Jesucristo vela por su Iglesia pero permite que sufra crisis
Muchos no entienden
por qué Nuestro Señor parece dormir y permite que el mal entre en el
santuario. Aparentemente, esto contradice tanto la promesa de la
indefectibilidad como la santidad de la esposa mística de Cristo. La fe
de muchos vacila: si la Iglesia no es santa, no puede ser la verdadera
Iglesia de Cristo.
La Iglesia a
menudo es representada como la barca de Pedro que navega por los mares de la
Historia.
A veces, vientos
tranquilos soplan en sus velas, y ella flota sobre las olas con gracia
imponente y serena. Otras veces, sin embargo, los vientos aúllan, el mar se
encrespa
con olas coronadas de espuma, los rayos rasgan los cielos, los truenos
estremecen
a los marineros y el barco parece naufragar.
Mientras las
ráfagas de viento sacuden la barcaza de Pedro, el Salvador duerme. Entonces,
como los Apóstoles, clamamos: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Al
despertar, Jesús nos tranquiliza como lo hizo con ellos: «¿Por qué teméis,
hombres de poca fe?» De pie con una voz majestuosa, ordena que la tormenta
cese y que el mar se calme. [1]
«Es inevitable que haya escándalos»
Contenidos
Hoy la Iglesia está golpeada por escándalos morales y desvíos
doctrinarios. Sus enemigos la están atacando mientras la incertidumbre y
la confusión agitan a sus hijos.
Muchos no entienden por qué Nuestro Señor parece dormir o por qué
permite que el mal entre en el santuario. Aparentemente, esto contradice
tanto la promesa de la indefectibilidad como la santidad de la esposa
mística de Cristo. La fe de muchos vacila: si la Iglesia no es santa, no
puede ser la verdadera Iglesia de Cristo.
Otros reaccionan
tratando de reformar la Iglesia, culpando por la crisis a sus dogmas y
enseñanzas morales, y a su estructura jerárquica, de institución divina.
Las puertas del infierno no prevalecerán sobre Ella
Nuestro
Señor prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, [2]
y
que Él la asistirá hasta el final de los tiempos.[3]
Sin embargo, Él no prometió que Ella no sufriría crisis, escándalos y colapsos
aparentes.
Por el
contrario, las parábolas de Nuestro Señor sobre el Reino de Dios, que es la
Iglesia, afirman claramente que el bien y el mal serán parte de Ella hasta el
final de los tiempos. Solo entonces Dios enviará a sus ángeles para limpiar la
tierra del escándalo. [4]
La vida terrena
es un período de prueba. Entonces algunos harán el mal y escandalizarán a
otros. «Es inevitable que haya escándalos», dijo Nuestro Señor,
«¡ay de aquel por quien vengan!»[5]
San Pablo explica cómo estos escándalos ayudan a purificar nuestra fe: «pues
es preciso que entre vosotros haya disensiones, a fin de que se destaquen los
de probada virtud entre vosotros.”. [6]
Dios permite la tentación pero nos fortalece con su gracia
Dios permite
la tentación, pero siempre nos da la gracia suficiente para resistir. San Pablo
enseña: «no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es
Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes
dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder de resistirla”. [7]
Al explicar
el episodio de Nuestro Señor durmiendo en la barca, San Juan Crisóstomo comenta
que la tormenta simboliza las futuras pruebas de la Iglesia, durante las cuales
los fieles, los atletas de Cristo, serán fortificados. El eminente comentarista
de la Sagrada Escritura Cornelio a Lápide, después de referirse a San Juan
Crisóstomo, cita una frase de Séneca, para mostrar que incluso un escritor
pagano entendió el provecho espiritual de la lucha contra la tentación: «Una
vida sin tentación es como un mar muerto”. [8]
La Iglesia
es la «Casa de Dios», cuya piedra angular es Cristo. [9] Ella
es «la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén» bajada del Cielo.[10]
Sin embargo, Dios permite la tentación incluso en este lugar sagrado, así como
permitió que nuestros primeros padres fueran probados en el Paraíso Terrenal.
De esta manera, nuestro amor se purifica de todo apego al consuelo divino y a
las
preocupaciones humanas.
