"Aquello que ya no poseemos es nuestro tesoro, aquello que poseemos es nuestra limitación."
Maestra Lilananda
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EDITORIAL
Hola!
Así como en la relación de pareja se confunde "poseer" con "amar", con cualquier experiencia de la vida se puede hacer un paralelo. En la relación de pareja la confusión surge cuando se cree que por amar se es dueño de la otra persona o dicho en otras palabras, que esa persona, al ser "mía", debería hacer lo que yo quiero que haga. Estas dos palabras, "yo quiero", indican el deseo de poseer.
Cuando una experiencia de la vida nos confronta, es decir, que estamos ante una situación que no deseamos vivir, el sufrimiento surge porque lo que nos está tocando vivir no es lo que "yo quiero". Así como en la relación de pareja el Amor verdadero sería totalmente neutro e incondicional (a diferencia de la posesión), ante una experiencia confrontante esta no se trascenderá sino hasta que se le ame de la misma manera: neutralmente.
Amar la experiencia no significa encariñarse con ella, eso sería apego; significa dejarla ser sin juzgarla y más bien observarla. Esto quiere decir que no habrá una calificación negativa o positiva de la misma, sino solo observación. Coloquialmente, podríamos decir que "no nos va ni nos viene". Esta no reacción, cuando no es resultado de un bloqueo emocional por trauma sino resultado de una legítima experimentación neutra, indicará un cierto nivel de trascendencia ante esa experiencia.
En servicio, Santiago
EL SENTIDO DE SENTIR, por María Antonieta Solórzano
AMAR NO ES POSEER
Nuestra costumbre de poseerlo todo ha desvirtuado los vínculos afectivos convirtiéndolos en relaciones de dominio hasta el punto de perder cualquiera otro valor.
Así le sucedió al novio desdichado de una reina de Arauca. Después de cometer el crimen, afirmó: “Yo la maté… no quiso casarse conmigo, insistió en que dejáramos las cosas así (…) entré en celos y en ira, me enloquecí.” En nuestro país, hasta hace pocos años, estas acciones se consideraban legales amparados en el concepto de la “ira e intenso dolor.”
Hoy, por fortuna, los celos no se pueden llevar, impunemente, hasta las últimas consecuencias. Pero dichos sentimientos se siguen considerando no solo normales sino, además, señales inequívocas del verdadero amor. ¿Será que estamos destinados a confundir el amor con la posesión del otro? ¿Seremos capaces de reconocer que el amor tiene todo que ver con la libertad y nada que ver con la esclavitud?
Y es que, desde el punto de vista lógico, sabemos que una cosa es amar y otra muy distinta poseer. Pero en la vida cotidiana no siempre los distinguimos. En el lenguaje de los enamorados, expresiones como: “soy tuya o tuyo” evidentemente manifiestan una declaratoria de pertenencia pero que, curiosamente, se experimentan como sinónimos de “te quiero” o “te amo”.
Con frecuencia las personas relatan que cuando sus parejas hablan de querer libertad sienten celos, que destrozan su tranquilidad interior. Imaginan que su amado o amada se va a ir con otro. En esos momentos la ansiedad puede alcanzar niveles inimaginados. Ven señales de traición en las conversaciones más sencillas, lo más grave, no hay felicidad, pues lo esperado es que al establecer un vínculo amoroso, se adquiera el derecho al dominio de los sentimientos y del tiempo del otro.
Así las cosas, muchos se sorprenden al oír un planteamiento como: ¿Quieres vivir una relación en la que no sabes si te aman porque tu pareja así lo ha elegido, o porque no le queda más remedio pues tú controlas todos sus movimientos, deseos y pensamientos?
Lo importante es que la reflexión que surge a partir de esa pregunta, les permita confrontar el miedo a perder el amor, su inseguridad, pero sobre todo, el absurdo de pensar que el amor es una obligación. Y por ese camino pueden, entonces, cambiar la dirección de sus vidas, crear nuevas formas de relaciones en las que el respeto a la dignidad mutua se constituya en el fundamento de la relación, y la libertad se instaure como la esencia del proceso amoroso.
Amar nos habla de cuidar al otro para que crezca y sea libre. En cambio, poseer nos impele a declarar dominio, a ostentar el derecho de usarle en beneficio propio. Los celos son, entonces, la dolorosa emoción que transforma el amor en posesión, son el escenario en el que el temor de perder al amado nos conduce, inevitablemente, a la muerte de la relación.
Solo si nos atrevemos a cuidar la libertad del amado podremos lograr que nuestros vínculos afectivos cuenten historias en las que los protagonistas sean el amor, la independencia, la sexualidad consentida pero, sobre todo, el respeto a la vida.
msolorzano@cable.net.co
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Publicado originalmente en El Espectador.
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