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Dios Existe
 | Asunto: | [diosexiste] Lecturas, Santoral y Liturgia de las horas del Lunes 06 de Julio de 2020 | Fecha: | 6 de Julio, 2020 04:00:35 (+0200) | Autor: | Alfa Romeo <yj_adonai @.....es>
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Lecturas del Lunes 06 de Julio de 2020
Lunes 14ª semana de tiempo ordinario
Santoral: María Goretti
Os 2,16.17b-18.21-22: Me casaré contigo Salmo 144: El Señor es
clemente y misericordioso Mt 9,18-26: Mi hija murió. Ven y vivirá
Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22 Me casaré contigo en matrimonio perpetuo
Así
dice el Señor: "Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré
al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como
el día en que la saqué de Egipto. Aquel día -oráculo del Señor-, me
llamará Esposo mío, no me llamará Ídolo mío. Me casaré contigo en
matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en
misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te
penetrarás del Señor."
Salmo responsorial: 144 El Señor es clemente y misericordioso.
Día tras día, te bendeciré / y alabaré tu nombre por siempre jamás. /
Grande es el Señor, merece toda alabanza, / es incalculable su grandeza.
R.
Una generación pondera tus obras a la otra, / y le cuenta tus
hazañas. / Alaban ellos la gloria de tu majestad, / y yo repito tus
maravillas. R.
Encarecen ellos tus temibles proezas, / y yo narro tus grandes
acciones; / difunden la memoria de tu inmensa bondad, / y aclaman tus
victorias. R.
El Señor es clemente y misericordioso, / lento a la cólera y rico
en piedad; / el Señor es bueno con todos, / es cariñoso con todas sus
criaturas. R.
Mateo 9, 18-26 Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, y vivirá
En
aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se
arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle
la mano en la cabeza, y vivirá". Jesús lo siguió con sus discípulos.
Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años,
se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con
sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo:
"¡Animo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la
mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el
alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está
dormida". Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la
niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por
aquella comarca.
Comentarios:
dominicos.org
Yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón
Este
texto del profeta Oseas pertenece a un poema en el que describe su
relación con Gómer, su esposa infiel, símbolo de la infidelidad de
Israel a la alianza con su Dios.
Después de varios reproches y
amenazas de castigos por su infidelidad, tenemos aquí la respuesta
definitiva: el perdón. Lo que termina triunfando es el amor de Dios, que
acoge de nuevo a la esposa, aunque ésta no se halle plenamente
arrepentida. El acento recae sobre el amor gratuito de Dios.
Así
revela el amor celoso que Dios siente por el pueblo: ante la
esposa/pueblo, que no ha mostrado ningún signo de arrepentimiento y
conversión, el esposo/Dios es el que cambia y elige el desierto como
lugar de reencuentro. Allí la tentación queda lejos, se renueva la
alianza y recomienza una nueva historia de amor. La iniciativa ha
partido del esposo/Dios, y la esposa lo recibe todo. Se ha dado un salto
de nivel: Dios, olvidando la infidelidad, ofrece un futuro de
reconciliación total, de recomienzo absoluto.
La gran novedad de
Oseas es que muestra que el perdón antecede a la conversión. Dios
perdona antes de que el pueblo se convierta, aunque no se haya
convertido. Y esto no significa que la conversión sea innecesaria. Pero
sí que se produce como respuesta al amor de Dios, no como condición
previa al perdón.
En los momentos de fragilidad y de pecado Dios
no nos abandona, nos sigue ofreciendo su perdón antes de que se lo
pidamos, nos invita a reanudar nuestra relación con Él. Dios siempre
está a la espera de nuestra vuelta cuando nos alejamos, y si hace falta,
nos llevará al desierto, a la soledad donde podremos entrar con Él en
una nueva alianza.
Tu fe te ha curado
En el evangelio de
hoy aparece Jesús realizando dos milagros, milagros que responden al
poder de la fe de los que acuden a Él con confianza. Dos personas muy
distintas entre sí:
El primero es un judío importante; por Marcos
sabemos que es Jairo, jefe de la sinagoga, que se arrodilla ante Jesús
para pedirle que resucite a su hija, y Jesús, al ver su fe, accede a ir
con él a su casa.
La otra persona que acude a Jesús es una mujer
enferma, y por ello marginada, pues nos dice el evangelista que sufría
flujos de sangre desde hacía años, y eso la convertía en impura según
la ley. Por ello, no se atreve a acercarse abiertamente a Jesús, y lo
hace a escondidas, por detrás, intentando pasar inadvertida, con temor a
ser descubierta, pero con una fe tan grande que confía en que sólo con
tocar el borde del manto se curaría.
Jesús, aunque iba deprisa a
casa de Jairo, se para, pues siempre tiene tiempo para los que acuden a
Él, se vuelve a la mujer y le dice “Hija, tu fe te ha curado”. Reconoce
que sin la fe de la mujer, él no hubiera podido realizar el milagro.
