Predicado por el R. P. Dr. Alfredo Sáenz,
S.J.
Duras debieron sonar
en los oídos de los Apóstoles, que esperaban la restauración del Reino de Israel
por el Mesías, las palabras del Evangelio de hoy. A tal punto que Pedro se ganó
una reprimenda por tratar de desviar al Señor de su camino. Quizá las
escenas recientes y triunfales de la multiplicación de los panes, del
caminar sobre las aguas y domeñar los elementos, hayan acentuado en el ánimo del
Príncipe de los Apóstoles las viejas profecías que, interpretadas
parcialmente, parecían anunciar el inminente restablecimiento del Trono de
David. Se ve entonces que, desde el principio, ha sido
difícil para los cristianos entender el mensaje tantas veces anunciado en el
Evangelio de que el Mesías, como estaba previsto desde toda la eternidad,
"debía" padecer y morir por quienes ama; y que sus discípulos habría de
hacer lo mismo.
Pero ha de saberse con certeza
que al optar por Cristo provocamos el odio de los otros; como decía San Agustín:
"La Verdad engendra el odio". Y ha de saberse también que el que quiera
salvar su vida agradando al mundo, la perderá para siempre. Y, finalmente, ha de
saberse con la misma seguridad, que aquel que prefiera seguir al Señor, aún en
contra del parecer de los hombres, ganará
la eternidad.
A los oídos modernos, muchas
veces contaminados por un
catolicismo "mistongo"(*), las palabras del
Señor, del que derivan estas certezas, pueden sonar agresivas; pero ha de
tenerse en cuenta que Él nos predica desde la cátedra de la Cruz, y desde allí
solicita hoy nuestra personal adhesión: "El que quiera venir detrás de Mí,
que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga".
San Pedro tentó al Señor de
infidelidad. El Demonio lo había tentado del mismo modo en el desierto al inicio
de su vida pública y, al desafiarlo a bajar de la cruz, repetirán esta
tentación en el Calvario los sacerdotes y sanedritas. Como el
discípulo no es mayor que el maestro, la Iglesia a debido soportar una y otra
vez a lo largo de la historia la misma tentación: "Conviértete al
mundo y creeremos en ti".
Pidamos a Jesucristo, el primero
de los mártires, que nos enseñe a saborear el gusto de la Cruz, para que su
sacrificio sea nuestro sacrificio y podamos cargarla sin vacilaciones ni
falaces concesiones.
(*)
Mistongo: Adjetivo usado en Argentina y Chile para
referirse a alguien sin animación, deslucido y mediocre.
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