| Asunto: | [redluzargentina] [MedicinaBioenergetica] ¡Un enfoque opt imista del siglo XXI que vamos a vivir! | Fecha: | Martes, 19 de Diciembre, 2006 23:34:55 (-0300) | Autor: | Alicia Y Amira Contursi y Manzur <alicia.amira @.....com>
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From: Miguel Angel <mamggo2000@yahoo.com>
To: medicinabioenergetica@gruposyahoo.com.ar,
misticoycreativo@gruposyahoo.com.ar, ciencia ambiental <
cienciaambiental@yahoogroups.com>, CIGMAPE <cigmape@yahoogroups.com>,
cuidemos_la_tierra@gruposyahoo.com.ar
Date: Wed, 13 Dec 2006 19:14:45 -0600 (CST)
Subject: [MedicinaBioenergetica] ¡Un enfoque optimista del siglo XXI que
vamos a vivir!
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*Sociedad
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* | Domingo, 07 de Mayo de 2006
JOHN LOVELOCK, ECOLOGISTA, CREADOR DE LA TEORIA DE GAIA Noticias del fin
de
l
mundo A los 86 años, este científico inglés, de los más
polémicos
del siglo,
acaba de publicar La venganza de Gaia, en donde anuncia que a la vida en el
planeta le quedan menos de 50 años. El problema será que para 2050 se
h
abrán
derretido los polos y subirá el nivel de los mares. [image:
/fotos/20060507/notas/NA20FO01.JPG]
*Por Rosa Montero*
*Como los gnomos, vive en mitad del campo, en el suroeste de Inglaterra, en
una granja de catorce hectáreas. En el exterior, el mundo bucólico; en
el
interior, un incesante trabajo: dos salas de computadores, papeles, libros
y
cachivaches. Ayudado por Sandy, su segunda mujer, una treintena de años
m
ás
joven, Lovelock prosigue con su actividad científica. Hace cuarenta
año
s
ideó la teoría de Gaia, según la cual nuestro planeta sería un
todo
capaz de
autorregularse. Nunca dijo que Gaia, la Tierra, fuera un ser pensante, ni
que tuviera conciencia ni propósito, pero sus ideas fueron perseguidas y
ridiculizadas ferozmente por los científicos durante mucho tiempo.
Sólo
a
partir de los años '90 empezaron a ser aceptadas.*
Este viejo científico inglés adora construir sus instrumentos con sus
propias manos y es un prolífico inventor. Hace también cuarenta años
creó el
detector de captura de electrones (ECD), una máquina pequeña y barata
q
ue
revolucionó el mundo. El ECD es tan sensible que, si derramamos una
botel
la
de perfume en Japón sobre una manta, a las dos semanas el detector
podr
ía
percibir sus partículas en el aire de Londres. Con ese invento sencillo y
milagroso, los ecologistas descubrieron residuos de pesticidas en todo el
planeta. Y fue el propio Lovelock quien, usando su máquina, advirtió en
mediciones sobre el océano la existencia de los CFC, los famosos
clorofluorocarbonatos que están alterando de manera radical el equilibrio
atmosférico. Todo esto dio lugar al Protocolo de Montreal y lo que vino
después en política medioambiental. Lovelock fue el padre de la
ecolog
ía
moderna, pero no se lleva demasiado bien con los verdes: considera que la
mayoría "no sólo desconocen la ciencia, sino que además la odian".
Este abuelo vitalista y alegre regresa convertido en un mensajero de la
oscuridad. Su último libro, The Revenge of Gaia (La venganza de Gaia),
recién publicado en el Reino Unido, viene a decirnos que estamos
inevitablemente abocados a una catástrofe natural casi inmediata. Resulta
difícil creer que el mundo tal y como lo conocemos se acabe en pocos
añ
os.
Pero también nos resulta difícil creer en nuestra propia muerte.
*–Su último libro es un verdadero bombazo que presenta un futuro muy
ne
gro
para la humanidad.*
–Me temo que sí, es una historia muy triste, aunque no totalmente
desesperada. Va a ser un golpe muy grande para los humanos, pero habrá
sobrevivientes y tendremos la oportunidad de empezar de nuevo. Porque en
esta ocasión la hicimos fatal. En cierto modo me siento mal por ser el
portador de noticias tan terribles, pero por otro lado miras alrededor y
ve
s
que las cosas empeoran y empeoran por momento en el mundo, y alguien tiene
que intentar detener ese desastre.
