La hermosa costumbre de festejar la llegada del espíritu de navidad, el 21 de diciembre,ya es parte de muchos. No importa qué tipo de ceremonia hagas, si estás sola/o, con tu familia o con tu grupo; lo escencial es cómo nos preparamos y cómo lo vivimos. Encendé una velita como símbolo de la Luz Divina, escribí tus deseos para el próximo año y disponete con alegría a recibir tus más profundos anhelos.
Para recibir hay primero que "vaciar" y despejar nuestros espacios internos de todo lo que ya no sirve. Debemos dejar ir... debemos perdonarnos y perdonar,olvidar, sin juzgar... Es maravilloso sentir la liberación después de hacerlo. No implica nada más ni nada menos que hacerlo desde nuestro Ser, desde nuestro Yo Esencial, aunque no veamos a la persona en cuestión nunca más.
Con mucho cariño y sincera humildad comparto con ustedes un capítulo de mi libro pronto a publicar. Ojalá les sirva.
Un abrazo del alma y Feliz Navidad. Ceci
"El perdón es la llave de la felicidad.
Despertaré del sueño de que soy mortal,
falible y lleno de pecado,
Y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios"
(Un Curso de Milagros)
En las relaciones interpersonales, hay ciertos momentos tenebrosos, incomprensibles, atemorizadores, en que la realidad se transforma en una milésima de segundo.
Las sombras de dos seres que se aman surgen como horribles figuras de un cuento de espantosos dragones y ogros, que caen sobre ellos con filosas espadas e hirientes garras para destruir, herir y matar…
¿Qué oscuras partes de nosotros quedan aún por despertar?
¿Cuán insondable es la psiquis del humano que esconde tales monstruos, aún existiendo la sana intención, la ternura, la compasión conquistadas con esfuerzo y padecimiento a lo largo de tantas vidas?
¿Cuántos yoes más, maléficos e impredecibles, se encuentran al acecho en los insondables recovecos del alma humana?
¿Cuántos más quedan por descubrir y qué mágico elemento falta para salir del círculo vicioso de tristezas y alegrías, de enfados y reconciliaciones, de muerte y resurrección?
¿Dónde se encuentra la luz redentora que ahogue de una vez y para siempre toda la oscuridad que seca, encoge, marchita el alma en pos de un supuesto fortalecimiento y evolución?
¿Por qué es tan difícil transmitir la comprensión, la ternura, la compasión, el altruismo y la clemencia que existen en el corazón que ama, cuando las palabras no pueden expresar correctamente lo que el espíritu realmente sabe y siente?
A la luz de los conocimientos adquiridos, comprendidos, experimentados en reiteradas y dolorosas escenas vividas y superadas; revividas en una burlesca repetición y vueltas a superar, queda la irremediable aceptación de lo incomprensible, lo inalcanzable, lo que escapa a la teoría y a las leyes conocidas por la mente concreta; la profunda e insondable oscuridad de lo no conocido, lo no vivido, lo no revelado aún, lo innombrado.
Sin embargo la paz interior clama por mí desde su espacio conquistado… me nombra por mi verdadero nombre, el de mi alma. No me explica nada… no aclara mis dudas ni extiende ante mis ojos cansados de llorar ninguna fórmula mágica que resuelva instantáneamente la situación indeseada.
Mi sabiduría ancestral se hace sentir como una vibración imperceptible y distante pero se niega a revelarse ante mis ojos físicos y todos mis sentidos, obligándome al recuerdo a niveles del alma, de mi más profunda esencia, de mi verdadero Ser…
Afanosa y casi desesperadamente busco el abrazo entrañable de mis guías que, en apariencia, eluden el necesitado contacto y se hacen invisibles, amorosa y sabiamente, obligándome a buscar y descubrir por mí misma lo que siempre ha estado allí.
