NOTICIAS
DE LA
ASCENSIÓN, por
Hortensia Galvis
EL
LIBRE ALBEDRÍO
Se nos ha
dicho muchas veces que el hombre tiene libre albedrío. Sin embargo esa
libertad es un atributo que corresponde a la cuarta dimensión, y no a
mundos de expiación, como la Tierra, donde los espíritus
encarnados en la materia no recuerdan quienes son, no poseen visión de
totalidad, ni tampoco el discernimiento necesario para construir su
destino.
Antes de
encarnar en la
Tierra, una entidad espiritual escoge la forma más
adecuada de aprender lo que le falta. Según sea el proyecto, selecciona a
los padres que le darán un cuerpo, el medio ambiente que le brindará
apoyo, y las experiencias que tendrá que vivir para transformarse y
crecer. Desde el espíritu tiene la visión holística que le permite planear, entonces el diseño
de su misión lo hace en forma parecida a como se tienden los rieles de un
tren. Por esa carrilera fluirá su vida, con paradas obligatorias para
dejar ir algunas relaciones y recoger a los pasajeros que tomarán parte en
la siguiente actuación.
Una vez
nacemos, las condiciones fijadas difícilmente pueden ya alterarse. No está
en nuestras manos cambiar de familia, de nacionalidad, o de raza. Tampoco
podemos modificar el cuerpo y la cara que tenemos, ni la fragilidad o
fortaleza de nuestra constitución física. Nuestro ADN trae ya una
información que codifica el grado de inteligencia, el talento y las
inclinaciones de un recién nacido. De ahí en adelante, la vida nos muestra
un rumbo y nos va llevando de una experiencia a la siguiente. El viaje
puede ser difícil, cuando, en vez de aceptación, hay rechazo a nuestro
programa evolutivo, y creamos fricciones que generan enfermedad y
sufrimiento. O puede realizarse en la felicidad del aquí y el ahora, si
aceptamos la vida como llega, y aprovechamos al máximo las
oportunidades.
Las
circunstancias que vivimos en este plano no son opcionales. Si escoges un
camino, ¿están abiertas para ti todas las puertas? ¡No es así! La
experiencia enseña que solamente encuentras acceso libre a las
oportunidades que te corresponden. Pasamos de un rol al siguiente,
desempeñándonos como hijos, padres, miembros de familia, amigos,
compañeros de trabajo, y ciudadanos de la tercera edad, sin poder evadir
ninguna experiencia, por dolorosa que esta sea, ni saltarnos ninguna etapa
del recorrido. Cada faceta la pulimos lo mejor que podemos, pero siempre
situados dentro de un marco que limita nuestras
posibilidades.
La última
estación de tercera dimensión se llama “la entrega”, allí el “hágase Señor
tu voluntad” debe convertirse en acción consciente. La tarea es aceptar
todo lo que en cada momento nos traiga la vida. Esa entrega total no es un
sacrificio, si comprendemos que no hay nada que perder, ni existe una
mejor opción que estemos cancelando. La voluntad del Padre está respaldada
por la perfección de un plan maestro, si confiamos en él, podremos vivir
sin luchas, ni conflictos interiores, sumergidos placenteramente en las
aguas tranquilas de nuestra propia paz.
Saber vivir
es entonces disolver todo rechazo, y aprender a amar nuestro programa
evolutivo. Eso incluye: aceptarnos a nosotros mismos y amar nuestro cuerpo
con todas sus características. Aceptar a los demás como son, sin pretender
cambiarlos, y reconocer en ellos a nuestros entrenadores, que trabajan
para hacer de nosotros los campeones del amor en acción. Además es
fundamental aceptar cada evento nuevo como parte del engranaje perfecto
para el cumplimiento del plan divino.
Cuando el
hombre ha completado su aprendizaje y ya no tiene asuntos pendientes en
este nivel de existencia, adquiere la libertad de regir su propio destino.
Entonces es posible hablar de libre albedrío. Al trascender este nivel
tridimensional, las posibilidades se amplían, y estarán ya regidas por las
leyes de creatividad de cuarta dimensión. El libre albedrío se fundamenta
es en la capacidad de concentrar el pensamiento en lo que se desea, y
mantener firme ese enfoque, sin dejar que se contamine con dudas, o con
los condicionamientos de la mente lógica. Con el dominio del pensamiento,
el individuo se convierte en co-creador de su
propia realidad, porque “el poder del Padre actúa a través de él, y se
hace uno con él”. |
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