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RedLuz Argentina
 | Asunto: | [RedLuzArgentina] LA MENTE GLOBAL EN EL UNIVERSO HOLOGRÁFICO | Fecha: | Miercoles, 2 de Septiembre, 2009 15:27:54 (-0700) | Autor: | Cristina Casalis <artemisa309 @.........ar>
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Hoy en día casi todo el mundo ha oído hablar de los hologramas, las
imágenes tridimensionales proyectadas espacialmente con la ayuda de un
láser. En la actualidad, dos de los pensadores más eminentes en el
mundo -David Bohm, físico de la Universidad de Londres, antiguo
protegido de Einstein y uno de los físicos cuánticos más respetados,
así como Karl Pribram, neurofisiólogo de Stanford y uno de los más
influyentes arquitectos de la interpretación del cerebro- creen que el
propio universo bien pudiera no ser otra cosa que un gigantesco
holograma, una especie de imagen o estructura creada (al menos en
parte) por la mente humana.
Curiosamente, Bohm y Pribram llegaron a semejante conclusión de modo
independiente, a través del estudio de campos muy diferentes. Bohm se
convenció de la naturaleza holográfica del universo tras muchos años de
escepticismo frente a las teorías convencionales, incapaces de explicar
numerosos fenómenos presentes en la física cuántica. Pribram se
convenció a su vez ante la ineficacia de las formulaciones
convencionales para resolver determinados enigmas neurofisiológicos.
Una vez llegados a tales conclusiones, Bohm, Pribram y otros
investigadores adheridos a la misma idea advirtieron que el modelo
holográfico servía para explicar gran número de fenómenos, entre los
que se contaban la telepatía, la precognición, la psicoquinesis, los
sentimientos místicos de comunión con el universo, la sincronicidad e,
incluso, las experiencias chamánicas y preagónicas. De hecho, como
subrayan sus defensores, el paradigma holográfico ayuda a explicar
prácticamente todos los fenómenos místicos y paranormales.
¿De qué forma llegaron Bohm y Pribram a tan inusual concepción del
universo y qué tiene de extraordinario el modelo holográfico para
explicar fenómenos tan sorprendentes y dispares? Para responder a estas
preguntas es preciso examinar brevemente los campos estudiados por Bohm
y Pribram.
EL CEREBRO COMO HOLOGRAMA
Pribram concluyó que el universo es un holograma mientras trataba de
solventar la cuestión de cómo y dónde se almacenan los recuerdos en el
cerebro. A lo largo de varias décadas, numerosos estudios habían
probado que los recuerdos no se hallan confinados en una región precisa
sino que se encuentran diseminados por todo el cerebro. En una serie
histórica de experimentos efectuados entre los años veinte y cuarenta
del siglo pasado, el neurólogo Karl Lashley comprobó con sorpresa que
la extirpación de sucesivas porciones de cerebro no impedía a una rata
efectuar complejas tareas aprendidas antes de las distintas
extracciones quirúrgicas.
Pribram, antiguo discípulo de Lashley, no encontró respuesta al enigma
hasta la década de los sesenta, cuando la lectura de un artículo acerca
de la sorprendente y novedosa ciencia holográfica le proporcionó la
explicación que andaba buscando. Una breve disertación sobre la
naturaleza de los hologramas nos ayudará a comprender mejor la reacción
de Pribram.
Como ya indicamos, un holograma es una imagen tridimensional
confeccionada con la ayuda de un láser. Para obtener un holograma, el
objeto a fotografiar es bañado por la luz de un rayo láser. A
continuación se hace rebotar un segundo láser contra el reflejo
luminoso del primero y el patrón de interferencia resultante (el área
donde se cruzan ambos láseres) es capturado de modo fotográfico. Al ser
revelada, la película resultante muestra lo que parece un amasijo
caótico de luces y líneas oscuras. Sin embargo, basta con iluminar la
película con un nuevo rayo láser para conseguir una imagen
tridimensional del objeto original.
La tridimensionalidad de tales imágenes no constituye la única
característica sorprendente de los hologramas. Si partimos por la mitad
el holograma de una rosa e iluminamos con un láser las dos mitades
resultantes, cada mitad exhibirá la imagen completa de la rosa. Si
subdividimos las dos mitades una y otra vez, cada uno de los fragmentos
de película fotográfica seguirá mostrando una versión completa aunque,
eso sí, más pequeña, de la imagen original. A diferencia de las
fotografías convencionales, en el caso de los hologramas cada parte
posee la información presente en el todo.
Esta idea del ¨todo en cada parte¨ proporcionó a Pribram la explicación
que había buscado infructuosamente durante tanto tiempo. Los
experimentos de Lashley habían demostrado que cada porción del cerebro
parece contener la totalidad de los recuerdos presentes en el cerebro.
Ello llevó a Pribram a concluir que el propio cerebro debía ser una
especie de holograma.
