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Dios Existe
 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Miércoles 01 de Julio de 2020 | Fecha: | 1 de Julio, 2020 05:54:31 (+0200) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Lecturas del Miércoles 01 de Julio de 2020
Miércoles 13ª semana de tiempo ordinario
Santoral: Casto, Secundino, Ester
Amós 5, 14-15. 21-24 Retirad de mi presencia el estruendo del canto;
fluya la justicia como arroyo perenne
Buscad
el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con vosotros el Señor
Dios de los ejércitos, como deseáis. Odiad el mal, amad el bien,
defended la justicia en el tribunal. Quizá se apiade el Señor, Dios de
los ejércitos, del resto de José.
"Detesto y rehúso vuestras fiestas -oráculo del Señor-, no quiero
oler vuestras ofrendas. Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones, no me
agradarán; no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de
gracias.
Retirad de mi presencia el estruendo del canto, no quiero
escuchar el son de la cítara; fluya como el agua el juicio, la justicia
como arroyo perenne."
Salmo responsorial: 49 Al que sigue buen camino / le haré ver la
salvación de Dios.
"Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; / Israel, voy a dar testimonio
contra ti; / -yo, Dios, tu Dios-." R.
"No te reprocho tus sacrificios, / pues siempre están tus
holocaustos ante mí. / Pero no aceptaré un becerro de tu casa, / ni un
cabrito de tus rebaños." R.
"Pues las fieras de la selva son mías, / y hay miles de bestias
en mis montes; / conozco todos los pájaros del cielo, / tengo a mano
cuanto se agita en los campos." R.
"Si tuviera hambre, no te lo diría: / pues el orbe y cuanto lo
llena es mío. / ¿Comeré yo carne de toros, / beberé sangre de cabritos?"
R.
"¿Por qué recitas mis preceptos / y tienes siempre en la boca mi
alianza, / tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis
mandatos?" R.
Mateo 8, 28-34 ¿Has venido a atormentar a los demonios antes de
tiempo?
En
aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los
gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su
encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel
camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?
¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?"
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios
le rogaron: "Si nos echas, mándanos a la piara". Jesús les dijo: "Id".
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó
acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al
pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces
el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que
se marchara de su país.
Comentarios:
dominicos.org
Fray Alexis González de León O.P. Convento de San Pablo y San Gregorio
(Valladolid)
Fluya la justicia como arroyo perenne
El profeta Amós nos
invita a la búsqueda del bien para tener vida. Es un canto a la vida,
donde Dios acoge al hombre, pero rechaza sus fiestas, y las ofrendas que
les hace no les agrada. A cambio prefiere que la justicia fluya como
arroyo perenne.
Entendamos la justicia como dar a Dios y al hombre
lo que le es debido. Amós, uno de los «profetas menores», denuncia en
nombre de la justicia de Dios lo que hacen los hombres en una
perspectiva más bien social, denunciando a los comerciantes que
falsifican sus balanzas, a los jueces corrompidos. Amós, que es un
hombre sencillo, hijo de un pastor, denuncia con fuerza las
desigualdades sociales, la injusticia que aplasta a los pobres. Así,
hablar de justicia de Dios, quiere decir que hay una injusticia en la
tierra a la que hay que poner fin.
Amós compara la justicia con un
arroyo perenne, algo que es infinito, algo que no acaba, y utiliza el
verbo fluir para que sea algo dinámico, algo que circule en la corriente
de un arroyo, como la sangre corre por nuestras venas. La justicia ha
de transitar así en nuestra vida social, escuchando el clamor de los
pobres.
Amós frente a los comerciantes y jueces denuncia también
la hipocresía religiosa identificada con Betel. A ellos dedica
exhortaciones irónicas y fuertes imputaciones. De ahí que diga el texto
de hoy que detesta los sacrificios y holocaustos, y que no aceptará los
terneros cebados que sacrifican como acción de gracias.
Todo esto
tiene un sentido: la llamada a un comercio justo, a una administración
pública de la justicia, y la religiosidad auténtica que ha de contener
un sentido de la justicia. Si no es así, está avocada a la corrupción.
La mirada de Amós está centrada en los más inocentes, necesitados y
pobres, que claman justicia al cielo.
No podemos renunciar a dar
lo que es debido a Dios y a los hombres. Es el derecho, como facultades y
obligaciones que derivan del estado de una persona o sus relaciones con
respecto a otras, lo que nos garantiza el sentido de lo justo. No
podemos obviar, o dejar en la indiferencia el sentido de la justicia que
nos llama a la fraternidad y al bien común.
