Cuando somos niños, el miedo al abandono nos
obliga muchas veces a ser lo que no somos para agradar a otros y evitar ser
rechazados. Y así, a cambio de este sacrificio, nos garantizamos el cuidado,
amor y valoración de nuestro entorno.
Hoy, ya adultos, estas creencias operan aún
dentro nuestro, obstaculizando el vínculo con nosotros mismos.
Podemos permitirnos aprender a relacionarnos
desde nuestro propio œSer Esencial.
Y ¦ ¿cómo? Escuchando nuestra voz interior,
prestando más atención a nuestros deseos profundos, conociendo qué es lo que queremos
y no sólo qué es lo que debemos hacer para ser aceptados, queridos o aplaudidos
por los demás.
Muchas veces, este aspecto del amor por uno
mismo suele confundirse con egoísmo. Pero la salud integral y la felicidad, no
pueden sostenerse sin un verdadero compromiso afectivo con uno mismo.
El aspecto negativo, el egoísmo, se da cuando la
actitud no es la de œhacer aquello que más me agrada, sino cuando pretendo que
los otros hagan lo que a mí me gusta. En otras palabras, no es querer hacer lo
que elijo porque me hace bien, sino querer que los otros hagan lo que yo quiero.
Esta actitud, insana por cierto, nada tiene
que ver con desarrollar un saludable amor por uno, ni manifiesta una persona
que se ame a sí misma, dado que el amor por los demás y el amor por uno mismo
tienen la misma raíz.
Si aún no hemos aprendido a desarrollar un
sano y adulto amor a nosotros mismos, podemos animarnos y comenzar de a poco:
Estar
donde decidimos estar, pensar lo que pensamos, elegir decirlo o callarlo,
sentir como sentimos.
Y, claro est elegimos.
Estas actitudes positivas nos transforman
en adultos más sanos porque, simplificando al máximo la definición, la neurosis
no es más que el resultado de la gran contradicción entre lo que quisiéramos
hacer naturalmente y lo que creemos que debemos hacer porque nos enseñaron que
es lo correcto, lo que corresponde.
Y este œestar bien con uno mismo se
traduce luego en una apertura y entrega a otros, en un descubrimiento del
placer de ayudar, la satisfacción de ser solidario y la necesidad de expandir
ese amor.
Porque es desde allí, desde ese lugar, donde me
puedo conectar con el otro, con su sufrimiento o dolor, y él me dará la
posibilidad de ayudarlo.
Aquí hay otro punto¦ es bueno conocer qué
es lo que me mueve a ayudar a otros: porque puedo hacerlo, porque así me lo
enseñaron, porque me siento culpable de
tener lo que otros no tienen, por miedo
a ser castigado por Dios si no lo hago (¡¡¡vaya mentira!!!), porque creo que cuando doy me vuelve
multiplicado¦ o¦
La razón más poderosa que mueve a un adulto
sano a ayudar a otros es que ha descubierto el propio placer de dar, y no
quiere privarse de hacer lo que le hace bien a él y a otros.
A partir de desarrollar nuestra propia
capacidad de amarnos sanamente a nosotros mismos, es como vamos encontrando más
espacios y más formas de amar al otro.
œHay quienes dan con alegría y esa alegría
es su premio. Khalil Gibran).
œSi haces amistad contigo mismo, nunca
estarás solo rgb(255, 102, 153);">
María Guadalupe Buttera 
|