Por el
Maestro Tibetano Djwhal Khul
Dar
Hay una gran ley contenida en las palabras: "a quienes
todo lo dan, todo les será dado"... Muchos aspirantes al discípulo no
conocen ni comprenden actualmente esta ley; tampoco se entregan plena ni
libremente al trabajo de la Jerarquía, ni a quienes están necesitados.
Mientras no lo hagan, limitarán su efectividad y cerrarán la puerta de
la provisión, no sólo para sí mismos sino para el grupo servidor al cual
están afiliados. Tal es la responsabilidad. La clave para la provisión
es la inofensividad de la personalidad y la dedicación de todos los
recursos individuales al servicio de los Grandes
Seres, sin restricciones y con espontaneidad. Como discípulos,
traten de vivir inofensivamente, en pensamiento, palabra y acción, y
cuando material, emocional o temporalmente, nada se escatime y se
aplique la fuerza física, y se donen los recursos con alegría, entonces
el discípulo tendrá todo lo necesario para llevar a cabo el trabajo;
esto atañe también a los grupos activos de servidores. Tal es la ley. Es
innecesario decir que la perfección no es posible todavía, pero sí debe
haber un mayor esfuerzo de los discípulos para dar y
servir.
Por lo tanto, llegará infaliblemente el día en
que, como individuos y como parte del grupo de un Maestro, subordinarán
sus vidas personales a la necesidad de la humanidad y a la intención del
Maestro. Entonces serán y no lucharán tanto por llegar a ser; darán y no
combatirán constantemente la tendencia a no dar; olvidarán sus cuerpos
físicos y no les prestarán tanta atención (y el resultado será mejor
salud); pensarán y no vivirán tan profundamente en el mundo de los
sentidos; antepondrán sensata e inteligentemente y como un procedimiento
normal, el trabajo del Maestro y el servicio a los demás. (El
Discipulado en la Nueva Era, Tomo I, p. 635)
El
dar y el compartir de los Servidores harán ese Otro Mundo
Posible
Servidores y
Servicio
Del deber cumplido esmeradamente, surgirán esos deberes
mayores que llamamos trabajo mundial; de llevar la carga de la
responsabilidad de la familia se fortalecerán nuestros hombros y nos
permitirá soportar las del grupo mayor.
Así sirve la humanidad, y
en el desarrollo de una aptitud consciente de servicio, en el
acrecentamiento de una comprensión consciente de la parte individual que
debe desempeñar en el desarrollo del plan y en el sometimiento de la
personalidad al alma, se logrará el constante progreso de la humanidad
hacia su meta de servicio mundial.
Al Maestro no le interesa la
fuerza o posición mundana del trabajador, ni la cantidad de personas que
se reúnan alrededor de su personalidad, sino los móviles que impulsan su
actividad y el efecto que su influencia ejerce sobre sus semejantes. El
verdadero servicio es la emanación espontánea de un corazón amoroso y de
una mente inteligente, el resultado de hallarse en el lugar
correspondiente y permanecer en él; el producto de la inevitable
afluencia de la fuerza espiritual y no de la intensa actividad en el
plano físico; es el efecto del hombre cuando expresa lo que en realidad
es, un divino Hijo de Dios, y no el efecto estudiado de sus palabras o
actos. Un verdadero servidor reúne alrededor de él, a quienes es su
deber servirlos y ayudarlos por medio de la fuerza de su vida y su
personalidad espiritualizada, y no por sus pretensiones o aseveraciones
orales. Sirve olvidándose de sí mismo, sigue su camino abnegadamente, no
piensa en la magnitud o el fracaso de sus realizaciones, ni tiene ideas
preconcebidas de su propio valor o utilidad. Vive, sirve, trabaja y
ejerce influencia, sin pedir nada para el yo separado.
Sólo
recomiendo a cada uno y a todos renovar sus esfuerzos a fin de equiparse
en el servicio mediante un consciente y deliberado esfuerzo, desarrollar
la intuición y lograr la iluminación. Todo ser humano que alcanza la
meta de la luz y la sabiduría, tiene, automáticamente, un campo de
influencia que se extiende hacia arriba y hacia abajo, y ambos llegan
internamente a la fuente de la luz, como exteriormente a los "campos de
la oscuridad". Cuando haya logrado la realización, llegará a ser un
centro consciente de fuerza dadora de vida, y lo hará sin esfuerzo
alguno. En renovado esfuerzo estimu¬lará, energetizará y vivificará
todas las vidas con las cuales se pone en contacto, ya sea un compañero
aspirante, un animal o una flor. Actuará como trasmisor de luz en la
oscuridad, dispersará el espejismo a su alrededor y permitirá la
irradiación de la realidad.
