a través de un hacer. Nuestra identidad abreva de nuestro hacer.
EXISTIR no significa meramente ser en el mundo, significa estar activamente en él crearlo, y en ese crearlo, crearnos a nosotros mismos.
Prometeo, Sísifo o Fausto, Occidente se forjó a sí mismo a través del trabajo: ser es hacer, hacer es participar. Dar rostro de humanidad a la tierra a través del trabajo, fue la manera de crearnos una historia común, una identidad cultural. Una comunidad.
El pan es la imagen que condensa la vida, sin pan la vida no crece, el cuerpo declina, se apaga: es la muerte. Se trabaja para alejar la muerte y para lograr el pan, el propio y el de los seres amados. Se trabaja con otros y nace el compañerismo, se suma la amistad, se forja la comunidad, se trabaja para otros, entonces el trabajo es familia. Se ofrece lo propio “la energía, el tiempo- para que otros gocen, el sacrificio manifiesta ser generosidad, altruismo, amor.
Así, el trabajo es la forma más básica, más humana de manifestar nuestro ser hacia los demás, de entregarnos compartiendo el pan: de amar. Por todo esto, la pregunta, la de nuestra identidad, no es quien sos sino qué haces.
Negar el trabajo es negarnos la identidad, nuestro estar en la sociedad. Cuando el poder económico se ejerce como violencia, cuando reduce al hombre a la miseria, no lo priva de algo accidental, algo que pueda subsanarse con un cheque de desempleo, lo aliena de su modo humano de realizarse y humanizarse: LE AMPUTA SU HUMANIDAD. LE ENVILECE LA VIDA.
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