*–Usted dice que para 2050 se habrán derretido los polos y que Londres,
entre muchos otros lugares de la Tierra, estará bajo las aguas.*
–En efecto, los polos se habrán derretido totalmente y puede que antes
de
esa fecha. En cuanto a las inundaciones, no estoy seguro de si ocurrirán
tan
pronto. Lo que provocará las inundaciones masivas será el deshielo de
l
os
glaciares, y puede que eso tarde un poco más.
*–Pero en cualquier caso sería lo suficientemente pronto, antes de que
se
acabe este siglo.*
–Oh, sí, eso desde luego. Definitivamente, antes de que se acabe este
s
iglo,
Londres estará inundado. Y todas las zonas costeras. Imagínese
Banglade
sh,
por ejemplo; el país entero desaparecerá bajo las aguas. Y sus 140
mill
ones
de habitantes intentarán desplazarse a otros países, donde no serán
b
ien
recibidos. En todo el mundo habrá muchas guerras y sangre.
*–Mire, lo que más me inquieta de sus predicciones es que usted nunca
h
a
sido un hombre apocalíptico.*
–Nunca, nada. Siempre he sido justamente todo lo contrario.
*–Que usted salga ahora con un libro tan pesimista debe de haber
supuesto
un
choque en la comunidad científica.*
–Bueno, tengo bastantes amigos en el campo de la ciencia, y especialmente
dentro de los científicos del clima, que manejan los mismos datos que
est
oy
manejando yo. Lo que pasa es que, al estar empleados, no pueden hablar
claramente de estas teorías, porque perderían sus trabajos. Pero hablan
conmigo y dicen que en cierto sentido soy su portavoz. Están muy
preocupados. Y su actitud respecto del libro que acabo de publicar es que,
en todo caso, se queda corto. La situación es verdaderamente muy mala.
*–Tan mala que dice que hay que recurrir a la energía nuclear, porque
n
o hay
tiempo para descubrir otra alternativa lo suficientemente eficiente.*
–Así es. No es que yo esté en contra de otras energías
alternativas
, sobre
todo en algunas zonas como los países desérticos, donde resulta de lo
m
ás
razonable usar la eólica para desalinizar el agua. Pero en países muy
urbanos y densamente habitados, como Inglaterra o Alemania, es absurdo
intentar sacar la energía de los molinos de viento.
*–Su apoyo a la energía nuclear lo puso otra vez en el ojo del
huracá
n.
Seguir siendo así de polémico con 86 años tiene su mérito y su
grac
ia.*
–Bueno, supongo que sí, en tanto y en cuanto consigas evitar los
misile
s que
te disparan desde todas partes.
*–Además de científico es inventor y ha creado unas sesenta
patentes.
*
–Pero no poseo ninguna de ellas. La gente no suele saber que, si quieres
patentar algo, todo el proceso legal hasta llegar a la patente te cuesta
100.000 libras (400.000 pesos) y a ver cuánta gente tiene ese dinero.
Por
que
además sólo un invento de cada cinco termina siendo rentable. Por otra
parte, no soy un hombre de negocios y nunca quise serlo, así es que lo
qu
e
hice fue buscar alguna empresa buena, amable y honrada, como
Hewlett-Packard, por ejemplo. Y entonces llegas a un acuerdo muy simple,
según el cual les cedes tus inventos dentro de un campo determinado y a
cambio ellos te pagan un dinero. Hewlett-Packard me ha pagado 32.000
dóla
res
al año, y me basta.
*–Pero podría haberse hecho multimillonario, sobre todo con el ECD. Y,
de
hecho, usted patentó ese invento. Pero luego se lo robaron.*
–Lo que sucedió es que yo fui a Yale a trabajar durante unos meses en
e
l
departamento de medicina. Ya llevaba el ECD en la cabeza desde mucho antes,
pero lo construí allí. Los de Yale dijeron: "Bueno, vamos a
patentarlo;
un
tercio para Yale, otro para una agencia de patentes y otro tercio para ti".