Cuando en gran número los hijos de
los hombres puedan actuar de esta manera, entonces la familia humana
emprenderá su destinado trabajo de servicio planetario. Su misión es
actuar como puente entre el mundo del espíritu y el mundo de las formas
materiales. Todos los grados de materia se encuentran en el hombre y
todos los estados de conciencia son posibles para él. La humanidad puede
trabajar en todas direcciones, elevando al cielo los reinos subhumanos,
y trayendo el cielo a la tierra.
Este llamado al servicio halla
generalmente una respuesta, pero una respuesta matizada por la
personalidad del aspirante y por su orgullo y ambición. La necesidad es
verdaderamente comprendida. El deseo de satisfacer esa necesidad es
genuino y sincero; el anhelo de servir y elevarse es verdadero. El
estudiante da los pasos necesarios que lo capacitarán para adaptarse al
plan. Pero el inconveniente que debemos enfrentar forzosamente en el
aspecto interno es que, aun no existiendo duda alguna respecto a la
voluntad y deseo de servir, los caracteres y temperamentos son de tal
índole, que se presentan dificultades casi insuperables. Por medio de
estos aspirantes tenemos que hacer el trabajo, y con frecuencia el
material que nos brindan da mucho que hacer.
Es tan fácil
dejarse ilusionar por la belleza y visión de los ideales propios, por la
supuesta rectitud de su propia posición y, sin embargo, estar todo el
tiempo bajo la influencia subjetiva del amor al poder personal, ambición
individual, celos de otros trabajadores y las muchas trampas que acechan
al incauto discípulo. Pero si se cultiva verdadera impersonalidad, se
desarrolla el poder de mantenerse firme, se maneja toda la situación con
espíritu de amor, no se actúa precipitadamente ni permite que se
infiltre la separatividad, entonces se desarrollará un grupo de
verdaderos servidores, que reunirá a quienes puedan materializar el
plan, producir el nacimiento de la nueva era y sus consiguientes
milagros.
El servicio es un instituto del alma. Constituye la
característica sobresaliente del alma, así como el deseo es la
característica sobresaliente de la naturaleza inferior. Es un deseo
grupal, así como en la naturaleza inferior existe el deseo personal. Es
el impulso hacia el bien grupal. Por lo tanto, no puede ser enseñado ni
impuesto sobre persona alguna como evidencia deseable de la aspiración,
que actúa desde afuera y está basada en la teoría del servicio. Es
sencillamente el primer efecto verdadero que se evidencia en el plano
físico, de que el alma comienza a expresarse externamente.
Quizás
la sugerencia más valiosa que puede hacerse al hombre o a la mujer que
tratan de actuar como verdaderos servidores, es pedirles que pronuncien
diariamente, poniendo detrás de las palabras el corazón y la mente, la
promesa siguiente:
“Desempeño mi parte con firme decisión
y decidida aspiración; miro arriba, ayudo abajo; no sueño ni descanso;
trabajo; sirvo; ruego; Yo soy la Cruz; Yo soy el Camino; olvido mi
trabajo realizado; me elevo sobre mi yo vencido; mato el deseo; me
esfuerzo, olvidando toda recompensa; renuncio a la paz; rechazo el
descanso y, en la tensión del dolor, me pierdo a mí mismo, para
encontrarme a Mí mismo, y así penetrar en la paz. Solemnemente me
comprometo a realizar todo esto, invocando a mi Yo
Superior”
(Extraído del Archivo XIII de los Anales de los Maestros)
A medida que el trabajo de aprender a servir prosigue y el
contacto interno se afirma, le seguirá la profundización de la vida de
meditación, y la luz del alma iluminará con mayor frecuencia a la mente.
Así se ha revelado el Plan.
Fuente: Reflexionen
sobre Esto – Item 168 – Libro de Recopilación
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