Con la bendición de YHVH y con la ayuda de Mushkil
Gusha, invoco que Todas Vuestras Dificultades sean Disipadas en el día de
hoy
¡ Necesítenlo mucho y
deséenlo poco !
Compartan algo de comer con alguien que esté necesitado,
cualquiera sea su necesidad y cuenten la Historia de
Mushkil
Gusha
Kodoish, Kodoish, Kodoish Adonai
Tsebayoth
YHVH
La Historia de Mushkil Gusha
Había una vez, a menos de mil millas de aquí,
un pobre leñador viudo que vivía con su hija pequeña. Todos los días iba a la
montaña a cortar leña para hacer fuego, que traía a casa y ataba en haces.
Después de tomar el desayuno caminaba hasta el pueblo más cercano, donde
vendía la leña y descansaba un rato antes de regresar. Un día, al volver ya
tarde a casa, la niña le dijo:
”Padre, a veces desearía tener mejor comida, más cantidad y
diferentes clases de cosas para comer.”
”Muy
bien hija mía” dijo el viejo »mañana me levantaré más temprano que de costumbre,
me adentraré en la montaña donde hay más leña y traeré una cantidad mucho mayor
que la habitual. Llegaré a casa más temprano y así podré atar la leña antes para
luego ir al pueblo a venderla; conseguir de esta forma más dinero y te traerá
toda clase de cosa ricas para comer.«
A la mañana
siguiente el leñador se levantó antes del alba y se fue las
montañas. Trabajó duramente cortando leña, e hizo un enorme haz que acarreó
sobre su espalda hasta la casa.
Cuando llegó, todavía era muy temprano. Puso la carga en el suelo
y golpeo la puerta diciendo:
»Hija, hija, abre la puerta que tengo hambre y sed, y necesito
tomar algún alimento antes de ir al mercado.«
Pero la puerta permanecía cerrada. El leñador estaba tan cansado
que se acostó en el suelo y pronto se quedó dormido al lado del atado de leña.
La niña, que había olvidado la conversación de la noche anterior, estaba
profundamente dormida. Cuando el leñador se levantó, unas horas después, el sol
ya estaba alto. Golpeo nuevamente la puerta y dijo:
»Hija, hija, ven pronto. Debo comer algo e ir
al mercado pues es mucho más tarde que otros días.«
Pero como la niña había olvidado aquella conversación de la noche
anterior, mientras el padre dormía, se había levantado, arreglado la casa, y
había salido a dar un paseo. Dejó la cabaña cerrada, suponiendo, en su olvido,
que su padre estaba todavía en el pueblo.
Así que el leñador se
dijo: »Ya es demasiado tarde para ir al
pueblo, regresaré a las montañas y cortar otro haz de leña, que llevaré a casa,
así mañana tendré doble carga para llevar al mercado.«
Trabajó duramente ese día en las montañas, cortando leña y dando
forma a la misma. Era ya de noche cuando llegó a su casa con la leña sobre los
hombros. Puso el atado detrás de le casa, golpeo la puerta y dijo:
»Hija, hija, abre que estoy
cansado y no he comido nada en todo el día. Tengo doble cantidad de leña que
espero llevar mañana al mercado. Esta noche tengo que dormir bien para poder
sentirme fuerte.«
Tampoco hubo
respuesta, pues la niña, como sintió mucho sueño al regresar a su casa, se
preparó la comida y se fue a la cama. Al principio estuvo preocupada por la
ausencia de su padre, pero luego se tranquilizó pensando que se había quedado a
pasar la noche en el pueblo.
