Había una vez un
hombre que era muy buen arquero. Podía disparar una
flecha, dar en el blanco y luego, con otra flecha,
partir la primera en dos. Iba de pueblo en pueblo
mostrando su habilidad, y todos le admiraban y le
aplaudían, porque nunca habían visto nada
parecido.
Un día, llegó a
una pequeña aldea, disparó una flecha con su arco y todo
el mundo le ovacionó: “¡Bravo, bravo!”. Pero cuando
todos acabaron de aplaudir, se oyó una voz al fondo del
público: “¡Bah! Es solo cuestión de
práctica”.
El arquero oyó
aquello y le molestó, pero siguió adelante. Tomó otra
flecha, la lanzó, partió la primera por la mitad y todo
el mundo volvió a gritar: “¡Bravo, bravo, bravo!”. Y
volvió a escucharse la misma voz: “¡Bah! Es solo
cuestión de práctica”.
Cuando terminó
el espectáculo, el arquero estaba muy enfadado. Ahí
estaba él, mostrando su gran habilidad, y aquel hombre
no hacía más que decir que solo era cuestión de
práctica. Así que se dirigió hacia el fondo del público
y encontró a aquel hombre. Éste llevaba un palo de bambú
del que colgaban dos tinajas de aceite, una delante y
otra detrás, y estaba tratando de vender
aceite.
LEER+ |