"Bueno –dije–, acepto." No soy ambicioso y no me importaba compartir la
patente. Pero en cuanto registramos el ECD recibí una carta muy ruda del
gobierno americano diciendo que ellos se quedaban con la patente. Me
qued
é
atónito, pero entonces recibí una carta mucho más amable del decano
d
e
Medicina de Yale, en la que me pedía por favor que renunciara a mis
derechos, porque estaban amenazando con cortarle la mitad del presupuesto
a
l
departamento. Así es que renuncié. Podría haber acudido a abogados y
demás,
pero todo eso cuesta dinero y yo no sabía si iba a poder recuperarlo. A
decir verdad, por entonces yo no pensaba que el ECD fuera a ser una patente
muy valiosa.
*–Y luego se convirtió en uno de los inventos fundamentales de la
segun
da
mitad del siglo XX.*
–Sí, pero no me gustaría que diera la imagen de que me siento
frustra
do o
amargado por eso, por haber perdido la patente. No es algo que me haya
preocupado. Mire, esto es el ECD (es un objeto del tamaño de un paquete
d
e
cigarrillos, unos cuantos hierros viejos clavados a una base de madera).
*–¿Y esto tan pequeño cambió el mundo?*
–Bueno, no tiene por qué ser grande. Y lo que me encanta es que lo
fabr
iqué
yo mismo. Fue muy divertido.
*–Sí, y para conseguir la fuente radiactiva que necesitaba raspó la
p
intura
fluorescente del cuadro de mandos de un viejo avión militar.*
–Cierto. Hoy no podría hacer eso, porque las nuevas regulaciones verdes
respecto del manejo de la radiactividad me lo impedirían. Es
increíble,
pero
si los verdes hubieran sido verdaderamente poderosos en los años '50,
nun
ca
hubiera podido inventar este aparato.
*–Luego colaboró con la NASA. Entre otras cosas, inventó un
instrumen
to que
luego formó parte de la Viking y ahí apareció Gaia, de golpe, como un
relámpago, en 1965.*
–Sí, conocí a unos biólogos y un día me dijeron: "¿Por qué
no
viene a una
conferencia que tenemos sobre la detección de vida en Marte?". Me
pareci
ó
estupendo. Y resulta que los biólogos estaban desarrollando equipos de
detección para la superficie de Marte como si fueran a buscar vida en el
desierto de Nevada. Y yo no hacía más que decirles: "¿Pero cómo
pue
den
pensar que la vida en Marte, si es que hay vida, va a crecer en un medio
así? La vida allí puede ser completamente distinta". Entonces me
dijero
n:
"¿Qué harías?". "Bueno, yo intentaría buscar una reducción de la
entropía."
Esto les hizo tragar saliva, porque dentro de la fraternidad biológica
na
die
parece tener una idea clara de lo que es la entropía. Eso me forzó a
desarrollar un análisis atmosférico que marcara qué condiciones
puede
n
llevar a la vida, y de ahí surgió Gaia.
*–Lo que dijo es que el equilibrio químico de la atmósfera posee un
índice
muy alto de entropía, de desorden. Y que cuando se encuentra una
atmósf
era
con una entropía baja, en la que hay demasiado metano, o demasiado
oxíg
eno,
o cualquier otro ordenamiento químico anómalo, eso indica la presencia
de
vida. Porque es la vida la que altera el equilibrio químico y lo ordena.
Esa
idea de la vida como generadora de orden es muy bella.*
–Gracias. Verá, el jefe de allí se enojó porque llevarle la contra
y me
dijo: "Hoy es miércoles. Vení el viernes a mi despacho con un sistema
práctico de detección de vida a través de la atmósfera o atenete a
las
consecuencias". Sonaba a una amenaza de despido, y la verdad es que cuando
te someten a esa presión es increíble lo de prisa que se piensa e
inven
ta.