Luego
sigue su camino hacia la casa del jefe de la sinagoga, manda salir a la
gente y, sin hacer caso del alboroto, llega hasta la niña muerta, y por
lo tanto impura, y la coge de la mano, es decir, vuelve a hacer algo
prohibido por la ley: tocarla. Y la niña se levanta.
Jesús es la
última esperanza para los dos que acuden a Él movidos por la fe. Y Jesús
confirma que la superación de la muerte pasa por la fe y la esperanza.
Es la fe la que precede al milagro, es el acto de fe el que hace posible
que Jesús cure y devuelva la vida.
Y la fe es a su vez don de
Dios. La fe es apostar por lo imposible, por lo inverosímil. Don que hay
que pedir insistentemente para que crezca, y a la vez, como dice
Benedicto XVI: “La fe sólo crece y se fortalece creyendo”.
ciudadredonda.org Adrián de Prado, cmf Misionero claretiano
Existe siempre una cierta desproporción entre lo que los demás ven de
nosotros y lo que nos mueve más profundamente; entre lo que otros
piensan que merecemos y lo que Dios nos concede merecer. En ocasiones,
dicha desproporción resulta enorme, prácticamente insalvable. De modo
diverso, las lecturas de la liturgia de hoy nos hacen conscientes de
este contraste para invitarnos a mirar allí donde Dios mira, allí donde
Dios nos mira.
Cuando los hombres más lúcidos de Israel contemplaban a su pueblo, les
era muy difícil no reparar en esa infidelidad recurrente que parecía
transmitirse como una maldición de generación en generación. Era un
pueblo al que se le había brindado una experiencia de Dios más profunda
que a ningún otro y, sin embargo, andaba errante, volviendo el rostro a
Yhwh, como el adúltero que, teniendo el amor en casa, se derrama sin
sentido en otros lechos. El profeta Oseas refleja esta visión en su
versión más exacerbada, presentando a Israel como una prostituta que,
aun habiendo encontrado marido, vuelve continuamente por sus fueros.
Dios no es ajeno al desprecio de su pueblo pero, contra todo pronóstico,
lo mira desde otro lugar. De hecho, es Dios mismo quien insta a Oseas a
desposar a la ramera y, cuando ella reincide en sus antiguas
costumbres, le hace la promesa que escuchamos hoy en la primera lectura.
Porque Él ve a su pueblo como una mujer hermosa con la que aún puede
alumbrar una relación plena. Y no se cansa: Dios promete llevarla al
desierto una y mil veces para declararle allí su pasión, para casarse
con ella «en derecho y justicia, en misericordia y compasión, en
fidelidad». Nosotros vemos la ruina de un pueblo empecatado; Dios ve el
amor siempre posible.
Algo similar ocurre en el fragmento del evangelio de Mateo que hoy se
nos ofrece. Donde muchos ven la muerte de la niña y la impureza de la
hemorroísa, Jesús ve la vida y la esperanza que engendra la fe. Dice
Mateo que los que estaban allí «se reían de él». Los ciegos se mofaban
del único que sabía mirar. ¡Qué cruel es a veces esa distancia entre los
juicios humanos y la compasión divina! ¡Y cuánto bien nos hace hablar a
Dios con humildad cuando la vida nos desborda o cuando el mal nos
acecha! Entonces, solo entonces, con Su mirada se nos caen los velos y,
en el desierto, «nos penetramos del Señor».
evangeliodeldia.org
evangeli.net
Rev. D.
Antoni
CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«Tu fe te ha salvado»
Hoy, la liturgia de la Palabra nos
invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas
que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar
—inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en
generosidad!
«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá»
(Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A
Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del
Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me
salvaré» (Mt 9,22).
Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado
por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por
desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al
arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc
1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que
está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás
hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a
mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así
fue.
Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os
digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc
11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a
sus hijos.
Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la
confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en
alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la
fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la
firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció
Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le
fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).
fraynelson.com Fray Nelson Medina OP
1. Un Amor Defraudado
1.1 Oseas tiene, en cuanto profeta, una palabra que decir. Mas no
será una palabra externa o simplemente aprendida: su propia vida es la
referencia y el lenguaje de su profecía. Su esposa es infiel y ligera;
su amor no ha sido entendido; Oseas, por consiguiente, sabe de qué habla
cuando compara a Dios con el Esposo y al pueblo con la Esposa: él
conoce qué es padecer un amor defraudado.
1.2 En ese contexto escuchamos la primera lectura de hoy. Este
Esposo, que es Dios, quiere recuperar a su Amada. Está dispuesto a
perdonarla y a despertar en ella un amor renovado que deje atrás los
tiempos del amor defraudado. ¿Cómo lograrlo? Hay una evocación que viene
del pasado en el desierto, donde el pueblo dependía sólo de Dios y no
había espacio para ídolos ni para infidelidades. El desierto será
entonces el lugar apropiado para recuperar el amor primero.