Nuevamente el leñador, al ver que no podía
entrar en su casa, cansado, hambriento y sediento, se acostó junto a la leña y
de inmediato se quedó dormido. Le fue imposible permanecer despierto a pesar de
la preocupación que sentía por lo que hubiera podido pasarle a su hija. Como el
leñador tenia tanto frío, tanta hambre, y estaba tan cansado, despertó muy, muy
temprano, a la mañana siguiente, aún antes de que hubiera luz. Se sentó y miró a
su alrededor pero no pudo ver nada. Entonces ocurrió algo extraño, le pareció
escuchar una voz que decía:
»Rápido, rápido,
deja tu leña y ven aquí. Si lo necesitas mucho y lo deseas poco, tendrás una
comida deliciosa.«
El leñador se puso
de pie y caminó en dirección hacia donde venía la voz. Anduvo, anduvo y anduvo,
pero no encontró nada. Entonces sintió más cansancio, frío y hambre que antes, y
además se encontraba perdido. Había tenido muchas esperanzas, pero eso no
parecía haberlo ayudado.
Ahora se
sintió triste, con ganas de llorar, pero se dio cuenta de que llorar tampoco le
ayudaría. Así que se acostó y se durmió. Muy poco después despertó nuevamente,
tenía demasiado frío y hambre para poder dormir.
Fue entonces cuando se le ocurría relatarse a sí mismo, como si
fuera un cuento, todo lo que había ocurrido después de que su hija le hubiera
pedido una clase diferente de comida.
Tan pronto como terminó su
historia, le pareció oír otra vez, en algún lugar por encima de El, como
saliendo del amanecer, que decía:
»¿Que haces
ahí?«
»Estoy contándome mi propia historia,« respondió el leñador.
»¿Y cuál es esa historia?« preguntó la voz.
El leñador repitió su narración.
»Muy bien,« dijo la voz. Y a
continuación le indicó que cerrara los ojos y subiera por la escalera.
»Pero yo no veo ninguna escalera,« dijo el viejo.
»No importa,
haz lo que te digo,« ordenó la voz. El hombre hizo lo que se le indicaba. Tan
pronto como hubo cerrado los ojos, descubrió que estaba de pie y, levantando el
pie derecho, sintió algo como un escalón debajo de Él. Comenzó a subir lo que
parecía ser una escalera. De repente los escalones comenzaron a moverse, se
movían muy deprisa, y la voz le dijo:
»No abras los ojos hasta que yo te lo indique.«
No había pasado mucho tiempo cuando le ordenó
abrirlos. Al hacerlo, se encontró en un lugar que parecía un desierto, con el
sol ardiente sobre su cabeza. Estaba rodeado de cantidades y cantidades de
pequeñas piedras de todas clases: rojas, verdes, azules y blancas. Pero parecía
estar solo; miró a su alrededor y no pudo ver a nadie.
Pero la voz
comenzó a hablar de nuevo:
»Toma todas las
piedras que puedas, cierra los ojos y baja los escalones.«
El leñador hizo lo que se la decía y, cuando abrió los ojos por
orden de la voz, se encontró delante de la puerta de su propia casa. Llamó a la
puerta y la hija le abrió. Ella le preguntó que dónde había estado y el padre le
contó lo ocurrido, aunque la niña apenas entendía lo que Él decía porque todo le
sonaba muy confuso.
Entraron en la casa, y la niña y su padre
compartieron lo último que les quedaba para comer: un puñado de dátiles secos.
Cuando terminaron, el leñador creyó oír nuevamente la voz, una voz como la otra
que le había dicho que subiera los escalones. La voz dijo:
»A pesar de
que quizá tú aún no lo sabes, has sido salvado por
Mushkil Gusha. Recuerda:
Mushkil Gusha siempre está aquí. Asegúrate de que todos los jueves por la noche
comerás unos dátiles, darás otros a alguna persona necesitada y contarás la
historia de Mushkil Gusha. De lo contrario, harás un regalo en su nombre a
alguien que ayude a los necesitados. Asegúrate de que la historia de
Mushkil Gusha
nunca, nunca sea olvidada. Si tú haces
esto y otro tanto hacen las personas a quienes tú cuentes esta historia, los que
tengan verdadera necesidad siempre encontrarán su camino.