Fluir en justicia
viene a ser el sentido de la equidad que llama sobre todo a la
moderación de lo que supone cualquier relación comercial, humana,
religiosa o de derecho que mantienen los hombres entre sí. Viene a ser
un traer hasta nuestras vidas el sentido ecuánime de nuestras
relaciones. Dios no puede estar ausente del sentido de nuestra justicia,
en Él aprendemos el bien con el que desarrollamos nuestros trabajos y
nuestras relaciones.
¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?
Dos
endemoniados, camino del cementerio, salen al encuentro de Jesús.
Estaban furiosos. Nadie se acercaba a ellos por la violencia que
mostraban. Lo curioso es que, a pesar de su condición de perversidad,
fueron capaces de reconocer la identidad de Jesús: Hijo de Dios.
La pregunta “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?”
nos sitúa en un estado nocivo de relación con Dios y los otros. Es como
decir, no queremos nada contigo. Es una pregunta que denota rechazo,
confrontación. No obstante, la pregunta incluye el reconocimiento del
temor de Dios, y su poder.
La escena siguiente es que los demonios
salieron de aquellos hombres y se metieron en una piara de cerdos, la
piara se abalanzó acantilado abajo. Todo bajo la autoridad de quien
ellos llamaron Hijo de Dios: Jesús.
El pueblo sintió miedo de la presencia de Jesús tras conocer la noticia, y le
rogaron que se marchara de aquel país.
En
la vida llegamos a vivir un estado de perversidad, cuando dejamos que
el mal entre en nosotros. Y hemos de procurar que Dios se haga presente
en nuestra vida para echar los demonios fuera de nosotros. En ocasiones,
somos nocivos con nosotros mismos y con los demás, porque no permitimos
que una razón de amor y de fe nos vincule con Dios y los hermanos.
Aunque reconozcamos la identidad de Dios, no siempre somos capaces de
llegar a una religación tal, que nos pueda mantener en paz.
Es por
ello, que el mismo estado de perversión nos puede llegar a conducir
hacia cualquier abismo inhumano, donde ejercemos el desprecio y la
violencia por la vida del otro.
Es de destacar las pocas palabras
que pronuncia Jesús. Sólo una: “Id”. Jesús no dialoga, sólo ejerce su
autoridad de Hijo de Dios. Con la violencia no hay diálogo. Jesús sólo
se limita a ejercer su autoridad de liberación. Es de destacar también,
que los endemoniados no querían trato con Jesús, y por eso proponen la
solución de la piara de cerdos. Ellos mismos escogen la perdición.
Un
profesor que tuve cuando estudiaba teología, repetía hasta la saciedad,
que no hay persona que reconozca más la presencia de Dios que aquel que
lo niega en su vida. Es como si le atormentara la idea de que Dios
exista. A veces, escogemos caminos de muerte, inertes, a pesar de que
nuestro deseo sea el contrario de lo que expresamos. El ateo niega a
Dios, pero en su deseo más profundo, quiere que Dios esté presente. De
hecho, necesita de su existencia para poderlo negar.
ciudadredonda.org Fernando Torres cmf Misionero claretiano
Conviene que nos detengamos por un momento en la primera lectura.
No es difícil de comprender como otras lecturas de los profetas. Va
directo al centro de la cuestión: “Buscad el bien y no el mal, y
viviréis.” Aquí podríamos terminar el comentario porque de golpe hemos
entrado en lo más importante de nuestra relación con Dios, con nosotros
mismos, con los que nos rodean y hasta con este planeta. “Buscar el bien
y no el mal” es la clave para caminar por la vida. Dios no espera de
nosotros ni necesita que cantemos a cuatro veces un aleluya permanente.
Las nubes de incienso de nuestras celebraciones no llegan al cielo. Se
quedan bastante más abajo. Lo que sí llega al cielo es cuando me
esfuerzo por hacer el bien y renuncio a hacer el mal, cuando ayudo al
hermano o hermana en lugar de quitarle lo poco que tiene, cuando cuido
este mundo porque es la casa común que Dios nos ha regalado a todos,,
cuando abro las puertas de mi casa y de mi corazón para escuchar y
acoger de verdad al que viene cansado y agobiado. Todo eso es hacer el
bien. No es tan difícil saber cuando hacemos el bien y cuando no.
