Esoterismo para ufólogos
EL PARADIGMA DE
HAMELIN
Escribe GUSTAVO
FERNÁNDEZ
"La ciencia estricta –es decir, la ciencia matematizable- es ajena
a todo lo que es más valioso para un ser humano: sus emociones, sus sentimientos
de arte o de justicia, su angustia frente a la muerte. Si el mundo matematizable
fuera el único mundo verdadero, no sólo sería ilusorio un palacio soñado, con
sus damas, juglares y palafreneros; también lo serían los paisajes de la
vigilia, la belleza de una fuga de Bach o por lo menos sería ilusorio lo que en
ellos nos emociona".
Ernesto Sábato
Aún cuando entiendo y acepto que seguramente no seré comprendido por
algunos de mis lectores (o, lo que es peor, seré mal comprendido) he decidido
encarar con entusiasmo la redacción de estas líneas, convencido que, cuando menos, estas
reflexiones, si bien no tienen la soberbia de aspirar a codificar la "verdad
revelada" en torno al enigma de los OVNIs, sí constituirán en su defecto, un
enfoque renovador para muchos, proponiendo –proponiéndoles- reveer sus propias
concepciones en torno a la temática. Si luego de esa revisión tales concepciones
permanecen incólumes, esto también será un rédito positivo de este trabajo, pues
por lo pronto habrá servido para poner a prueba –y en ese hipotético caso-
reforzar las creencias preexistentes. De no ser así, su carácter revulsivo
motivará a replantear enfoques que, por ende y hasta ese momento, habrán tenido
más de anquilosadas que de razonadas.
Sé también que proponer este extraño maridaje entre Esoterismo y
Ovnilogía escandalizará a muchos, aunque tal vez sea sólo una expresión de
deseos de mi pedantería suponer que mis opiniones puedan escocer a más de uno;
entonces, auguro para ellas el silencio de los indiferentes y el olvido de los
frívolos. No importa; en el resbaladizo terreno que nos ocupa, la
imperturbabilidad de una creencia a través del tiempo no es señal de la
fortaleza de la misma sino, en todo caso, de la inseguridad psicológica de quien
la sostiene, más afín a encerrarse entre los muros de la doctrina aceptada que
enfrentar el desolado valle de los cuestionamientos.
Porque va de
suyo que en una época donde el paradigma dominante es el científico, donde, como
escribí alguna vez, un individuo es creíble más por los oropeles académicos que
presente que por la certeza, equilibrio o justicia de su pensamiento; donde el
referente de lo cierto y creíble pasa por la exhibición cuantitativa de títulos
–olvidando de manera demasiado sencilla que detrás del diploma y del guardapolvo
yace una naturaleza humana con los viejos miedos y las pasiones de siempre de
cualquier otro ser humano- y perdiendo la perspectiva histórica de que cada
época tuvo su propio referente: (eclesiásticos en la Edad Media, políticos y
militares hasta la segunda mitad del siglo XX, medios periodísticos con ínfulas
de ángeles guardianes en la segunda mitad del mismo) en esta época, decía,
el Esoterismo –palabra que muchos critican pero pocos estudian- retrotrae
el pensamiento colectivo a épocas oscuras de ancianas espantosas revolviendo
malolientes calderos. Tanto es así, que en una época como la nuestra, donde la
información circula tan libremente que se supone que tenemos una visión
panorámica bastante acertada de todas las cosas, al Esoterismo se lo asocia
con supersticiones dignas de espíritus débiles, malignidades disfrazadas de
hipocresías u oscuras manipulaciones de las vertientes más sangrientas del poder
político.
Y bien sí. Es cierto que lo que los medios llaman "esoterismo", a través
de revistas planeadas inteligentemente para vender recetas mágicas a las masas
(pero hechas por periodistas profesionales, no por ocultistas), personajes
deleznables a la sombra de gobiernos autoritarios o sensacionalistas programas
de televisión donde draculianas damiselas exóticamente sedientas de sangre dicen
practicar las artes ocultas, todo esto, en fin, abona la perversa (en el sentido
psicológico de la expresión: "desviado de
lo correcto") sensación que lo brujeril, ocultista y necromántico es el
residuo vergonzoso de la ignorancia de la humanidad. Y, con la misma certeza, sé
que tratar de explicar que existe un esoterismo serio, responsable,
filosófico, fundamentado, racional y que puede aportar interesantes concepciones
para abordar el fenómeno OVNI, será mirado con sorna por los mismos espíritus
críticamente racionalistas y echado al cesto de residuos. O la papelera de
reciclaje de su PC. Y, como veremos en los párrafos siguientes, tal actitud no
responde a la "fundamentación científica" de esa execración del esoterismo,
aunque se le disfrace de tal, sino a motivaciones más profundas, oscuras e
incontrolables.