El leñador
puso todas las piedras que había traído del desierto en un rincón de su casita.
Parecían simples piedras y no supo que hacer con ellas. Al día siguiente llevó
sus dos enormes atados de leña al mercado y los vendió muy fácilmente, a muy
buen precio. Al regresar a su casa, llevó a su hija toda clase de ricos
manjares, que ella hasta entonces jamás había probado.
Cuando
terminaron de comer, el viejo leñador dijo:
»Ahora te voy a contar toda
la historia de Mushkil Gusha. Mushkil Gusha significa el disipador de todas
las dificultades. Nuestras dificultades han desaparecido gracias a Mushkil Gusha, y debemos siempre recordarlo.«
Durante una semana el hombre siguió como de costumbre. Fue a las
montañas, trajo leña, comía algo, llevó la leña al mercado y la vendía. Siempre
encontró un comprador sin dificultad.
Llegó el jueves siguiente y, como es común entre los hombres, el
leñador olvidó contar la historia de Mushkil
Gusha. Esa noche, ya
tarde, se apagó el fuego en casa de los vecinos, los cuales no tenían nada con
lo que volver a encenderlo; fueron a casa del leñador y le dijeron:
»Vecino, vecino, por favor,
danos un poco de fuego de esas maravillosas lámparas que vemos brillar a través
de tu ventana.«
»¿Qué lámparas?«
preguntó el leñador.
»Ven fuera y verás,« le respondieron. El leñador salió y vio
claramente toda clase de luces que brillaban, desde dentro, a través de su
ventana. Entró en casa y vio que la luz salía de montón de piedrecitas que había
colocado en un rincón. Pero los rayos de luz eran fríos y resultaba imposible
emplearlos para encender fuego, así que salió y les dijo:
»Vecinos, lo lamento, no tengo fuego,« y
les dio con la puerta en las narices. Los vecinos se sintieron molestos y
sorprendidos, y volvieron a su casa refunfuñando. Pero ellos aquí abandonan
nuestra historia.
El leñador y su hija, rápidamente, taparon las
brillantes luces con cuanto trapo encontraron, por miedo de que alguien viera el
tesoro que tenían. A la mañana siguiente, al destapar las piedras, descubrieron
que eran luminosas piedras preciosas.

Una por una, las fueron llevando a las ciudades de los
alrededores, donde las vendieron a un enorme precio. El leñador, entonces,
decidió construir un espléndido palacio para Él y su hija. Eligieron un lugar
que quedaba justamente frente al castillo del rey de su país. Poco tiempo
después había tomado forma un maravilloso edificio.
Ese rey tenía una
hija muy bella, que al despertar una mañana vio un castillo que parecía de
cuento de hadas frente al de su padre y se quedó muy sorprendida. Preguntó a su
servidumbre:
»¿Quién ha
construido ese castillo? ¿Con que derecho hacen algo así tan cerca de nuestro
hogar?«
Los sirvientes
salieron e investigaron y, al regresar, le contaron a la princesa la historia,
hasta donde pudieron saberla. Entonces la princesa, muy enojada, mando llamar a
la hija del leñador, pero cuando las dos niñas se conocieron y hablaron, pronto
se hicieron buenas amigas. Se veían todos los días e iban juntas a jugar y a
nadar un arroyo que habían sido hecho para la princesa por su padre.
Algunos días después del primer encuentro, la princesa se quitó un
hermoso y valiosa collar, y lo colgó en un árbol próximo al arroyo.
Al volver
olvidó llevárselo, y al llegar a casa pensó que lo había perdido. Mas la
princesa, recapacitando, decidió que la hija del leñador se lo había robado. Se
lo dijo a su padre, quien hizo arrestar al leñador, confiscó el castillo y le
embargó todos sus bienes; el leñador fue puesto en prisión y la hija internada
en un orfelinato.