La primera lectura se cierra con una frase que también conviene
que guardemos en el corazón. “Retirad de mi presencia el estruendo del
canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como agua el
juicio, la justicia como arroyo perenne.” Conclusión: ser justos y obrar
la justicia es la mejor forma de alabar a Dios. Mejor que la cítara y
los cantos y los inciensos y los golpes de pecho.
Claro que a veces obrar la justicia, ayudar al hermano me/nos trae
malas consecuencias y dificultades para nuestra vida. ¡Qué le vamos a
hacer! No iba a ser tan fácil seguir el camino de Jesús. El Evangelio es
un ejemplo claro. Jesús cura al endemoniando. Era un hombre que sufría y
eso, para Jesús es suficiente para actuar. Pero al pueblo no le gustó
lo que había hecho Jesús. Entre el endemoniado y la piara, no tuvieron
muchas dudas: preferían la piara. Ya estaban acostumbrados al
sufrimiento de aquel hombre. Lo podían soportar. Pero perder la piara...
eso ya era demasiado. Así que rogaron a Jesús que se fuese del país,
que dejase de molestar, que estaban tranquilos como estaban antes con su
endemoniado y su piara de cerdos.
A veces nos pasa a nosotros algo parecido. Antes que asumir las
incomodidades de hacer el bien preferimos la comodidad de seguir como
estábamos. Con nuestros endemoniados pero también con nuestra piara.
Pero ese no es el camino de Jesús.
evangeliodeldia.org
evangeli.net
Rev. D.
Antoni
CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Le rogaron que se retirase de su término»
Hoy contemplamos un triste
contraste. “Contraste” porque admiramos el poder y majestad divinos de
Jesucristo, a quien voluntariamente se le someten los demonios (señal
cierta de la llegada del Reino de los cielos). Pero, a la vez,
deploramos la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón
humano al rechazar al portador de la Buena Nueva: «Toda la ciudad salió
al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su
término» (Mt 8,34). Y “triste” porque «la luz verdadera (...) vino a los
suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,9.11).
Más contraste y más sorpresa si ponemos atención en el hecho de que el
hombre es libre y esta libertad tiene el “poder de detener” el poder
infinito de Dios. Digámoslo de otra manera: la infinita potestad divina
llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Y esto es
así porque Dios nos ama principalmente con un amor de Padre y, por
tanto, no nos ha de extrañar que Él sea muy respetuoso de nuestra
libertad: Él no impone su amor, sino que nos lo propone.
Dios, con sabiduría y bondad infinitas, gobierna providencialmente el
universo, respetando nuestra libertad; también cuando esta libertad
humana le gira las espaldas y no quiere aceptar su voluntad. Al
contrario de lo que pudiera parecer, no se le escapa el mundo de las
manos: Dios lo lleva todo a buen término, a pesar de los impedimentos
que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que
nada, impedimentos para nosotros mismos.
Con todo, uno puede afirmar que «frente a la libertad humana Dios ha
querido hacerse “impotente”. Y puede decirse asimismo que Dios está
pagando por este gran don [la libertad] que ha concedido a un ser creado
por Él a su imagen y semejanza [el hombre]» (San Juan Pablo II). ¡Dios
paga!: si le echamos, Él obedece y se marcha. Él paga, pero nosotros
perdemos. Salimos ganando, en cambio, cuando respondemos como Santa
María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc
1,38).
fraynelson.com
Fray Nelson Medina OP
1. Condena del Culto Vacío
1.1 Uno de los temas frecuentes en la predicación de los profetas es
la denuncia del culto vacío, es decir: pretender honrar a Dios con
sacrificios o solemnidades rituales, mientras que la vida le deshonra
con rebeldía a su voluntad y con injusticias entre los hijos de un mismo
pueblo.
1.2 Es lo que encontramos en la primera lectura de hoy, que nos
presenta un texto típico del ministerio de Amós. Dios no se deja comprar
con unas ofrendas ni se ha puesto a la venta para que le sobornemos con
costosos sacrificios. No le conmueve la armonía de la música si no hay
la armonía de la concordia y la justicia. No le convencen discursos
adornados si falta la belleza de un corazón que prefiere lo bueno a lo
malo y lo justo a lo perverso.
1.3 Hay que destacar el llamado a la voluntad. Los actos que pide
Amós son sobre todo actos propios de la voluntad: "Busquen el bien...
aborrezcan el mal... implanten la justicia" Es bueno destacar esto
porque nuestra cultura suele pensar que los deseos de la voluntad son
como una especie de absoluto, de modo que una vez concebido un deseo ya
no hay otra cosa que hacer sino buscar saciarlo. La exhortación de Amós
muestra que somos más dueños de nosotros de lo que solemos pensar.