1.3 A lo largo de los siglos la Iglesia ha comprobado la gracia
particular que tiene el desierto. La vida religiosa floreció por primera
vez en la aridez de los desiertos de Egipto y Oriente Medio; la
cuaresma, que despierta tantas conversiones, es como un acompañar a
Jesús en su desierto y purificar y renovar la fe. En otro sentido, los
retiros o ejercicios espirituales, momentos privilegiados de gracia, son
como pequeños desiertos en los que Dios sigue cumpliendo lo que anunció
por boca de Oseas, el profeta que sabía del dolor de amar a fondo.
2. Doble Milagro
2.1 El evangelio de hoy nos ofrece un doble milagro: una mujer curada
y una niña resucitada. La mujer tiene una fe grande pero muy primitiva,
casi mágica; la niña, en cambio, depende de la fe que otros tienen y
que los ha llevado a rogar por ella.
2.2 Jesús toma la fe inicial unida a la humildad de la mujer y la
perfecciona, es decir, la lleva del simple milagro al encuentro personal
con él. Le otorga en realidad más de lo que ella esperaba: no sólo la
salud sino la presencia de aquel que la otorga. Así hace que ella pase
de un "algo," como una fuerza anónima, a un "alguien," a saber, Jesús
mismo, que la acoge, la bendice y la ama.
2.3 Jesús toma también la fe del papá de aquella niña. La noticia
abrumadora de la muerte de la hija podría hacer vacilar esa fe, pero
Jesús lo sostiene con una promesa muy bella aunque muy difícil: "la niña
no está muerta; está dormida." Jesús, en efecto, reserva la palabra
"muerte" para aquello que el pecado hace en y con nuestra vida. Y esa fe
robustecida triunfa: la vida se restablece y la alabanza viene a
reemplazar a los lamentos.
Santoral Nazaria Ignacia March Mesa Santa, Virgen y Fundadora
Por: n/a | Fuente: santopedia.com
Fundadora
Martirologio Romano: En
Buenos Aires, en Argentina, Santa Nazaria de Santa Teresa March Mesa,
virgen, nacida en España y emigrante con su familia a México, la cual,
llena de celo misionero, consagró su vida a la evangelización de los
pobres y necesitados en varias naciones de América latina y fundó el
Instituo de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia († 1943).
Etimológicamente: Nazaria = Aquella consagrada a un fin, es de origen
hebreo.
Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 1992 por S.S. Juan Pablo II Fecha de canonización: 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco
Breve Biografía
La
Madre Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España).
Fue la cuarta hija (melliza) de 11 hermanos. A la edad de 9 años hizo
la Primera Comunión y fue entonces cuando sintió la primera llamada del
Señor: “Tú Nazaria, sígueme”. A la que Nazaria repondió: “Te seguiré,
Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura”.
Pasando los años, esta llamada se hacía más fuerte, al mismo tiempo que
Nazaria quería ser libre, vivir y gozar de su juventud. No obstante, fue
generosa y dijo ¡Sí!
La familia pasó serias dificultades económicas y Nazaria Ignacia,
solidaria con los suyos, buscó modos de ayuda aún a costa de su propia
humillación. Por motivos económicos, la familia, March Mesa, tuvo que
trasladarse a México. En el mismo barco en que viajaban, iba también un
grupo de Hermanitas de los Ancianos Desamparados, coincidencia que
posteriormente la determinó a ingresar con ellas en 1908.
Regresa a España para iniciar su Noviciado y en 1912 es destinada junto
con 9 compañeras, para una fundación en Oruro-Bolivia. Durante más de 12
años formó parte de la comunidad de Hermanitas, dedicada con todo
fervor a las obras de caridad propias de su Instituto, estando al
cuidado inmediato de los ancianos, viendo en ellos los miembros
doloridos del cuerpo de Cristo. Salió también a recorrer otras ciudades,
pueblos y minas postulando limosnas para sus ancianitos. Allí de manera
especial, sintió que “la mies era mucha y pocos los operarios” (Lc.
10,2); que el clamor de los pobres subía al cielo y esperaba una
respuesta comprometida.
En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en el año 1920,
en la meditación del Reino, ve plasmados sus ideales de trabajar con
todas su fuerzas por la unión y extensión del Reino de Cristo,
comprendiendo que sola poco podía hacer, sintió inmensos deseos de
agrupar a otras personas “Bajo el estandarte de la Cruz”, concibiendo la
Congregación religiosa como “una cruzada de amor en torno a la
Iglesia”.
En 1920, acompañando a la Religiosas del Buen Pastor que buscaban casa
para fundar en Oruro, llegó al Beaterio de las Nazarenas (antigua
propiedad de los jesuitas, expatriados en 1767), sintió gran repugnancia
interior y deseos de salir pronto, por su aspecto de miserable
abandono. Allí en el templo, sintió que Jesús Nazareno le decía:
“Nazaria, tú serás fundadora y esta casa tu primer convento”. Durante
unos años más, luchó contra sus ansias de dar la vida por la predicación
del Evangelio y su particular intuición del misterio de la Iglesia, la
fue guiando hasta formar una nueva familia eclesial.