*–Y del miércoles al viernes nació Gaia.*
–Lo que pensé es que esos gases de la atmósfera reaccionan los unos
c
on los
otros muy rápidamente. Sin embargo, la atmósfera de la Tierra había
permanecido estable durante mucho tiempo. Y me dije: "¿Qué es lo que
ha
ce
que se mantenga esta estabilidad?". Y lo único que podía mantener ese
equilibrio era la vida. A los científicos del clima les gustó el
nombre
y la
idea desde el principio. El problema siempre fue con los biólogos. De
alg
una
manera, los biólogos creen que la vida es su propiedad. Los biólogos
er
an
tan ruidosamente anti-Gaia que ni siquiera conseguías publicar un
artíc
ulo
en una revista científica si llevaba la palabra Gaia por algún lado.
*–Mientras le discutían, Gaia estaba inmerso en "la guerra del ozono",
la
polémica de los setenta entre los verdes y los químicos industriales.*
–Ay, sí. Esa fue una batalla adyacente y también estuve en el sector
equivocado. Se ve que es mi sino esto de estar en el sector erróneo.
*–Se alineó con la industria. Pero dice en su autobiografía que se
de
scubrió
ahí, que no es que eligiera partido.*
–Pues sí, es que simplemente las cosas sucedieron así. Con el ECD,
la
gente
empezó a descubrir restos de pesticidas por todas partes del mundo y
empezaron a ponerse locos con eso. Pero es que el ECD es un aparato tan
ultrasensible que yo le aseguro que, si ahora cojo una muestra de su sangre
o de la mía, podría sacar la huella de todos los pesticidas que se han
usado
en el planeta, porque están almacenados en nuestro cuerpo. Ahora bien,
lo
s
niveles de estas sustancias son tan extraordinariamente pequeños que son
totalmente inofensivos. Y lo que sucede es que los verdes no son nada
sensatos y no saben distinguir entre la presencia de un pesticida y que esa
sustancia alcance un nivel dañino. El médico medieval Paracelsus ya
dij
o que
el veneno es la dosis y tiene razón, pero los verdes no podían
entender
eso.
Y el caso es que cuando descubrí los CFC en el océano, me dije que los
verdes van a decir que nos estamos envenenando, cuando en realidad se
trataba de cantidades ínfimas. Y entonces en aquella guerra sostuve que
e
l
CFC no era dañino, y eso me colocó en el sector de los malos desde el
principio.
*–Luego se descubrió que el daño que hacían los CFC era de otro
tip
o.*
–Claro, era en la estratosfera y a la capa de ozono, pero no en el aire y
como riesgo biológico para la gente. En fin, fue una batalla muy
áspera
y
amarga. Además de inútil. El verdadero problema es que la gente no se
h
a
hecho cargo de la situación medioambiental, y entonces Gaia está
haci
éndose
cargo de ella, por así decirlo. El deterioro fue demasiado lejos y ahora
el
sistema está moviéndose rápidamente hacia uno de esos momentos
crít
icos.
Vamos a vernos reducidos a quizá 500 millones de humanos, tan poco como
e
so,
500 millones de humanos viviendo allá arriba, en el Artico. Y tendremos
q
ue
empezar de nuevo.
*–Y si nos esforzamos en tomar medidas y abandonar todas esas
prácticas
que
están alterando el ozono y provocando el cambio climático...*
–No serviría de nada. Hace 100 o 50 años hubiera sido posible hacer
a
lgo,
pero a estas alturas ya no hay manera de detener el proceso. Yo creo que
dentro de la ciencia del clima todo el mundo sabe que ya es demasiado
tarde
.
Es como ir dentro de un bote y estar demasiado cerca de una catarata. Por
mucho que remes, no podrás evitar la caída. Y ahora lo mismo: no se
pue
den
parar las fuerzas naturales que mueven el planeta. A veces pienso que
estamos igual que en 1939, cuando todo el mundo sabía que iba a empezar
u
na
guerra mundial, pero nadie se daba por enterado.
*–Si todo da igual, ¿qué importa usar energía nuclear o no?*
–Sí importa, y mucho, porque lo fundamental es conservar nuestra
civilización, de la misma manera que la civilización romana se
conserv
ó en
los monasterios durante la época oscura. Sin duda, vendrá una nueva
é
poca
oscura, y los supervivientes necesitan una fuente de energía. Y, por
ahor
a,
la única fuente suficiente que puede proporcionar electricidad y
alimento
s y
calor a los supervivientes en su retiro ártico es la energía nuclear,
e
s lo
único sensato.
*MIGUEL ANGEL * * **
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