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h3 style="PADDING-RIGHT: 0px; PADDING-LEFT: 0px; PADDING-
BOTTOM: 0px; MARGIN: 1em 0px; LINE-HEIGHT: 1.2em; PADDING
-TOP: 0px; FONT-FAMILY: arial, helvetica, clean, sans-ser
if; BACKGROUND-COLOR: rgb(255,255,255); outline: none">Los guÃ’as del desierto.<
span style="FONT-SIZE: 11pt; LINE-HEIGHT: 1.2em; outline:
none">
RamÒ³n Pascual MuÒ±Ò³z So
ler.
La humanidad entera
abandona la â⚬ËÓtierra de Egiptoâ⚬â
ž¢ del antiguo mundo y penetra en el desierto en busca
de su liberaciÒ³n. Es un desierto existencial en e
l el cual han desaparecido las huellas que marcaban el ca
mino.
La tecnologÃ’
a moderna ha hecho desaparecer la imagen del mundo tradic
ional, las viejas instituciones estÒ¡n en crisis, y
los lÃ’deres que conocimos
son como luces que han
quedado encendidas en una ciudad muerta: siguen dando las
seÒ±ales del pasado, seÒ±ales que se refiere
n a un mundo que ya no existe.
Ò⬰sta es la soledad del hombre act
ual, una soledad de significados.
Ú¿QuÒ© ha ocurrido?
Se han borrado las huellas materiale
s del camino.
Mej
or dicho, las referencias y recuerdos del pasado ya no me
sirven de guÒa en la bÒºsqueda de mi propia v
ida. <
br style="LINE-HEIGHT: 1.2em; outline: none">Para compren
der el mundo en que vivo ya no me sirven ni la imagen de
mi ciudad, ni la del colegio en que me eduquÒ©, n
i las imÒ¡genes de mis padres o de mis maestros (en
cuanto imÒ¡genes detenidas en el tiempo).
Tampoco me sirven las hue
llas del pensamiento sistemÒ¡tico conformado en teo
rÒas cientÒficas, sistemas filosÒ³ficos o
doctrinas sociales y polÃ’ticas -es decir, un pensam
iento hecho forma, imagen, sistema-.
No me sirven las creencias religiosas
traducidas en fÒ³rmulas que no entiendo, no puedo
orientarme por la idea de un Dios absoluto que estÃ’Â
convivir con un Dios impersonal ni tampoco con otro demas
iado personal.
No
puedo orientarme por las
galaxias lejanas ni por las e
strellas cercanas.
Del espacio cÒ³smico reciÒ©n abierto nos ll
egan seÒ±ales luminosas, elÒ©ctricas, quÒ
me sirven par descubrir el significado de mi vida indivi
dual en el universo.
No me puedo orientar tampoco por la idea de una conci
encia cÒ³smica abstracta -por alguna especie de Ã
cÒ³smica que tan maravillosamente ha descrito la t
radiciÒ³n espiritual de Oriente como sÒmbolo d
e una conciencia que trasciende al hombre-, y no me puedo
orientar por esas aguas porque el ocÒ©ano cÃ’Â
o espectÒ¡culo pero voraz como abismo.
Todas estas huellas que hemos menci
onado y que durante siglos guiaron los pasos de los pereg
rinos de la Tierra se han perdido en una civilizaciÃ’Â
³n de acero, de asfalto y de redes electrÒ³nicas,
cuyas estructuras apuntan a utilidades prÒ¡cticas p
ero no a significados existenciales.
Sin embargo, a medida que las antiguas seÃ
’±ales se van borrando de la superficie del mundo mat
erial, sus modelos arquetÃ’picos vuelven a encontrars
e en otra parte, ya no en signos grabados en las piedras
sino en rasgos impresos en el hombre.
Son los hombres nuevos los dadores de sign
ificado, los hijos del futuro que empiezan a poblar la ti
erra y a habitar el cosmos.
En el alma de esos seres tendremos que apren
der a descifrar el misterio del universo; ya no en el cal
endario azteca, en las catedrales gÒ³ticas, en las
pirÒ¡mides de Egipto, en la Divina Comedia o en la
Doctrina Secreta , sino en las almas similares.
Me oriento en la vida y en
el mundo cuando encuentro otra alma orientada, me ordeno
por dentro cuando encuentro otra alma ordenada.
No solamente las computad
oras ordenan el mundo de datos, sino que hay â⚬
mundo de significados.
Ú¡Ò⬰stos son los guÒas en el
desierto de la civilizaciÒ³n moderna!
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