| Asunto: | [redluzargentina] GAP - El relato Hopi de la Creación | Fecha: | Jueves, 28 de Septiembre, 2006 12:03:18 (-0300) | Autor: | Alicia Y Amira Contursi y Manzur <alicia.amira @.....com>
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EL RELATO HOPI DE LA CREACIÓN
Al comienzo del tiempo, una chispa de conciencia se encendió en
e
l
espacio infinito. Esta chispa era el espíritu del sol, llamado Tawa. Y
Ta
wa
creó el primer mundo: una enorme caverna poblada únicamente por
insecto
s.
Tawa observó durante unos instantes cómo se movían y sacudiendo
la
cabeza
pensó que aquella población hormigueante era más bien estúpida.
Entonces
les envió a la Abuela Araña que dijo a los insectos: -Tawa, el
espíri
tu del
sol que os ha creado, está descontento de vosotros porque no
comprend
éis en
absoluto el sentido de la vida. Así que me ha ordenado que os conduzca al
segundo mundo, que está por encima del techo de vuestra caverna. Los
insectos se pusieron a trepar hacia el segundo mundo. La ascensión era
larga, tan larga y tan penosa que, antes de llegar al segundo mundo, muchos
de ellos se habían transformado en animales poderosos. Tawa los
contem
pló y
dijo:
-Estos nuevos vivientes son tan estúpidos como los del primer mundo.
Tampoco parecen capaces de comprender el sentido de la vida.
Entonces pidió a la Abuela Araña que los condujera al tercer mundo.
En el
transcurso de este nuevo viaje algunos animales se transformaron en
hombres
.
La Abuela Araña enseñó a los hombre la alfarería y el arte del
teji
do. Los
instruyó convenientemente y en la cabeza de hombres y mujeres comenzó a
despuntar un destello, una vaga idea del sentido de la vida. Pero los
brujo
s
malvados, que sólo se sentían a gusto en las tinieblas,
extinguieron
aquel
destello de luz y cegaron a los humanos. Los niños lloraban, los hombres
peleaban y se lastimaban: habían olvidado el sentido de la vida.
Enton
ces
la Abuela Araña volvió a ellos y les dijo: -Tawa, el espíritu del
sol
, está
muy descontento de vosotros. Habéis desperdiciado la luz que había
b
rotado
en vuestras cabezas. Por consiguiente, deberéis ascender al cuarto mundo.
Pero esta vez, tendréis que encontrar por vosotros mismos el camino. Los
hombres, perplejos, se preguntaban cómo podrían subir al cuarto mundo.
Durante largo tiempo permanecieron en silencio. Al fin, un anciano
tom
ó la
palabra:
-Creo haber oído ruido de pasos en el cielo.
-Es cierto -asintieron los demás-. También nosotros hemos oído el
cam
inar de
alguien allá arriba.
Así pues, enviaron al «pájaro gato» a explorar el cuarto mundo
que
parecía
habitado. EI pájaro gato se coló por un agujero del cielo y pasó al
c
uarto
mundo, donde descubrió un país semejante al desierto de Arizona.
Sobrev
oló
el país y divisó a lo lejos una cabaña de piedra. Al aproximarse, vio
delante de la cabaña a un hombre que parecía dormir, sentado contra la
pared. El pájaro gato se posó junto a él y el hombre despertó. Su
r
ostro era
extraño, pavoroso; completamente rojo, cubierto de cicatrices,
quemaduras
y
costras de sangre, con unos trazos negros pintados sobre los pómulos y
sobre la nariz. Sus ojos estaban tan hundidos en las órbitas que eran
cas
i
invisibles, a pesar de lo cual el pájaro gato vio brillar en ellos un
resplandor aterrador. Reconoció a aquel personaje: era la Muerte. La
M
uerte
miró detenidamente al pájaro gato y le dijo gesticulando:
-¿No tienes miedo de mí?
-No-respondió el pájaro-. Vengo de parte de los hombres que habitan el
mundo que está debajo de éste. Quieren compartir contigo este país.
¿Es eso
posible?
La Muerte reflexionó unos momentos.
-Si los hombres quieren venir -dijo finalmente con aire sombrío-, que
vengan.
El pájaro gato volvió a bajar al tercer mundo y contó a los hombres
lo que
había visto.
-La Muerte acepta compartir con vosotros su país-les comunicó.
-¡Gracias le sean dadas! -respondieron los hombres-. ¿Pero cómo
podr
emos
subir hasta allá arriba? Pidieron consejo a la Abuela Araña y ésta
le
s dijo:
-Plantad un bambú en el centro de vuestro poblado y cantad para
ayudarle
a
crecer.
Así hicieron los hombres y el bambú creció. Cada vez que los
cantor
es
tomaban aliento entre dos estrofas, se formaba un nudo en el tallo del
bambú. Cantaban sin cesar y la abuela araña danzaba y danzaba para
ayud
ar a
que el bambú creciera bien derecho. Del alba hasta el crepúsculo
cantar
on
sin tregua hasta que, por fin, la Abuela Araña exclamó:
-¡Mirad! ¡La punta del bambú ha pasado por el agujero del cielo!
Entonces los hombres empezaron a trepar por el bambú, alegres como
niñ
os.
Nada llevaban consigo, estaban desnudos, tan desprovistos como el primer
d
ía
de su vida.
-¡Sed prudentes! -les gritó la abuela-. ¡Sed prudentes!
Pero ya no le oían, estaban demasiado arriba. Alcanzaron el cuarto
mund
o y
en él construyeron poblados, plantaron maíz, calabazas y melones,
hi
cieron
jardines y huertos. Y esta vez, para no olvidar el sentido de la vida,
inventaron las leyendas. (*)
(*) Fuente: El árbol de los soles. Mitos y leyendas del mundo entero, de
Henri Gougaud, Editorial Crítica, Barcelona
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