Como era costumbre en ese país, después de cierto
tiempo, el leñador fue sacado de su celda y llevado a la plaza pública, donde se
le encadenó a un poste, con un letrero alrededor del cuello que decía:
Esto es lo que les ocurre a aquellos que roban a los reyes.
Al principio,
la gente se reunía a su alrededor, burlándose de Él y tirándole cosas. El
leñador se sentía muy desdichado. Pero, como es común entre los hombres, pronto
se acostumbraron a ver al viejo sentado junto al poste y le prestaban cada vez
menos atención. A veces le tiraban restos de comida, a veces no.
Un día escuchó decir a alguien que era jueves por la tarde.
Repentinamente, llegó a su mente el pensamiento de que pronto sería la noche
de Mushkil Gusha, el disipador de todas las
dificultades, y que había olvidado conmemorarlo desde hacía tanto tiempo. Tan
pronto como este pensamiento llegó a su mente, un hombre caritativo que pasaba
por allí le arrojó unas monedas. El leñador lo llamó:
»Generoso amigo, me has dado un dinero que para mi no es de
ninguna utilidad, si de alguna manera tu generosidad alcanzara comprar uno o dos
dátiles y venir a sentarte conmigo para comerlos, yo te quedaría eternamente
agradecido.
El hombre fue y compró algunos dátiles, se sentó a su lado y
comieron juntos. Al terminar, el leñador le contó la historia de Mushkil Gusha.
»Creo que debes estar loco«,
le dijo el hombre generoso cuando la hubo escuchado. Pero era una persona
comprensiva y, a su vez, tenía bastantes dificultades. Al llegar a su casa,
después de este incidente, encontró que todos sus problemas habían desaparecido.
Y esto le hizo pensar más seriamente acerca de Mushkil Gusha. Pero Él aquí abandona nuestra historia.
A la mañana siguiente la princesa
volvió al lugar donde solía bañarse y, cuando estaba a punto de entrar en el
agua, vio algo que parecía ser su collar en el fondo del arroyo. Pero en el
momento en que iba a recogerlo, sintió ganas de estornudar y, al echar la cabeza
hacia atrás, vio que lo que había tomado pero su collar era sólo su reflejo en
el agua, porque el verdadero collar estaba colgado en la rama del árbol, en el
mismo lugar en que lo había dejado hacía mucho tiempo.
Tomándolo,
corrió emocionada y le contó lo ocurrido al rey. éste ordenó que el leñador
fuera puesto en libertad y que se le dieran públicas disculpas. La niña fue
sacada del orfelinato y todos fueron felices para siempre.
Éstos son algunos de los incidentes de la
historia de Mushkil Gusha. Es un cuento muy largo y nunca
termina. Tiene muchas versiones; algunas ni siquiera se llaman la historia
de Mushkil Gusha
y por eso la gente no las reconoce. Pero es por causa
de Mushkil Gusha
por lo que su historia, en cualquiera de sus formas, es
recordada por alguien, en algún lugar del mundo, día y noche, donde quiera que
haya gente. Así como su historia siempre ha sido relatada, así seguirá siendo
contada siempre.
¿Quieres repetir la historia de Mushkil Gusha los jueves por la noche y ayudar así al trabajo de Mushkil Gusha?
Hoy
es jueves, y pronto será de noche, es por ello que quiero compartir con
ustedes la historia de Mushkil Gusha, que
es aquel que disipará todas vuestras dificultades en sus
vidas,
¿ Quieres repetir la historia de Mushkil Gusha los jueves por la noche compartiendo una comida, dando algo a
algún necesitado cualquiera sea su necesidad y ayudar así al trabajo
de Mushkil Gusha?
Un abrazo con un todo el amor del universo, la
magia existe deja que entre en tu
corazón
Arnau Sarrà
Rooshi Tao
Zen
¡ DIOS LOS BENDICE
!
PUES VUESTRAS
DIFICULTADES YA HAN SIDO
DISIPADAS