Las circunstancias históricas y ambientales del nacimiento en Bolivia de
nuevas iglesias locales con escasez de sacerdotes y ausencia de
Congregaciones religiosas nativas; la presencia de sectas enfrentadas
con la Iglesia Católica y, la dura realidad económica, política y social
del país, la motivaron a dar una respuesta audaz.
Mons. Antezana, primer Obispo de Oruro; Mons. Sieffert, Obispo de la Paz
y Mons. Cortesi, Internuncio Apostólico en Bolivia, vieron en todo
ello, la acción del Espíritu y alentándola, apoyaron este nuevo brote de
vida en la Iglesia.
El 16 de junio de 1925, Nazaria sale de las Hermanitas, para iniciar en
el Beaterio la fundación de la nueva Congregación, con un capital de 40
centavos entregados por la ex-abadesa de las Nazarenas. Diez jóvenes
bolivianas de distintos lugares fueron sus primeras compañeras. Con
ellas se iniciaron las primeras obras misionales en las minas: Uncía
entre otras; en el campo: Toledo, Condo, Challapata y Poopó.
El 12 de febrero de 1927, se declara erigida canónicamente la
Congregación religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la
Cruzada Pontificia, “hija primeriza, tierna, legítima de la Iglesia
boliviana”, en palabras del Obispo, Mons. Antezana. El 8 de junio de
1935, la Congregación recibe el Decreto laudatorio y así ésta, pasa a
ser de Derecho Pontificio. El día 9 de junio de 1947, el Instituto
recibió la aprobación definitiva de las Constituciones y el nombre de
Misioneras Cruzadas de la Iglesia, ya muerta Nazaria Ignacia.
Según las Constituciones, escritas por la Madre Nazaria Ignacia, “El
Instituto de las Misioneras de la Cruzada Pontificia, tiende a realizar
la acción social de la mujer, con la mayor perfección posible y tiene
por fin especial la difusión del catecismo entre niños y adultos y
quiere como distintivo característico suyo, ser reconocido por su
particular unión con el Santo Padre”
La Madre dirá también: “Que en amar, obedecer y cooperar con la Iglesia
en su obra de predicar el Evangelio a toda criatura, está nuestra vida,
el ser lo que somos”. “Este es nuestro espíritu: guerrero, fiel, nada de
cobardías, todos amores, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos.
Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los
caídos; enseñar a los hijos del pueblo, partir su pan con ellos, en fin,
dar toda su vida, su ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas”
Y es así como, en fidelidad a su iglesia, a su pueblo y a su tiempo, las
“pontificias”, con el carisma, impulso y vida de la M. Nazaria Ignacia,
atendían en Oruro a niñas abandonadas, visitan a los presos,
catequizaban en las parroquias y en los cuarteles, preparaban las
visitas pastorales en las minas y en los campos. Buscaban la promoción
de la mujer, a través de la profesionalización y la defensa de sus
derechos, con la fundación, en Bolivia, del primer “Sindicato de
obreras” de América latina. “Liga católica de Damas Bolivianas” que
tenia por fin el mejoramiento religioso, moral, cultural y económico de
la sociedad boliviana, especialmente de las clases pobres y obreras. Con
publicaciones que ayudaban a que ocupen su lugar en la sociedad y en la
Iglesia.
El 10 de diciembre de 1938, fundó en Buenos Aires, Argentina una
Asociación de señoritas con el nombre de “Margaritas Pontificias del
Pilar” su fin era formarse para trabajar después en la Acción Católica. Y
otras muchas, largo de describir, Talleres y Escuelas para niñas pobres
del pueblo… que tenían el mismo fin, la promoción de la mujer. Para
ayudar a los obreros y desempleados, se quitaban de su propio pan,
mendigaban para ellos, organizaban Asociaciones, “Comedores populares”,
“Ollas del Pobre” donde, además del alimento, se buscaba junto con
ellos, solución a sus problemas. Su preocupación por los últimos y no
atendidos, la llevó a crear el “Hogar de pobres” que atendían a pobres
desamparados que tocaban ya al fin de sus vidas; niñas paralíticas,
dementes y ciegas abandonadas de todo auxilio; ancianitas inhábiles,
defectuosas y ciegas, que necesitaban toda clase de ayuda para seguir
subsistiendo los cortos días que le quedaban en la tierra. Los más
desechados encuentran cariñosa acogida en él. Entre otras de sus
preocupaciones destaca, los jóvenes y la unión de las familias, a los
que dedicó, ella y las primeras hermanas, gran esfuerzo. También la
unidad de los cristianos, llegando la Madre a pedir a todas sus
religiosas que pidieran y trabajaran para que haya: “Un solo rebaño y un
solo Pastor”
Durante los 10 primeros años, la Congregación estaba presente en: Bolivia,
Argentina, España y Uruguay.
