LAUDATO SI (I)

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Carta Encíclica del Santo P
adre Francisco sobre el cuidado de la casa común. Está
dirigida a toda la humanidad contemporánea, en especial
a los teístas y personas de buena voluntad, sin importar
su raza, cultura y religión. En la misma se reconoce qu
e el cuidado y protección de la Creación terrestre no t
olera mayor demora. Se denuncia al $istema corrupto mundi
al y a la visión atea y economicista de la vida (vaciado
s de la más elemental solidaridad con el conjunto de los
seres vivientes y privados de la menor responsabilidad c
ósmica), como los causantes del socavamiento de los pila
res geobiológicos (1) de la existencia terrestre y lo qu
e está acabando con la posibilidad de que nuestro hogar
planetario siga siendo un mundo habitable. Se habla sobre
la importancia de que el nuestro siga siendo un mundo bi
odiverso donde el ser humano no sea un mero explotador si
no un auténtico "hermano mayor", compasivo y protector,
de todas las criaturas vivientes. No es una utopía, es u
na posibilidad redentora que todavía se encuentra a nues
tro alcance. Este Mensaje de amor y rectitud merece la pe
na ser leído, meditado profundamente y difundido. La "he
rmana Madre Tierra" ya no puede esperar más. Paradójica
mente se reconoce que no de Dios sino de nosotros, la for
ma humana de vida, depende en última instancia su suerte
.
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G.R.V.
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«Laudato si™, mi™ Signore» “
«Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de As
a común es también como una hermana, con la cual compar
timos la existencia, y como una madre bella que nos acoge
entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la herm
ana nuestra Madre Tierra, la cual nos sustenta, y gobiern
a y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba
» (2).
Esta hermana clama por el
daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y d
el abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos
crecido pensando que éramos sus propietarios y dominador
es, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el
corazón humano, herido por el pecado, también se manifi
esta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el
suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. P
or eso, entre los pobres más abandonados y maltratados,
está nuestra oprimida y devastada Tierra, que «gime y s
ufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros
mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo
está constituido por los elementos del planeta, su aire
es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y rest
aura.
NOTAS:<
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(1) Cfr. https://es.wiki
pedia.org/wiki/Geobiolog%C3%ADa
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(2) Cántico de las criaturas: Fonti Francescane<
/i> (FF) 263.