| Asunto: | [RedLuzArgentina] Fwd: [Red-Claridad-de-Luz] Tres hermanos... | Fecha: | Miercoles, 29 de Enero, 2014 19:21:49 (-0200) | Autor: | Alicia Contursi <alicia.contursi @.....com>
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---------- Mensaje reenviado ---------- De: Juan Angel Moliterni <an.ra.maitri@gmail.com>
Fecha: 29 de enero de 2014, 9:57 Asunto: [Red-Claridad-de-Luz] Tres hermanos... Para: Red Claridad de Luz < enlace_de_luces@elistas.net>
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Mensaje: Tres hermano encuentran
oro, Noticias para el corazón, Martes 28 de
enero 2014, por Prem Rawat. Este es un Boletín editado y
distribuido por Juan Angel Moliterni
(www.escuelaclaridad.com.ar).
HABÍA UNA VEZ TRES HERMANOS…
que se habían criado con bastantes comodidades. Pero los años
transcurrieron, sus padres fallecieron, ellos perdieron todo
su dinero y acabaron completamente arruinados, hasta el punto
de tener que mendigar para comer. En estas circunstancias, los
tres hermanos decidieron ir a los ríos de la montaña en busca
de oro. La
suerte les sonrió, los tres encontraron la misma cantidad de
oro, y cada uno se llevó su parte a casa. Pasó un tiempo, y el
primer hermano, que era muy religioso, instaló un pequeño
altar para su oro. Cada día le rezaba, invocando su poder para
eliminar la pobreza y el sufrimiento que le aquejaban, y no
tener así que mendigar nunca más ni verse obligado a hacer
nada que no quisiera hacer, una vez que ya tuviera casa y
comida. Eso es todo lo que hizo, rezar.
El segundo era
muy culto. En lugar de rezar al oro, escribía ensayos sobre su
poder y poemas en su honor. Describía con detalle cómo el oro,
tan bello y brillante, tenía el poder de quitarle el hambre y
de proporcionarle ropa y un techo bajo el que
guarecerse.
En un principio, podría parecer que hay una
gran diferencia entre lo que hicieron estos dos hermanos, pero
pensándolo bien, la diferencia no es tan grande.
El
tercer hermano vendió el oro. Con el dinero que obtuvo, compró
una finca en la que plantó verduras y árboles frutales. Comía
todo cuanto quería, lo que no necesitaba lo vendía, y con el
dinero que ganó de ese modo se construyó una casa preciosa. Lo
curioso del caso es que este tercer hermano consiguió las tres
cosas que anhelaban los otros dos, ropa, comida y
techo.
Había pasado mucho tiempo cuando decidieron
volver a reunirse. “¿Qué tal te va?”, se preguntaron al verse
el uno al otro. El primero dijo: “Muy bien. Rezo todos los
días. Cada día pido al oro todopoderoso que me proporcione
ropa para vestirme, una casa en la que vivir, y alimentos para
comer. No me cabe duda de que, dada mi sinceridad, algún día
el oro me responderá”. El segundo hermano dijo: “Yo escribo
ensayos maravillosos sobre el oro, y estoy seguro de que algún
día, complacido con mis alabanzas, el oro me concederá todos
mis deseos”. Al ver la devoción y la entrega que sus hermanos
mostraban por el oro, el tercero permaneció callado. Así que
los otros le preguntaron: “¿Y qué haces tú? Llevas buena ropa
y se te ve saludable. No como nosotros, con estos harapos.
¿Qué ha ocurrido? ¿Han sido atendidas tus plegarias?”. El
tercer hermano dijo: “Lamento decirles esto, pero yo vendí mi
oro. Con el dinero que me dieron compré una finca y trabajo en
ella. Así es cómo, gracias al oro, ahora tengo ropa, comida y
techo”. Entonces los otros dos se dieron cuenta de que aunque
los tres habían comenzado con la misma cantidad, en realidad
ellos dos no habían hecho nada con el
oro.