¿Cómo se almacenarían los recuerdos en un cerebro de carácter holográfico?
Hoy en día Pribram cree que los recuerdos no se agrupan en neuronas o
pequeñas agrupaciones de neuronas, sino en estructuras de impulsos
nerviosos que entrecruzan el cerebro de modo similar a como las
estructuras laserianas entrecruzan un trozo de película fotográfica que
contenga una imagen de naturaleza holográfica.
El almacenamiento de la memoria no es el único enigma neurofisiológico
que resulta más fácil de abordar mediante el modelo holográfico del
cerebro propuesto por Pribram. Buena muestra de ello lo constituye la
forma en que el cerebro se las ingenia para traducir la avalancha de
frecuencias recibidas a través de los sentidos (frecuencias luminosas,
sonoras etc.) hasta transformarlas en familiares percepciones
sensoriales. La codificación y decodificación de frecuencias es
precisamente la especialidad del holograma.
De hecho, los neurofisiólogos han descubierto que el cerebro emplea
para el descifrado de las percepciones exactamente el mismo lenguaje
matemático (conocido como "transformaciones de Fourier¨) utilizado en
la elaboración de hologramas laserianos. Si tenemos en cuenta que la
Madre Naturaleza dispone de incontables lenguajes matemáticos, ello
resulta tan peculiar como lo sería descubrir a un grupo de esquimales
que hablaran swahili.
¿Qué significa todo esto? Pribram considera que no sólo se trata de una
prueba adicional acerca de la naturaleza holográfica del cerebro sino
que de ello se deduce que el cerebro es, en realidad, una especie de
lente, una máquina transformadora que convierte la cascada de
frecuencias que recibimos a través de los sentidos en el familiar
ámbito de nuestras percepciones internas. Dicho de otro modo, los
quásars, las tazas de café y los robles no existen de modo objetivo. Se
trata de hologramas creados en el interior de nuestras mentes, mientras
que lo que denominamos "mundo exterior¨ no sería más que un océano
fluyente y caleidoscópico de energía y vibración.
LA REALIDAD SUBATOMICA COMO HOLOGRAMA
El sendero que llevó a Bohm a concluir que el universo es un holograma
se inició de manera más bien tangencial, al estudiar el ámbito de las
partículas subatómicas. Poco después de haber sido establecidos sus
principios maestros, la física cuántica (el estudio de las partículas
subatómicas) se reveló capaz de efectuar una predicción de naturaleza
sorprendente.
Casi todos hemos oído hablar en alguna ocasión de los casos en que dos
hermanos gemelos comparten similares sensaciones por mucha distancia
física que exista entre ambos. De modo curiosamente semejante, las
formulaciones matemáticas de la física cuántica llevaron a predecir que
cierto tipo de procesos subatómicos son capaces de originar partículas
esencialmente "gemelas", esto es, partículas unidas de modo igualmente
misterioso, de tal forma que una de ellas registrará siempre y de
manera instantánea aquello que le suceda a su gemela con independencia
de la distancia existente entre ambas.
Tal predicción, sin embargo, no encaja con la teoría de la relatividad
formulada por Einstein. Según esta teoría, no existe señal o
comunicación alguna capaz de trasladarse a mayor velocidad que la luz.
Dado que superar la velocidad de la luz equivale a traspasar la barrera
temporal, el propio Einstein se negó siempre a creer en la existencia
de semejante conexión entre partículas.
Cuando la existencia de partículas gemelas fue formulada por primera
vez, los físicos no se hallaban en condiciones de comprobar
empíricamente tan sorprendente hipótesis. Como consecuencia, durante la
mayor parte de este siglo, la mayoría de los investigadores se
centraron en el estudio de las predicciones menos problemáticas de la
física cuántica. Sin embargo en 1982, un equipo de investigación de la
universidad de París liderado por el físico Alain Aspect descubrió una
forma de comprobar empíricamente la hipótesis y demostrar
fehacientemente que las partículas gemelas pueden registrar
efectivamente de modo instantáneo cualquier fenómeno sucedido a su
mitad.
Dado que la mayor parte de los físicos se niegan a considerar como
inválida la teoría einsteniana de la relatividad, muchos de ellos se
esforzaron en explicar los descubrimientos de Aspect por medio de
tortuosos razonamientos, en un intento de ignorar su verdadera
trascendencia. Bohm, sin embargo, trató de seguir un camino diferente.
Inspirado por las extrañas propiedades del holograma, consiguió
formular un modo de explicar los hallazgos de Aspect sin abandonar el
veto impuesto por la teoría de la relatividad a la posibilidad de una
comunicación más rápida que la luz.
Bohm prescinde de misteriosas señales de comunicación y sostiene que
las partículas subatómicas pueden registrar de modo instantáneo lo
sucedido a sus semejantes con el argumento de que la supuesta lejanía
entre ellas no es más que una ilusión. Su hipótesis afirma que, en
algún plano más profundo de la realidad, dichas partículas no
constituyen entidades diferenciadas sino que son una extensión del
mismo todo fundamental.
