Moléculas argentinas para limpiar el ambiente
Son las poliacrilamidas, que purifican descargas
líquidas
Lunes 15 de setiembre de 2008 |
Publicado en diario de hoy
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Gustavo Bianchi, junto al reactor Foto: Gentileza Line
Por Daniel Arias
Para LA NACION
Tras dos años de quemarse las cejas y fracasar a repetición, un equipo de
investigación argentino capitaneado por el doctor Gustavo Bianchi logró fabricar
por primera vez poliacrilamidas, un tipo de moléculas orgánicas complejas claves
para limpiar de sustancias peligrosas las descargas líquidas de industrias muy
cuestionadas, como la minería, la fabricación de papel, la petrolera, la
gasífera y la textil.
Todas las mencionadas importan grandes cantidades de estos polímeros y los
pagan entre 3000 y 8000 dólares la tonelada. Y no sólo para limpiar aguas, sino
también porque algunas usan poliacrilamidas en sus procesos para apartar lo útil
de lo inútil.
Este desarrollo, financiado por Link Chemical, una pyme de Monte Grande,
puede evitar importaciones por entre 50 y 80 millones de dólares anuales (el
consumo argentino actual aproximado de poliacrilamidas, según Bianchi) y abrir
un mercado regional de 40 millones de dólares por año de aquí a 2013.
La poderosa minería chilena ya empieza a comprar en Monte Grande. La
intolerancia argentina ante la contaminación de aguas crece, y con ella crece
también el uso de estas moléculas "limpiadoras", que se fabrican a partir de
hidrocarburos cada vez más caros.
Con el gas a bajo precio en el país, la "ventana de oportunidad" para
desarrollar poliacrilamidas locales empezó con la reactivación, en 2002. Pero no
es soplar y hacer botellas: implica un dominio perfecto de reacciones químicas
no lineales, de una complejidad endiablada. Tantas son las dificultades por
vencer que ninguna universidad o firma nacional pudo o quiso encararlas.
Las plantas diseñadas por el equipo de Bianchi ya son tres, y no son simples
prototipos de laboratorio, sino aparatos de escala industrial, operativos.
No es algo habitual en el país que una pyme organizada ad hoc en torno
de una tecnología localmente inexistente contrate un equipo experto externo
local para crearla, lo sostenga dos años y de pronto surja con un producto
complejo del que ya produce 24 toneladas por mes. Bianchi, de origen químico, se
doctoró como experto en materiales en la Comisión Nacional de Energía Atómica
(CNEA), donde se fogueó como jefe de proyectos. De allí pasó al mundo del
petróleo, donde sus logros tecnológicos -todos made in Argentina-
lograron duplicar en dos años la facturación de una firma texana de servicios de
pozos, que al cuarto año se vendió a ocho veces su valor original.
Los ingenieros aeronáuticos del proyecto Link también pasaron por la CNEA.
Como en el país lamentablemente ya no se fabrican aviones, tuvieron que
reprogramarse para aplicar su conocimiento de dinámica de fluidos a reactores
que no vuelan, aparatos que se quedan en tierra fabricando materiales complejos.
Esta suerte de "circo aéreo aterrizado" quedó bajo la subdirección de dos
expertos en química orgánica, la doctora Silvia Aimone y el licenciado Eugenio
Otero. Y el equivalente del "Barón Rojo" fue Bianchi, que escuchaba ideas,
contribuía con las suyas, contrataba especialistas y ponía los plazos para
llegar a destino a tiempo.
Los precursores de las poliacrilamidas son el ácido acrílico y la acrilamida,
fabricadas a su vez de gas natural. Metidos en un reactor, estos precursores
inician un proceso que libera grandes cantidades de calor y de radicales libres,
especies moleculares químicamente hiperactivas. Si no se controlan bien estas
dos variables, se forman puntos recalentados dentro del reactor, la fase acuosa
entra en ebullición de modo incontrolable y pueden ocurrir desastres. El menor
es que se pierdan todos los materiales y el proceso, y a Bianchi le sucedió n
veces. El mayor es que se rompa el reactor y se queme algún operario, cosa
que se evitó utilizando medidas de seguridad extremas.
Los ingenieros aeronáuticos estuvieron dos años diseñando, descartando y
rediseñando sistemas de agitación que garantizaran "movimiento browniano" en
todo el volumen del reactor. En este tipo de movimiento de un fluido, las
moléculas se embisten entre sí al azar, como autitos chocadores, impelidas por
su energía térmica. Es el único modo de dispersar por todo el reactor los
factores peligrosos: los puntos calientes y los demasiado ricos en radicales
libres. Y esto es difícil de hacer, sobre todo en un medio cuya viscosidad
aumenta locamente conforme progresa la reacción. Como suele suceder, "el diablo
está en los detalles".
"Los sistemas de agitación son nuestra joya, nuestro mayor secreto
tecnológico -dice Bianchi, que no quiso dejar fotografiar los reactores por
dentro-. No creo que sean muy distintos de los de otros países, pero los
inventamos y perfeccionamos a pulmón."
Usar la materia gris
- Al estar libre de patentes, las poliacrilamidas argentinas
se pueden vender urbi et orbi . Link ahora está abasteciendo a
compañías de servicios de la Argentina y de Chile, que a su vez son
proveedores de firmas de petróleo, gas, papeleras, textiles, mineras y
distribuidoras de aguas. De aquí a cinco años, planean capturar el 20% del
mercado sudamericano y fabricar también el ácido acrílico y la acrilamida, las
sustancias precursoras de las poliacrilamidas. No va a ser fácil. "En algún
momento -dice Bianchi-, vamos a tener que fabricar precursores a partir de
«carbono verde»; es decir, materia orgánica. Y no dude de que lo vamos a
hacer: es cuestión de usar la materia gris.