LA MUERTE COMO UN ACTO DE AMOR.
Mis padres tomaron la decisión de irse
hacia la luz eterna tal como vivieron: juntos.
Mi padre murió a los 74 años en los
brazos de mi madre. Diez minutos después, ella sufrió un derrame cerebral
que le permitió tomarlo de la mano en el momento de cruzar el umbral
del más allá.
Fue la enseñanza más trascendente
que nos legaron: hicieron hasta de la muerte un acto de amor.
Bendigo esta doble pérdida porque fue
en realidad una ganancia.
Bendigo la fortuna de ser su hijo.
Bendigo la vida que nos dieron y la
muerte que nos regalaron.
Hoy más que nunca estoy cierto que
el amor es eterno.
Octubre del 2008.