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Esta historia tiene mucho
contenido. Se podría hablar de ella durante horas, sin duda,
porque refleja la condición de este mundo. Se nos ha dado algo
cuyo valor no entendemos. Rezamos a Dios, pero no aceptamos su
regalo. Cada día hacemos más peticiones a Dios, pero no
aceptamos lo que nos da. Creemos que si rezamos, algún día, en
el futuro, nuestros deseos se cumplirán. Perdón, pero eso es
confundir a Dios con un genio.
Para que nuestros deseos
se cumplan necesitamos a un genio, no a Dios. La diferencia es
que Dios da sin que se le pida. Con un genio, uno tiene que
frotar la lámpara, y cuando el genio aparece te concede tres
deseos. Hay que pensar bien lo que uno quiere, pedirlo con
habilidad y tal vez entonces el genio te lo conceda. Pero eso
no es real.
Lo que se nos da cada día, el regalo de la
vida, del aliento, de la conciencia, la comprensión, la
claridad, la serenidad, no se puede comprar. Son regalos. No
hay una tienda con un letrero que diga: “Aquí se vende
serenidad”. O: “Aquí se vende claridad”. Se regalan. No hay
una tienda con un cartel que ponga: “Compre alientos aquí”. Si
existiera una tienda así, habría una cola larguísima. La gente
que se queda sin aliento en los hospitales iría derechita a
ponerse en la cola diciendo: “¡Yo también quiero, para mí
también!”.
La vida se te ha dado gratuitamente. Lo
único que se te pide es que hagas algo con ella. En ambientes
intelectuales, la gente habla de paz y escribe libros y
ensayos sobre ella. Elaboran definiciones de la paz e imaginan
lo hermoso que sería tenerla. Pero muy pocos hacen algo al
respecto. Con respecto a la guerra, sí que se hacen cosas. Hay
empresas gigantescas dedicadas a investigar cómo desintegrar a
un ser humano con rapidez y precisión. Su objetivo es fabricar
una bala que no falle. Quieren que cada bala acierte. Conocen
el valor de una bala, pero desconocen el valor de una vida
humana. Y, a propósito, somos nosotros quienes constituimos el
sistema, y somos nosotros quienes lo financiamos. Lo único que
se necesita es decir: “Enemigo”, y la respuesta es: “¿Enemigo?
Ahora verás. Allá vamos”. Tenemos explicaciones e ideas, “¡oh,
sí, paz, qué bueno sería!”, pero nada más. Nadie hace nada al
respecto. ¿Y qué podemos hacer nosotros por la paz?
¿En
qué crees que consiste la paz? ¿En que todo el mundo levante
dos dedos en un gesto? ¿En eso consiste la paz? ¿En que todos
nos pongamos túnicas largas, vaporosas, y sonriamos con flores
en la mano? ¿En que ya no haya nadie haciendo footing por la
calle, solo recogiendo flores y pasándoselas de unos a otros?
¿Es eso paz? ¿Qué es la paz? ¿Qué aspecto tiene la
paz?
Son muchas preguntas, y es el momento de empezar a
dar respuestas. Así que he aquí algunas respuestas... y no son
palabras vacías. Respaldo cada una de ellas. Cuando digo paz,
hablo de la que puedes sentir porque está en tu interior. ¿A
qué se parece la paz? Se parece a ti cuando estás satisfecho,
cuando tu cara refleja agradecimiento, comprensión, claridad,
serenidad. A esa cara. A eso se parece la paz. La paz danza en
el rostro de los seres humanos. Cuando tu cara transmite paz,
es cuando más bella se ve. No necesitas maquillaje, no importa
si te has afeitado o no. Puede que alguno esté dudando de que
esto sea verdad. Bueno, dejen que les diga algo. De vez en
cuando -cuando estás satisfecho, feliz- todo tu ser cambia por
completo. Te conviertes en todo aquello que aspiras a ser. Te
vuelves bueno, cortés. Esto de verdad ocurre, lo he visto.
Cuando un padre está de buen humor y su hijo le dice que
necesita ropa nueva: “¡Pues claro que sí, no hay ningún
problema!”. ¿Les resulta familiar esta escena? Cuando estás
haciendo cola en el cine y alguien te dice: “¿Me deja pasar?”,
si estás de buen humor, respondes: “Vale,
adelante”.