Porque si nos proponemos estudiar alguna relación entre Esoterismo y
Ovnilogía, primero debemos entender a aquél. Y con ello comenzaremos.
Dije líneas atrás que la imagen popular que el vulgo reserva para el
0cultismo se encuentra más cercana a la lechuza en el hombro que a la del
filósofo. Pero ello deviene sólo de una pauperización de lo que se filtró, a
través de las épocas, al público sobre estas ciencias. Alguien diría que si así
ocurrió, después de todo, es responsabilidad de los propios ocultistas. Y quizás
no le falte razón: solo puedo decir en
descargo de aquellos que creían, históricamente, tener sus buenas razones
para hacer del Esoterismo algo –perdón por la perogrullada- oculto, es que
estaban alentados por la buena intención de evitar más dolores que alegrías a su
prójimo. Como escribiera un viejo sabio chino: "Ten cuidado que el conocimiento no caiga en
manos de príncipes ni soldados. ¡Atención!. Que no haya una mosca en tu
laboratorio mientras trabajas".
Si alguien supone que el Esoterismo proponía una forma de
aristocracia del conocimiento, estaría en lo correcto. Pero en el sentido
etimológico de la palabra aristocracia: "gobierno de los mejores". No en un
sentido político, económico, de sangre o de poder; sino en una acepción
intelectual y espiritual.
No es éste el lugar idóneo –aunque me gustaría hacerlo- de discutir si la
"democratización del conocimiento", más allá de sus evidentes beneficios, es
necesariamente el camino hacia la perfección de la especie humana. Pero
convengamos que el conocimiento que en unas manos solidariza y apoya la vida
humana, en otras la destruye. No debe deducirse, sin embargo, que
el Esoterismo propugnaba una "elitización" de la ciencia, como algo sólo
para unos pocos. El eterno dilema de "quién le pone el cascabel al gato"
sobreviviría sin esfuerzos. Simplemente, los antiguos ocultistas proponían al
sabio como un hombre universal; universal en sus conocimientos, un científico
que emocionara al escribir poesía o música en sus ratos libres o viviera de
acuerdo a la presencia divina en la naturaleza. Un Leonardo da Vinci, por caso:
arquitecto, matemático, pintor, músico, astrólogo. Porque a poco que buceen
ustedes en los textos –los serios, se entiende- de Esoterismo, descubrirán su
Gran Secreto: lo que llevó a la humanidad a épocas de barbarie y desazón, de
hambrunas y guerras, del mal imperando sobre la Tierra, ha sido la separación,
el divorcio entre lo material y lo espiritual, entre lo científico y lo místico
(evito decir ecleciástico: lo espiritual no es patrimonio exclusivo de alguna
iglesia), entre la mente, a fin de cuentas, una especulación como el alma. Así
que olvidando calderos y escobas, pentáculos y patas de conejo, podemos definir
al Esoterismo como una forma de
conocer la Realidad, aunando lo racional (ciencia), lo místico (espiritualidad)
y lo estético (arte).
Porque tres, y estas tres son precisamente, las formas de aprehender
la naturaleza que tiene el hombre: a través del análisis de las cosas, de
descomponerla en sus partes menores, sean éstas materiales o tan eidéticas como
puras matemáticas: a la rosa la puedo comprender como la suma de pistilo, tallo,
pétalos y corola, pero también puedo emocionarme con ella, aceptarla como obra
de un dios creador (espiritualidad) y entonces colijo que a la naturaleza puedo
percibirla por vías iluministas, o bien describirlas en un lienzo, un poema o
una melodía, transmitiendo las sensaciones que aquella me inspira, y entonces
podré escribir de cómo describo la naturaleza mediante el arte. Si la Realidad
se parece más a lo que enseña el científico, el religioso o el artista, es sólo
cuestión de paradigmas.
Pero, en todo caso, es un hecho que privilegiar una y sólo una de esas
concepciones es una forma mutilada de conocer. En consecuencia, tan limitado era
el sacerdote medieval que creía que la Iglesia enseñaba todo lo que valía la
pena y lo que estaba fuera de ella o era inútil o era demoníaco, como el médico,
físico, astrónomo o psiquiatra que de manera enciclopédica –y en ocasiones con
un tinte de soberbia- pontifica que el conocimiento exotérico (esto es, el que se transmite
de un dador a un receptor que acumula pasivamente información) es el único
válido. Y mientras tanto, seguramente, el músico o el poeta mirará con
suficiencia a ambos porque, después de todo, él es el único que transmite el
"verdadero" conocimiento.