En Bolivia estaban presentes: En Cochabamba, La Paz, Potosí, y Santa
Cruz, realizaban y ampliaban su labor, respondiendo a circunstancias
concretas. En tiempos de guerra dejaron sus conventos para atender los
“Hospitales de sangre” y, después, a los huérfanos de guerra, a quienes
consideraban miembros de su propia familia. Nazaria Ignacia muere en
Buenos Aires-Argentina el 6 de julio de 1943, dejando gran fama de
santidad. Sus restos son trasladados a la casa Matriz de Oruro
(Bolivia), según su deseo, el 18 de junio de 1972.
La Conferencia Episcopal boliviana, las Hermanas Misioneras Cruzadas de
la Iglesia y el Pueblo de Bolivia, pidieron a S.S. Juan Pablo II, que la
M. Nazaria Ignacia sea reconocida en su santidad y mostrada al pueblo
de Dios como ejemplo posible de imitación e inspiración, para los
jóvenes, familias y evangelizadores. Fue Beatificada por S.S. Juan Pablo
II en Roma, el 27 de Septiembre de 1992.
El Sr. Nuncio de S.S. Giovanni Tonucci, se expresaba así al anunciar
oficialmente al pueblo de Bolivia su Beatificación: “No dudo de que este
primer fruto de santidad en tierras bolivianas abrirá el camino a
tantas otras almas para seguir el ejemplo de la Madre Nazaria, VERDADERA
PROFETA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN”.
El
Papa Francisco firmó en la tarde del 26 de enero de 2018, durante la
audiencia que concedió al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos, el decreto que reconocía el milagro atribuido a la intercesión de la Beata
Nazaria Ignacia.
Su devoción
posee una gran fuerza en Bolivia, hasta el punto de que, aunque nació en
España, se considera que es la primera santa boliviana.
Liturgia de las horas
OFICIO DE LECTURA
V/. -Señor, Ábreme los labios. R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Invitatorio Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Aclamemos al Señor
con cantos. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
-se repite la
antífona
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene
en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es
el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite
la antífona
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador
nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón
como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me
pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la
antífona
Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un
pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi
cólera que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre
y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Himno
se utiliza el himno de Laudes:
Hoy que sé
que mi vida es un desierto, en el que nunca nacerá una flor, vengo a pedirte,
Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón.
Para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor, pon, Señor, una fuente de alegría en el
desierto de mi corazón.
Para que nunca ahoguen los fracasos mis ansias de seguir
siempre tu voz, pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi
corazón.
Para que nunca busque recompensa al dar mi mano o al pedir perdón, pon, Señor,
una fuente de amor puro en el desierto de mi corazón.
Para que no me busque a mí
cuando te busco y no sea egoísta mi oración, pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra en el desierto de mi corazón. Amén
o el de Vísperas:
Ahora que la noche es
tan pura, y que no hay nadie más que tú, dime quién eres.
Dime quién eres y por
qué me visitas, por qué bajas a mí que estoy tan necesitado y por qué te separas
sin decirme tu nombre.
Dime quién eres tú que andas sobre la nieve; tú que, al
tocar las estrellas, las haces palidecer de hermosura; tú que mueves el mundo tan
suavemente, que parece que se me va a derramar el corazón.
Dime quién eres;
ilumina quién eres; dime quién soy también, y por qué la tristeza de ser hombre; dímelo ahora que alzo hacia ti mi corazón, tú que andas sobre la nieve.
Dímelo
ahora que tiembla todo mi ser en libertad, ahora que brota mi vida y te llamo
como nunca. Sosténme entre tus manos; sosténme en mi tristeza, tú que andas sobre
la nieve.
Salmo 30,2-17.20-25 - I: Súplica confiada de un afligido
Ant: Inclina
tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo
nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú
que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la
red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi
espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás; tú aborreces a los que veneran ídolos
inertes, pero yo confío en el Señor; tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro; no me has
entregado en manos del enemigo, has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven
a salvarme.
Salmo 30,2-17.20-25 - II:
Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre
tu siervo.
Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor; mis años en los
gemidos; mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen.
Soy la burla de
todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos: me
ven por la calle y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han
desechado como a un cacharro inútil.
Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da
miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti,
Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares: líbrame de los
enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu
misericordia.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Haz
brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Salmo 30,2-17.20-25 - III:
Ant:
Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Qué bondad
tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos.
En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras
humanas; los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras.
Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la
ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad: «Me has arrojado de tu vista»; pero
tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles
suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces.
Sed
fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia.
V/. Señor, haz que camine con lealtad, enséñame. R/.
Porque tú eres mi Dios y Salvador.
Lectura
V/. Señor, haz que camine con
lealtad, enséñame. R/. Porque tú eres mi Dios y Salvador.
