En su encíclica Sacerdotalis
Caelibatus, el Papa Pablo VI llamó "perla preciosa que la Iglesia custodia
desde hace siglos" a la venerable y antiquísima institución del
Celibato sacerdotal. No obstante, últimamente se han levantado voces, desde
dentro y fuera de la Iglesia -en nuestra humilde opinión en concierto es decir
planificadamente, para denostar esta disciplina que deriva de una
invitación del Señor (*), realizando la misma pregunta: ¿Por qué no se
casan los curas?
Siempre nos hemos preguntado por
qué no se pone en su justo término la cuestión haciendo correctamente esta
pregunta que debería ser: ¿Por qué la Iglesia, en el rito Latino, no
ordena hombres casados?
Porque ha de tenerse bien en
claro que tanto las Iglesias Orientales en plena comunión con Roma como las
Ortodoxas, confieren el Orden Sagrado a hombres ya casados, es decir a padres de
familia; y jamás se ha aceptado que un sacerdote se case. Por eso nos hemos
sentido interpretados por S.E.R. Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de la Plata, que
comienza su breve explicación justamente con la aclaración que hacemos arriba.
El celibato sacerdotal así como
la fidelidad matrimonial, se fundan en la alianza esponsalicia que Jesucristo
estableció con la Iglesia, por la cual lo entregó todo, hasta la última gota de
sangre. Por eso el sacerdote ha de ser célibe, no solamente para asumir el
estado de gloriosa virginidad con que vivió nuestro Señor en este mundo,
sino también para entregarse con amor perfecto a la Iglesia, porque al imitar el
modo de vida de Cristo, participa también en el misterio de aquel amor
esponsal. Por eso mismo su celibato es un signo que ayuda a los casados a
vivir con alegría e integridad la fidelidad matrimonial.
El vivir en una
cultura artificialmente erotizada por los medios, hace parecer el
celibato cosa difícil de lograr. Pero será relativamente fácil en tanto y
en cuanto el sacerdote viva con abnegación y en la Fe su entrega a Dios y a
los hombres y practique la ascesis que recomienda la Tradición de la
Iglesia. Recordando que la castidad de su vida es el secreto de
la paternidad espiritual por la que es llamado propiamente
"Padre".
(*) "hay eunucos que han nacido tales del
vientre de sus madres; hay eunucos que fueron castrados por los hombres; y hay
eunucos que se castraron a sí mismos por el Reino de los Cielos. Aquel que pueda
comprender que comprenda" (Mt 19, 12).