Cada época ha estado marcada por el paradigma dominante de una forma de
conocer la Realidad. Lo escrito: lo religioso en el medioevo, lo científico
positivista y materialista en el siglo XIX y buena parte del XX, el arte en los
'60. Pero como siempre el Todo es más que la suma de las partes, el
verdadero conocimiento debe aunar todas esas vertientes. Y eso es lo que busca
el Esoterismo.
Si lo hace con velas u oraciones, o en esos depósitos pétreos de
sabiduría que han sido las catedrales, donde la ciencia de su construcción se
suma a sus propósitos religiosos y al arte que conmueve aún a los ateos, es cosa
de anecdotario. Lo científico no pasa por la computadora o el diploma y lo
supersticioso por los sahumerios o talismanes: lo serio o ridículo de un tema
nunca será el tema en sí, sino el método –o la falta de él- con que abordemos su
estudio. Es más supersticioso, en el sentido de depender de una mentalidad
"mágica" el estudiante universitario que repite como un sonsonete y
doctoralmente las conclusiones dictadas por su académico profesor (conclusiones
que difícilmente cuestionará durante su carrera, sino que se limitará a tratar
de repetir y aplicar) que el shamán de la tribu empeñado en recoger ciertas
hierbas en la jungla bajo determinadas aspectaciones astrológicas para ver si
era cierto lo que el hechicero de la tribu de las montañas le prometió como
resultados. Así que comprender qué es verdaderamente el Esoterismo –sin
ceder a los estereotipos que naturalmente proponen ciertos medios-
implica aceptar cambiar nuestros paradigmas mentales. Aceptar que tal vez la
Ciencia detente el poder de la Verdad hoy en día pero, así como no tuvo su
exclusividad en el pasado, nada asegura que la tenga en el futuro. Aceptar que
"hacer ciencia" no es refutar casi por deporte, ni demandar "pruebas" cuando aún
muchos de sus postulados podrían refutarse, usando esas mismas pruebas en
sentido contrario. "Hacer ciencia" no es, como algunos periodistas metidos a
divulgadores científicos repiten de memoria, "explicar lo desconocido en
términos de lo conocido" sino precisamente lo contrario: explicar lo conocido en términos de lo
desconocido. Porque se trata de explicar un hecho, que constatamos (lo
conocido) pero cuyas causas ignoramos, buceando en originales e inéditas
hipótesis (lo desconocido) que nos ayuden a avanzar un paso más en las
tinieblas.
Veamos un simple (supongo que escandaloso) ejemplo de "inversión de la
prueba": el "efecto Doppler" (el
corrimiento al rojo en las bandas espectrográficas) que observó Friedmann ya en
1922 alentaron la teoría, hoy universalmente aceptada por la astronomía de la
expansión del Universo; una superburbuja cósmica en permanente dilatación. Estos
son hechos; repetidamente constatables por la astronomía y la astrofísica.
Después de todo, ¿quién no oyó hablar de la expansión del Universo?. Y yo no
puedo negar los hechos. Sólo que, confieso que más con intención de bufón que de
anarquista de la cultura, se me ocurre que si podemos decir que el Universo se
expande con relación a nuestro planeta y nuestros cuerpos, también podemos
afirmar que el Universo tiene un tamaño constante y es nuestro planeta y son
nuestros cuerpos los que se están empequeñeciendo rápidamente. Y manejando sólo
los fríos datos, si vemos aceptable lo primero y delirante lo segundo, no es como consecuencia de un conocimiento
real sino porque en nuestro paradigma lo primero está incorporado y lo segundo
no. Lado a lado, la expansión del Universo es, para la chiquita mente
humana, tan absurda como la contracción de nuestros organismos. Y que un lector
vea coherente lo primero y como locura lo segundo, no es un acto de pensamiento,
sino de emoción. Lo que me lleva a la enunciación de la Segunda Ley de Fernández (para la
Primera, más datos en mi trabajo "Reencarnación y clonación: un túnel del tiempo
egipcio"): "La gente llama pensar a buscar
desesperadamente argumentos para justificar sus creencias
previas".