Rebelión de Absalón y
huida de David 2S 15,7-14.24-30; 16,5-13 En aquellos días, Absalón dijo al rey
David: «Déjame
ir a Hebrón, a cumplir una promesa que hice al Señor, porque cuando
estuve en Guesur de Jarán hice esta promesa: "Si el Señor me deja volver
a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio en Hebrón."» El rey le dijo: «Vete en
paz.» Absalón emprendió la marcha hacia Hebrón, pero despachó agentes por todas
las tribus de Israel, con este encargo: «Cuando oigáis el sonido de la trompa,
decid: "¡Absalón es rey en Hebrón!"» Desde
Jerusalén marcharon con Absalón doscientos convidados; caminaban
inocentemente, sin sospechar nada. Durante los sacrificios, Absalón
mandó gente a Guiló para hacer venir del pueblo a Ajitófel, el
guilonita, consejero de David. La conspiración fue tomando fuerza,
porque aumentaba la gente que seguía a Absalón. Uno llevó esta noticia a
David: «Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.» Entonces David dijo
a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: «¡Ea,
huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a
toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina
sobre nosotros, y pase a cuchillo la población.» Sadoc, con los
levitas, llevaba el arca de la alianza de Dios, y la depositaron junto a
Abiatar, hasta que toda la gente salió de la ciudad. Entonces el rey
dijo a Sadoc: «Vuélvete con el arca de Dios a la ciudad. Si alcanzo
el favor del Señor, me dejará volver a ver el arca y su morada. Pero, si
dice que no me quiere, aquí me tiene, haga de mí lo que le parezca
bien.» Luego añadió al sacerdote Sadoc: «Volveos en paz a la
ciudad, tú con tu hijo Ajimás, y Abiatar con su hijo Jonatán. Mirad, yo
me detendré por los pasos del desierto, hasta que me llegue algún aviso
vuestro.» Sadoc y Abiatar volvieron con el arca de Dios a Jerusalén y
se quedaron allí. David subió la cuesta de los Olivos; la subía
llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus
acompañantes llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando. Al llegar
el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado
Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía. Y empezó a tirar
piedras a David y a sus cortesanos -toda la gente y los militares iban a
derecha e izquierda del rey-, y le maldecía: «¡Vete, vete, asesino,
canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono
has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras
tú has caído en desgracia, porque eres un asesino.» Abisay, hijo de Seruyá,
dijo al rey: «Ese perro muerto ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y
le corto la cabeza!» Pero el rey dijo: «¡No
os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si
el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle
cuentas?» Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos: «Ya
veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os
extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado
el Señor. Quizá el Señor se fije en mi humillación y me pague con
bendiciones estas maldiciones de hoy.» David y los suyos siguieron su
camino, mientras Semeí iba en dirección paralela por la loma del monte,
echando maldiciones según caminaba, tirando piedras y levantando polvo. R/. Mi
amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en
traicionarme. V/. Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo. R/. Que
compartía mi pan, es el primero en traicionarme.
L. Patrística
Busque cada uno
no sólo su propio interés, sino también el de la comunidad San Clemente I Corintios 46,2 -47,4; 48,1-6 Escrito
está: Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se
santificarán. Y otra vez, en otro lugar, dice: Con el hombre inocente
serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te
pervertirás. Juntémonos, pues, con los inocentes y justos, porque ellos
son elegidos de Dios. ¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas,
banderías, escisiones y guerras. ¿O es que no tenemos un solo Dios y un
solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre
nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo? ¿A qué fin
desgarramos y despedazamos los miembros de Cristo y nos sublevamos
contra nuestro propio cuerpo, llegando a tal punto de insensatez que nos
olvidamos de que somos los unos miembros de los otros? Acordaos de
las palabras de Jesús, nuestro Señor. Él dijo, en efecto: ¡Ay de aquel
hombre! Más le valiera no haber nacido, que escandalizar a uno solo de
mis escogidos. Mejor le fuera que le colgaran una piedra de molino al
cuello y lo hundieran en el mar, que no extraviar a uno solo de mis
escogidos. Vuestra escisión extravió a muchos, desalentó a muchos, hizo
dudar a muchos, nos sumió en la tristeza a todos nosotros. Y, sin
embargo, vuestra sedición es contumaz. Tomad en vuestra mano la carta
del bienaventurado Pablo, apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos
del Evangelio? A la verdad, divinamente inspirado, os escribió acerca de
sí mismo, de Cefas y de Apolo, como quiera que ya desde entonces
fomentabais las parcialidades. Mas aquella parcialidad fue menos
culpable que la actual, pues al cabo os inclinabais a apóstoles
acreditados por Dios y a un hombre acreditado por éstos. Arranquemos,
pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor,
suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie
consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra
fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia, abierta para la
vida, conforme está escrito: Abridme las puertas de la justicia, y
entraré para dar gracias al Señor. Ésta puerta del Señor: los justos
entrarán por ella. Ahora siendo muchas las puertas que están abiertas,
ésta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo.
Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos
en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación.
Enhorabuena que uno tenga carisma de fe, que otro sea poderoso en
explicar los conocimientos, otro sabio en el discernimiento de
discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor
parezca uno ser, tanto más debe humillarse y buscar no sólo su propio
interés, sino también el de la comunidad. R/. Siendo libre como soy,
me he hecho esclavo de todos. Me he hecho débil con los débiles, me he
hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. V/. Yo era ojos para el
ciego, era pies para el cojo; yo era padre de los pobres. R/. Me he hecho todo a
todos, para ganar, sea como sea, a algunos.
Oremos:
Oh
Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la
humanidad caída, concede a tus fieles la verdadera alegría, para que
quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también
la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén.
Laudes
Si Laudes es la primera oración del día se reza el Invitatorio
V/.
-Señor, Ábreme los labios. R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Invitatorio Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Aclamemos al Señor con cantos. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su
presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su
mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar,
porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la
antífona
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
-se
repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como
en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron
a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un pueblo de
corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que
no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Himno
Hoy que sé que mi vida es un desierto, en el que
nunca nacerá una flor, vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi
corazón.
Para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor, pon,
Señor, una fuente de alegría en el desierto de mi corazón.
Para que nunca
ahoguen los fracasos mis ansias de seguir siempre tu voz, pon, Señor, una fuente
de esperanza en el desierto de mi corazón.
Para que nunca busque recompensa al
dar mi mano o al pedir perdón, pon, Señor, una fuente de amor puro en el desierto
de mi corazón.
Para que no me busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi
oración, pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra en el desierto de mi corazón. Amén
Salmo 41: Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo
Ant: ¿Cuándo
entraré a ver el rostro de Dios?
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi
alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré
a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día. mientras todo el
día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi
alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre
cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas,
alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de
mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y
el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus
torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de
noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué
me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?»
Se me
rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de
Dios?
Eclesiático 36,1-7.13-16: Súplica en favor de la ciudad santa de
Jerusalén
Ant: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Sálvanos, Dios del
universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo
extranjero, para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al
castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como
nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite
los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de
Jacob y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva
tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu
ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad, y
al templo, de tu gloria.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era
en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant:
Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Salmo 18 A: Alabanza al Dios
creador del universo
Ant: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
El cielo
proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al
día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin
que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y
hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él
sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se
libra de su calor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendito
eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Lectura
Jr 15,16 Cuando
encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la
alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor,
Dios de los ejércitos.
V/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza
de los buenos. R/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los
buenos. V/. Cantadle un cántico nuevo. R/. Que merece la alabanza de los buenos. V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo R/. Aclamad, justos, al
Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Cántico Ev.
Ant: Bendito sea el
Señor, porque nos ha visitado y redimido.
† Bendito sea el Señor, Dios de
Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de
salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que
tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a
nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la
mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el
perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos
visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y
en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendito sea el Señor, porque nos ha
visitado y redimido.
Preces
Nuestro
Salvador ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, para que
ofrezcamos sacrificios que Dios acepta. Invoquémosle, pues, diciendo: Consérvanos en tu servicio, Señor - Señor Jesús, sacerdote eterno, que has
querido que tu pueblo participara de tu sacerdocio, haz que ofrezcamos siempre
sacrificios espirituales, agradables a Dios - Danos, Señor, la abundancia de los
frutos del Espíritu: la comprensión, la servicialidad, la amabilidad - Haz que
aprendamos a amarte y lleguemos a poseerte a ti, que eres el mismo amor, y que
sepamos obrar siempre lo recto, para que también nuestras acciones te
glorifiquen - Haz que busquemos siempre el bien de nuestros hermanos y les ayudemos a
progresar en su salvación.
Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios,
digamos con confianza:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu
Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal.
Final
Señor,
Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día,
sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino
que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus
mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
Vísperas
† (se hace la señal de la cruz mientras se dice:) V/. -Dios mío,
ven en mi auxilio. R/. -Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Ahora que la noche es tan pura, y
que no hay nadie más que tú, dime quién eres.
Dime quién eres y por qué me
visitas, por qué bajas a mí que estoy tan necesitado y por qué te separas sin
decirme tu nombre.
Dime quién eres tú que andas sobre la nieve; tú que, al tocar
las estrellas, las haces palidecer de hermosura; tú que mueves el mundo tan
suavemente, que parece que se me va a derramar el corazón.
Dime quién eres;
ilumina quién eres; dime quién soy también, y por qué la tristeza de ser hombre; dímelo ahora que alzo hacia ti mi corazón, tú que andas sobre la nieve.
Dímelo
ahora que tiembla todo mi ser en libertad, ahora que brota mi vida y te llamo
como nunca. Sosténme entre tus manos; sosténme en mi tristeza, tú que andas sobre
la nieve.