2. El que asustaba se llenó de miedo
2.1 El evangelio de hoy nos presenta un cuadro patético. ¡Resulta tan
raro y tan sucio esa escena de cerdos despeñándose por no soportar en
su cuerpo inmundo los espíritus inmundos!
2.2 Mas detrás de este momento repugnante hay más de una enseñanza bella,
limpia y purificadora.
2.3 Ante todo, ¿has visto esa majestad del Hijo de Dios?
2.4 ¿Y qué opinas de esto? El que asustaba a todos, es decir, el matón, el
demonio, ahora está asustado.
2.5 ¿No es hermoso además que estos diablos altaneros tengan que
suplicar y que contradigan su soberbia asquerosa para humillarse
pidiendo un lugar adónde irse?
2.6 ¿No es grande Jesucristo, no es admirable y bello nuestro Salvador?
Santoral
Aaron
Santo, Hermano de Moisés Por: P. Felipe Santos
Hermano de Moisés Etimológicamente significa iluminado. Viene de la lengua
hebrea.
Te encuentras en el año 1471 antes de Cristo. Moisés tuvo la inmensa
dicha de que su hermano Aarón le acompañara a lo largo y ancho del
difícil desierto camino de la Tierra de Promisión. Fue siempre
su apoyo en los momentos cruciales, como por ejemplo, en el monte Horeb
o Sinaí en el que Dios entregó al pueblo las tablas de la Ley.
Pertenecía a la tribu de Leví. Fue el abuelo que supo dar poco a poco a
la Alianza sus propios ritos. A su muerte, lo enterraron en la cima del
monte Hor. A pesar de sus deseos de entrar en la Tierra Prometida, no lo
pudo ver, igual que le pasó a su hermano Moisés. Vino al mundo
en los tiempos remotos en los cuales el pueblo egipcio dominaba
completamente a Israel. Al contrario que su hermano, que hablaba mal,
él poseía el don de la elocuencia. De hecho, en muchas ocasiones
tuvo que hablar en nombre de su hermano al faraón egipcio. Y la idea
central que perseguía era convencerle para que dejara en libertad al
pueblo israelita. Pero, a pesar de su labia, no consiguió que
el mandatario supremo de Egipto le dejara marchar. Vistas todas las
dificultades y pensando el modo de solucionarlas, los dos hermanos
retaron al faraón. Si no los dejaba libres, entonces sobrevendría sobre
todo Egipto una serie de plagas que lo llevaría a la ruina y a la
muerte. Cuando el faraón vio que se cumplían sus predicciones
venidas del cielo, Moisés y su hermano partieron hacia la Tierra
Prometida en una huida no exenta de muchos obstáculos. Toda la
peregrinación por el desierto estuvo plagada de aventuras y de desdichas
a causa de la infidelidad de los judíos en su larga marcha. No se
creían lo que decían Moisés y su hermano. La más grave fue el culto de
la idolatría o culto a dioses falsos, sobre todo al becerro de oro.
Dios perdonó a todos. Aarón fue nombrado sumo sacerdote para ofrecer
sacrificios a Dios por los pecados del pueblo. Le sucedió en el cargo su
hijo Eleazar. ¡Felicidades a quienes lleven este nombre! Comentarios al P.
Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
Liturgia de las horas
Oficio de Lecturas
V/. -Señor, Ábreme los labios. R/. -Y mi boca
proclamará tu alabanza.
Invitatorio Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Adoremos al Señor, creador nuestro. Venid, aclamemos al Señor, demos
vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios
grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la
tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad,
postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es
nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
-se repite la
antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a
prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante
cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no
entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre y al Hijo y
al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Himno
se utiliza el himno de Laudes:
Buenos días, Señor,
a ti el primero encuentra la mirada del corazón, apenas nace el día: Tú eres la
luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero andar por la
vereda: Tú, mi camino, mi verdad, mi vida; Tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco, levanto a ti las manos y el corazón, al
despertar la aurora: quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días,
Señor resucitado, que traes la alegría al corazón que va por tus caminos ¡vencedor de tu muerte y de la mía!
Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos
te alabe nuestro canto. Amén.
o el de Vísperas:
Amo, Señor, tus sendas, y me es
suave la carga (la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste; pero a veces
encuentro que la jornada es larga, que el cielo ante mis ojos de tinieblas se
viste,
que el agua del camino es amarga..., es amarga, que se enfría este
ardiente corazón que me diste; y una sombría y honda desolación me embarga, y
siento el alma triste hasta la muerte triste...