"Si hay algo seguro en nuestros
conocimientos es la verdad de que todos los conocimientos actuales son parcial o
totalmente equivocados. Dentro de cien años parecerán monstruosas las
operaciones cometidas por los médicos del siglo XX en los ulcerosos. En general,
les parecerá bastante cómico el afán de las curaciones locales, tendencia del
hombre ingenuo a dividir la realidad. La experiencia realizada hasta el presente
ha mostrado que viejas teorías que constituían Dogmas apenas han resultado ser
Equivocaciones. Este hecho melancólico debería hacer meditar a los médicos y en
general a los científicos que dogmatizan. A menos que piensen, valerosamente,
que ese proceso de transmutación de Dogma en Equivocación ya terminó y que ahora todo lo que
dicen es inmutable. No veo, sin embargo, por qué ha de poder establecerse un
límite entre el Dogma y la Equivocación que pase, justamente, por nuestro
tiempo".
Ernesto Sábato
Muchos ovnílogos están afectados de una forma extraña de solipsismo:
creen que su disciplina merece un crédito científico injustamente ignorado por
el academicismo, pero les repugna que desde esa académica óptica se les englobe
en la difusa categoría de "pseudociencias", sospechosamente vinculable a un
amplio espectro de disciplinas consideradas como residuos supersticiosos, tales
como la Astrología, el Tarot o la Parapsicología.
Cada uno de estos temas lo suponemos independiente entre sí. Y digo "lo
suponemos" porque por economía de hipótesis sólo sabemos que es una presunción;
con el mismo encadenamiento de razonamientos (no sé si escribir "lógica") que me
llevaría a afirmar que, por caso, el Tarot nada tiene que ver con los OVNIs,
pero partiendo de premisas distintas puedo sostener exactamente lo
contrario. Si pertenezco al "pelotón de tuercas y tornillos" deduzco lógicamente que es absurdo
establecer cualquier relación entre naves extraterrestres que visitan nuestro
planeta y la manifestación de fenómenos extrasensoriales a partir de la
estimulación inconsciente con símbolos que aparezcan en combinaciones varias
(que no otra cosa es el Tarot). Pero si mi preconcepto es que las
manifestaciones OVNI pertenecen más al mundo espiritual que al de lo material
(ambas teorías, a partir de la casuística de los últimos cincuenta años, son
igualmente defendibles), entonces es muy sencillo, mediante un común denominador
parapsicológico, establecer una conexión. Para los primeros, sonaría muy poco
fiable abordar la investigación (sino del OVNI, cuando menos la del testigo)
echando los naipes sobre el asunto, para los segundos, en cambio, sólo con ese
método creerían aportar algo más que con un análisis computarizado.
Creo que la Parapsicología y el Esoterismo, con sus herramientas carentes
de "marketing institucional" mucho pueden aportar a la Ovnilogía. Porque después
de cincuenta años, poco es lo que sabemos a conciencia, y mucho lo que elegimos
fantasear. Pero mientras permanezcamos abroquelados en el corset cientificista
como única vía para "aprehender la Realidad", mientras algunos de nosotros no
apostemos a la alternativa de indagar otras formas, astrales si se quiere, de
adquirir información sobre lo que nos interesa, nuestra ignorancia seguirá
viciada por el paradigma dominante. Aunque los científicos en general y los
escépticos en particular miren con sorna nuestras enseñanzas milenarias. Aunque
se nos trate de ridiculizar hablando del poco "cientificismo" (aunque siempre
confundan "cientificismo" con "especialización") del que hacemos gala porque,
según ellos, poco profundos podemos ser en nuestros estudios si nos dedicamos a
"todo": OVNIs, parapsicología, astrología... Olvidando demasiado fácilmente que,
en cambio, ellos sí se consideran
preparados para negar todo; si ellos
reúnen condiciones para expedirse negativamente sobre OVNIs, telepatía,
homeopatía, tarot, runas, el yeti o la energía de las piedras... ¿porqué otros
no podemos hacer exactamente lo contrario?.
Esta es una de las evidencias que me convencen de concluir que la
argumentación en pro o en contra no depende tanto de las "pruebas" o la
"investigación", sino de la preexistencia de un determinado paradigma al que se
pertenece.