Nuestro Señor previó los escándalos
San Agustín
explica que siempre habrá algunos obispos semejantes al Buen Pastor (que es una
figura de Nuestro Señor), y otros como los mercenarios. Escribiendo a Felicia,
una virgen que se afligía por los escándalos que entonces infestaban a la
Iglesia, dijo:
“Te amonesto a que no te dejes
perturbar más de lo normal por estos escándalos. Se nos predijo que
vendrían, para; que al llegar recordáramos que estaban anunciados y no
nos turbásemos demasiado. El mismo Señor los anunció en el Evangelio:
¡Ay del mundo por los escándalos! Es menester que vengan escándalos,
pero ¡ay de aquel hombre por que venga el escándalo!» […]Hay algunos que
ocupan la cátedra de pastor para mirar por la grey de Cristo. Pero hay
otros que ocupan para gozar de sus honores temporales y comodidades
seculares. Es preciso que en la Iglesia Católica perduren estos dos
linajes de pastores hasta el fin de los siglos y hasta el juicio del
Señor, pues unos nacen mientras otros mueren. Ya en los tiempos
apostólicos había algunos falsos hermanos, entre los que gemía el
Apóstol, diciendo: Peligros de parte de los falsos hermanos«. [11]
Finalmente,
cuando se enfrentó a los errores de Lutero y Calvino, la Iglesia afirmó que no
era una Iglesia de santos o una Iglesia de predestinados, sino que alberga en
su seno a justos y pecadores.[12]
La Iglesia siempre ha sufrido pruebas a lo largo de su historia
La historia
de la Iglesia muestra claramente que ella siempre ha sufrido pruebas. En su
nacimiento, feroces persecuciones externas intentaron destruirla. Poco después,
las herejías embistieron contra Ella internamente.
En los
albores del siglo IV, la Iglesia tuvo que enfrentar el arrianismo, una de las
herejías más devastadoras. Negaba la divinidad de Nuestro Señor, declarándolo
una simple criatura, aunque más perfecta, creada por el Padre para ser
intermediaria en la creación y redención del mundo. Arrio, fundador de la
herejía, afirmó que la naturaleza del Hijo no era de la misma sustancia que la
del Padre, es decir, que el Hijo no era consustancial con el Padre.
Esta herejía
atacó los fundamentos mismos del Cristianismo. Si el Verbo no fuera divino,
Dios no se hizo hombre, y los misterios de la Encarnación, Pasión, Muerte y
Resurrección de Nuestro Señor no tendrían un significado trascendental.
Esta herejía
se difundió por todo el mundo cristiano. Tantos obispos adhirieron, que San
Jerónimo exclamó con una hipérbole retórica: «El mundo entero gimió de
asombro al ver que se había convertido en arriano». [13]
Homicidio y suicidio espiritual
En un sermón
sobre los escándalos actuales, el Padre Roger J. Landry de la Parroquia del
Espíritu Santo en Fall River, Massachusetts. Con razón, comenta:
“Desafortunadamente, el escándalo no es nuevo para la Iglesia. Cada vez que la
Iglesia alcanza su punto más bajo, Dios levanta santos extraordinarios para
llevarla de regreso a su verdadera misión. Es como si en estos tiempos oscuros
la luz de Cristo siempre brillara más”.
El Padre Landry cita el mal ejemplo del papa Alejandro VI durante el
Renacimiento: tuvo varios hijos de varias concubinas y luego los
enriqueció con los bienes de la Iglesia; muchos fueron escandalizados y
sacudidos en su fe; Lutero se rebeló, renegó y fundó una nueva religión.
Agrega:
“A su debido tiempo, Dios suscitó
muchos santos para luchar contra esta solución equivocada y reencaminar a
las personas a la Iglesia que Cristo fundó. San Francisco de Sales fue
uno de ellos”.
Después de
mencionar episodios heroicos en la vida de San Francisco de Sales, el P. Landry
transcribe un comentario del Santo: “Si bien quienes cometen este tipo de
escándalos son culpables del equivalente espiritual del asesinato, quienes se
escandalizan y permiten que el escándalo destruya su fe, son culpables de
suicidio espiritual».
El P. Landry
dice que San Francisco estaba entre las personas de la región que hoy es Suiza,
tratando de evitar que se suicidaran espiritualmente debido a los escándalos. Y
concluye: «Estoy aquí para predicarles lo mismo». [14]
[11] Epist. 208, 2 and 5, in Charles
Cardinal Journet, The Church of the Word Incarnate (New York: Sheed and Ward,
1955), pp. 97-98
[12] In a sermon on the present
scandals, Fr. Roger J. Landry, pastor of Espirito Santo parish in Fall River,
Mass., opportunely observes: “Scandal is
unfortunately nothing new for the 12. Fr. Joachim Salaver i, S.J., De Ecclesia
Christi, in VV.AA, Sacrae Theologiae Summa, (Madrid: Biblioteca deAutores
Cristianos, 1958), Vol. I, no. 1128, p. 912.
[13] William Barry, s.v. “Arianism,”
Catholic Encyclopedia (1913), Vol. I, p. 710
[14] Fr. Roger J. Landry, Answering
Scandal with Personal Holiness, in Catholic Educator’s Resource Center
www.catholiceducation.org/articles/religion/ re0526.html, 2002