El espíritu débil y la carne
cobarde, lo mismo que el cansado labriego, por la tarde, de la dura fatiga
quisiera reposar...
Mas entonces me miras..., y se llena de estrellas, Señor, la
oscura noche; y detrás de tus huellas, con la cruz que llevaste, me es dulce
caminar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
Salmo 17,2-30
- I: Acción de gracias después de la victoria
Ant: Yo te amo, Señor; tú eres mi
fortaleza.
Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar,
mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora,
mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
Me
cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las
redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al
Señor, grité a mi Dios: desde su templo Él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus
oídos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Yo te amo, Señor; tú
eres mi fortaleza.
Salmo 17,2-30 - II:
Ant: El Señor me libró porque me amaba.
Entonces tembló y retembló la tierra, vacilaron los cimientos de los montes, sacudidos por su cólera; de su nariz se alzaba una humareda, de su boca un
fuego voraz. y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó con nubarrones
debajo de sus pies; volaba a caballo de un querubín cerniéndose sobre las alas
del viento, envuelto en un manto de oscuridad;
Como un toldo, lo rodeaban oscuro
aguacero y nubes espesas; al fulgor de su presencia, las nubes se deshicieron en
granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo, el Altísimo hacía oír su
voz: disparando sus saetas, los dispersaba, y sus continuos relámpagos los
enloquecían.
El fondo del mar apareció, y se vieron los cimientos del orbe, cuando tú, Señor, lanzaste un bramido, con tu nariz resoplando de cólera.
Desde el cielo alargó la mano y me agarró, me sacó de las aguas caudalosas, me
libró de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el
día funesto, pero el Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró
porque me amaba.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor me
libró porque me amaba.
Salmo 17,2-30 - III:
Ant: Señor, Tú eres mi lámpara, Tú
alumbras mis tinieblas.
El Señor retribuyó mi justicia, retribuyó la pureza de
mis manos, porque seguí los caminos del Señor y no me rebelé contra mi Dios; porque tuve presentes sus mandamientos y no me aparté de sus preceptos;
le fui
enteramente fiel, guardándome de toda culpa; el Señor retribuyó mi justicia, la
pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, Tú eres fiel; con el íntegro,
Tú eres íntegro; con el sincero, Tú eres sincero; con el astuto, Tú eres sagaz. Tú salvas al pueblo afligido y humillas los ojos soberbios.
Señor, Tú eres mi
lámpara; Dios mío, Tú alumbras mis tinieblas. Fiado en Ti, me meto en la
refriega; fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: Señor, Tú eres mi lámpara, Tú alumbras mis tinieblas.
V/.
Todos se admiraban de las palabras de gracia. R/. Que salían de sus labios.
Lectura
V/. Todos se admiraban de las palabras de gracia. R/. Que salían de
sus labios.
David, rey de Israel. Conquista de Jerusalén 2S 4,2-5,7 En
aquellos días, Isbaal, hijo de Saúl, tenía dos jefes de guerrillas: uno
se llamaba Baaná y el otro Recab, hijos de Rimón, el de Pozos,
benjaminitas. Porque también Pozos se consideraba perteneciente a
Benjamín; los de Pozos huyeron a Dos Lagares y allí siguen todavía
residiendo como forasteros. Por otra parte, Jonatán, hijo de Saúl,
tenía un hijo tullido de ambos pies: tenía cinco años cuando llegó de
Yezrael la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán; la niñera se lo llevó
en la huida, pero, con las prisas de escapar, el niño cayó y quedó
cojo; se llamaba Meribaal. Los hijos de Rimón, el de Pozos, Baaná y
Recab, iban de camino y, cuando calentaba el sol, llegaron a casa de
Isbaal, que estaba echando la siesta. La portera se había quedado
dormida mientras limpiaba el trigo. Recab y su hermano Baaná entraron
libremente en la casa, llegaron a la alcoba donde estaba echado Isbaal, y
lo hirieron de muerte; luego le cortaron la cabeza, la recogieron y
caminaron toda la noche a través de la estepa. Llevaron la cabeza de
Isbaal a David, a Hebrón, y dijeron al rey: «Aquí está la cabeza de
Isbaal, hijo de Saúl, tu enemigo, que intentó matarte. El Señor ha
vengado hoy al rey, mi señor, de Saúl y su estirpe.» Pero David dijo a Recab y
Baaná, hijos de Rimón, el de Pozos: «¡Vive
Dios que me ha salvado la vida de todo peligro! Si al que me anunció:
"Ha muerto Saúl", creyendo darme una buena noticia, lo agarré y lo
ajusticié en Sicelag, pagándole así la buena noticia, con cuánta más
razón, cuando unos malvados han asesinado a un inocente, en su casa, en
su cama, vengaré la sangre que habéis derramado, extirpándoos de la
tierra.» David dio una orden a sus oficiales, y los mataron. Luego
les cortaron manos y pies y los colgaron junto a la Alberca de Hebrón;
en cambio, la cabeza de Isbaal la enterraron en la sepultura de Abner,
en Hebrón. Todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le
dijeron: «Hueso
y carne somos: ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey,
eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor
te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el
jefe de Israel."» Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver
al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia
del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel. Tenía treinta
años cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años; en Hebrón reinó
sobre Judá siete años y medio, y en Jerusalén reinó treinta y tres años
sobre Israel y Judá. El rey y sus hombres marcharon sobre Jerusalén, contra los
jebuseos que habitaban el país. Los jebuseos dijeron a David: «No entrarás aquí.
