Predicado por el R. P. Dr. Alfredo Sáenz,
SJ
La oración conclusiva del Regina Coeli,
antífona mariana que ha de cantarse en el Tiempo Pascual, enuncia la verdad
central de nuestra Fe: "Gaudete et lćtare Virgo Maria, Aleluya;
quia surrexit Dominus vere, Aleluya" (Alégrate y regocíjate
Virgen María, Aleluya; porque el Señor ha resucitado verdaderamente,
Aleluya).
En la mañana del Domingo de Pascua, las nubes
tenebrosas conque las fuerzas infernales habían envuelto el Gólgota, fueron
disipadas para siempre por el fulgor inefable de la Resurrección de Jesucristo,
Sol que nace de lo alto. Hay que recordarlo
hoy más que nunca en que la confusión invade las mentes de muchos encumbrados
exegetas católicos. Porque pese al modernismo de Bultmann y sus seguidores, que
dan a la Victoria del Señor un sentido mítico, ideal, moral, que habría surgido
en la afiebrada y temerosa mente de los discípulos, Cristo ha resucitado
VERDADERAMENTE. Como ha quedado perfectamente demostrado por todas las
apariciones que realizó el Señor, quizá previendo la incredulidad del mundo, que
nos han sido atestiguadas por los más calificados testigos elegidos de antemano
por Dios.
Este acontecimiento histórico, no es un hecho lejano en el
tiempo del cual podamos desentendernos. Nos compete porque el Verbo resucitó
primero el cuerpo que había asumido y, mediante él, nos resucitará a nosotros;
convirtiendo este día en la alborada de nuestra esperanza.
La Resurrección debe también provocar cada año un cambio de
vida, llevándonos a buscar los bienes del cielo. A ello se nos exhorta siempre
al comenzar el Canon de la Santa Misa: "Sursum Corda - Levantemos el
Corazón". Sepamos contestar con verdad: "Lo tenemos levantado hacia el
Señor", muriendo diariamente al pecado y viviendo para
Dios.