La Práctica del No Juzgar
Tomado del Libro
Las Cuatro Revelaciones del Dr. Alberto Villoldo,
esta práctica forma parte de la primera revelación.
Para practicar el no juzgar,
debemos trascender
nuestras limitadas creencias, incluso las que tenemos sobre el bien y
el
mal.
Le damos un sentido al mundo
al juzgar las
situaciones como «buenas» o «malas» de acuerdo a reglas definidas
por nuestra
cultura. Estas reglas constituyen nuestro código moral. Pero un
Guardián de la Tierra
es
amoral. Eso no quiere decir que sea inmoral, sino que simplemente no se
rige
por tradiciones. El Guardián cree que es importante desprenderse de
este tipo
de juicios y mantener su capacidad de discernimiento.
Cuando
practicas el no juzgar, te niegas a seguir automáticamente la opinión
de los
demás en cualquier situación. Al hacer esto, comienzas a tener un
sentido de la
ética que trasciende las tradiciones de nuestro tiempo. Esto es
importante hoy
en día, cuando las imágenes de los medios de comunicación se han
convertido en
algo más convincente que la realidad, y nuestros valores –libertad,
amor,
etcétera- son reducidos a eslóganes y palabras vacías.
Cuando
te niegas a colaborar con la visión consensual, adquieres una
perspectiva
diferente. Descubres lo que la libertad significa para ti a nivel
personal, y
que no es lo que cuentan los políticos en sus bien ensayados discursos.
Comprendes que la libertad es mucho más que poder elegir entre varios
modelos
de coches o entre opciones de un menú.
Nuestros
juicios son suposiciones que están basadas en lo que hemos aprendido y
en lo
que nos han contado. Por ejemplo la mayoría de nosotros cree que el
cáncer es
una enfermedad mortal, de modo que si el doctor nos dice que la
padecemos, nos
quedamos aterrorizados. Sin embargo, si practicamos el no juzgar,
rechazamos la
creencia automática de que esto significa que vamos a tener que luchar
por
nuestra vida. Podemos estar de acuerdo en seguir el tratamiento que
nuestro
médico recomienda, pero no aceptamos el hecho de que tenemos unas
probabilidades de recuperación del 1 al 99%. No calificamos nuestras
posibilidades de supervivencia, sean éstas buenas o malas, ni tampoco
les
consignamos ningún número, porque eso sería entregar nuestro destino a
las
estadísticas. En lugar de eso, lidiamos con el problema que tenemos
entre
manos, no sólo desde el nivel literal de nuestro cuerpo, sino desde el
nivel de
percepción más elevado que podamos. Nos permitimos aceptar lo
desconocido, junto con sus infinitas posibilidades.
Hace
algunos años, por ejemplo, a un amigo mío se le diagnosticó cáncer de
próstata.
Afortunadamente, en esa época el vivía con un curandero, quien le dijo:
«No
tienes cáncer; tus radiografías sólo muestran algunas manchas que con
el tiempo
se curarán». Al cabo de un mes, esas manchas pudieron ser sanadas.
Si mi
amigo hubiese calificado esas manchas como «cancerosas» y tejido una
historia
en torno a ellas, se habría convertido en un «paciente de cáncer». Si
hubiese
aceptado esta historia literal sobre su enfermedad, estaría condenado a
convertirse en una estadística –en su caso, a formar parte del 40% de
los
pacientes que se cura o del 60% que no lo hace. Sus posibilidades se
habrían
reducido para convertirse en probabilidades, porque, al saber que
llevaba las
de perder, no habría sido capaz de imaginarse dentro del 40% de los que
se
curan. Por eso les enseño a mis alumnos a trabajar con sus clientes antes
de que éstos reciban los resultados de las biopsia, antes de que las
manchas
que aparecen en las radiografías reciban un nombre y que la historia
del
«cáncer mortal» quede grabada en su mente y se convierta en una
profecía que se
cumple a sí misma.
Recientemente,
una mujer llamada Alyce llamó para pedir
consulta con
Marcela, que forma parte de nuestro personal. Alyce
se había hecho una mamografía y se le había encontrado un bulto en un
pecho.
Marcela le preguntó si quería que comenzara a trabajar con ella antes
de la
biopsia, para intentar influenciar los resultados, o si prefería
esperar hasta
después. Alyce eligió la primera opción. A
la semana
siguiente, recibió una llamada de su médico. Este le dijo que habían
cometido
un error, ¡habían confundido su mamografía con la de otra persona, y la
suya
era perfectamente normal! De modo que nuestras historias no sólo
influyen en nuestra
forma de ver la vida, sino también en el «mundo real» -en este caso,
¡curando
una situación que ya había sucedido!