Salmo 44 - I: Las nupcias del rey
Ant: Eres el más bello de los
hombres, en tus labios se derrama la gracia.
Me brota del corazón un poema
bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el
más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice
eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar
proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los
enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud
es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor,
tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra,
áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las
arpas. Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como
era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant:
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.
Salmo 44 -
II:
Ant: Llega el esposo, salid a recibirlo.
Escucha, hija, mira: inclina el
oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los
pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de
perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus
compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la
tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los
pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: Llega el esposo, salid a recibirlo.
Efesios 1, 3-10: El Dios
Salvador
Ant: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las
cosas en Cristo.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y
celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor.
Él nos ha
destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su
querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos
recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia,
sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer
el misterio de su voluntad.
Este es el plan que había proyectado realizar por
Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las
cosas del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en
Cristo.
Lectura
1Ts 2,13 No
cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios,
que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual
es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros
los creyentes.
V/. Suba mi oración hasta ti, Señor. R/. Suba mi oración hasta
ti, Señor. V/. Como incienso en tu presencia. R/. Hasta ti, Señor. V/. Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo R/. Suba mi oración hasta ti, Señor.
Cántico
Ev.
Ant: Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.
† (se hace la señal
de la cruz mientras se comienza a recitar) Proclama mi alma la grandeza del
Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la
humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con
su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era
en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant:
Proclame siempre mi alma tu grandeza, oh Dios mío.
Preces
Glorifiquemos a
Cristo, que ama a la Iglesia y le da alimento y calor, y digámosle suplicantes: Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo - Señor Jesús, haz que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. - Guarda con tu
protección al Papa N. y a nuestro obispo N., ayúdalos con el poder de tu brazo. -
Ten compasión de los que buscan trabajo y haz que consigan un empleo digno y
estable. - Sé, Señor, refugio del oprimido y su ayuda en los momentos de
peligro. - Te pedimos por el eterno descanso de los que durante su vida ejercieron el
ministerio para bien de tu Iglesia: que también te celebren eternamente en tu
reino.
Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Dios
todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que
nosotros, tus pobres siervos, hemos realizado hoy, al llegar al término
de este día, acoge nuestra ofrenda de la tarde, en la que te damos
gracias por todos los beneficios que de ti hemos recibido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Completas
† (se hace la señal de la cruz mientras se dice:) V/. -Dios mío,
ven en mi auxilio. R/. -Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Examen de conciencia
Hermanos: Llegados
al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente
nuestros pecados. Todos examinan en silencio su conciencia. Después se prosigue
con una de las fórmulas siguientes: Primera fórmula: Yo confieso ante Dios
todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso
ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
Segunda fórmula: V/.
Señor, ten misericordia de nosotros. R/. Porque hemos pecado contra ti. V/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia. R/. Y danos tu salvación.
Tercera fórmula: V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad. V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo,
ten piedad. R/. Cristo, ten piedad. V/. Tú que estás sentado a la derecha del
Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad.
Si
preside la celebración un ministro, él solo dice la conclusión siguiente; en caso
contrario, la dicen todos: V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén.
Himno
De la
vida en la arena me llevas de la mano al puerto más cercano, al agua más serena. El corazón se llena, Señor, de tu ternura; y es la noche más pura y la ruta más
bella porque tú estás en ella, sea clara u oscura.
La noche misteriosa acerca a
lo escondido; el sueño es el olvido donde la paz se posa. Y esa paz es la rosa de
los vientos. Velero, inquieto marinero, ya mi timón preparo -tú el mar y cielo
claro- hacia el alba que espero.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo. Amén.
Salmo 85: Oración de un pobre ante las adversidades
Ant: Tú,
Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu
siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te
estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma
hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los
que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el
día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses,
Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu
presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú
eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén
mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios
mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo, porque
me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra
mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero
tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y
leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu
esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Lectura 1Ts
5,9-10 Dios
nos ha destinado a obtener la salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo; él murió por nosotros, para que, despiertos o dormidos,
vivamos con él.
V/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. R/. A tus
manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V/. Tú, el Dios leal, nos librarás. R/.
Encomiendo mi espíritu. V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo R/. A
tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Cántico Ev.
Ant: Sálvanos, Señor,
despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y
descansemos en paz.
† (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a
recitar) Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Sálvanos, Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Final
Oremos:
Concede,
Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la
simiente del reino, que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y
germine para la cosecha de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.
† (se hace la señal de la cruz mientras se dice:) V/. El Señor
todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. R/. Amén.
Se canta o se dice una de las siguientes antífonas marianas: Dios te salve,
Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y
llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos
a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce
Virgen María! o bien: Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo
siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere
levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo
Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten
piedad de nosotros, pecadores. o bien: Salve, Reina de los cielos y Señora de los
ángeles; salve raíz; salve, puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen
gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo
por nosotros. o bien: Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no
deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien,
líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
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