Cuando te sientes bien te conviertes en un
ser humano. Y cuando te vuelves un ser humano, tienes
consideración por los demás. Cuando estás de buen humor, todos
esos detalles que te molestan -o detalles tuyos que molestan a
los otros- desaparecen. Pero si estás de mal humor, ni tus
propios hijos se te acercan. “¿Cómo está papá? ¿De buen humor,
o de mal humor?”.
Cuando te sientes bien, eres tan
diferente. Te muestras íntegro, brillas, da gusto estar
contigo, resulta un verdadero placer. Pero cuando no estás
satisfecho, nadie quiere estar contigo, nadie. Ni tu mujer, ni
tus hijos, ni tus padres. Así de importante es la paz, así es
de sencilla, así de hermosa. ¿Y dónde está? ¡En tu
interior!
La oscuridad está obligada a ceder ante la
luz. Toda la oscuridad, toda la ignorancia. La ignorancia cede
ante el verdadero conocimiento.
¿Y cuál es el verdadero
conocimiento? “Conócete a ti mismo”, no son palabras mías, las
pronunció Sócrates. Ese es el conocimiento supremo. Y Sócrates
no fue el único en afirmar esto. Está recogido en algunas de
las más antiguas escrituras indias: “De todos los
conocimientos que se pueden tener, el conocimiento de uno
mismo es el conocimiento supremo”.
Tenemos un montón de
regalos, pero se nos olvida quiénes somos, cuál es nuestra
verdadera naturaleza, y dónde podemos encontrar lo que se nos
ha regalado. Así que nos ponemos a darle vueltas y más
vueltas, a divagar. Eso es lo que todo el mundo ha estado
haciendo desde hace mucho tiempo, darle vueltas y más vueltas.
La fórmula para que este mundo vaya bien es muy antigua: paz y
prosperidad.
Este viaje de miles de kilómetros comienza
con el primer paso. Y el primer paso es que tú estés en paz.
Entonces comenzará, cuando tú estés en paz. Todos buscamos
respuestas fuera de nosotros mismos. Todos seguimos una
fórmula u otra. Cuando hablas con los jóvenes, a veces te
dicen: “No, no, ahora no quiero meterme en eso de la paz.
Quizá cuando me jubile”. Porque tenemos un plan pormenorizado
y, de acuerdo a ese plan, no nos moriremos hasta que seamos
muy, muy viejos. Cuando alguien joven muere, la gente se
pregunta: “¿Cómo ha podido pasar? Era tan joven”. Son palabras
que solo denotan ignorancia.
¿Sabes cuál es el mayor
milagro que puede haber en tu vida? El milagro es tu
existencia, tu vida. El milagro es la alegría que reside en tu
interior. El milagro es la paz que danza dentro de ti. Puedes
comprenderla y sentirla. En eso consiste el Conocimiento que
te ofrezco, en la posibilidad de que esa paz se refleje en tu
cara. La posibilidad de sentir esta vida tal y como se supone
que hay que sentirla, vivirla tal y como se supone que hay que
vivirla.
Necesitas paz, búscala. Donde sea que la
encuentres, está bien. Pero recuerda que no necesitas paz solo
para un día, necesitas sentir paz todos los días de tu vida.
Ocurra lo que ocurra en tu vida, busques la paz o no, recuerda
una cosa: incluso aunque no la estés buscando, la paz está en
tu interior. Incluso aunque no la quieras, aunque la detestes,
la paz siempre estará en tu interior. Dondequiera que vas,
llevas esa paz en tu corazón. Cuando la paz danza en la cara
de un ser humano, es cuando más bella se ve.
Surgiendo de la nada, un aliento
llega a ti trayéndote el regalo de la vida luego desaparece, y
luego regresa otra vez para traerte de nuevo el regalo de la
vida, una y otra vez de aliento en aliento, de uno en uno, no
de dos en dos, ni de tres en tres, ni de cinco en cinco… de
uno en uno, ese es tu ritmo, ese es tu compás. Esa es tu
sinfonía, esa es tu
historia. | |
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mundial, intentando evocar el sentido de hermandad y
fomentando el sentido de interrelación e interdependencia
mutua, sin establecer barreras raciales, nacionales o
religiosas, forma parte del NUEVO GRUPO DE SERVIDORES DEL
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