§
Siempre podemos crear una historia mítica en torno a nuestro viaje, una
historia que nos ayude a crecer, a aprender y a curarnos. A fin de
cuentas, es
posible que no podamos alterar las manchas en una radiografía, pero sí
curar
nuestra alma y comenzar a educarnos por fin en las lecciones que hemos
venido a
aprender en este mundo. Nuestra lección puede ser ir más despacio y
apreciar a
las personas que nos rodean, dejar de aferrarnos a una existencia que
hemos
vivido como sonámbulos porque creímos que debíamos vivir nuestras vidas
de una
cierta forma; o, desde la perspectiva del colibrí, estas manchas pueden
ser una
llamada de advertencia para que hagamos los cambios que hemos estado
evitando.
Hemos creado grandes historias en torno al cáncer, el sida y otras
enfermedades, pero no en torno a otras dolencias. Si el médico nos dice
que no
tenemos un parásito, por ejemplo, la mayoría de nosotros no se pone a
pensar en
los millones de personas alrededor del mundo que mueren a causa de
infecciones
producidas por parásitos ni comienza a angustiarse con la idea de que
va a
morir. No hemos construido ninguna historia alrededor de esta
enfermedad,
aunque a menudo resulta ser fatal. Esto es en parte porque existe poco
interés
comercial o monetario en perpetuar estas historias. El tratamiento de
las
infecciones producidas por parásitos, aunque afectan a alrededor de dos
mil
millones de personas en todo el planeta, no es un gran negocio para las
grandes
compañías farmacéuticas, a diferencia del cáncer, el colesterol y las
enfermedades cardíacas. Las historias de miedo ayudan a vender
medicamentos.
Cuando no juzgas la enfermedad ni te dejas dominar por el miedo de que vas a morir, es más fácil que puedas percibirla
desde un
nivel más elevado y escribir una historia mítica. De modo que si tienes
un
parásito, podrás reconocerlo como la manifestación literal de la ira
tóxica de
otras personas que tú has interiorizado. Alternativamente, podrías
descubrir
que te has desviado de tu camino y que estás viviendo una vida que es
venenosa
para ti.
Cuando practicamos el no juzgar, ya no padecemos enfermedades –tenemos
oportunidades para la curación y el crecimiento-. Ya no sufrimos
traumas
pasados –tenemos acontecimientos que han moldeado nuestra
personalidad-. No
rechazamos los hechos –nos oponemos a la interpretación negativa de
estos
hechos y a la historia traumática que nos sentimos tentados a tejer en
torno a
ellos. Entonces creamos una historia de fuerza y compasión basada en
estos
hechos.
La revelación 1 se llama el camino del héroe porque los chamanes y
curanderos
más eficaces reconocen que ellos también han sido profundamente heridos
en el
pasado, y que a raíz de su curación han desarrollado una fuerte
compasión por
los que sufren. Con el tiempo, sus heridas se convirtieron en dones que
les
permitieron sentir más profundamente las cosas y mostrar más compasión
por los
demás. En otras palabras, ¿quién mejor para
ayudar a
un alcohólico que alguien que esta en recuperación, que reconoce las
mentiras
que el alcohólico se dice a sí mismo y que conoce el coraje que hace
falta para
superar esta adicción?¿Quién mejor para auxiliar a un hosco y colérico
adolescente que un adulto cuya adolescencia estuvo marcada por la
rebeldía, el
resentimiento y la inseguridad, pero que conseguido curarse a sí mismo?
Cuando
alguien ya ha pasado por esas experiencias, es más fácil desprenderse
de los
juicios y calificaciones, y centrarse en la curación.
Tomado del Libro Las Cuatro Revelaciones
del Dr.
Alberto Villoldo, esta práctica forma
parte de la
primera revelación.
§ § §
El profesor Alberto Villoldo, Psicólogo
y
antropólogo Médico estuvo dirigiendo durante
muchos años el Laboratorio Biológico de la Universidad
de San Francisco, investigando los efectos de la curación a través de
la
energía y de la visualización en la química del cerebro. Un día se dio
cuenta
de que sus estudios precisaban mayor compromiso y dedicación. Por esa
razón,
dejó el microscopio y la universidad para visitar personalmente el
Amazonas.
Allí empezó su viaje de recuperación de las tradiciones milenarias de
la
medicina de la civilización Incas y ahora enseña medicina energética a
miles de
profesionales médicos y legos cada año.
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