; el sueño es el olvido donde la paz se posa. Y esa paz es
la rosa de los vientos. Velero, inquieto marinero, ya mi timón preparo -tú el mar
y cielo claro- hacia el alba que espero. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo. Amén.
SALMODIA
Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Salmo 85 ORACIÓN DEL POBRE ANTE LOS PROBLEMAS
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi
vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti. Tú eres mi
Dios, piedad de mí, Señor, que a tí te estoy llamando todo el día; alegra el alma
de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y
clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi
oración, atiende a la voz de mi súplica. En el día del peligro te llamo, y tú me
escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas. Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu
nombre: "Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios". Enséñame,
Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor
de tu nombre. Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por
siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo
profundo. Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta
contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti. Pero tú, Señor, Dios clemente y
misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión
de mí. Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal
propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me
ayudas y consuelas.
Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE 1 Ts 5, 9-10
Dios nos ha destinado a obtener la salvación por medio de nuestro
Señor Jesucristo; él murió por nosotros, para que, despiertos o
dormidos, vivamos con él.
RESPONSORIO BREVE
V. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. R. A tus manos, Señor,
encomiendo mi espíritu. V. Tú, el Dios leal, nos librarás. R. Encomiendo mi
espíritu. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32 CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE
ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque
mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Gloria al Padre,
y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y
haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado
hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Jesucristo
nuestro Señor.
CONCLUSIÓN Bendición
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. R. Amén.
INVOCACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella
del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar. Ante la
admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces
siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros,
pecadores.
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