Oslo:
la ciudad que compra basura para producir energía limpia
Mientras
la mayoría de las ciudades del mundo enfrentan constantes problemas para
deshacerse efectivamente de sus desechos, Noruega ve subexplotada su capacidad
de reciclaje industrial a gran escala.
Ecoosfera
|| May 7, 2013 || Visitas : 10499

Oslo,
capital de Noruega, a diferencia de la mayoría de las ciudades del mundo es una
ciudad que no sólo produce basura sino que la importa. Barcos con basura
proveniente de Inglaterra, Irlanda e incluso de sus vecinos suecos llegan con
sus fétidas toneladas a laguna de las muchas plantas industriales que
transforman los residuos de nuestra era de consumo desmedido en energía
eléctrica y calorífica.
Se
estima que más o menos la mitad de la ciudad y la mayoría de las escuelas
utilizan calefacción proveniente de basura quemada: desechos caseros,
desperdicios industriales e incluso materiales tóxicos provenientes de fábricas
y hospitales (además de drogas decomisadas incluyendo alcoholes importados
ilegalmente) terminan en uno de los muchos centros de combustión de
basura.
Sin
embargo, esta fuente alternativa de combustibles no-fósiles se halla en una
paradójica disyuntiva: la ciudad de 1.4 millones de habitantes produce una
cantidad mínima de basura, por lo que Oslo literalmente necesita importarla de
otros países. En el Norte de Europa se producen unas 150 toneladas de basura al
año, lo que según los expertos se quedaría muy corto para la capacidad noruega,
que puede procesar más de 700 millones de toneladas.
Según
Hege Rooth Olvergsveen, asesor del programa de recuperación de desechos de Oslo,
la basura œes un mercado en crecimiento. Aunque los suecos y los ingleses estén
implementando programas similares (en Inglaterra vender la basura resulta
rentable para reducir impuestos a los tiraderos), los noruegos siguen a la
cabeza del mundo en la producción de combustibles: no sólo producen energía a
partir de la basura, sino que se encuentran entre los 10 más grandes
exportadores de hidrocarburos y gas, además de tener abundantes reservas de
carbón y una red de más de 1000 plantas hidroeléctricas que producen energía
limpia gracias a la vasta red acuífera de sus montañas. Pero según Pal
Mikkelsen, director de una de las plantas de reciclaje más grandes del país,
quemar la basura fue œuna apuesta por la energía renovable, para disminuir el
uso de combustibles fósiles.
La
posibilidad de utilizar estos desechos como energía va de la mano de un cambio
en los hábitos de la población, algo sólo posible mediante la educación: los
noruegos tienen un sistema de separación de basura completamente funcional. La
basura doméstica se separa en bolsas verdes para desechos orgánicos, azules para
plásticos y el vidrio en otra. Las bolsas de colores son ofrecidas gratuitamente
por el gobierno.
Las
bolsas son separadas automáticamente en las plantas por sensores computarizados,
disponiendo de ellos en los incineradores adecuados. La planta donde trabaja
Mikkelsen, además, compite a nivel arquitectónico con la recientemente
inaugurada casa de la ópera en Oslo.
Pero
por atractivo que pudiera parecer este método de reciclaje, podría no ser una
solución medioambiental sustentable a largo plazo. Lars Haltbrekken, líder de
uno de los grupos de ambientalistas noruegos más antiguos del país, afirma que
importar basura es bueno, mientras la prioridad principal siga siendo reducir
los desechos, no generar una demanda mayor de estos.
En
la lista de tareas ambientales, según Haltbrekken, producir menos basura debería
ser prioritario, mientras que generar energía alternativa a partir de la basura
debería ser el último. œEl problema es que nuestra última prioridad está en
conflicto con la primera.
Mientras
los gobiernos del mundo comienzan a adoptar la apuesta por producir combustibles
alternativos de manera sustentable, el curioso caso de Noruega permanece como un
referente para cualquier estrategia de reciclaje a gran escala en el
mundo.