Eso podría llevarme a cuestionar la existencia de un "libre albedrío" en
la elección de la opinión personal. ¿Hasta dónde soy dueño de lo que elijo
pensar y creer, no estando ese pensamiento predeterminado y condicionado por el
marco cultural, la influencia mediática o las necesidades, angustias y carencias
emocionales?. ¿Puede el joven nacido y criado en un ambiente de honestidad,
donde desde pequeño observa los beneficios del correcto y justo proceder,
realmente "elegir" entre el bien y el mal?. Seguro que sí, pero tanto a nivel
consciente como inconsciente, existirán ya ciertas tendencias dominantes, y se
requerirán vivencias traumáticas o personalidades desequilibradas para
inclinarse hacia el mal. ¿Puede elegir un joven nacido y criado en un ambiente
delictivo, amoral e inhumano, donde desde pequeño sólo observa que el "peor"
(desde el punto de vista del honesto) o el "mejor" (desde el punto de vista
criminal) es el que obtiene las mayores ventajas?. También seguro que sí, pero
se requerirá una personalidad consolidada para ejecutar esa opción, una
personalidad que sólo puede nacer de una voluntad puesta al servicio de la
reflexión desapasionada. Porque detrás de "escépticos" y "creyentes" existe un
sustrato común a su esencia aunque distinto en apariencia: las pasiones, la emocionalidad. Lo que
enseña que, aunque se cubra de una pátina de intelectualidad, la gente es
básicamente emocional, y su intelectualidad está "monitoreada" por el alter ego
de las emociones. Por lo tanto, el paradigma cientificista de esta época no es
la conclusión de un proceso de análisis colectivo: es apenas un estado de
ánimo.
Por eso necesitamos otra forma
de conocimiento: y esa forma es el Esoterismo.
"...Independientemente de cuales sean sus resultados
finales, puede que nunca lleguemos a aclarar por completo el misterio de los
OVNIs, ya que siempre existirán unas mentes humanas sobre las cuales pueda
actuar creativamente. Podría resultar ser una constante que se sucede a lo largo
de los siglos, modificándose al nivel de cada época, localidad y habitante de
este planeta. Si mantiene su actual estructura global, lo tendremos siempre
corriendo delante de nosotros, tentando al hombre e incitándole a contemplar a
su mundo con otros ojos, haciendo saltar nuevas ideas y estados de conciencia y
llenando a la gente de sentimientos de asombro y respetuoso temor cada vez que
observen a esos mensajeros de la luz atravesar los cielos de la
Tierra..."
David Tansley.
Finalmente, además de comprender que lo ocultista o esotérico es un
método para conocer, debemos admitir que lo cognoscible, el OVNI, también
requiere un abordaje más espiritualista sin negar su realidad física. En efecto,
el tema OVNI gira hacia lo místico (¿quién podría negarlo?) y esto puede deberse
sólo a dos razones:
a) porque el tema es de naturaleza
mística.
b) Porque refleja el
inconsciente de la gente. Pero la gente tiende al consumismo. Entonces refleja
las represiones y las necesidades de esa misma gente. Mas entonces estamos
atrapados en y por la oración (¿una tautología?). Si no útil para otra cosa, por
lo menos esto demuestra la falacia de los argumentos psicologistas porque se
puede construir una aparente explicación lógica que no implique necesariamente
que eso sea así. Lo posible no es lo probable.
Como corolario, entre las risas de los escépticos que escucho a la
distancia sobresale esta oposición: "Pero, ¿ porqué siempre hay que buscar lo
espiritual, lo divino, lo metafísico?". Y levantando la voz (para que mi
contendiente me escuche entre las risas de sus compañeros), repito aquello que
hace años me convenció, en un orden más trascendente, de la existencia de una
Divinidad: lo divino, lo místico y lo
espiritual existen porque si para la mente hay una necesidad de ello es porque en algún
lugar, de alguna forma, hay algo que la satisface.-
Empero, me detengo con la mirada perdida en el teclado y me pregunto si
este esfuerzo por proponer otra concepción de las cosas servirá para algo.
Porque tal vez, después de todo, la gente –cierta gente- prefiere aceptar el
criterio de la mayoría, sino como garantía de la Verdad, por lo menos como
justificación de sus errores. Porque en esta aventura del conocimiento que es la
Ovnilogía, existe una masa que con ojos glaucos digiere embotados sus sentidos
la opinión de quien domine el escenario sin escuchar los susurros entre
bambalinas. Una masa que prefiere seguir cualquier melodía que suene grata a sus
oídos. No importa donde está la Verdad. Sólo importa encolumnarse hacia donde
van los demás, no sea cosa de ser mirado como el bizarro, el delirante, el
transgresor...
Tal vez no sirva de nada proponer otro paradigma, porque estamos
dominados por el paradigma de la masa.
Por eso, he decidido comprarme una flauta.(1)
Gustavo Fernández
(1) la frase no es mía, sino del
injustamente olvidado Alejandro Vignati, no recuerdo en qué
contexto.