Y queda el vacío, el interrogante del espacio abrumador y lacerante que da cabida al dolor, al profundo dolor que me ubica justo donde debo permanecer. Y de tan punzante y hondo, de tan intenso y sutil, de tan estanco y falto de vida, por leyes poderosas de la Física Divina, se produce la recuperación del circuito por donde la energía del amor, regenerada y restaurada, renovada y reverdedecida comienza a circular nuevamente, suave y persistente, vital e invencible como los rayos del sol que inexorablemente nacen en cada nuevo
amanecer.
La mágica presencia de las diosas que conforman mi Yo Verdadero, sagrado y femenino, comienzan a desfilar ante mis ojos y el camino emprende un ritmo escénico familiar y conocido, una vez más…
Los acordes de la celestial música del reino de la Divina Madre anuncian su llegada a los umbrales de mi alma y derriban las puertas cerradas de mi corazón destrozado por la tristeza, la frustración y la incomprensión que, irónicamente, sólo yo permití…
Nada parece oponerse a tan maravillosa e imparable fuerza amorosa que, con infinita dulzura penetra todos los niveles mi Ser, sanando a su paso mis heridas y reconstruyendo una vez más mis partes destrozadas por la lógica asesina de la personalidad, que siempre se empeña en hacerme retroceder. Pero tal cosa es imposible pues la repetición se torna inaceptable en el camino del alma que comprende fehacientemente su transitar.
Los recursos de lo ya ganado en victoriosas faenas, los dones adquiridos, los trofeos conquistados, comienzan a hacerme sentir su presencia luminosa y sanadora como bálsamos perfumados, como espadas y escudos de sabiduría que siempre arremeten contra toda adversidad.
¿Cuánto ha durado el evento? Me pregunto casi al punto de irrumpir en una sonora carcajada.
¿Qué cantidad de espacio y tiempo me han tenido prisionera el temor y el desconsuelo y qué significado mensurable tienen en el largo camino de mi alma? Ninguno o muy poco sin dudas…
Entonces me relajo…respiro hondamente y me distiendo…
Comienzo a percibir los conocidos efectos dañinos en mi cuerpo físico y me censuro silenciosa y compasivamente. El costo irremediable del desgaste realizado requiere de una reparación urgente y afinada. Lo sé posible porque lo he experimentado. Debo atesorar la experiencia para no olvidarla jamás.
Otro intenso y ensordecedor acorde agregado a la bella sinfonía de mi vida; otra aguda y dramática escena amplía las páginas de la gran obra; otro episodio simplemente para tener como referencia del triunfo y la paz después de una cruenta batalla; una nueva y esperanzadora elección del correcto paso a seguir. Elijo la paz; elijo el amor; elijo la verdad, la resurrección y la vida una vez más…
¿Y que hay del perdón? ¿Qué papel juega en todo esto la conocida, pesada, ilustre y célebre palabra grabada a fuego en nuestra conciencia, por las ambiguas y oscuras culturas del control que se alimentan del temor, el dolor y la culpa?
Entonces una vez más recuerdo que todo es una ilusión, un error de percepción que necesita ser corregido por el Espíritu Santo si así lo permito; otro artificio de mi ego para distraerme y, a través del miedo y la duda, alejarme de la verdad.
"Una vez que la ilusión se reconoce como tal, desaparece" (*), por lo tanto no existe nada que perdonar; tal vez ha sido solamente un pedido de auxilio y de amor incondicional que no supe detectar; no existieron nunca ni ofensa ni ataque y todo aquél a quien libere de culpabilidad me mostrará mi propia inocencia, pues el círculo de la expiación es infinito a los ojos de Dios. "Mi hermano impecable es mi guía a la paz. Mi hermano pecador es mi guía al dolor y el que elija ver, será el que contemplaré"(*)
(*)Texto de Un Curso de Milagros
(*) Lección 351 del Manual de ejercicios de Un Curso de Milagros
Y SIEMPRE ...EL PERDÓN- Cap 16 del libro "MI VIDA DESDE LA NUEVA ENERGÍA"de Cecilia Alcaraz-
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