Bohm nos ofrece un ejemplo para visualizar mejor su teoría. Imaginemos
un acuario en cuyo interior nada un pez. Imaginemos asimismo que uno es
incapaz de observar el acuario de modo directo y que el único
conocimiento de él y su contenido proviene de dos cámaras de
televisión, una enfocada a la parte frontal del acuario y otra enfocada
a su lado. Al contemplar sus dos respectivos monitores de televisión
uno podría creer que el pez representado en las pantallas constituye
dos entidades diferenciadas. El engaño provendría del distinto ángulo
de las cámaras, susceptible de proporcionar dos imágenes diferentes.
Sin embargo, la contemplación más prolongada de los peces nos revelará
la existencia de cierta relación entre ambos. Cuando uno de ellos se
gire, su compañero efectuará un giro simultáneo aunque ligeramente
distinto; cuando uno se sitúe frontalmente, el otro siempre aparecerá
ladeado. Si uno no acaba de comprender la naturaleza real de la
situación, podría acabar concluyendo que los dos peces mantienen algún
tipo de comunicación instantánea, circunstancia que, evidentemente, no
hace al caso. Según Bohm, ello es precisamente lo que sucede entre las
partículas subatómicas según el experimento de Aspect.
En términos holográficos, del mismo modo que cada parte del holograma
contiene la información relativa al todo, cada miembro de una pareja de
partículas gemelas contiene la información relativa a la pareja
completa. De acuerdo con Bohm, la aparente conexión más rápida que la
luz existente entre partículas subatómicas no es otra cosa que la
expresión de un nivel más profundo de la realidad todavía desconocido
para nosotros, un nivel holográfico análogo al ejemplificado en el caso
del acuario. El hecho de que veamos las partículas subatómicas como
entes diferenciados se explica porque no nos apercibimos de la
proverbial porción de cósmica película holográfica en que se hallan
inscritas. Tan sólo vemos la trémula imagen ilusoria proyectada por la
película.
EL COSMOS COMO HOLOGRAMA
Considerados al unísono, los descubrimientos paralelos de Bohm y
Pribram -que nuestro cerebro parece estar programado para descifrar
estructuras holográficas y que la propia textura de la realidad está
estructurada de modo holográfico- parecen algo más que una sorprendente
coincidencia y llevan a pensar que el universo entero acaso no sea más
que una especie de holograma gigantesco. Ello no quiere decir que esté
formado por rayos láser, sino que posee las propiedades de un
holograma. Tal proposición ha sido recibida con escepticismo por
numerosos científicos pero asimismo ha galvanizado a muchos otros,
entre los que comienza a cundir la sospecha de que quizá se trate del
modelo de realidad más aproximado al que la ciencia ha llegado hasta la
fecha.
Como ya mencionamos, una razón para tomar la hipótesis holográfica en
serio estriba en que ofrece una explicación que resuelve la práctica
totalidad de los fenómenos parapsicológicos. En un universo en el que
los cerebros individuales constituirían partes indivisibles de un mismo
holograma primordial y en el que todo se hallaría conectado de manera
holográfica, la telepatía podría ser, simplemente, la puerta de acceso
al nivel holográfico.
Dicho con otras palabras, en un universo que es un holograma, nuestro
cerebro, y de hecho cada neurona y cada átomo de nuestro cerebro, de
algún modo contiene el universo entero, al mismo tiempo que todos
formamos parte de una mente global. La frase del poeta William Blake
relativa a que el universo puede ser descubierto en un simple grano de
arena se convertiría en una verdad literal. Por consiguiente, la
capacidad de un cerebro de acceder a la información de otro cerebro no
sería ya un problema, puesto que cada cerebro contendría ya la
totalidad de los restantes cerebros.
Bohm y Pribram asimismo han apuntado que numerosas experiencias
religiosas y/o místicas tales como los sentimientos de comunión
trascendental con el universo pueden tener su origen en el acceso al
ámbito holográfico. Como estos dos científicos subrayan, las
descripciones de los grandes místicos relativas a experimentar una
sensación de unidad cósmica con el todo pueden deberse a que estos
místicos lograron irrumpir en aquéllas regiones de su mente en las que
todo posee efectivamente una cósmica unidad.
Michael Talbot, autor de esta nota, nació en Grand Rapids, Michigan, en
1953. Publicó siete libros: Mysticism and the New Physics, Beyond the
Quantum, Your Past Lives: A Reincarnation Handbook, The Holographic
Universe, The Delicate Dependency, The Bog, Night Things.Asimismo
publicó artículos en New York Times Book Review, the Village Voice,
Ellery Queen's Mystery Magazine, y en la revista Omni. Falleció en 1992.
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