Te rechazarán los ciegos y los cojos.» Era una manera de decir que David no
entraría. Pero David conquistó el alcázar de Sión, o sea, la llamada Ciudad de
David. R/.
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el
Señor y contra su Mesías. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi
monte santo. V/. ¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un
fracaso? R/. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.
L.
Patrística
Venga a nosotros tu reino Santa Teresa de Ávila Camino de perfección
51 ¿Quién
hay -por desastrado que sea- que cuando pide a una persona de prestigio
no lleva pensado cómo lo ha de para contentarle y no serle desabrido, y
qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en
especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen
Jesús? Cosa me parece para notar mucho. ¿No hubierais podido, Señor
mío, concluir con una palabra y decir: «Dadnos, Padre, lo que nos
conviene»? Pues, a quien tan bien entiende todo, no parece era menester
más. ¡Oh sabiduría de los ángeles! Para vos y vuestro Padre esto
bastaba (que así le pedisteis en el huerto: mostrasteis vuestra voluntad
y temor, mas dejástelo en la suya): mas nos conocéis a nosotros, Señor
mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais vos a la voluntad de
vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para que nos
detuviésemos un poco en mirar siquiera si nos está bien lo que pedimos, y
si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que
queremos -con este libre albedrío que tenemos-, no admitiremos lo que el
Señor nos diere, porque, aunque sea lo mejor, como no veamos luego el
dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos. Pues dice el buen
Jesús: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Ahora mirad
qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es
bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su majestad
que no podíamos santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar,
ni ensalzar este nombre santo del Padre eterno -conforme a lo poquito
que podemos nosotros-, de manera que se hiciese como es razón, si no nos
proveía su majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen
Jesús lo uno junto a lo otro. Porque entendáis esto que pedimos, y lo
que nos importa pedirlo y hacer cuanto pudiéramos para contentar a quien
nos lo ha de dar, quiero decir aquí lo que yo entiendo. El gran bien
que hay en el reino del cielo -con otros muchos- es ya no tener cuenta
con cosas de la tierra: un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse
todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos que les
viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su
nombre, y no le ofende nadie, todos le aman, y la misma alma no entiende
en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le
conoce. Y así le amaríamos acá: aunque no en esta perfección y en un
ser, mas muy de otra manera le amaríamos si le conociésemos. R/. El
que sabe dar cosas buenas a sus hijos nos manda pedir, buscar y llamar.
Recibiremos tanto más cuanto más firmemente esperemos, más ardientemente
deseemos. V/. Este asunto se resuelve más con gemidos que con discursos, más
con llanto que con palabras. R/. Recibiremos tanto más cuanto más firmemente
esperemos, más ardientemente deseemos.
Oremos:
Padre
de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la
luz, concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer
siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos. Amén.
Laudes
Si Laudes es la primera oración del día se reza el Invitatorio
V/.
-Señor, Ábreme los labios. R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Invitatorio Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Adoremos al Señor, creador
nuestro. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
-se repite la
antífona
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene
en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es
el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite
la antífona
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador
nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me
pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la
antífona
Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un
pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi
cólera que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre
y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Himno
Buenos días, Señor, a ti el primero encuentra la mirada del corazón, apenas nace el día: Tú eres la luz y el sol de
mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero andar por la vereda: Tú, mi
camino, mi verdad, mi vida; Tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días,
Señor, a ti te busco, levanto a ti las manos y el corazón, al despertar la
aurora: quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor
resucitado, que traes la alegría al corazón que va por tus caminos ¡vencedor de
tu muerte y de la mía!
Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo, y al Espíritu
Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos te alabe nuestro
canto. Amén.
Salmo 35: Depravación del malvado y bondad de Dios
Ant: Tu luz,
Señor, nos hace ver la luz.
El malvado escucha en su interior un oráculo del
pecado: «No tengo miedo a Dios, ni en su presencia.» Porque se hace la ilusión de
que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son
maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien; acostado medita el
crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.
Señor, tu
misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes; tu justicia hasta las
altas cordilleras, tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a
hombres y animales; ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!, los humanos
se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a
beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva, y tu luz
nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu
justicia con los rectos de corazón; que no me pisotee el pie del soberbio, que no
me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no
se pueden levantar.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tu luz,
Señor, nos hace ver la luz.
Judit 16, 2-3.15-19: Dios, creador del mundo y
protector de su pueblo
Ant: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle
los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su nombre! Porque el
Señor es un Dios quebrantador de guerras, su nombre es el Señor.
Cantaré a mi
Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza,
invencible.
Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió; enviaste tu aliento, y la construiste, nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán
las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán
como cera, pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Salmo 46: El
Señor es rey de todas las cosas
Ant: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el
Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los
pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos escogió por heredad suya: gloria de
Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de
trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es
el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se
sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el
pueblo del Dios de Abrahán; porque de Dios son los grandes de la tierra, y Él es
excelso.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Aclamad a Dios con
gritos de júbilo.
Lectura
Tb 4,16-17. 19-20 No
hagas a otro lo que a ti no te agrada. Da tu pan al hambriento y tu
ropa al desnudo. Pide consejo al sensato y no desprecies un consejo
útil. Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus
caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos.
V/. Inclina, Señor, mi
corazón a tus preceptos. R/. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos. V/. Dame
vida con tu palabra. R/. mi corazón a tus preceptos. V/. Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo R/. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Cántico
Ev.
Ant: Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
† Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su
pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos
odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su
santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con
santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo
alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar
nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant: Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
Preces
Demos
gracias a Cristo con alabanzas continuas, porque no se desdeña de
llamar hermanos a los que santifica con su gracia. Por tanto,
supliquémosle: Santifica a tus hermanos, Señor. - Concédenos, Señor, que con el
corazón puro consagremos el principio de este día en honor de tu resurrección, y
que santifiquemos el día entero con trabajos que sean de tu agrado. - Tú que,
para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra salvación, nos das este
nuevo día, signo de tu amor, renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre. -
Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos, sobre todo en los
que sufren y en los pobres. - Haz que durante este día estemos en paz con todo el
mundo, y a nadie devolvamos mal por mal.
Tal como nos enseñó el Señor,
terminemos nuestra oración, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes
caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Señor
Dios, salvador nuestro, danos tu ayuda para que siempre deseemos las
obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido
como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Vísperas
† (se hace la señal de la cruz mientras se dice:) V/. -Dios mío,
ven en mi auxilio. R/. -Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Amo, Señor, tus sendas, y me es
suave la carga (la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste; pero a veces
encuentro que la jornada es larga, que el cielo ante mis ojos de tinieblas se
viste,
que el agua del camino es amarga..., es amarga, que se enfría este
ardiente corazón que me diste; y una sombría y honda desolación me embarga, y
siento el alma triste hasta la muerte triste...
El espíritu débil y la carne
cobarde, lo mismo que el cansado labriego, por la tarde, de la dura fatiga
quisiera reposar...
Mas entonces me miras..., y se llena de estrellas, Señor, la
oscura noche; y detrás de tus huellas, con la cruz que llevaste, me es dulce
caminar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
Salmo 26-I:
Confianza ante el peligro
Ant: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré?
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la
defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para
devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen.
Si un
ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me
siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del
Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su
templo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo
escondido de su morada, me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza sobre
el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Salmo 26-II:
Ant: Tu
rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Escúchame, Señor, que te
llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» Tu rostro
buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que
tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.
Si mi
padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de
mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran
violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en
el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
Colosenses 1,12-20: Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer
resucitado de entre los muertos
Ant: Él es el primogénito de toda criatura, es
el primero en todo.
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de
compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio
de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya
sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de
Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de Él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos,
Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por Él y para Él.
Él es
anterior a todo, y todo se mantiene en Él. Él es también la cabeza del cuerpo: de
la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el
primero en todo.
Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por
Él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en
todo.
Lectura
St 1,22.25 Llevad
a la práctica la ley y no os limitéis a escucharla, engañándoos a
vosotros mismos. El que se concentra en la ley perfecta, la de la
libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por
obra, éste será dichoso al practicarla.
V/. Sálvame, Señor, y ten misericordia
de mí. R/. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí. V/. No arrebates mi alma con
los pecadores. R/. Y ten misericordia de mí. V/. Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo R/. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
Cántico Ev.
Ant:
El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
† (se hace la
señal de la cruz mientras se comienza a recitar) Proclama mi alma la grandeza del
Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la
humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con
su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era
en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Preces
Que en todo
sea glorificado el nombre del Señor, que atiende a su pueblo elegido con infinito
amor. A él suba nuestra oración: Muestra, Señor, tu caridad - Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia: guárdala de todo mal y haz que crezca en tu amor. - Que todos los
pueblos, Señor, te reconozcan como el único Dios verdadero, y a Jesucristo como
el Salvador que tú has enviado. - A nuestros parientes y bienhechores concédeles
tus bienes, y que tu bondad les dé la vida eterna. - Te pedimos, Señor, por los
trabajadores que sufren: alivia sus dificultades y haz que todos los hombres
reconozcan su dignidad. - En tu misericordia, acoge a los que hoy han muerto y
dales posesión de tu reino.
Unidos fraternalmente, como hermanos de una misma
familia, invoquemos a nuestro Padre común:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes
caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Escucha,
Señor, nuestras súplicas y protégenos durante el día y durante la
noche: tú que eres inmutable, danos siempre firmeza a los que vivimos
sujetos a la sucesión de los tiempos y de las horas. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Completas
† (se hace la señal de la cruz mientras se dice:) V/. -Dios mío,
ven en mi auxilio. R/. -Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Examen de conciencia
Hermanos: Llegados
al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente
nuestros pecados. Todos examinan en silencio su conciencia. Después se prosigue
con una de las fórmulas siguientes: Primera fórmula: Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso
ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
Segunda fórmula: V/.
Señor, ten misericordia de nosotros. R/. Porque hemos pecado contra ti. V/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia. R/. Y danos tu salvación.
Tercera fórmula: V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad. V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo,
ten piedad. R/. Cristo, ten piedad. V/. Tú que estás sentado a la derecha del
Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad.
Si
preside la celebración un ministro, él solo dice la conclusión siguiente; en caso
contrario, la dicen todos: V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén.
Himno
Tras
las cimas más altas, todas las noches mi corazón te sueña, no te conoce.
¿Entre
qué manos, dime, duerme la noche, la música en la brisa, mi amor en dónde?
¿La
infancia de mis ojos y el leve roce de la sangre en mis venas, Señor, en dónde?
Lo mismo que las nubes, y más veloces, ¿las horas de mi infancia, Señor, en
dónde?
Tras las cimas más altas, todas las noches, mi corazón te sueña, no te
conoce.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
Salmo 30,2-6:
Súplica confiada de un afligido
Ant: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un
baluarte donde me salve.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a
librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi
roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han
tendido, porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el
Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era
en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Sé
tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Salmo 129: Desde
lo hondo, a ti grito, Señor
Ant: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Desde lo
hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz
de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el
Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la
aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor
viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus
delitos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Desde lo hondo a ti
grito, Señor.
Lectura
Ef 4,26-27 No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no
os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis resquicio al diablo.
V/. A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu. R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V/. Tú, el Dios leal, nos librarás. R/. Encomiendo mi espíritu. V/. Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu.
Cántico Ev.
Ant: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras
dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
† (se hace la señal
de la cruz mientras se comienza a recitar) Ahora, Señor, según tu promesa, puedes
dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien
has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria
de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en
el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Final
Oremos:
Señor
Jesucristo, que eres manso y humilde de corazón y ofreces a los que
vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera, dígnate, pues, aceptar
los deseos y las acciones del día que hemos terminado; que podamos
descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y
nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
† (se hace la señal de la cruz
mientras se dice:) V/. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y
una muerte santa. R/. Amén.
Se canta o se dice una de las siguientes
antífonas marianas: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura
y esperanza nuestra; Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y,
después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh
clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! o bien: Madre del Redentor,
virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar
al pueblo que tropieza y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y
tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el
saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores. o bien: Salve,
Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz; salve, puerta, que dio
paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve,
oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros. o bien: Bajo tu protección nos
acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita.
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