INCIDENCIA DE
LA PSICOMOTRICIDAD
EN EL GRAFISMO
ESPERANZA
FONTA VILLUENDAS
El acto de escribir
no responde a un simple aprendizaje y menos todavía si éste es entendido como un
adiestramiento. Escribir exige unas capacidades motrices, perceptivas,
simbólicas y relacionales que van evolucionando conjuntamente con el desarrollo
psicomotor, es decir, con el desarrollo motor, afectivo e intelectual del
individuo.
El trazo es el testimonio del diálogo que, a través
del gesto, el sujeto va estableciendo consigo mismo y con los demás a lo largo
de su vida, contemplada ésta como un proceso en constante evolución, en donde la
interrelación con el entorno físico y humano posibilita la instauración de una
comunicación que, a su vez, a modo de "feed-back", favorece la interacción con
el medio.
Así,
en la dinámica de la escritura queda reflejada la dinámica comunicativa, ya que
se pone de manifiesto la realidad tónico-emocional del individuo, de modo que la
expresión gráfica se convierte en el equivalente de la expresión abstracta y de la expresión corporal.
El
desarrollo de la escritura revela el recorrido personal en la búsqueda de una
identidad individual y social, íntimamente relacionada con la elaboración de la
imagen corporal, en la que participan significativamente las experiencias
motrices vividas desde el nacimiento, las cuales permiten asimilar e integrar, a
través del movimiento, las coordenadas espaciales y temporales que requiere la
representación gráfica.
La
adquisición de la escritura en el niño puede plantearse desde una doble
perspectiva. Por una parte, se trata de una “praxis", con una finalidad
concreta, en la que es necesaria una coordinación motriz, una estructuración
espacio-temporal, una organización viso-manual, etc., es decir, en la que deben
ponerse en juego una serie de mecanismos perceptivos y motores que controlen y
faciliten, a la vez, una actividad convencional y codificada, con unas
exigencias sociales de velocidad y legibilidad, que dependen de la organización
del espacio gráfico, forma de las letras, su unión y estructuración, etc.
Por
otra parte, escribir también supone la asimilación previa de otro sistema de
comunicación simbólico, el verbal, ya que la escritura es la representación
gráfica del lenguaje, cuyo proceso evolutivo es paralelo al desarrollo
psicomotor en el niño.
No
cabe duda de que el aprendizaje de la escritura es de una especial complejidad,
ya que exige un nivel de desarrollo motor, afectivo e intelectual que hunde sus
raíces en las primeras relaciones tónicas del diálogo del recién nacido con la
figura materna. Será a partir de esas primeras experiencias del cuerpo, vivido
como una totalidad y cargado de todo un contenido emocional, de donde irán
emergiendo las diferentes funciones mentales.
En suma, se trata de un aprendizaje en el que se
hallan implicados tanto elementos madurativos neurofisiológicos, como
psicológicos, en definiti-va, de la persona en su totalidad
psicofísica.
Desde otro punto de vista, la escritura, además de
constituirse en un instrumento a disposición del lenguaje, también ofrece la
posibilidad de poder observar a través de los parámetros psicomotores y
grafológicos, el desarrollo grafomotor y de la personalidad. Dicho de otro modo,
nos transmite el nivel y/o las alteraciones respecto a las etapas
precaligráfica, caligráfica y postcaligráfica, así como mediante el trazado
espontáneo se manifiestan los factores que, a través del tono, el ritmo y la
simbología espacial, evidencian las características personales, las diferencias
individuales, las emociones, las motivaciones, la visión del mundo, etc., puesto
que el gesto gráfico supone una huella que registra, a modo de expresión
externa, la realidad interna de la persona.
Tanto la enseñanza de la escritura como su
utilización, en cuanto que instrumento de análisis, o bien como base de
reeducación o terapia, dada la pluralidad de elementos que entran en acción, nos
lleva a reflexionar sobre la necesidad de una interdisciplinariedad, es decir,
de una aproximación e intercambio de información entre diversos profesionales,
como grafólogos y psicomotricistas, en una relación enriquecedora, tanto para la
Psicología como para la Pedagogía, en definitiva, para el conocimiento
científico y para una profesionalidad que se enfrenta, en el quehacer diario, a
una realidad tan compleja como la del ser humano.